La otra vida: Encerrado Andrés (Suárez)

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«No tenemos tiempo para llamar a nuestros padres, a nuestros hermanos y amigos. Ahora hablo una hora diaria con ellos y me está dando la vida»

 

Un pequeño jardín que ahora le parece gigantesco y un tiempo detenido en casa están sirviéndole a Andrés Suárez para recolocar la mirada y preparar la memoria para cuando este virus pase. Por Arancha Moreno.

 

Texto: ARANCHA MORENO.

 

Él le escribió «Desordenada Elvira» a su amiga poeta; yo le saludo «Encerrado Andrés» a través de un mensaje, y me devuelve una risa. Entiende el código. Me he encontrado con Andrés Suárez muchas veces en los últimos años y sé que además de tener verbo ágil es un tipo inquieto, y que estaba deseoso de lanzar su nuevo disco —el octavo, el homónimo Andrés Suárez al mundo. Hace solo unas semanas que publicó la primera canción, «Despiértame», y cuando estaba a punto de abrir la puerta de la jaula para dejar escapar a las fieras musicales, tuvo que cerrarla con pestillo. Las canciones quedan presas y él está enclaustrado con ellas en su casa, donde habita también su refugio creativo, los Estudios Moraima.

No hay trenes, ni aviones, ni discos que firmar. No hay escenarios a los que subir. Andrés espera paciente a que amaine la tormenta vírica y vuelva la calma, maravillándose con la respuesta social que está contemplando pero un tanto enfadado con el que no cumple su parte del trato. Él, que sí se queda en casa, lee, relee, habla con los suyos, mantiene una apasionada conversación con su guitarra portuguesa —esa es su explicación a la foto que nos envíay se hace una fuerte promesa a sí mismo: cuando todo pase, no olvidar.

 

¿En qué momento profesional estabas cuando se decretó el estado de alarma?
Pues estaba no sé si a punto de saltar, despegar, arrancar, no sé qué verbo quieres utilizar, pero a punto de comenzar de nuevo. Aparte, tengo esa sensación. Tras tres años del último disco estaba a punto de volver a subirme a una furgoneta para hacer promoción, cosa que me encanta, hablar con vosotros, con los medios, que amplificáis nuestra carrera, para hacer firmas, para sacar mi octavo disco, Andrés Suárez, mi primer disco homónimo, y tuvimos que aplazarlo. Y lo matizo, lo pongo en cursiva, negrita y subrayando, es aplazamiento y no cancelación, no se canceló el disco, se aplaza para la fecha que sea. Ahora lo importante es estar unidos, estar juntos, estar fuertes, y ya saldrá. Así que nada, me pillaba a las puertas de algo hermoso que tengo que posponer, esa es mi suerte, no pasa nada, y con muchísimas ganas de renacer. Un disco es un renacimiento, misma ilusión, mismo nerviosismo, mismas ganas de saber a quién le gustará, a quién no, qué crítica tendrá, quién vendrá a la gira después… la verdad es que estoy en un momento muy hermoso, especialmente cuando abramos la puerta y salgamos de esta pesadilla más fuertes y unidos.

 

¿Cómo te ha afectado esta situación, a nivel profesional?
Esto ha sido un derechazo sin verlo venir a todos: a la cultura, al periodismo, a la sanidad, a la educación… pobrecitos míos, y mando un abrazo gigante y mucha fuerza al pequeño comercio, y pienso apoyarlos de manera convulsa y desmedida y desmesurada. Yo no me puedo «quejar», claro que hay un fallo económico en todas las cancelaciones o aplazamientos, pero no me quiero quejar al lado de pequeños comercios, pequeños hosteleros, teatros, salas de conciertos, pequeños bares… están muertos de miedo, como es lógico. Esta incertidumbre de ¿qué pasará?, ¿cuánto durará?, ¿cerramos?, ¿qué ayudas necesitamos? Mi corazón está ahí. Nos ha afectado a todos, pero si realmente hablamos de unidad, de estar juntos, de solidaridad, ahora mismo voy a pensar en los más débiles, los que se han llevado un golpe mayor, las pequeñas potencias a las que cerrar un mes o dos, con sus empleados, tiene que ser durísimo. Me quedo con ellos, a su lado, no me pienso quejar.

