Memento mori, de Depeche Mode

Autor:

DISCOS

«Bien puede ser su mejor álbum en décadas»

 

Depeche Mode
Memento mori
COLUMBIA/SONY, 2023

 

Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

 

Vivimos tiempos de profecías autocumplidas. Discos que se escribieron antes de marzo de 2020 y parecen posteriores por un surreal relieve pandémico. Discos que giran alrededor de la muerte, antes de que uno de los componentes de la banda que los factura acabe muriendo por sorpresa. Esto (lo segundo) ha ocurrido en el decimoquinto álbum de Depeche Mode, en cuarenta y tres años de carrera prácticamente ininterrumpida. Ni la temática ni la coartada son nuevas, pero “Ghosts again”, primer single de adelanto, ya avisaba de que esto no sería otra rutinaria excusa para enfilar carretera. Su mejor sencillo en los últimos veinticinco años, el más punzante y emocionante en todo este tiempo, preludiaba el que bien puede ser su mejor álbum en décadas.

Quizá la clave resida, como en el caso de los últimos Suede o los últimos Death Cab For Cutie, en volver a lo mejor de sus días de gloria, no desde la perspectiva del cincuentón (o sesentón, en su caso) que pretende revivir la juventud perdida, sino desde el ángulo de quien es plenamente consciente de su edad y no tiene reparo alguno en mostrar sus arrugas, cicatrices y heridas de guerra sirviéndose de aquellas mismas herramientas. Títulos tan autorreferenciales como “People are good”, “Never let me go” o “Speak to me”, retomando descaradamente plantillas añejas, son señal inequívoca. Y lo milagroso es que aquí no sobra ni una de las doce. Qué gran alegría escuchar a Gahan y Gore tan en forma y a estas alturas, cuando su carrera parecía más que amortizada.

Por eso Memento mori (2023) suena a los años ochenta y noventa, y por eso lo hace (como en el caso de lo último de Brett Anderson y Ben Gibbard) para hablarnos del paso del tiempo, de la madurez, de la pérdida de seres queridos, del irremediable ocaso de la existencia y de cómo a través de la música pueden (podemos) sentirnos tan vivos como cuando teníamos veinticinco años; pero algo más sabios dentro de lo que cabe, que por algo todos nos iremos de aquí sin desentrañar del todo el misterio de esta puñetera y maravillosa vida.

Anterior crítica de discos: Noche y día, de Miguel Campello.

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