Loquillo: El fin de una generación salvaje

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“Hay una actitud de factoría musical en la que todos estamos involucrados, la madre es el concepto Loquillo como obra, todo lo demás se diversifica”

 

Han pasado dos meses desde que Loquillo publicó “Viento del este”, su segundo número uno en un año. A punto de agotar las entradas para su próximo concierto en Las Ventas, celebra el momento que atraviesa en esta entrevista con Arancha Moreno.

 

Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: THOMAS CANET.

 

Los casi dos metros de altura de Loquillo atraviesan la cafetería del Gran Meliá Fénix de Madrid (al lado de la gigantesca bandera española que ondea en Colón) con una sonrisa ladeada. “Ah, ¿es el Día de la Música? Pensaba que era cada día”, se jacta al recordarle la efeméride en la que nos reunimos. Él la vive sin bajar el ritmo desde 1980, y a sus 55 años presume de dos números uno consecutivos, con “Código rocker” y su reciente “Viento del este”. Además, está cerca de agotar las entradas para su próximo gran concierto en Las Ventas, el 24 de septiembre en Madrid ante 15.000 personas. Lejos de sorprenderse, asegura que semejante éxito es “lógico”, porque su nutrido pasado no le impide mirar hacia delante. Hacia delante y hacia los laterales, porque se sabe acompañado de una banda joven y sobradamente preparada, elegida al milímetro para empujar la factoría que lidera. Sentado junto al equipo que le acompañará en esa jornada promocional, nos habla del momento que atraviesa y de “Viento del este”, donde no solo le canta al rock and roll y a los mitos, también a Lope, Quevedo y a Unamundo, a los poetas y a los creyentes, a Europa y, por qué no, a España.

 

Te quedan tres meses para tocar en Las Ventas, y tu nuevo disco, “Viento del este”, ha sido número uno. Parece que atraviesas un momento profesional muy dulce.
Tengo una cosa muy clara, que afortunadamente muchos compañeros de profesión han despreciado, que es tocar en gratuitos. Por dos razones: porque hay mucha gente que no puede verte, que no tiene dinero, y porque es la única manera de que gente menor te vea. He tocado en lugares muy concretos con estrategia pura, hemos tocado gratis en zonas urbanas donde había más paro. Hay mucha gente que se niega a hacerlo. Ahora decimos de tocar en Las Ventas y en dos meses se venden todas las entradas.

 

¿Recoges lo que siembras, entonces?
Sí. Esa política nos ha llevado a tener una renovación generacional espectacular. Estos ocho años he buscado a las personas adecuadas, eso ha ido unido a la renovación de la banda. Todo ha terminado en una comunión perfecta. La entrada de Mario Cobo, Josu García, Alfonso Alcalá, Raúl Jean Paul… ha bajado el nivel de edad muchísimo, hay un diferencial superdivertido: el bajista y yo nos llevamos 25 años. ¿Cómo es la banda de Neil Young? Chavales. Ese tío es listo.

 

Tu banda es bastante “joven”, pero en las letras sí cuentas con colaboradores más veteranos, como Gabriel Sopeña o Sabino Méndez. Aunque también recurres a letristas más jóvenes, como Leiva, con el que firmas ‘En el final de los días’. ¿Por qué?
Hay dos bandos: uno, Sabino Méndez, Carlos Segarra y Gabriel Sopeña; el otro, Mario Cobo, Igor Paskual, Carlos Zanón y Leiva. El caso de Leiva es porque yo creía que tenía una canción que le iba muy bien a él, y resulta que la canción me iba muy bien a mí.

 

Entonces, ¿‘En el final de los días’ iba a ser una canción para Leiva?
Tenía una letra que le pegaba a su manera de hacer canciones. Se la envié, le dije: “¿Por qué no le pones música a esto?”. Él me la devolvió y dije: “Pues para mí”. Fue así de fácil. A veces hago letras y le digo a Igor que las desarrolle. Hay tres canciones que se quedaron fuera de este disco, se las di a Igor y cuando estaban hechas, le dije: “Son para ti, te pegan a ti, no a mí”. Cuando tengo bocetos de letras se las envío a los que tienen esa potestad, porque esa letra les pega. Y cuando no, y veo que tienen una gran letra, como es el caso de Carlos Zanón en ‘Rusty’, le hago una putada a Mario Cobo y le digo: “Tú eres rocker, ¿no?, pues vas a hacer una canción mod, jódete”. Me gusta hacer ese tipo de putadas [ríe]. La entrada de Mario Cobo musicando a Zanón tiene su gracia. Me gusta jugar con esas cosas, se abre un abanico más. Supongo que en los próximos dos años dará sus frutos. “Código rocker” fue el laboratorio, la gente no se dio cuenta de lo que estaba haciendo, nadie lo pilló [ríe].

