Iván Ferreiro: “Si el creador está supeditado al público, estamos mal de la puta cabeza”

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“A mí no me importa tocar con un público hóstil, es más, me gusta el público hostil”

 

Apostando por un grupo de culto que dormía el sueño de los justos: así regresa Iván Ferreiro, editando “Cena recalentada”, un rotundo tributo a Golpes Bajos producido por uno de sus antiguos componentes, Pablo Novoa. Arancha Moreno habla con él.

 

Texto: ARANCHA MORENO. Fotos: PATRICIA J. GARCINUÑO.

 

Iván Ferreiro dice que quiere ser DJ. Asusta oírlo así, de golpe, pero en su cabeza tiene todo el sentido del mundo. Se encuentra en un momento feliz y disfrutón, cubierto de la gloria que sigue recibiendo “Casa” (Warner, 2016), con una gira que continúa casi dos años después (y lo que le queda). Y antes de que nadie le reclame un disco igual, usa la libertad que ha defendido siempre y regresa con un trabajo inesperado: “Cena recalentada” (Warner, 2018), un tributo a toda la obra de Golpes Bajos. Un reto, un capricho y la ruptura perfecta consigo mismo. Porque se avecina una época de cambios, de cosas nuevas y proyectos más grupales. Y este disco es el comienzo de su próximo viaje.

Abriendo la panorámica en torno a su obra (que él ayudó a esclarecer en el libro «Iván Ferreiro. 30 canciones para el tiempo y la distancia»), su gusto por las máquinas viene de atrás. Pasó a un primer plano en la época final de Piratas, en el disco «Relax», y en el último concierto de la banda, con un potente despliegue electrónico en la sala Galileo Galilei (en las navidades del lejano 2004). Hace unos días, en el madrileño Teatro Barceló, volvió a fusionar en directo el rock y la electrónica mediante un aterrizaje suave, de esos en los que el avión pisa suelo firme sin que se desplacen las maletas. Por eso queremos entender qué papel juega “Cena recalentada” en su camino, si es el empujón definitivo hacia la electrónica o solo la primera consecuencia. “Creo que las dos cosas. El mundo de las máquinas lo estaba trabajando, lo tenía en la cabeza. Mi problema es cómo acoplarlo con la banda, cómo enganchar mis relojes. Todo este año de gira he estado en casa investigando para buscar la manera de meterlo de una puta vez, ¿sabes?”. Acomodándose en el sillón, dispara a bocajarro: “He trabajado mucho, he estudiado como una rata. Todo el tiempo que no estoy por ahí estoy en mi casa estudiando”. Cuenta que ha tardado en encontrar la forma de llevarlo al directo porque ha aprendido a montar y desmontar sus máquinas durante las pruebas de sonido. Pero ya casi lo tiene: “Solo me falta probar una cosa: que mis máquinas sigan a la batería”. Por fin puede trasladar su laboratorio casero al escenario.

 

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“Para mí es como mi pequeño disco de los Smiths”

 

En este clima de investigación sónica se ha gestado el tributo a su grupo favorito, que ya mostraban querencia por los sintetizadores y las cajas de ritmos. Decidió embarcarse en ello el año pasado, cuando encontró una carpeta en su ordenador con las bases que preparó para un concierto de homenaje a Golpes Bajos. Fue en el Festival Portamérica, en su Vigo natal, en 2014. El trabajo de muchos meses chocó con una reacción un tanto áspera, ya que algunos asistentes se quejaron porque no tocaron temas propios. ¿Una noche agridulce? “Sí y no. Por un lado, fue de puta madre, porque a mí no me importa tocar con un público hóstil, es más, me gusta el público hostil. Yo en el escenario estaba a gusto, pero me tocó un poco los cojones que hubiera un problema con el puto cartel, y no pusiera que era un homenaje a Golpes Bajos. Me quedé un poco jodido por eso, las cosas chungas que pasaron no tenían que haber pasado”.

Mientras ellos seguían tocando, hubo asistentes que gritaron y escribieron comentarios negativos que se podían leer en las propias pantallas del festival. “La parte que más me molestó fue que la gente ni se paró a escuchar, solamente se quejaba. Aunque era una minoría. Pero para mí marca un poco donde estamos culturalmente. A las ocho menos diez me dices en Twitter que me quieres y que soy el mejor, y a las ocho y diez, como no estoy tocando las canciones que tú quieres, soy un hijo de puta”. Una actitud que contrastó mucho con la que se encontró al día siguiente en Barcelona: «Me fui al GREC, un festival en un teatro, nadie sabía lo que iba a tocar y toqué versiones. El público reaccionó maravillosamente. En cualquier zona donde haya una programación cultural continua puedes llegar y hacer otra cosa, que el público confía y se para a escuchar”.

