Vatio, de A. J. Ussía

Autor:

LIBROS

«Está narrado con agilidad, sin que el escritor trabaje con las connotaciones de oscuridad o misterio»

 

A. J. Ussía
Vatio
COBA FINA, 2021.

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Si les digo a ustedes que esta novela está protagonizada por un músico llamado Polo Targo, que entrega canciones magistrales a principios del siglo XXI con una conciencia profesional y una sensibilidad del más alto gramaje, y que ha tenido ya una carrera de diez años en un grupo que es adorado por medio país, pensarán que responde a un estereotipo. Figuras que en la Movida se pusieron en lo alto de la ola y que después se convirtieron en juguetes rotos las hay a patadas. Pensarán que el escritor ha novelado el brillo de una época que llevó, tiempo después, a miserias. Y no, ha novelado otra cosa, ha novelado la lucha de un hombre, de un hombre muy concreto.

Polo Targo tuvo un grupo de éxito, Mata Pop. Vayan buscando parónimoscon lo que les diré. Con ellos vino el éxito de “La chica del tren”. Al separarse el grupo, hirió nervios con su nombre y con “El sitio de mi silencio”. Bien, no revelo más, el lector de Efe Eme ya sabrá a quien me refiero. Alfonso Ussía, el autor el libro, acompañó como asistente personal al músico desde más o menos el dos mil. Y ahí empieza la carga de la novela.

Andy recibe una llamada de un amigo. Ha de ir a recoger a Polo en una gasolinera cercana a Mercamadrid, porque a él le es imposible. Andy vive en un piso compartido con cuatro amigos en el barrio de Huertas. Aspira a ser músico y en el cuarto donde tienden la ropa se ha montado un pequeño estudio de grabación. Acude rápidamente con el coche de su madre, pero a Polo ya se lo han llevado. No hay problema, EMI le dice que vaya a las oficinas, quieren proponerle algo. A partir de ese momento, se convierte en el asistente del músico. No sabe todavía que va a tener que acudir enseguida a un sitio especial.

La novela se mueve entre dos espacios. Un pequeño túnel los separa, pero da la impresión ser dos universos sin ningún tipo de contacto. Uno es el de los estudios de grabación, los locales de ensayo y toda la industria musical que rodea a Targo. Es un mundo de trabajo bien hecho, sensibilidad, engranajes comerciales y camaradería. Ahí están personajes con su nombre auténtico, Manolo Díaz, y geniales anagramas como el de Teddy Altruista.

Pasar el tunel es dantesco. Hay ratas y basura, caminantes con rumbo a las chabolas de la droga, rebuscando en las basuras, violencia soterrada o plena. Andy no entiende, pero ve a Polo cómodo en los dos mundos, eufórico. Mucho más en el segundo.

Es pues, en parte, una novela musical —el análisis de conciertos y canciones es de una finura lingüística que apenas se da en obras sobre músicos— y, en parte, también una novela quinqui desde el momento en que entran en la barraca donde Polo compra suración. Lo inaudito es que al leer estas páginas el lector siente en su piel el patetismo del lugar, pero se da cuenta de que está narrado con agilidad, sin que el escritor trabaje con las connotaciones de oscuridad o misterio. Palabras mayores, recuerden que eso es lo que han conseguido, a depuración de siglos, los cuentos infantiles.

Y en los cuentos infantiles siempre hay niños, ¿verdad? Aquí dominan en el poblado, nunca en la ciudad, los hijos de los ogros. Y es a causa de uno de ellos, sin que les avance nada más, que la segunda parte de la novela es una lucha entre el bien y el mal, en la que se sabe perfectamentequé es el mal, pero no se tiene del todo claro qué es el bien. No, no dejen de leerla porque el crítico entra en consideraciones filosóficas, que no lo hace. En la novela hay persecuciones, hay motos y bares, hay alijos escondidos donde nadie puede encontrarlos, hay razzias salvajes de la policía. Acción a raudales. Pero una dulce ambivalencia resta tras la lectura, con Andy ya con pareja estable, en su casa: ¿qué es lo que realmentemerece la pena?

Anterior crítica de discos: Los extraños, de Jon Bilbao.

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