La Música de El Mundano: Emilio Cañil, adiós a un pionero

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emilio-canil-30-01-10

“Esos proto boletines que acabaron siendo el clásico BID (que llegaba a todos los rincones de España, fomentando la difusión y distribución de la Música Popular) sirvieron para empezar a cerrar la brecha entre Madrid y Barcelona con el resto del país”

Una sección de ADRIAN VOGEL.


El fallecimiento de Emilio Cañil Bartolomé, fundador de Discoplay, ha descubierto varias facetas de su persona y también de la industria de la música grabada. Y quisiera empezar destacando los comentarios –de sus clientes y colaboradores– escritos aquí, en mi blog y en otros sitios de la red: transmiten un enorme cariño hacia su persona y un gran respeto por su labor. Ángela, su viuda, me contaba emocionada sus sentimientos de agradecimiento, por el reconocimiento para alguien que siempre huyó de los focos públicos.

El pasado mes de noviembre Don Emilio cumplió 65 años. Natural de Rascafría, su primer trabajo en la capital fue en la editorial Aguilar. Algo decisivo en su vida y su carrera profesional. Ahí estaban la mujer de su vida y Mariano Fuentes, con quien empezaría a vender discos en el Rastro (1964-1970). Posteriormente los caminos de la joven pareja (tenían 19 años cuando se conocieron) quedaron sellados. Ellos emprendieron caminos profesionales distintos: las tiendas MF y varias iniciativas de Cañil, hasta la formación de Discoplay en 1973.

El trabajo (administrativo) en Aguilar le proporcionó la oportunidad de involucrarse en su otra gran pasión cultural: los libros. Vender música en el Rastro era un complemento a su salario. Como lo eran las distintas peripecias –el mercadillo de Benidorm durante el verano o el puesto navideño en la madrileña calle de Bravo Murillo– que desembocaron, primero, en la creación del Boletín y después en la apertura de la tienda de Gran Vía. Cuando el volumen del negocio auguraba posibilidades, dejó la editorial y se volcó en Discoplay. Ángela siguió en Aguilar. Pero ayudaba y participaba en el incipiente negocio. De hecho el nombre y el logo fueron inspiración suya. Una tarde en La Bobia, mientras soñaban y planificaban su futuro.

Cuenta Rafa Cañil, su hermano, que el primer Boletín como tal, salió en 1972, pero ya antes se enviaba un doble folio doblado en cuatro partes (1969) y aún antes una cuartilla doblada como “E. Cañil Discos por Correo”. Y es precisamente este hecho el que da pie para reseñar algunos aspectos en los que Emilio Cañil fue pionero.

La venta por correo era una aventura arriesgada en España. Las experiencias de éxito eran escasas. El Círculo de Lectores era una de ellas. Pero nunca se había intentado con la música. Y en aquella época los LPs no eran un formato cómodo y requerían un espacio para guardarlos y empaquetarlos. El primer almacén estaba cerca de la céntrica calle de la Cava Baja. Esos proto boletines que acabaron siendo el clásico BID (que llegaba a todos los rincones de España, fomentando la difusión y distribución de la Música Popular) sirvieron para empezar a cerrar la brecha entre Madrid y Barcelona con el resto del país. Otro problema añadido –encontrar clientes– fue resuelto con ingenio y eficacia: se enviaron cartas a todas las administraciones de Correos solicitando información sobre personas que tuvieran tocadiscos (un bien escaso en la España rural de entonces).

El primer centro comercial que se abrió en Madrid fue “Claudio el Loco”, en la calle Claudio Coello del barrio de Salamanca. Y Cañil estuvo ahí desde el principio con su stand.

Discoplay también fueron los primeros en vender merchandising: chapas, camisetas, pósters (especialmente recordados por muchos de nosotros), etc. Lo mismo podemos decir de la venta de entradas para conciertos y recitales (como nos recordaba Lorenzo Rodríguez, responsable del Rock-Ola).

Otra innovación fueron sus campañas de fidelización: se entregaban distintos Diplomas a los mejores clientes. Párrafo aparte merece la apertura de la tienda de Moscú en 1992. La primera tienda occidental en la capital soviética, como resaltaba Billboard (gracias Anselmo por el enlace).

La primera tienda se abrió en el sótano del edificio Los Sótanos de la Gran Vía. Cuando el cambio de propietario del inmueble les obligó a mudarse se marcharon a la Torre de Madrid. También tenían tiendas en la calle Hernani y en el centro comercial de La Vaguada y abrieron una en Benidorm. Sus locales de Bilbao y Pamplona también fueron pioneros en el concepto “franquicia” (aunque este nombre no se conocía en aquellos tiempos).

Hay aspectos del negocio que se han puesto de manifiesto estos días. Son de los que vengo escribiendo habitualmente en estas páginas, como el precio de los discos. Los más fieles recordaréis que sostengo que el precio de los LPs, casetes, CDs, etc. no dependen de las discográficas. Es asunto exclusivo de las tiendas. Y cuando os quejáis de que son caros, en realidad os estáis refiriendo a El Corte Inglés y similares. Porque no era el caso de Discoplay. Ni de MF ni Madrid Rock (Pepe Arnedo también empezó vendiendo discos en el Rastro). Los Cañil daban el mejor precio que podían ofertar. Y cuando años más tarde aterrizó FNAC, Arnedo y sus Madrid Rock reaccionaron con una guerra de precios (que beneficiaba a los consumidores y provocaba enormes dolores de cabeza a las compañías presionadas por las tiendas, sus clientes). Y ojo, que en un principio no había IVA, como ahora. El cual subirá al 18% en unos meses. El más alto de cualquier producto cultural.

En los 80 tener un sello discográfico era algo sexy. Y las tiendas –y sus propietarios– no fueron ajenas a esta explosión (no podemos olvidar tampoco el efecto Branson). Chocolat (Baleares) montó Discmedi, que sigue en funcionamiento. En Madrid Escridiscos, primero, y Arnedo, después, fueron accionistas de la Twins de Paco Martín. Julio Ruiz (autor del post sobre el Rastro, cuyo enlace está en el 2º párrafo) cerró su tienda y se centró en su compañía, especializada en bandas sonoras (Vinilo). Pablo López en Barcelona usó el nombre de su tienda (Balada Discos) para la suya. Y nuestro héroe de hoy no fue ajeno a estas movidas. Estuvo ahí desde el principio: editó los fondos fonográficos de Moses Asch, la legendaria Folkways Recordings. Fueron más de cien referencias: Woody Guthrie, Pete Seeger, Memphis Slim, Cisco Houston, Duke Ellington, la primera edición completa de las canciones de la Guerra Civil Española con sus textos originales, etc. En ediciones cuidadas y a un precio competitivo.

Cuando los problemas económicos se amontonaron, y los impagados alcanzaron niveles insostenibles para el normal mantenimiento del negocio, varias discográficas se aliaron para mantener Discoplay a flote. No voy a dar los nombres de los que no se sumaron al plan rescate (que incluía participación accionarial). Prefiero resaltar a los que ayudaron: independientes nacionales como Dial, Fonomusic y Nuevos Medios; multis como CBS y juraría que BMG. Que me disculpen los que apechugaron y no he mencionado. Tienen los comentarios para rectificarme.

La vida ha jubilado a Emilio Cañil a sus 65 años. Pero su obra –la actividad comercial– y su persona –culto, instruido, inquieto y sobre todo excelente persona, amigo de sus amigos) permanece en nuestros corazones. Y ahora gracias a Internet también lo hará en nuestra memoria colectiva.


 

Anterior entrega de La Música de El Mundano: La calidad perdida.


 

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