La otra vida: el volcán de Ramoncín

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«Me parece que hay gente que se está retratando ad aeternum, y espero que esta sociedad sepa cómo se ha portado cada uno en esta crisis»

 

Un hervidero de ideas bulle en la cabeza de Ramoncín, que contempla indignado cómo algunos se aprovechan del prójimo estos días y trata de contenerse y focalizar sus pensamientos creativos para cristalizarlos cuando llegue el momento.

 

Texto: ARANCHA MORENO.

 

Nunca fue amigo de callarse. Ramoncín es, como el dice, un librepensador de los que a veces incomodan. Estos días de confinamiento los pasa en su casa de Madrid, solo, indignado cuando escucha ciertos discursos teledirigidos y comprueba cómo hay quien pretende sacar tajada del dolor de un país (y del mundo). Todo eso va dando vueltas en su cabeza, un volcán de pensamientos que trata de contener mientras da forma a sus nuevas canciones y continúa con algunos poemas a medio escribir. La otra vida, la de estos días, da para una canción, pero prefiere gestarla en frío. No tiene prisa. Sabe que el arte que tiene sentido es el que no caduca, el que sirve para hoy, ayer y mañana.

 

¿En qué momento profesional estabas cuando se decretó el estado de alarma?
Estábamos ensayando mucho para los conciertos que empezábamos en mayo, después de terminar en febrero, y empezaba a pasarle a los chicos las canciones nuevas que he estado escribiendo durante todo este tiempo para un nuevo disco, así que a tope. Y terminando un libro de poemas.

 

¿Cómo te ha afectado esta situación, a nivel profesional?
Nos hemos quedado todos paralizados, ¿no? Una cosa inevitable, además es lo que hay que hacer. Preocupado por la cantidad de personas que están en esa situación, que son sus únicos ingresos y que de pronto vean paralizada por completo su actividad. No sabemos cuánto va a durar esto ni si tienen recursos para soportarlo.

 

¿Y a nivel personal?
Me ha pillado solo, porque veníamos de viaje y mi chica se quedó en una casa que tenemos en la sierra, y a la hora de volver ya fue imposible, así que estoy completamente solo. Menos mal que tengo dos perritos pequeños y tengo que cuidar de ellos, y eso te hace la vida un poco más fácil, pero yo sé muy bien cómo quemar los días, que es lo que estoy haciendo. Personalmente, podíamos hablar largamente, porque es tiempo de introspección, de pensar quién eres, qué haces, a qué dedicas tu vida, por qué lo has hecho, creo que tengo miles de preguntas que van a salir ahora como un volcán, y a las que hay que contestar. Cuando te ves en una situación como esta es cuando eres tú, tú y solo tú, y nada más, ¿no?, y eso te enseña muchas cosas.

 

¿En qué ciudad estás, y cómo estás combatiendo esta situación de encierro? Me refiero tanto a la actitud como a las herramientas.
Estoy en Madrid, en mi casa, he pasado por varios momentos. He tenido un momento de bajón, me pilló con un poco de fiebre y mal rollo, y ese momento fue horrible, un bajón tremendo, y el resto del tiempo lo mejor es combatirlo con todo eso que hemos tenido tanto tiempo guardado, ¿no? Esos libros, esos discos, esas películas, esas series que tenías por ver, esas cosas que querías hacer. Aunque he de reconocer que estoy dedicando mucho tiempo a la meditación, a pensar, a pensar y a pensar y a pensar. Y luego mato el tiempo como todos: viendo la tele, oyendo música…

 

En lo creativo, ¿te inspira o te paraliza esta situación?
Tengo muchas dudas, Arancha, porque hay una parte que quiere decir cosas a borbotones y hay otra que dice que mejor asentarlo todo. Creo que las mejores canciones de amor se escriben en el desamor. Cuando escribes una canción de amor estando enamorado te sale un flan, y creo que a veces las situaciones extremas son las que nos inspiran para un montón de cosas. Pero en este momento también, con este chorro de gente escribiendo cancioncitas de «estamos juntitos, nos vamos a cuidar, qué bien estamos, qué majos somos» [ríe]… no es eso lo que me pide el cuerpo, me pide otra cosa mucho más profunda, mucho más dura, mucho más sangrante. Estoy en esa duda. Hasta ahora estoy un poco paralizado, sinceramente, pero con muchas cosas en la cabeza, y controlándolas para que no surjan a borbotones, para que lo que salga sea lo mejor, lo más profundo de verdad, lo que dure, lo que tenga sentido hoy y tenga sentido dentro de diez años.