A pesar de todo, aquella experiencia en Portamérica fue provechosa. “Ese día fue bonito porque les di una lección a mis hijos. Estaban en medio del público, y siempre habían visto como a su padre lo ponían bárbaro, todo el mundo quería a su padre, y de repente aparecían en las pantallas insultos. Yo estaba tocando y me la traía floja, pero ellos estaban quemados viendo cómo me insultaban. Me vino de puta madre, porque les dije: ‘No pasa absolutamente nada. ¿Me veis preocupado? No. Hay que tener una cosa clara: el público no es mi amigo. Yo les respeto, y ellos a mí, pero no son mis amigos, no saben nada de mí’. Para mí fue de puta madre porque pude explicarle a mis hijos la naturaleza de mi trabajo y una lección de vida. No os puede importar lo que digan los demás”. No se sintió esclavo de lo que algunos le demandaban de malas formas. “Si el creador está supeditado a lo que quiere el público estamos mal de la puta cabeza. ¿Ese día fue agradiculce? Sí. Fue agrio porque me acuerdo del país de pandereta que tenemos, y eso da mucha pena. Las filas de delante, cuando tocábamos un tema de Golpes se ponían a cantar ‘Años 80’. Si crees que me estás adulando con eso, estás totalmente fuera. ¿Que no te gusta? Pírate. Nosotros no hacemos las cosas para que le gusten a los demás. Un poco de respeto molaría”. La lucidez y el sarcasmo se mezclan a borbotones: “Me gustó la experiencia de estar ahí y que me insultaran, la recordaba de Piratas”. Celebra que las cosas se balanceen en ambas direcciones: “Creo que está bien que de vez en cuando salga todo mal”.

 

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“Creo que está bien que de vez en cuando salga todo mal”

Una forma de entender la música

Sus hijos son adolescentes, igual que él cuando escuchaba a Golpes Bajos. Por eso «Cena recalentada» contiene algo más que canciones. Es su manera de ver la vida: “Es puramente el paso de la infancia a la adolescencia, a la juventud. Golpes marca ese clic, de ser un niño que oye la música que ponen por la radio a tener un grupo favorito. Si te fijas en las letras, hay mucho de mí en Golpes. Con ellos entran las malas noticias, la canción ya no es mensajera de cosas guays, es otra cosa. Habla de Vigo. Toda la música era universal: los Beatles, Alan Parsons, Mike Olfield… y luego estaba Miguel Bosé, Pablo Abraira, todo el rollo de los setenta. Y toda la Movida: Siniestro, Alaska… Yo al principio no entiendo el punk, no entiendo por qué quieren tocar mal. Para mí la música era esa industria de Serrat, de Paco Ibáñez, Georgie Dann con la canción del verano. Cuando llegan los ochenta, rompen con eso. Era todo gracioso y fresco, pero la sensación de que la canción era increíble la tengo con Golpes Bajos”.

Cuenta Ferreiro que Germán Coppini, Teo Cardalda, Pablo Novoa y Luis García cambiaron su forma de ver el mundo. Su breve obra (el maxi “Golpes Bajos”, el elepé “A santa compaña” y el maxi “Devocionario”) le hipnotizó.  Les vio en directo dos veces en Castrelos: la primera con Siniestro total, el grupo donde militaba antes Coppini, y la segunda con Poch de telonero. Le impresionó la alineación que tenían en el escenario, con los teclados en medio y las congas a un lado.  “El primer concierto al que fui fue el de Miguel Ríos en ‘Rock de una noche de verano’. Ahí me engancho a los conciertos. Después fui a los de Golpes. Yo era un chaval con pinta de muy pequeño y no podía entrar en ningún lado”. Por entonces descubrió a los Smiths, gracias a una camiseta que llevaba Teo Cardalda un día que actuaron en televisión. Ambas bandas están reflejadas en el libreto de este álbum, donde abundan las fotos eclesiásticas del Iván niño, que nos mira desde la portada, sentado a la mesa, con gesto insatisfecho. “Mira la cara que tengo de mala hostia vestido de comunión. Me parecía que había que poner todas las fotos que dan vergüenza”, dice hojeando el libreto. “Quería meter algo muy de ellos y muy mío. Para mí es como mi pequeño disco de los Smiths”, ríe.

Germán Coppini cantaba con voz de ultratumba. Gregoriano, dice Iván. Hacía giros latinos, cubanos, “como el cangrejo de la Sirenita”, y hasta rapeaba. Encaraba versos imposibles. “Era lo flipante, era extrañísimo todo, supermoderno. Ahora parece viejuno, pero era la modernidad absoluta. Había una parte musical muy seria, y de repente había un punky cantando y tomándose las cosas medio en broma pero muy en serio. Destacaba mucho”. Su excentricidad generaba sentimientos límite: “Golpes Bajos o te gusta mucho o lo odias. Tiene mucho que ver conmigo y con cómo veo yo el mundo. Unos chavales de Vigo vestidos medio raros, que hacían alarde de todas sus rarezas, en vez de esconderlas. Todo era raro y magnético: te rechazaba o te atraía, depende del polo en el que estuvieras”.