 

O sea, que tú vas moviendo los hilos con un fin, no solo a corto plazo.
Fue muy sencillo: empezar de cero. La fórmula que se inició con “Balmoral” estaba agotada, estaba dando síntomas de cansancio, lo único que hice fue romper la baraja otra vez, ¿entiendes? Decidí otra manera de trabajar más orgánica, como trabajaba yo al principio, probar qué pasaría si Mario Cobo trabajase con Josu García e Igor Paskual. Utilicé esa gira para verles tocar juntos. Encima tenía a Alfonso Alcalá, ¡ya tenía banda! Ese tiempo estuve trabajando las canciones con todos, en muchos casos sin que ellos supieran que trabajaba con el otro. Eso me dio más perspectiva. En un año, dos números uno. En un año. ¿Alguien lo ha hecho? [Ríe]. Es muy divertido, todo esto con 55 años.

 

Es curioso, porque siempre has estado en primera fila y el de “Cógido Rocker” (Warner, 2015) ha sido tu primer número uno. Y te llega justo a estas alturas, cuando otros compañeros de profesión de tu generación tienen más pasado que presente. ¿Te sorprende?
Ah, bueno, tiene que ver mucho con los «inputs». Hacerse mayor no quiere decir dejar de ser un buen profesional, en todo caso eres mejor profesional. Hay gente que tiró la toalla hace mucho. A mí no me interesa nada de lo que pueda hacer alguien de mi generación, nada. Se dedican a hacer festivales de los 80. Con el talento que tienen algunos, han tirado la toalla, es sorprendente. Exceptuando a Alaska, que es otra cosa, hace lo que le gusta, se lo cree. Los demás, a tocar en festivales de los 80.

 

Precisamente, ha habido estos días un festival de grupos que surgieron en los 80 (o finales de los 70) en el Estadio Vicente Calderón, con bandas como Nacha Pop, Burning, Danza Invisible, La Guardia, Tennessee…
Alucinante. ¿Por qué no hacéis discos nuevos? No sé… Es una lástima.

 

En el caso de ese concierto, que conformaba el nuevo The Rock Festival, pretendían reivindicar los himnos patrios de muchas generaciones.
Me parece estupendo, pueden decir lo que quieran, yo estoy en otra liga.

 

¿A esas fiestas no te invitan?
Es que no voy. Lo hice una vez, en el Iberia Festival, pero como estaba M Clan pensamos que no era exactamente una fiesta de los 80. Luego dije que nunca más. Presentábamos “La nave de los locos” y la gente iba a escuchar ‘Chanel, cocaína y Dom Perignon’. Hay muy buenas orquestas de baile para eso, que tocan esas canciones y hacen verbenas de los 80. Me parece muy lícito, simplemente yo estoy en otra. Tengo himnos generacionales que nunca faltan en los conciertos, pero no tengo 24 años, hay canciones que me quedan muy lejos. Por otro lado, tengo un repertorio a partir del 94 que es perfectamente clásico para otra generación. Canciones como ‘Cruzando el paraíso’ o ‘Feo, fuerte y formal’ son himnos para otra gente. Son clásicos de tres décadas, y en “Viento del este” hay una buena colección de clásicos para el futuro. Existe un mercado de ese tipo, pero no es el mío. Yo hago discos de poesía contemporánea, bandas sonoras, soy productor de teatro. Los ejercicios de nostalgia no me interesan. Es como si a Morrissey le preguntasen si va a volver con los Smiths. Eso pasó, estuvo muy bien y ya está. Vivir del pasado es morir. No me verás nunca en esos sitios, hay órdenes precisas, yo no toco ahí. Y si yo tuviera un momento de enajenación mental, Igor Paskual sería el primero en cogerme del cuello y empotrarme contra la pared. El futuro es trabajar con Igor y Mario en proyectos nuevos, con Gabriel Sopeña… hay muchas cosas por hacer. Por otro lado, me interesan mucho las carreras en solitario de Mario, Igor, Alfonso, de Josu como productor. Cuanto mejor es la gente que está contigo, mejor eres tú. Hay un error de compañeros de generación, que es ser mejor que los músicos que le acompañan. Yo hago al revés.

