Los viajeros de La Vía Láctea, de Fernando Benzo

Autor:

LIBROS

«Una fiesta hace explotar como una bomba sus vidas, llenas aún de ilusiones juveniles»

 

Fernando Benzo
Los viajeros de La Vía Láctea
EDITORIAL PLANETA, 2021

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Hay un momento luminoso en la vida de todo joven, también en la de toda pandilla de amigos. El momento en que la juventud explota en erupción, puro fuego y futuro. Para los protagonistas de Los viajeros de la Vía Láctea está claro, porque es el centro de la novela: vuelven a él, muchos años después, sin descanso. Un grupo de cuatro estudiantes universitarios comparten piso en Madrid. Vienen de diferentes puntos; uno de ellos es Óscar, de un pueblo de León en el que sus padres, ya mayores, sustentan sus estudios con grandes sacrificios. En Madrid, Óscar es alguien magnético, la llama y la belleza de la juventud, admirado por los hombres y deseado por las mujeres. Óscar quiere hacer todo a lo grande.

Para su vigésimo primer cumpleaños, decide alquilar —no sin esfuerzo y negociaciones— uno de los templos de la nueva ola. La Vía Láctea va a ser para él esa noche, sus amigos también, sus amigas también. Eso lo hará brillante y lo hundirá, a la vez. Quizás suene críptico, pero esa noche la vida de los que asistieron a la fiesta se desgajó, empezo a recorrer caminos diferentes.

Todo lo que sucedió entre esa noche y la actualidad es lo que recorre la novela, llevada por uno de los estudiantes, al que la vida no se lo ha puesto fácil —de hecho, a ninguno—, pero que tampoco lo ha torturado hasta llevarlo al límite. Una separación, una novela que nadie ha leído o falta de perspectivas laborales no son hechos tan diferentes a los que ha padecido gran parte de su generación; aunque, por lo menos, encontrará un trabajo mecánico, pero productivo, y una vecina que lo acompaña en sonrisas y episodios de cama. Una vía de escape son sus citas con Blanca, la antigua novia de Óscar, en La Vía Láctea donde se hacen confidencias y arreglan asuntos del pasado.

Los otros habitantes del piso son David, retratado de forma impresionante como un obsesionado por la música que acaba en una radio cutre, y Jorge, siempre impaciente y gruñón, encajado en rentables tareas empresariales por un suegro que lo desprecia. Son ellos los que llevan la trama, en ocasiones algo deslabazada, pero también magistral en varias de sus escenas: cierto cruce de miradas entre los amigos o el llanto de Jorge en el coche están expuestos con sencillez máxima, pero también con un potentísima precisión literaria.

Es esa fiesta que comentamos la que hace explotar como una bomba sus vidas, llenas aún de ilusiones juveniles, y a partir de ella todo se va encadenando hasta llegar a la enseñanza fundamental: la vida no es como la esperaban. No es casual el lema que abre el libro con una cita de El gran Gatsby: «…y así seguimos, botes contra la corriente, empujados incesantemente hacia el pasado». Nuestros cuatro amigos no solo son empujados hacia el pasado, también tienen una cadena que los liga a él.

Anterior crítica de libros: Vatio, de A. J. Ussía.

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