Lola, de Califato ¾

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DISCOS

«Un repertorio de lo más gamberro, bizarro y ecléctico, pero con raíz, que —no me cabe la menor duda— haría las delicias de la homenajeada»

 

Califato ¾
Lola
AUTOEDITADO, 2023

 

Texto: JAVIER GILABERT.

 

El pasado 21 de enero se cumplía el centenario del nacimiento de una de las mayores leyendas de la música y la cultura española del siglo veinte: Lola Flores. Y Califato ¾ eligió nada menos que el 28F, Día de Andalucía, para lanzar un epé mediante el que rinde tributo, culto y pleitesía a La Faraona en fechas tan señaladas.

Lola recopila cinco canciones de la jerezana universal, que el combo andaluz ha versionado con las colaboraciones de Tomasito, La Cebolla y Negro Jari. El trabajo abre con “La zarzamora”, adaptación del celebérrimo paso doble compuesto en 1946 por Antonio Quintero, Rafael de León y Manuel López-Quiroga e inmortalizado por la folclórica —aunque también formara parte del repertorio de artistas tan diversos como Rocío Jurado, Isabel Pantoja, Las Grecas o Mano Negra—. Los primeros compases no dejan entrever lo que realmente se nos viene encima, hasta que comienzan a sonar unas guitarras, que bien podrían pertenecer a los también andaluces 091, y que preconizan que lo que nos vamos a encontrar a partir de ahí va a ser de todo menos convencional.

Y así nos lo confirma “La bomba”, una cumbia cañí aderezada con arreglos de rock andaluz y con un final cercano al dance, al más puro estilo discotequero de los noventa. Este corte es el único original del combo, pues los tres restantes son versiones de sendos clásicos del repertorio de la Faraona: “Historia de un amor”, bolero escrito en 1955 por el panameño Carlos Eleta y que Califato amalgama con momentos reggeatoneros; los «Tientos del sombrero» (1959), con el que transitan la copla electrónica y, para cerrar, una revisión del «¡Ay Alvariño!», en el que «se las maravillan» para mezclar buenas dosis de sonido house a lo Technotronic, y donde destaca la colaboración del jerezano Tomasito, quien se arranca por hip hop o, si me lo permiten, con algo que podríamos llamar gipsy-rap (y que ya pusiera en práctica Lola Flores allá por los noventa, antes que la Mala Rodríguez o la mismísima Rosalía). Así concluye un repertorio de lo más gamberro, bizarro y ecléctico, pero con raíz, que —no me cabe la menor duda— haría las delicias de la homenajeada.

Anterior crítica de discos: Maquinaria, de Havalina.

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