 

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 “Igor vino a dinamitar el antiguo régimen, esa fue su misión. Y vaya si lo hizo”

 

Te rodeas de músicos con carreras paralelas.
Hay que dar espacio para que la gente que toca contigo tenga su propia carrera. Es cojonudo, porque además de tocar con el Loco se van a convertir en excelentes artistas, le van a hacer la competencia a muchos artistas de tendencia. Para mí, Igor Paskual está muy por encima de los “cansautores” de rock de ahora, indies o no indies.

 

Al final tienes una banda casi de solistas, ¿lo ves así?
Sí, es como el baloncesto, un deporte individual que se juega en equipo. Tengo un montón de estrellas en mi equipo, quiero que brillen, no voy a ser tan tonto de castrarlos. Por eso cuando miro los músicos de otras bandas me parto. Siguen sin entender nada. Tienes que hacer lo posible para que la gente que toque contigo tenga su propia personalidad, y potenciar su trabajo. Es difícil de decir, se supone que la gente en el rock tiene mucho ego, pero yo estoy bastante por encima del ego, lo del ego demuestra un sentido de inferioridad. Es miedo.

 

¿Miedo al brillo externo?
Miedo a lo que no se entiende. A mí me encantaría que el disco de Igor o el de Mario entrasen en listas mientras el siguiente disco del Loco también está en listas, ese es el siguiente paso. Eso demostraría la capacidad de trabajo que tenemos. Hay una actitud de factoría musical en la que todos estamos involucrados, la madre es el concepto Loquillo como obra, todo lo demás se diversifica. Ahora estoy trabajando en un proyecto con Gabriel, y es bastante probable que sea un salto bastante importante en lo que han sido el resto de proyectos de poesía contemporánea, porque quizá la lectura musical es otra. Eso es muy excitante.

 

¿Trabajas en otro proyecto de poesía con Gabriel Sopeña?
Trabajamos en un proyecto sobre la poesía de Julio Martínez Mesanza, pero quizá se cuele un disco de rockabilly entre medias. Los proyectos con Gabriel siempre son a largo plazo. Por otro lado, Josu y Mario se han convertido en un dúo de productores imparables, llevan dos números uno en un año.

 

Y han sido sus dos primeros discos juntos, por cierto.
Espero que no me pidan un aumento de sueldo [ríe]. Por otro lado, Igor está en la rampa de lanzamiento, estamos trabajando muchísimo él y yo. Este disco lo comparo a “El ritmo del garaje”, porque hay canciones diversas, de estilos y autores diferentes, pero dentro de un conjunto. De la misma manera que ha habido un disco con Sabino, me gustaría que hubiese un disco conceptual con Igor, estamos ahí, creo que eso llegará. Él está empezando su madurez artística, eso es superimportante, gestionar ese talento en el inicio. Le voy a ayudar muchísimo a consolidar su trayectoria profesional. Yo siempre procuro rodearme de gente muy joven, es fundamental.

 

Igor es joven, pero junto a Laurent Castagnet ya es el músico más antiguo de tu banda.
Sí, entró con los Trogloditas, fue el último Troglo. Él fue el detonante. Igor vino a dinamitar el antiguo régimen, esa fue su misión. Y vaya si lo hizo [ríe].

 

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Nada me haría más feliz que la gente reconociese a Carlos Segarra como uno de los grandes de la música española, pero creo que desgraciadamente ha estado muy mal llevado”

 

Hablando de los Trogloditas, ellos estaban en la cita de la que hablábamos antes, The Rock Festival. Antes decías que no participarías en algo así, y tus músicos tampoco te dejarían, pero Carlos Segarra está en el cartel, y ha colaborado en este disco en el tema ‘A tono bravo’. ¿Hablas de esas cosas con él?
Bueno, él ya sabe lo que pienso de eso. Tiene un talento desbordante. Cada vez que trabajo con Carlos Segarra sale un hit. A lo mejor nadie se da cuenta del talento, nadie sabe llevarlo, no sé. Lo decimos todos: nadie toca como Carlos. No todo el mundo sirve, hay gente que sirve para tocar y necesita un buen equipo alrededor que potencie su talento. Creo que le ha faltado eso, ha habido mucha gente que no ha creído en él.

