Manual de cortejo, de Rodrigo Cuevas

Autor:

DISCOS

«Un intérprete que, zigzagueando entre la farándula y el cabaret, rezuma verdad transformadora a cada paso»

 

Rodrigo Cuevas
Manual de cortejo
ARIS MÚSICA / ALTAFONTE, 2019

 

Texto: DAVID PÉREZ MARÍN.

 

Rodrigo Cuevas, funambulista cultural, provocador nato y tonadillera de pensamiento crítico, se alía y encuentra una química perfecta con el omnipresente músico y productor Raül Fernández «Refree», alquimista de obras que dejaron huella y compañero de aventuras de artistas singulares como Silvia Pérez Cruz, Rosalía, Kiko Veneno, Niño de Elche o Rocío Márquez, entre muchos otros.

El ovetense se destapa como un intérprete que, zigzagueando entre la farándula y el cabaret, rezuma verdad transformadora a cada paso. Enarbolando su bandera pirata de autodenominado «agitador folclórico», desentierra en Manual de cortejo las raíces de la música norteña y las hace crecer como enredaderas de neón en la noche, danzando en montes y praderas a ritmo de electrónica y cánticos con olor a tierra mojada.

Tras 13 años estudiando piano y tuba en el conservatorio de Barcelona y Oviedo, Rodrigo Cuevas deja la jungla de asfalto y encuentra la inspiración en Vegarrionda, un pequeño pueblo asturiano de 15 habitantes, donde inicia un trabajo de arqueología musical, revisitando y revitalizando la tradición gallega y asturiana, conectando, con humor y profundidad, el pasado y el presente a base de una «folktrónica» de sello y discurso propio.

Este juglar del futuro tarda un parpadeo en tejer puentes entre la España vaciada y su banda sonora olvidada, adoquinando dehesas, cañadas y veredas con la vanguardia más transgresora, creando de la mano de Raül «Refree» una verbena envolvente en la que nos imaginamos a alienígenas que perdieron el norte, recuperando el rumbo mientras bailan una muñeira o un xiringüelu.

Con el aroma de El mal querer aún en el ambiente y el halo magnético de Mercedes Peón bajo las alas, más los ecos de una rave de Baiuca, Rodrigo Cuevas vuela y comienza su reivindicación vital de la cultura local con “Namás s’acaba lo que nun se cunta”, una spoken-word en la que siembra la huida de lo efímero y la reivindicación de lo eterno, para proseguir con amor y pasión a borbotones en “Muerte en Motilleja” (con unas Adufeiras de Salitre que lo acompañaran a lo largo de las pistas) y en la seductora sensualidad de “Arboleda bien plantada”: «Después de 100 años muertos y de gusanos comidos, / se encontrarán en mi cuerpo / señas de haberte querido». Apología de la vida alegre valorando y cuidando el legado genuino que nos dejaron nuestros antepasados, sabiduría que no lastra, sino que muta hacia delante y muestra nuevos caminos.

Cuevas abraza al natural, con fundamento y sin complejos, lo experimental, dejando de lado esa modernidad de plástico que nos venden en los barrios de moda, cosificándolo todo y aborregándonos en rebaños caducos, aburridos y sin alma: «Morirse siendo querido, / que hermoso sería morirse, / pero que amarga es la muerte, / cuando la muerte es olvido…».

De la palpitante y atmosférica “Ronda de robledo de Sanabria”, donde los deseos arden y se apagan, a la castiza “El día que nací yo”, copla que renace y reluce sin complejos, desembocando en la calma y enredo sónico (autotune alienígena en vena) de “Tengo que xubir al puertu”.

Melancolía exquisita y reivindicación de la memoria histórica en quince temas cocinados a fuego lento, sacándole brillo al cancionero popular con herramientas del presente para derribar viejos y nuevos muros. Del espíritu libre de Rambal en una emocionante y sentida “Rambalín”, con coro minero incluido, a los hechizos de las meigas electrónicas de “Muñeira para a filla da bruixa”, hasta llegar a esa “Pena” final junto a Angelita Caneiro, pura alegría que termina por tornarse nana, meciéndonos al son de una misteriosa melodía que parece provenir de una caja de música varada en el tiempo.

Si en su salida, el estrés de las fiestas navideñas y la cuenta atrás del fin de año no dejó que resonara en todo su esplendor este indispensable y sobresaliente Manual de cortejo, 2020 debe ser la rampa de lanzamiento que lo encumbre como una de las referencias más importantes y singulares del panorama nacional.

Anterior crítica de discos: Capital desierto, de El Hijo.

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