Punto de partida: Luis Lapuente y Professor Longhair

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PUNTO DE PARTIDA

«Este es el disco que me desveló los secretos del rhythm and blues de Luisiana, que sentaría las bases de toda mi educación musical y casi sentimental»

 

Médico de profesión y el mayor experto en música negra de nuestro país; de ahí el sobrenombre por el que se le conoce, Doctor Soul. Ese es Luis Lapuente, compañero también de Efe Eme, colaborador de Radio3 y una enciclopedia andante del soul, la música disco (Historia de la música disco), el jazz y el rhythm and blues. Su imponente trilogía sobre la música del alma, compuesta por el exitoso El muelle de la bahía. Una historia del soul, La tierra de las mil danzas. Lo grandes del soul y Los 100 mejores discos del soul no solo da cuenta de su melómana sabiduría, sino que se ha configurado ya, a nivel nacional e internacional, como la biblia de este género. Un sonido, un estilo, que acompaña y define a Lapuente allá por dónde va, y del que hoy viene a contarnos la génesis de su devoción y sus primeros idilios discográficos.

 

Professor Longhair
Rock’n’roll gumbo
Movieplay, 1975

 

Texto: LUIS LAPUENTE / EFE EME.

 

Siempre es una buena ocasión para acercarnos a conocer de dónde viene la pasión del Luis Lapuente por la música negra. Él, que a través de sus conocimientos y libros nos induce a sumergirnos en el género e invita a los especialistas del mismo a dar un paso más, hoy rebobina hasta los primeros discos que le conquistaron, para recordar algunos de ellos y hablarnos de uno en especial. Este es el punto de partida de Luis Lapuente, conocido y querido como Doctor Soul.

«Mis primeros discos los compré en 1971 o 1972, en la tienda MF de la calle José del Hierro de Madrid, frente al antiguo cine Texas, en la zona de Ciudad Lineal (yo nací y crecí en el barrio madrileño de San Blas). Malcolm Scarpa habla de esa tienda en su canción “El estanco de Paula”. Allí compré mis dos primeros singles: “Something” / “Come together”, de los Beatles, y “Looking out my back door” / “Long as I can see the light”, de Creedence Clearwater Revival. También compré allí el elepé Mediterráneo de Serrat, el primero que tuve, junto al Let it be de los Beatles (este, a medias con mi hermano).

Pronto, mi padre empezó a viajar a Suecia por motivos de trabajo y, en cada viaje, le encargábamos algún disco. De allí me trajo ediciones muy chulas de School’sout, de Alice Cooper (con una portada que se convierte en pupitre de colegio), Harvest, de Neil Young, o Hot rats, de Frank Zappa, discos que conocí por escucharlos en la radio (Musicolandia, del Mariscal Romero) o por leer acerca de ellos en Disco exprés. Casi enseguida, escuché asombrado el tema “Papa was a rollin’ Stone”, de los Temptations, y vi el documental Monterey pop, creo que en el cine California, y me deslumbró la actuación de Otis Redding. Fue así como empecé a comprar discos de negros, mientras aumentaba mi colección de rock.

Pero la epifanía definitiva se produjo en 1975 con el Rock’n’roll gumbo, del Professor Longhair, el disco que me desveló los secretos del rhythm and blues de Luisiana, que sentaría las bases de toda mi educación musical y casi sentimental. Ese álbum y ese sonido (y el himno inmortal “Tipitina”) me han acompañado toda mi vida. Por cierto, lo compré en la edición española de la serie Gong, en el tenderete que ponía en el Rastro (en la Plaza del Campillo Nuevo) Pepe el Metralleta, de quien sería buen amigo con el paso de los años y de las decenas y decenas de visitas a su tienda en los bajos del aparcamiento de la Plaza de las Descalzas. No recuerdo bien el precio, pero puede que fueran 199 pesetas.

Fue el primer disco del Professor Longhair que compré y uno de los primeros de mi colección de blues (aunque este álbum excede los límites del género). Además de este, fui comprando casi todos los de la colección House of the Blues, con esas portadas tan bonitas. Tengo especial cariño al de Furry Lewis, al de Roosvelt Sykes y al de Clifton Chenier, otro de mis iconos del rhythm and blues de Luisiana. Sigo teniendo atesorado el de Professor Longhair como el mejor de los suyos, en dura pugna con su último trabajo, Crawfish fiesta (1979), y de hecho lo he comprado después en formato cedé en dos ediciones distintas. Cuando fui a Nueva Orleans, casi lo primero que hice fue ir al club Tipitina y hacerme una foto con el busto del Professor que tienen en la entrada del local. La música negra de Nueva Orleans, el soul de Luisiana, sigue siendo hoy día el santo Grial de mis devociones musicales».

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