 

¿Qué libro, qué disco y qué película y/o serie te están haciendo más llevadero el confinamiento?
Pues me ha pillado con un libro que tenía muchas ganas de leer, porque Herman Mellville y su Moby Dick para mí es un libro definitivo, y resulta que este señor, que se tardó tanto tiempo en reconocer, fue capaz de escribir cosas muy interesantes. Me he puesto con un libro con mucha anotación, que le hizo muy famoso también, Bartleby, el escribiente, que incluye también Benito Cereno y Billy Budd, y me está resultando muy interesante, muy curioso. Cuando lo acabe elegiré cualquiera, tengo una enorme biblioteca, eso no me preocupa. Y veo muchas pelis. Telemadrid por la tarde pone películas del Oeste, y entre mucha morralla, de repente aparecen obras de arte de Howard Hawks, de John Ford, de Houston… esas las veo y las disfruto mucho, un entretenemiento maravilloso. Y luego siempre buscas algo que tienes ahí, en la videoteca, o algo que ponen… De series estoy viendo la última temporada de Better called Saul, un spin off de Breaking Bad, fabuloso, y algunas cosas que tenía pendientes. Ah, y la última temporada de Homeland. Esas son las que sigo en el momento, luego tengo muchas grabadas.

 

En esta situación tan crítica, ¿qué conclusiones estás sacando de nuestra sociedad, y de ti como individuo?
Hay momentos en los que me quedo con toda esa gente que se está sacrificando, que somos la gran mayoría, que sale a aplaudir y tiene todos esos buenos deseos y es tan solidaria, pero el problema es que esa no es la gente que marca el carácter de una sociedad. El carácter de una sociedad lo marcan los otros, y me resulta muy triste ver que hay gente que se quiere aprovechar de la gente mayor, gente que está todo el rato haciendo lo posible para ver cómo engañar, cómo estafar a alguien a través de las redes… y no es una cosa que pasa casualmente. Cuando oyes hablar al presidente de la Lombardía francesa, o a gente de Centroeuropa, te das cuenta de que en un momento como este, que tienen que acudir a un mercado exterior, a buscar máscaras, equipos de protección y todo esto, se encuentran con un mercado de sinvergüenzas, de estafadores, de ventajistas, de gentuza que tima, estafa, roba, cambia los precios… uno se da cuenta de que la sociedad en la que vivimos es una sociedad lamentable. Y en algún momento pienso que esto puede servir de algo, puede cambiar las cosas, y tengo esperanzas de que así sea, y en otros momentos creo que no. Si no somos capaces de darnos cuenta de lo que es verdaderamente importante: la ciencia, el conocimiento, la cultura… Vamos a intentar decirle a toda esta gente que está pasándolo en casa, que tanto ha despreciado la cultura, que tanto se ha metido con los del cine, los cómicos, los titiriteros, los músicos, los autores… «
¿Y cómo lo pasaríais ahora?». Intentad pasar esto sin música, sin literatura, sin películas, sin entretenimiento.

Espero que a partir de ahora la gente valore mucho más lo que hacemos y le dé el valor real que tiene. En cuanto a la sociedad como tal, estamos viendo a los políticos: esto les está sirviendo para pelearse unos contra otros, y como tienen que pasar desapercibidos, porque meten la pata y desaparecen una semana, tienen voceros entre los tertulianos. A veces estoy cerca de algunos, ¿eh?, sé lo que digo. Tienen voceros entre los tertulianos y los periodistas, gente que les hace el trabajo sucio, que se ponen ahí y dicen cosas que, cuando pase esto, espero que alguien se las ponga delante y les diga: «Mire lo que usted dijo en este momento». Me parece que hay gente que se está retratando ad aeternum, y espero que esta sociedad, si tiene esa conciencia y se da cuenta de lo que es realmente importante, sepa cómo se ha portado cada uno en esta crisis y qué ha hecho cada uno, y qué ha dicho, y qué le ha movido a hacerlo o decirlo. Eso podría hacer que cambiáramos un poco. Yo, como individuo, vivo con todas las dudas que he tenido a lo largo de mi vida, como cualquiera, con todos los errores y todos los aciertos, que es de lo que uno vive. Si no es capaz de aprender de los errores, y sobre todo, si no es capaz de reconocerlos, es imposible que los aciertos sirvan para algo. Sobre todo, te das cuenta de lo pequeñito que eres. No soy un ombliguista, no estoy en esto para mirarme el ombligo y ponerme ahí a decirle a la gente lo que tiene que hacer. En todo caso, un consejo, pero poco más.