 

¿En qué ciudad estás, y cómo estás combatiendo esta situación de encierro?
Estoy en la república independiente de Torrelodones, con la fortuna de tener a mis perros al lado. Fíjate, yo antes de todo esto decía que tenía un jardín muy pequeño, donde tengo alineados los rosales y les canto y les hablo, ya lo hacía antes de este encierro, pero ahora me parece gigantesco. Tengo mis guitarras en casa. Soy afortunado, ahora un trozo pequeño de tierra es un mundo, un pequeño balcón en el que te asomas, y ves la luz, y respiras y hueles esta sierra de Madrid, maravillosa, es una fortuna absoluta. Fíjate la prisa con la que vivimos, que no llegamos nunca, vamos en trenes, en aviones, en giras… no tenemos tiempo para llamar a nuestros padres, a nuestros hermanos y amigos. Ahora hablo una hora diaria con ellos y me está dando la vida. ¿Cómo no vas a hablar con tu padre del mar o de lo que ha plantado en la tierra? Es maravilloso. Nosotros nos dedicamos a crear, a escribir, a leer, a nutrirnos, y ahora es el momento. Nos pasamos toda la vida currando, Arancha, diciendo: «Joder, cuando tenga diez días… cuando tenga quince días en un sofá…». Tratando de sacarle el lado bueno a esto, piensa que es eso. Sabemos que no lo es, pero coño, ahora lee lo que no podías leer, estudia la guitarra y ponte todas las horas del día que tienes para hacer riffs de guitarra. ¡Es el momento!

 

Creativamente, ¿te inspira o te paraliza esta situación?
A mí lo que me paraliza es ver a insensatos, y trato de medir mis palabras porque luego esto queda grabado. Creo que ya, conociéndonos, debes saber lo que pienso de lo impresentables —es lo más sutil que te puedo decir— que han tomado esto como unas vacaciones, probablemente portando el virus a las costas, a las aldeas, a las segundas residencias. Lo que me paraliza es ver a gente que no les basta el número de fallecidos, no solamente de gente anciana, y siguen saliendo a hacer botellón a un parque. Lo demás no me paraliza nada. En mi casa tengo libros, hoy en día tenemos internet, tenemos todas las series, las pelis, los documentales… a mí no me paraliza nada, únicamente la falta de solidaridad que he visto, y me preocupa muchísimo.

 

¿Qué libro, qué disco y qué película y/o serie te han hecho más llevadero el confinamiento?
Estoy releyendo. Necesitaba caer en dos libros que había leído hacía mucho tiempo y que necesitaba volver a subrayar y a marcar. Ordesa, del maestro [Manuel] Vilas. Cada lectura es un nuevo libro, me parece una obra maestra. Y volví a 1984 de George Orwell. Comenzando lectura leí Manu, de Manuel Jabois, muy corto pero muy sabroso, me pareció magnífico. Y mi amigo Javier Castillo me ha mandado su última novela [La chica de nieve] y pienso devorarla. Y ojo, ojo, ya sabes que estoy un poco cansado de la crítica a lo nuestro, que si las pelis y las series españolas. Ojito con las pelis y las series españolas, su nivel y su maravilla de producción que nos están dejando. Por ejemplo, la última que pude ver entera, que fue Vivir sin permiso, y me encantó. Encima con la morriña que tengo, me llevó a mi tierra, por desgracia hablando una vez más de lo que se habla tanto de Galicia y de los gallegos, pero me encantó, me fascinó.