 

¿Y Segarra sí ha creído en sí mismo?
Son decisiones personales, se lo he dicho muchas veces. Nada me haría más feliz que la gente reconociese a Carlos Segarra como uno de los grandes de la música española, pero desgraciadamente ha estado muy mal llevado, es lo único que puedo decir. Insisto en que no todo el mundo vale para eso, yo no toco ningún instrumento, ¿entiendes?

 

¿No tocas nada de nada?
Nada.

 

¿Nunca has tenido interés por aprender a tocar algo?
Me compré una batería con trece años, pero me di cuenta de que había que llevarla. Después me compré una guitarra, quería ser como Phil Ochs. Con 14 años frecuentaba sitios de gente vestida así, como Monedero, que se dedicaban a ligar con las chicas diciéndoles que había una revolución, tocabas cuatro chorradas y las chicas se lo creían. Pero no entendían que me gustase Elvis Presley, y como me gustaban él y Phil Ochs, tenía un conflicto tremendo, y me duró muy poco. Eso sí, la guitarra acústica todavía la tengo, era muy bonita. Después, con el punk, me compre un bajo. Pensé: “Si lo hace Sid Vicious, yo también puedo hacerlo”. Menos chutarme, hacía lo mismo. En las fotos de mi primer disco salgo con mi bajo, creo que hace poco se vendió en una subasta. Luego me planteé: “Realmente, ¿qué es tocar el bajo?”. No duré mucho. Después de estar en bandas y ver el panorama, llegué a la conclusión de que yo era alto y me miraban a mí, no tenía que cargar con nada y las fotos me las hacían a mí. ¿Por qué no? Venía de tener un programa de radio, de escribir en «Star» y de ser promocionero de Charly Records. Hice todos los pasos antes de dedicarme a la música. Ya estaba preparado para el «show business». Al fin y al cabo, no iba desencaminado.

 

 

Volviendo a tu nuevo disco, “Viento del este”, la portada del disco es una foto que te hizo Thomas Canet en el barrio barcelonés del Clot, por una serie de cambios importantes. ¿Qué cambios?
Mi familia sufrió un varapalo muy gordo. Primero mi tía, después mi madre, enfermedades largas, y tuvieron que dejar el barrio. Mucho hospital. Hubo un momento terrible, en medio de la gira mi madre se moría, mi compañera [Susana Koska] ha estado con cáncer muchos años. La vida es así, tienes que aguantar los golpes. Era el final de lo que me ataba al barrio. Le dije a Thomas Canet que me hiciera unas fotos allí antes de que cambiase todo. Miraba hacia el horizonte. Acababa de salir “Balmoral”, empezaba una nueva etapa, venía del final de los Trogloditas… cosas muy de fin de ciclo. Si seguía con los Troglos iba a terminar convertido en orquesta de baile. Todo lo que había hecho desde el 78 no habría servido de nada, porque la gente siempre te recuerda por el final de tu carrera, no por el principio. Me planteé no solo empezar un rumbo nuevo, sino empezar por lo más alto. Ahora estoy estudiando la manera de llegar a la vejez con dignidad. Lo hace muy bien Neil Young. Me gusta mucho la actitud de Paul Simon, una obra maestra cada década. Es lo que busco, y es necesario una serie de pasos. Dentro de diez años, cuando nos volvamos a ver, habrá otros dos discos que habrán marcado. No me verás viviendo del pasado. “La nostalgia ya no es lo que era” no es un libro de Ignacio Juliá, es una obra de Simone Signoret. El final de la obra es lo que se recuerda de un artista.

