Las matemáticas de la música: al habla con Alan Parsons

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«Hacer buena música nunca es una pérdida de tiempo»

 

Aunque su gira española se ha pospuesto a 2022, siempre es un buen momento para hablar con Alan Parsons, líder de The Alan Parsons Project y responsable, como ingeniero, arreglista o productor, de discos históricos de los Beatles, Pink Floyd o Al Stewart. Por Carlos H. Vázquez.

 

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.

 

«La música, cuando se combina con una idea placentera, es poesía / La música sin la idea es simplemente música». Así comenzaba “The fall of the Usher of House: Prelude”, de The Alan Parsons Project y perteneciente al elepé The tales os mystery and imagination (20th Century Records, 1976), primer lanzamiento del grupo encabezado por Parsons y Eric Woolfson.

Hoy, Alan Parsons es un señor de setenta y dos años que atiende a la prensa a través de la webcam en su casa, en California. De fondo, tiene una pecera integrada en el mobiliario. También cuenta que ha instalado una pantalla gigante para ver películas. No es lo mismo que un encuentro in person, pero sigue imponiendo la imagen de un tipo como él en la pantalla del ordenador cuando hay seguridad de no estar hablando con una grabación. Abajo, en la esquina izquierda, su nombre: Alan. Qué duda cabe. «Hi, míster Parsons. Good afternoon».

 

El concepto

La excusa de la charla es el cuadragésimo aniversario de The turn of a friendly card (Arista, 1980), el quinto álbum de The Alan Parsons Project, y la gira de Alan Parsons Live Project con citas en España, aunque aplazadas al 2022 por cuestiones pandémicas. En Madrid, de hecho, hubo hasta cambio de recinto. «¡No puedo creer que hayan pasado ya cuarenta años!», exclama Parsons acerca del cumpleaños del álbum. «La música progresiva es mucho más agradable cuando la tocas en directo. Fluyes con ella». Advierte, sin embargo, que muy poca gente escucha hoy día un disco entero y que tampoco se compran tantos. «La historia ha tenido sus etapas. La música ha sido siempre parte de la cultura de la juventud, porque entonces la gente de esas edades se sentía identificada con ella, pero últimamente se están produciendo muchísimos cambios». Parsons se posiciona; no sigue las modas, aunque las reconoce. De ahí, deduce, lo que sucede con las nuevas generaciones: «Quieren estar a la moda y hacer que sus padres odien lo que ellos escuchan».

El músico adelanta que en este tour van a sonar todas las canciones del citado The turn of a friendly card: “Time”, “Games people play”, “Sneak eyes”… «Hemos vuelto a tocar juntos tras año y medio sin hacerlo. Los ensayos nos han llevado mucho trabajo; queríamos practicar para tocar bien». En el repertorio, por supuesto, no faltarán los clásicos (“Psychobabble”, “Eye in the sky”…) y temas de The Secret (Frontiers Music SRL, 2019), el último trabajo de estudio hasta la fecha de Alan Parsons al que se le sumará un futuro disco conceptual. Reconoce no echar mano de la tecnología en demasía, prefiere la composición con la guitarra y el piano.

En 1976, un elepé conceptual que girara alrededor de la figura de Edgar Allan Poe, como The tales os mystery and imagination —el preferido de Alan Parsons—, con cortes de siete minutos (“The fall of the Usher of House: Prelude”), no suponían tanto una rareza. El ritual de escuchar el vinilo leyendo las letras de las canciones y los créditos del disco requiere su tiempo, de la misma manera que lo necesita un libro, pero las horas del siglo XXI están hipotecadas. «Hacer buena música nunca es una pérdida de tiempo. Quizá los discos conceptuales hayan pasado de moda, pero para mí siempre han tenido un sentido», apunta para después matizar: «Pero que sea conceptual no quiere decir que todo tenga sentido». Habla de las instrumentales “Hyper-Gamma-Spaces” y “Mammagama” y sus respectivos títulos, un juego de palabras matemático: «El hermano de Eric Woolfson era un matemático y conocía ese tipo de expresiones. Es solo una palabra que no tiene ningún significado profundo para la música, pero es una palabra agradable».

 

El sonido

Revela Alan Parsons que “Yesterday”, de The Beatles, se iba a haber titulado “Scrambled eggs”. «Paul McCartney me decía que cuando terminaba una canción solo pensaba que aquello no eran más que palabras». ¿Y qué es una letra sino palabras? ¿Y qué son las canciones? Es muy difícil leer la letra de “Let it be” y no cantarla. También está la cáscara sonora, que en este caso son unos acordes de piano durante el primer minuto. A los doce segundos entra la voz de McCartney: «When I find myself in times of trouble, Mother Mary comes to me / Speaking words of wisdom, let it be». Es casi poesía escucharle estirando las vocales.

Hay en su versión naked algunos cambios notables pero sutiles en cuanto a sonoridades, como la guitarra, menos áspera que en la producción de Phil Spector, o la inclusión de otro tipo de teclado. Glyn Johns, uno de los dos ingenieros que trabajaron en “Let it be”, pensaba que la canción estaba mejor desnuda: «Es agradable escuchar el disco antes de que Phil Spector la cagara», citaba en Ultimate-Gitar Alan Parsons, segundo ingeniero —entonces con diecinueve años— que también compartía la opinión de Johns: «Aquella canción merecía ser esencialmente Paul y la banda, sin cuerdas, coros y todo eso».

 

«Paul McCartney me decía que cuando terminaba una canción solo pensaba que aquello no eran más que palabras»

 

Su influencia creativa no tuvo peso en Let it be y Abbey Road, pero sí en los álbumes de Wings y Paul McCartney Wild life (Apple Records, 1971) y Red rose speedway (Apple Records, 1973), del que destaca “Little lamb dragonfly”. En alguna ocasión ha señalado que McCartney «esperaba mucho de los ingenieros» y que en Wild life buscaba más un sonido de banda que uno pulido.

 

El resultado

Su labor como productor, arreglista o ingeniero de sonido no solo está acreditada en álbumes de The Beatles (Abbey Road, Let it be…), sino también en los de Pink Floyd (The dark side of the moon, Atom heart mother…). «Aquello fue tan grande como importante. Me siento muy afortunado de haber podido estar en estas grabaciones». Completan la enumeración otros nombres reseñables: Al Stewart (The year of the cat), The Hollies (The Hollies), John Miles (Rebel) o Pilot (Two’s a crowd).

En la actualidad, observa Parsons «demasiada música hecha en soledad» y alude a que cualquiera puede grabar en casa un disco gracias a un ordenador, al contrario que hace varias décadas. «Defiendo que la música sea un proyecto colectivo. De lo contrario, algo se perdería». Aconseja que «cualquier esfuerzo cooperativo será mejor que uno en solitario». Después de unos cuarenta minutos de conferencia, Alan Parsons se despide: «Todo el mundo lo ha pasado muy mal durante la pandemia. Será bueno volver a estar frente al público […] Es importante que no existan riesgos para estar a salvo». Todo suma.

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