 

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“Si ellos vivieran en los tiempos de ahora también habrían tirado por ahí, creo que Germán hubiera jugado a loopear su voz”

 

Novoa, al frente

En este disco no está el Ferreiro de “Perversiones catastróficas”, esos epés que publica anualmente con versiones variopintas de sus canciones favoritas. No. Aquí respeta las estructuras de Golpes Bajos, el tempo, el ritmo, el tono. Se sube a la locomotora en marcha para no quitarle el brillo a lo que más le gusta, aunque eso suponga un esfuerzo extra para su voz. De alguna forma, ejerce de actor que se ajusta al guion. “Le hicimos un calco y lo coloreamos de otra manera. Fue difícil de cantar, me coloqué en un sitio que no es el mío, son dos formas distintas de enfrentar las canciones, es un ejercicio que mola, creo que no lo hice tan mal. Salvo para algunos de Internet, que se cagan en mí. Todo está bien”, sonríe.

El encargado de llevar las riendas fue Pablo Novoa, músico suyo desde hace una década, y antiguo guitarrista de Golpes Bajos. Su confianza en él es ciega: “Él fue quien decidió, quien empezó a cambiar algunas cosas de los sonidos. Pablo se lo gozó de la hostia. Tenía carta libre, iba grabando las cosas, fue bastante relajado. Creo que se ha quitado algunas espinitas de encima”. Para Iván grabarlo «fue disfrutar. Era cuestión de llegar y pensar qué sinte meto, qué hay de increíble en lo que hicieron ellos, qué es lo que yo cambiaría… Al final, Pablo nos definió muy bien esa parte, que es lo que tiene que hacer un productor. Para los sintes llamamos a Martí (Perarnau) precisamente porque no conocía Golpes”. El líder de Mucho les aportó una mirada externa, desprejuiciada. “Cambiamos cuatro cosas y mi libertad crecía”.

Sin embargo, él mismo se impuso retos, como afrontar esos versos imposibles. “A veces cantaba en el estudio y Luis (Antelo) me decía que no se entendía muy bien. Yo le decía: ‘Pon el disco original, ¡a ver qué entiendes!’ Hay veces que no se entendía nada de lo que decía Coppini. He descubierto las verdaderas palabras de algunas letras mientras grababa el disco. Es un clásico de Golpes”. Aunque no tuvieran la misma talla, decidió seguir sus pisadas, respetar las estructuras y su forma urgente de tocar: “Es todo muy endiablado, va bastante rápido. Por eso el disco que hicieron Teo y Germán no me gusta, parece un disco de Presuntos Implicados, está todo tan bien tocado… Aquí no me cargué las versiones originales porque quería el ritmo trepidante que tenían, los bajos que tenían. Era lo que molaba de Golpes, esa cosa cañera. Es imposible bailarlo”.

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“Golpes Bajos o te gusta mucho o lo odias. Tiene mucho que ver conmigo y con cómo veo yo el mundo”

 

Encontrarse en las partes incómodas

En las canciones homenajeadas se enfrentó a estilos inexplorados. Cuando Golpes se ponen caribeños, como en ‘Escenas olvidadas’, Iván cambia de registro. “Me cargo la parte caribeña porque no tiene nada que ver conmigo. A mí, el Caribe para nadar, pero no soy nada zumbón”, suelta. “Pero está guay. He tenido que encontrar cómo soltar esas frases sin hacer de cubano, que no entiendo cómo a Coppini le gustaba tanto. Es un misterio que se lleva a la tumba, habla como si estuviera en La Sirenita”, ríe. “Esas son las partes más incómodas para mí, el mundo latin asburdo que tenían”. Cuando ha estudiado las canciones desde ese lado, ha descubierto las grietas de algunos mitos: “‘Colecciono moscas’ es el tema que menos me gusta, por ese rollo latino. La letra me gusta, es una metáfora bastante buena sobre la vida. Estuve a punto de eliminarla, pero Pablo hizo que fuera más divertido cantarla”. Ha descubierto qué canciones eran más flojas (“algunas son de relleno, se nota a la hora de tocarlas”) y ha cambiado su percepción: “Cuando somos jóvenes a veces nos gustan más ciertas cosas que brillan, y cuando te haces mayor te das cuenta de que esa letra que parecía que no decía nada es mucho más importante que la otra que decía cosas gritadas”.