 

Siempre defiendes tu presente y hablas del futuro, pero en tus canciones sí hay una mirada al pasado, las letras están llenas de miradas hacia atrás. En la portada de “Viento del este” dejas el pasado atrás, pero llevas unas gafas que no nos dejan ver cuál es tu mirada: ¿miras con rabia, con dolor, con tristeza, con frustración…?
Somos lo que defendemos. Si he llegado hasta aquí es porque he pensado siempre en el presente y en el futuro. A partir de los 40 te vienen todas las hostias seguidas. No soporto a los peterpanes, esos que dicen: “El rock and roll te mantiene guay, tío”. Cuando escucho hablar así me voy corriendo. Tienes que tener la energía y las ganas de aprender de la juventud, pero la habilidad de conjugar eso con la experiencia y la serenidad que dan los años. Cuando consigues ese equilibrio eres imparable. Hay mucha gente con la que ni siquiera hablo, ¿para qué? Se pasan el día hablando del pasado. Prefiero trabajar con gente joven que se equivoca que con gente mayor que no se equivoca porque no arriesga. Me gusta la gente audaz. Pero tú hablas de las canciones…

 

Sí, me refiero a las letras de tus canciones.
Las reflexiones de esas canciones. Siempre hablo desde el punto de vista generacional personal. ‘El mundo que conocimos’ no deja de ser el retrato de una generación a la que nos prometieron cosas que de entrada eran imposibles. No es el desencanto, eso sería muy progre y tendríamos que hacer películas insoportables, de las que salen en TVE2. Creo que nos tomaban el pelo con todo lo que se nos dijo que podía ser Europa o España. Se está demostrando, creo que no me equivocaba. Sí es cierto que soy de los pocos que dicen la palabra España en una canción.

 

Cierto, hay títulos como ‘Sangre española’, de Manolo Tena, o tu disco “Cuero español”, pero la palabra España se cuela muy poco en las canciones. Es llamativo, casi tanto como ver a Paul McCartney ondeando nuestra bandera en el Vicente Calderón, algo que no pasa con grupos patrios. ¿Rompéis los tabús?
Ya vale, por Dios, no es romper tabús. El otro día vi a Springsteen en Barcelona, y también en Donosti. Es divertidísimo ver a los independentistas cantando ‘Born in the U.S.A.’, es la insolencia absoluta. ¿Por qué no podemos hablar de nuestra realidad? ¿Por qué no podemos decir en una canción Salamanca o Unamuno? Me parece muy de paletos, provincianos. Tenemos una cultura acojonante, escritores y músicos tremendos. El único grupo que supo hacer eso fue Gabinete Caligari, que siguen siendo mi banda, aunque no se hablen entre ellos. Me jode mucho que no hagan otro disco. Creo que son los que más recogieron la tradición cultural española, sin complejos. Esta pregunta me recuerda cuando le preguntaban a Jaime Urrutia por qué habían hecho una canción que se llamaba ‘Sangre española’, me suena a lo mismo. Para hacer ‘A tono bravo’, le dije a la gente que escribiese frases que representasen la cultura en la que nos movemos, y el punto inicial era Gabinete. Hagamos una canción que hable de Lope de Vega, Unamuno, Quevedo, de nuestra cultura. Nació casi de una discusión, ¿por qué no hablamos de esto? En un día teníamos la canción.

 

‘A tono bravo’ la firmas junto a tu compañera, Susana Koska, Igor Paskual y Carlos Segarra, y arranca así: “De capa y espada / armas y letras / gentil y canalla / gallardo y calavera / no hay cielo bastante alto / ni tierra pequeña / no hay océanos de tiempo / que no surque mi propia bandera”. Hablas de tu mundo y de ti. ¿Se podría considerar el autorretrato -conjunto- más fiel de toda tu carrera?
Es la novela romántica, yo contra el mundo, Cervantes… todo eso. Como el “Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga”, de Antonio Gisbert Pérez. A veces voy con Igor al Museo del Prado y nos pasamos horas allí, nos conmueve mucho esa obra. Esas Cortes de Cádiz, esa España constitucionalista es romanticismo puro, somos hijos de eso. A los ingleses les queda muy bien Lord Byron, ¿y nosotros qué? Nos ponemos a hablar de Espronceda y no paramos, cuidadito. La única banda que reivindicó eso en su momento fue Gabinete, hay que decirlo.

