La chica que vive al final del camino, de Laird Koenig

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LIBROS

«Cautivará al lector por sus continuas sorpresas y su estilo acogedor, coloquial y poético, ajustado como un guante imperceptible a la trama»

 

Laird Koenig
La chica que vive al final del camino
IMPEDIMENTA, 2023

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Sí, en una granja alejada un cuarto de milla de la vivienda más próxima vive una niña. Es una chica maravillosa, según veremos cuando avance la novela, y si tiene alguna zona en penumbra es la sociedad, que no acepta su manera de ser, quien la oscurece. Ese día es su decimotercer cumpleaños y hace una fiesta. Lo malo es que su padre, con quien vive, es un poeta que siempre está en su despacho trabajando y que si no lo hace es porque está indispuesto. Ese día es también Halloween y ella, que es una inglesa viviendo en Estados Unidos, no conoce los protocolos del día. Ni qué significa «truco o trato», ni el reparto de caramelos, ni la calabaza; así que cuando un señor se presenta en su puerta con toda la parafernalia, la chica lo ve absolutamente absurdo. Es Frank Hallet, el casero que les ha alquilado la casa. Casi parece que la intenta seducir.

Así comienza una novela que no tengo la menor duda de que cautivará al lector por sus continuas sorpresas y su estilo acogedor, a la vez coloquial y poético, ajustado como un guante imperceptible a la trama que va narrando. Es otoño, tiempo de hojas muertas y de humo de leña, y ese ambiente impregna la novela, que va reptando con golpes de sorpresa bien dosificados. El segundo es la llegada de la señora Hallet, la madre de Frank, con quien discute. Es extraño que Rynn, la chica, no esté en clase, y amenaza con informar al consejo escolar. Tampoco consigue hablar con su padre.

El entramado de la novela hace que acuda a esa granja un joven de dieciséis años, Mario el mago, vestido para la ocasión. A él confía su supervivencia y su historia, una historia que se aparta de los convencionalismos al uso, pero que Rynn, chica fuerte y llena de una sabiduría lírica innata y de una voluntad férrea, sabe defender sin caídas y sin dudas. Rynn sabe perfectamente cuál es su lugar en el mundo, son los demás los que parecen no saberlo. Sobre todo los jóvenes con los que a veces se cruza y, en general, todo el pueblo, esos que los días de partido de las glorias locales, el equipo del instituto, llenan el campo y vacían las calles, dejándolas todas para Rynn y Mario.

Por supuesto, la historia de amor entre ambos, que desde el primer momento se adivina que va a surgir, es maravillosa, tierna, ensoñadora. Su torpeza para hacer el amor ya los conforma como las víctimas propiciatorias para que la maldad envuelva su inocencia. A pesar de ello, el final es impactante, sugerente, atento al eterno retorno como salvación. Laird Koenig, guionista, autor de teatro para Broadway, escribió esta novela en 1973 y dio con ella lugar a una película protagonizada por una jovencísima Jodie Foster. Con la novela, defendió de la manera más hermosa todo lo que nos hace humanos —el juego, la libertad, la belleza—, planteando de paso una crítica —no tanto económica como estética— a la forma de vida de finales del siglo XX.

Anterior crítica de libros: Yabba Dabba Doo! La animación ilimitada de Hanna-Barbera, de Adrián Encinas.

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