Entre las muchas cosas inesperadas de este disco, está cierto aire a pop italiano, tal vez en la propia ‘Cena recalentada’. “No lo había pensado, pero igual estoy bastante en Italia últimamente. Me gustaría tener un disco italiano, irnos a Italia a grabar. Ya lo hablé con Ricky (Falkner)”, ríe. “Creo que Golpes tenía ese punto de canción italiana algunas veces, en las armonías y todo eso». Versionaron ‘Come prima’, en la que Ferreiro se topó con una letra en castellano que no trasladaba fielmente el mensaje original: «Tenía la opción de cantar bien en italiano, o cantar mal en italiano, pero cantar bien por Coppini, y decidí ser fiel a Coppini”. Las canciones aceleradas supusieron otro handicap: «Entre ‘A santa compaña’, ‘La reclusa’ y un par más hay momentos donde no me da ni la lengua ni el aire. No sé si rapeo, creo que llega un momento que no sé qué nota dar y sigo para adelante”. ‘Santos de devocionario’ tiene atmósferas cósmicas con dejes blues y un aire cercano al góspel en los estribillos, aunque él lo define más como «monacal. Germán siempre me pareció una especie de monje que se escapó de una abadía y se metió en un grupo. Los coros son de abadía que hace cerveza artesana”.

Cantar ‘Malos tiempos para la lírica’ “es una gozada todo el rato, y eso que tiene algo que detesto: estribillos repetidos”, tanto como el otro gran clásico de los vigueses, ‘No mires a los ojos de la gente’: “Es el temazo increíble de Golpes. Tiene una letra espectacular, sugiere un montón de cosas. Su gran hit”. Los otros dos ex Golpes, Luis García y Teo Cardalda, colaboraron también. El primero se encargó de los bajos y el segundo del solo de guitarra eléctrica en ‘Escenas olvidadas’. Después, fue a comprobar el resultado: “Teo vino a casa. Fue una escucha de golpe, medio impactante oír todas tus canciones del tirón. Creo que las que menos le gustaron fueron ‘La reclusa’ y ‘A santa compaña’. Pero estaba muy contento, me felicitó, y estoy encantado de que le guste”. Novoa y Ferreiro han sabido restaurar los temas y resolver algunas limitaciones técnicas de la época: “Si ellos vivieran en los tiempos de ahora también habrían tirado por ahí, creo que Germán hubiera jugado a loopear su voz. Teo y Pablo habrían hecho otros sonidos de bombo, ellos tenían siempre lo mismo, era una cuestión técnica. En las giras las máquinas se les volvían locas, había limitaciones técnicas que ahora no tenemos. Yo creo que hubieran jugado mucho”.

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“Colectivo Mugatu, solo existe Colectivo Mugatu”

Escribir, en un segundo plano

“Cena recalentada” ha sido perfecto para probar toda su investigación sónica, que es su prioridad ahora. “Escribir igual no me interesa mucho últimamente”, ríe. Es su hermano quien está llevando ahora las riendas de la composición: “Estamos haciendo unas canciones para unas pelis. Cuando llego, Amaro ya tiene la movida hecha, está imparable. Sí me meto en la escritura con él, y arreglamos cosas, pero ahora mismo Amaro está tirando mucho. Me viene guay, porque así me dedico a ver cómo grabar”. Ambos se compenetran en ese particular equilibrio posible de los Ferreiro. “Realmente ahora mismo no tengo grandes cosas mías que contar, estoy demasiado bien como para contar nada, ¿sabes? Sería un coñazo. Estoy más protestón, pero me apetece más tocar que cantar o escribir. Ya me tocaba también, he sido poco tocón”. Iván evita la monotonía a cualquier precio: “Necesito no aburrirme, si no, estoy perdido”.

El próximo 13 de octubre acudirá como invitado a un concierto de homenaje a Golpes Bajos, con los miembros originales, y en los próximos meses seguirá girando con «Casa», pero también hará una pequeña gira de «Cena recalentada»: “Mi idea es hacer algunos conciertos el año que viene, en marzo a lo mejor. Cuatro o cinco, y ver qué pasa. Si nos llama alguien para tocar, cojonudo. Pero tengo claro que va separado de mis canciones: si vas a escuchar ‘Cena recalentada’ no vas a escuchar ‘Turnedo’. Son dos bandas distintas. Después de lo de Portamérica quiero dejarlo claro”. Mientras tanto, se lanzará con un proyecto grupal del que no quiere dar muchas pistas. En él participarán músicos de su banda y otros compañeros de oficio: “Colectivo Mugatu, solo existe Colectivo Mugatu, solo puedo decir eso”, dice misterioso. El nombre sale del imaginario de Zoolander. Lo que harán con las canciones es una incógnita. Otra más.

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