 

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“Gabinete Caligari siguen siendo mi banda, aunque no se hablen entre ellos. Me jode mucho que no hagan otro disco”

 

‘Los dioses engañan’ habla de la caída de los mitos. Vivimos una época de desmitificaciones, de falsos ídolos y de mitos que nos dejan. Es un tema muy vigente.
Este disco tiene mucho de actual. Lo poco interesante que hay en el panorama español es León Benavente, ¿dónde están las bandas de veinte años? Hemos visto este año la caída del indie, cómo se tiran de los pelos entre ellos, negándose y diciéndose de todo, como en el patio del colegio. Unos sacan un libro, otros sacan otro, unos despellejan a un director de un festival… ¡es de risa! ¿Y se pensaban que iban a hacer algo con esa mentalidad? Son críos en un parvulario. La música es jugarse la vida, no ganársela, la forma en la que están acabando indica mucho el nivel. No solo desaparece el mito, caen otros. Sí es cierto que estamos viendo desaparecer una generación. Bowie supo manejar los tiempos, se fue del escenario arriba del todo, eso es terminar bien una ola, fabuloso. Es un ejemplo de cómo dejar el escenario.

 

¿Te gustaría terminar tu carrera de la misma forma que Bowie?
Desde luego es una base para pensarlo. Tengo muy claro cómo va a ser mi carrera hasta entonces. Te recuerdan por lo último. La gente, por desgracia, se acuerda de Elvis gordo, hay que saber retirarse en el momento adecuado y hacerlo bien, es donde demuestras tu grandeza.

 

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“Encontraremos autores muy buenos, pero será muy difícil volver a encontrar tipos salvajes, audaces, capaces de cambiarte la vida. Estamos excesivamente domesticados”

 

Hablando del futuro más próximo, el 24 de septiembre tocarás por primera vez en Las Ventas delante de unas 15.000 personas. A día de hoy (la entrevista fue realizada el 21 de junio), ¿cómo va la venta?
Pues a 21 de junio falta vender 1.100 entradas. Pronto estaremos agotados. Lo veo lógico. Madrid es mi casa, me ha hecho quien soy, me fui de Barcelona porque allí no me hacían ni puto caso. Madrid vio mis primeros éxitos. Alaska, Eduardo Benavente y Jaime Urrutia me abrazaron en Tres Cipreses, fue el pasaporte para entrar en la oficina con Pito, muchos deberían hablar de él porque su carrera no habría existido sin él. A partir de ahí vino el éxito masivo. Empecé mi trayectoria en una compañía barcelonesa llamada Cúspide, pero enseguida estuve en Tres Cipreses. Y como el asesino siempre vuelve al lugar del crimen, volví a Dro. Como supongo que tengo intuición, volvi justo en el momento en el que Warner compró EMI, así que tengo todo mi catálogo en la misma compañía. Eso, y lo que te decía antes de tocar gratis: cuando le dices a la gente que vaya a verte a Las Ventas, lo hace. Hay mucha gente que viene ilusionada por ver a 15.000 tíos a los que les gusta la misma música que a ellos. Más que ir a ver al Loco, van a ser partícipes de algo personal. Sé lo que significa eso, va más allá del personaje. Quizá hay una manera de entender las cosas, yo soy simplemente el altavoz. Algunas son mías, otras de otros autores… pero todas forman la banda sonora de tres generaciones. Yo hago música popular, si no, vete a ver a Tom Waits. No soporto a los artistas con ínfulas intelectuales, quiero llegar a todo el mundo. Me gusta ver a Ray Davies en un festival donde va desde la cajera de un supermercado hasta el cantante de Oasis. En Las Ventas podría salir, no abrir la boca, y todo el mundo lo cantaría todo. El rock and roll siempre ha sido un ritual, me gusta compartir eso. Voy a aprovechar para decirte una cosa muy divertida.

 

Adelante.
Estuve a punto de escribir un artículo sobre esto, pero al final me corté. Me refiero a las crónicas de Bruce Springsteen en España: “Es que no ha tocado ‘The river’…”. ¡Pues haber nacido veinte años antes! ¿Y tú quién eres, para hablar de Bruce Springsteen, gilipollas? Escribía Ignacio Juliá: “Es que no ha tocado todo…”. Pero Ignacio, por favor, ya lo viste en el 81 en el Palacio de Deportes. Springsteen sale, ve a toda la peña que hay, ¿y qué, va a hacer el concierto para ti? No, lo hace para todo el mundo. ¿Que toca doce canciones de “The river”? Cojonudo, pero aquí hay 80.000 personas. Para ti es un disco clave, ya lo sé, pero quizá para otra persona es “Born in the U.S.A.”, o “Tunnel of love”, que es un disco fascinante. ¿Qué te crees, que el artista es tuyo? No.