 

¿Y alguna película?
Como buen gallego, te contesto con una pregunta. Todavía, desde que estoy a puerta cerrada, no vi ninguna peli. ¿Me recomiendas alguna?

 

«Un virus microscópico puede detener el planeta. Creo que este golpe, no sé de humildad, creo que sí, nos ha cambiado a todos»

 

¿Has hecho algún otro descubrimiento, sobre algo ajeno o sobre ti mismo?
Pues mira, sí. Sobre algo ajeno, he descubierto que somos una sociedad maravillosa, y a pesar de cuatro insensatos y de cuatro egoístas, la gente está tirando del humor, de la luz, incluso se ríe de sí misma. Estamos saliendo a los balcones a rendir homenaje a los que más lo merecen: que nos acordemos en las urnas, que nos acordemos cuando esto acabe, porque esa gente no quiere un aplauso, esa gente quiere medios, y tenemos que dárselos. Lección aprendida, estamos aprendiendo mucho de esto. Lo primero la sanidad, lo primero la salud. Y si esa regla que viene ya de nuestros bisabuelos, tatarabuelos, se cumple, el dinero para la salud, por favor. Estoy aprendiendo de un pueblo maravilloso, que es mi pueblo, mi gente, la cual no deja de brindar cariño, fuerza, ánimos, estamos donando lo que podemos, ya sea en una entrevista ya sea por supuesto económicamente, donde necesiten ayuda vamos a estar ahí. Y estamos demostrando que unidos somos la hostia.

 

¿Qué piensas hacer cuando todo vuelva a la normalidad?
Me parece brutal esta pregunta. No ha venido lo peor, por desgracia. No sé si estoy preparado, ojalá, no sé si alguien está preparado para lo que estamos viviendo, pero trato de concienciarme, tener mucha fuerza, mucha paciencia, que la tengo, seguir leyendo, seguir nutriéndome, recibiendo información de fuera, informarme muchísimo, vuestra labor es muy importante ahora. Pero ¿qué es lo que pienso hacer? Tener mucha memoria, muchísima memoria. Ya estamos pensando muchos que cuando tengamos el bar abierto vamos a consumir, por supuesto, es lo que necesitan ahora los garitos, y vamos a salir a la calle y nos vamos a abrazar, eso lo sabemos todos, va a haber una fiesta maravillosa que es necesaria. Ahora bien, pasada la alegría, hagan ustedes el ejercicio de memoria, y yo el primero, de ver un rayo de luz que entra por la ventana, que antes te daba igual y no tenías ni tiempo de valorarlo, ver cómo están floreciendo las margaritas de ese pequeño terreno del que te hablaba antes… Me pongo un poco cursi, pero te estoy hablando completamente en serio. O la llamada de un amigo. Cuando vas en la furgoneta y tienes que probar sonido y no llegas, es que ni le pillas el teléfono, y a lo mejor está jodido. O que te cuente tu madre cómo hace la receta de algo. ¿Cuándo podía llamar yo a mi madre, en el ritmo en el que vivimos todos? Hostia, hemos parado. Un virus microscópico puede detener el planeta. Creo que este golpe, no sé de humildad, creo que sí, nos ha cambiado a todos. Dudo mucho que si la gente está un mes en su casa salga igual, yo creo que no. Han cambiado mucho los valores. Ahora la gente del servicio de limpieza son héroes, ¡porque realmente lo son! Se la están jugando para que tengamos una serie de comodidades. Los transportistas. Ayer le di las gracias a una profesional en un supermercado, en el de mi pueblo, porque tuve que salir, y se puso a llorar. ¡Jamás le había dado las gracias al profesional de un centro comercial o de una tienda de alimentación! Creo que esto nos ha cambiado para mucho y que la única manera de ser mucho mejor de lo que éramos es tener mucha memoria y acordarnos de lo jodidos que estuvimos. Y muchas gracias por tu entrevista.

Anterior entrega de La otra vida: Migue Haro, bajista de Niños Mutantes.

 

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