La brigada 22, de Emilio Gancedo

Autor:

LIBROS

«Un libro muy divertido en el que todos los personajes establecen una relación con su medio ambiente de distancia y falta de ajuste»

 

Emilio Gancedo
La brigada 22
PEPITAS DE CALABAZA, 2019

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Lo primero que se puede decir de La brigada 22 —y se pueden decir muchas más cosas— es que es un libro muy divertido, un libro en que todos los personajes establecen una relación con su medio ambiente de distancia y falta de ajuste. El primero, Paquito Munera, un gris oficinista, imaginativo y maniático, que aún vive con una madre que no sale de la cama y que desde allí lo sobreprotege y critica a su difunto padre, llevado por causas sociales e izquierdosas. Un día compra el periódico y se da cuenta, deslumbrado, que los lectores pueden escribir en él. Así que decide hacerlo y allí se presenta con sus poemas. Es 1980.

Por otro lado, está el teniente Anibal Tosantos, recto y disciplinado, en un cuartel en que domina la francachela y el escaqueo. Las escenas de cuartel son puro esperpento. Afortunadamente, los escritores en este país no olvidan esa línea que nace en Valle Inclán y pasa por Mihura y Azcona. De este último vienen los trazos de la redacción del periódico al que acude Munera y la descripción de la oficina de seguros en la que trabaja.

Y también hay mucho, en el aire ilusionante pero desvalido de estos personajes, de Luis Mateo Díaz o Luis Landero. Porque toda la trama se resuelve en una sublime confusión. El teniente Tosantos es asignado a una misión casi secreta: buscar a una cuadrilla de maquis que se han enfrentado a la guardia civil y tienen el campamento en una zona de imposible acceso allá por las serranías del norte de la península.

Munera se interesa más por el periodismo, se entera que en los pueblos de esa serranía han hecho prospecciones de petróleo y decide escribir un reportaje. La escasa media hora en que se encuentra con Tosantos acaba por confundir toda la trama. Munera coge un autobús que le deja en uno de esos pueblos donde muere la carretera, y aquí aparece un nuevo ambiente, esa España vacía que tan de moda se ha puesto en las discusiones sociales y que Gancedo abordó en su anterior obra, Palabras mayores. Y aquí surgen también secundarios de lujo como el pastor Cavadas, contraponiendo la España de la tierra y la de las gafas de sol. Un tanto como Los asquerosos, de Santiago Lorenzo, en su contraposición entre el mundo rural, que es un ideal difícil, y la presencia urbanita.

El final, juntando un lugar fuera del tiempo con la España de finales del siglo XX, es espectacular y en cierto modo estremecedor, y solo entonces se comprende que toda la obra ha sido un símbolo, aun siendo paródico, del empeño que pone este país en hurgar siempre en las mismas heridas y en los mismos conflictos.

Anterior crítica de libros: La imagen secreta, de Montero Glez.

 

 

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