 

En este caso, Springsteen anunciaba que venía con una gira basada en “The river”, supongo que de ahí la queja de los cronistas.
Mira, Springsteen puede hacer lo que quiera. Si sale ahí, y ve que hay un montón de gente pidiéndole cincuenta canciones… no sabes lo que es subirte a un escenario, no tienes ni puta idea, no sabes las caras que pone la gente. ¿Que tocó ‘Point blank’? Pues qué bien, me emocioné, cómo no. Pero, ¿tú te bajaste ahí, a hacer el mono, o estabas en una sillita mirando cómo la gente botaba? Que lo diga un chaval que ha pagado la entrada me lo puedo creer, pero tú vas gratis a los conciertos, ¿de qué coño te quejas? Eran quejas del típico malcriado: “No me ha tocado esto, quiero mi chuche”. Ya tenéis una edad… ¿Toca tres horas y media y me decís que no ha tocado todo “The river”? Anda, tira…

 

En tu caso, en Las Ventas tendrás a varias generaciones delante. Siendo como dices el altavoz de unas canciones de la gente, ¿cómo vas a enfocarlo?
No sé si vamos a tocar tres horas, tenemos una edad [ríe]. No puedo decir nada, esto es pisar el escenario. Estamos trabajando en un repertorio de 34 canciones, iremos probando estos meses todo. Voy a aprovechar todos mis recursos, voy a salir con la sexta flota. Teniendo a tres guitarristas tan diferentes puedo hacer rockabilly y hard rock, no me lo quiero ni imaginar. Ahora estamos en dos horas y diez de concierto, estamos intentando formar la escalera de color. Se va a tocar todo lo que haya que tocar, desde ‘Las calles de Madrid’ hasta ‘El mundo que conocimos’. A lo mejor el año que viene me llaman para tocar en festivales de los 90 [ríe], y dentro de nada habrá un revival de lo indie, para los cuarentones indies. Cuando yo tenía veinticinco años había un movimiento para jóvenes carrozas, la vuelta de bandas de los 60 como Fórmula V, Los Sirex… La gente se reía, y ahora está haciendo lo mismo.

 

Y dentro de treinta años, ¿quiénes van a estar recordando lo que se hace ahora?
Esto se acaba. No sé si la mía es la última generación de la estrella del rock como la conocemos. Algo va mal cuando Mario Vaquerizo es una estrella del rock, el chiste se ha convertido en realidad. A mi no me interesa saber de la vida de… no sé si llamarles artistas, son tan planos que no me excitan nada. Prefiero al cantante de los Oasis rompiendo el hotel que a los niñatos tontos que sufren. Con tanto rollo indie de destrozar la mitología del rock la han convertido en música chuche. Ha tenido que venir Axl Rose a poner las cosas en su sitio: va, coge el repertorio de AC/DC y le da la vuelta. O nos sorprende una generación muy joven, que ojalá, o el mundo como lo conocemos no va a volver. Se han creado ya los Dylan, los Bowie. Quizá en España se puedan ver cosas diferentes porque no hemos desarrollado todo el talento musicalmente hablando, desde que terminó la censura han pasado muy pocos años. Todavía podemos hacer, pero con parámetros diferentes. Encontraremos autores muy buenos, pero será muy difícil volver a encontrar tipos salvajes, audaces, capaces de cambiarte la vida. Estamos excesivamente domesticados. Todavía no tenemos apoyo a la cultura, somos la última mierda, y a lo mejor eso es bueno, porque la gente se rebota. Lo peor es cuando las cosas se estabilizan hasta tal punto que aburren. Lo que tengo muy claro es que tipos como yo no van a salir, soy hijo de una época con una mítica del rock, y el indie ha desnaturalizado eso. En el 85 un crítico se metía contigo y le partías la cara, ahora se escriben notitas, es de risa. Lo hacen hasta los críticos porque quieren ser estrellas, que se vayan a un descampado a partirse la cara. Estamos asistiendo a un festival de chuches. Los grupos tienen en los camerinos gominolas. Cómo cambia la película, antes estaban llenos de «dealers».

 

 

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