La otra vida: Miguel Haro, bajista de Niños Mutantes

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«Mis compañeros y yo decidimos seguir adelante. En estos momentos difíciles la música es más necesaria que nunca»

 

A punto de bautizar su nuevo disco, con viajes de promoción y conciertos planificados: así estaban los Niños Mutantes hace solo dos semanas. Y a pesar del estado de alarma, han decidido publicar sus Ventanas.

 

Texto: ARANCHA MORENO.

 

«Sal de tu casa, cierra la puerta / estrategias de supervivencia»
“Oxígeno (Las estrellas)”, Niños Mutantes (Ventanas, 2020).

 

¿Cuántos meses de trabajo hay detrás de un disco? Incontables y variables, porque la creatividad no conoce medida estándar. Lo curioso es que a veces las canciones tienen un halo profético. Algunas parecen anticiparse a lo que estamos viviendo hoy, una situación tan imprevisible que hace solo un par de meses —o si me apuran, tres semanas— era algo imposible de imaginar. Eso ha ocurrido con Ventanas, el disco que acaban de alumbrar los Niños Mutantes. Difícil encontrar un título más adecuado para un momento tan límite como este, en el que son nuestra única conexión social con el exterior.

«No debe preocuparte la soledad», cantan en “Un tiro en el pie”. Una de las canciones se llama “Oxígeno”, otra “Todo tiene un precio” (hasta la libertad, en estos días). Al final de cada título, entre paréntesis, remiten a lugares que ahora se nos antojan casi difuminados, como sueños borrosos del pasado: “La vega”, “El puerto”, “Las estrellas”, “El bosque”, “La ciudad”… Claves que pensaban ir descifrándonos en sus próximas entrevistas de promoción, seguramente. Ya tenían planeado el viaje a Madrid; nosotros nos íbamos a ver el miércoles 18 a mediodía, en su oficina de La Trinchera. Pero cinco días antes se decretó el estado de alarma y se fue todo al traste. Sus agendas, como las nuestras, están ahora llenas de tachones, y aun así decidieron mantener lo más importante: la publicación de su nuevo disco, que vio la luz el 20 de marzo. «Mis compañeros y yo decidimos seguir adelante. En estos momentos difíciles la música es más necesaria que nunca», defiende Miguel Haro, «Migue», bajista de la banda.

Migue reconoce que, como acaban de parir diez canciones, estos días no tiene «activada» la parte creativa, «pero seguro que de esta situación tan excepcional sale alguna canción». Encerrado en Granada, burla el tiempo con música, lectura, series, películas y algunos guisos. Está muy entretenido con El hombre que amaba a los perros, una novela del escritor cubano Leonardo Padura que relata las vidas de León Trotski y su asesino, Ramón Mercader: «Está resultando apasionante, y como es bastante larga, creo que me va a durar todo el confinamiento», predice. Los días de Migue pasan entre esas páginas y los acordes de “La carretera de la costa”, la última canción de Chucho: «Fernando Alfaro siempre consigue remover mis entrañas». También está disfrutando de lo último de The Strokes, The new abnormal, viendo la serie La materia oscura y revisitando a Woody Allen: «Anoche mismo vi Midnight in Paris».

 Estos días debería estar viajando con sus compañeros, presentando las canciones, preparando los shows. Deberían ser errantes, como esa maravillosa canción suya, pero no. Han dado a luz y solo pueden enseñar a la criatura por las pantallas. Esta sensación tan extraña está ayudando a Migue «a reflexionar sobre las cosas importantes de la vida, te ayuda a dimensionar. A veces dedicamos demasiado tiempo a cosas que no son nada importantes y dejamos de lado las que sí lo son. Ojalá saquemos como individuos y como sociedad un aprendizaje positivo de todo esto», desea. Y sigue pensando en todo lo que vendrá después: «Pienso ir a pasear por la montaña, a ensayar, al cine, a conciertos y a tomar cervezas en los bares con mis amigos». Ya saben: la vida era eso.

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