 

Vuestro sector va a sufrir las consecuencias de esta crisis durante largo tiempo, porque pasarán meses hasta que vuelvan a organizarse conciertos. ¿Te estás replanteando el futuro de la profesión?
El sector ya estaba bastante tocado desde hace mucho tiempo. Aquí, la media docena de artistas de gran éxito, que esos no hacen un tejido industrial, pero que ha sido de lo que se ha alimentado este negocio durante un tiempo, habrán conseguido la economía suficiente para resistirlo. El problema es todo lo demás: todos los músicos, los técnicos, los ayudantes, los conductores, los backliners… para toda esa gente que vive al día de los conciertos es algo muy terrible, y creo que esto va a durar mucho tiempo. El momento en el que la gente diga: «Estoy dispuesto a irme a un concierto y que me cante alguien aquí al lado, y sentir el sudor de alguien que no conozco a mi lado», eso va a tardar mucho mientras no haya una vacuna efectiva o unos medicamentos que atajen directamente este problema. Eso va a ser duro. El futuro de la profesión no estaba muy claro, porque un tejido industrial que debe ocupar medio millón de personas, o algo más, estaba reducido a la mínima expresión, a los seis o a los diez del éxito que estamos hablando. Esto iguala a todo el mundo, pone a todo el mundo en el mismo sitio, en la misma raya. Quizá tenga un lado bueno, que estando todo el mundo en la posición de salida, suena el pistoletazo y a ver qué es capaz de hacer cada uno. A lo mejor esto hace que la gente deje de oír esa música inútil, que no sirve de nada, que solo son éxitos y que duran lo que dura el éxito, y que un año más tarde se ha olvidado, que no ayuda emocionalmente durante décadas a la gente, ni les dice nada, ni les cuenta nada, solamente es un mainstream que se consume, que da dinero y da frutos, y que le gusta a un grupo de personas en una determinada generación y cuando crecen se olvidan por completo. No, no, aquí estamos hablando de lo que se hace profundamente, de la música que dura, que perdura, que nos enseña, que nos ayuda a caminar, que nos ayuda a ser de otra manera, a pensar, que nos ha ayudado a ver el mundo diferente, a cambiarlo de alguna manera. A lo mejor a partir de aquí hay que pensar que esa es la música que hay que hacer. La gente tiene que elegir, en realidad. Tengo mis dudas al respecto, pero, claro, es que yo escucho a Phish, ¿no? [ríe], es complicado. No lo sé. En la profesión esta, que no es un bloque como tal y que por no serlo ha sufrido todas las controversias y todas las desdichas, y que seguirá sufriendo, si aprende eso, que es una profesión y un grupo que tiene que organizarse, a lo mejor lo pasa de otra manera. Quizá ahora cuando la gente se vea en su casa y diga: «Hostia, no tengo nada, no tengo un salario, no tengo un futuro, nadie se ha preocupado de mí, de que tenga dinero, de mi sanidad, de mi vida, de una contingencia como esta». A lo mejor se dan cuenta de que hay que estar organizado. No sé, no estoy muy seguro.

 

A nivel individual, ¿estás trazando algún plan, para afrontar los próximos meses?
¿Algún plan? Tengo todos los planes del mundo. Quiero terminar este poemario, quiero hacer estas canciones… No sé qué voy a hacer con ellas, si vamos a poder grabarlas, y cuándo, y cómo, pero las tengo que hacer, es lo que tengo que hacer. Tengo la suerte de que de vez en cuando me llaman de algún programa de televisión para que diga lo que pienso, pero ahora llevo un tiempo sin salir. Es lo lógico, es momento de esos que decía, de los que van con la lección aprendida y dicen lo que dicen sus periódicos o sus partidos. Yo no, yo soy un librepensador, y cuesta más. Y tengo muchas ideas, el plan que tengo es terminar este libro, estas canciones, que estas canciones sean de verdad importantes, formar parte de la energía universal para que los científicos den con la solución a esto. La verdad es que a nosotros nos ha ido muy bien, terminamos en febrero y teníamos planeado empezar en Madrid el día 23 de mayo y presentar algunas canciones nuevas, y posiblemente grabar en esta primavera, pero todo eso no sé en qué va a quedar, no sé cómo vamos a plantearlo [suspira]. Vamos a tener que hablarlo, que negociarlo. No lo sé, la incertidumbre es la misma que la de cualquiera. Mi plan es escribir, crear y crear.

 

Cuando vuelva la normalidad, si es que lo hace, ¿cuáles serán tus primeros pasos?
¿Cuando vuelva la normalidad? [Ríe] Cuando vuelva la normalidad quiero coger mi coche, una noche, si llueve un poquito estupendo. Una noche, de un día cualquiera, siempre entre semana, y volver a dar vueltas por la ciudad, y conducir sin ningún destino, con música puesta, con la ventana abierta, y dejar que entren todos los olores, todas las sensaciones, las emociones. Es algo que he hecho siempre, es lo que más me ha gustado y lo que más me ha ayudado para escribir mis canciones y entender mi vida. Sin esa libertad no sé vivir, sin esa libertad de salir, pasear, ver, tocar, escuchar, aprender. Los pasos profesionales serán juntarme con los chicos, repasar las viejas canciones, enseñarles algunas nuevas, ver cómo estamos, cómo nos miramos, cómo nos comunicamos, y a partir de ahí intentar subir a un escenario lo más rápido posible.

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