In the loop (2009), de Armando Ianucci

Autor:

EL CINE QUE HAY QUE VER

«Una imagen tan extremadamente grotesca que es, en cierta manera, una auténtica y realista representación de nuestro tiempo»

 

La brillante sátira política con la que debutó el cineasta británico Armando Ianucci, In the loop, cumple diez años. Elisa Hernández recupera la cinta, nominada en los Oscar al Mejor guion adaptado y punto de partida de la serie estadounidense Veep.

 

In the loop
Armando Ianucci, 2009

 

Texto: ELISA HERNÁNDEZ.

 

En un momento como el actual, en el que la descarada estupidez (y las falacias, contradicciones y mentiras) de la que hacen gala de manera continua un irritante porcentaje de los políticos en todo el mundo ocupa gran parte del discurso público, resulta inevitable cuestionar la necesidad de obras que satiricen estas altas esferas y los procesos de toma de decisiones cuyas consecuencias condicionan nuestro día a día. In the loop (Armando Ianucci, 2009), como hiciera en su momento ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (Stanley Kubrick, 1964), nos presenta una visión absurda y ridícula del funcionamiento de la política actual, una imagen tan extremadamente grotesca que no puede sino ser, en cierta manera, una auténtica y realista representación de nuestro tiempo.

Basada en la serie de la BBC The thick of it, de la que su creador (responsable también de la brillante Veep, de HBO) recupera algunos de los personajes protagonistas, aquí se amplía el ámbito geográfico para presentar una parodia sobre los incoherentes y desastrosos orígenes de la invasión de Irak por parte de EEUU en 2003. In the loop comienza con unas desafortunadas declaraciones por parte de Simon Foster (Tom Hollander), el ministro británico de Desarrollo Internacional, que le llevan directamente al centro del conflicto entre belicistas y anti-belicistas que tiene lugar dentro del Departamento de Estado estadounidense, ante la aterrorizada (y terrorífica) mirada de Malcolm Tucker (Peter Capaldi), secretario de comunicación del Primer Ministro.

 

 

Haciendo uso de la cámara en mano y de un estilo casi de falso documental (más bien de “mosca en la pared”), la trama del filme se desarrolla rápida y desquiciadamente, como una alocada bola de nieve empujada no por su propio peso, sino por la ineptitud de todos y cada uno de los protagonistas, centrados algunos en salvar su propio trasero o en salirse con la suya de la manera más disimulada que sea posible, otros en quedar bien o llamar la atención, y ninguno en llevar a cabo propuestas o soluciones reales. El reparto coral (si bien Malcolm Tucker es una creación digna del hall de la fama del audiovisual contemporáneo) permite ofrecer gran variedad de entornos y situaciones en las que la capacidad de cada uno de ellos para el ridículo se supera cada vez más, haciendo que la propuesta no resulte agotadora y repetitiva, y los diálogos rápidos e ingeniosos confirman que la única verdadera habilidad de la panda de memos que aparece en pantalla es la de insultarse y vejarse unos a otros de maneras hilarantemente inventivas.

Pero ni siquiera las continuas blasfemias son suficiente para ocultar el verdadero objetivo de esta sátira: la estupidez y la ignorancia que son la principal fuerza detrás de las acciones de la clase política. In the loop ofrece una imagen del funcionamiento de la política internacional que no deja títere con cabeza y que resulta tan divertida y entretenida como afilada e hiriente, y, sobre todo, vergonzosamente reconocible. Nos confirma así que las medias tintas no funcionan y la única manera de sacar adelante una sátira como esta es, en definitiva, echar toda la carne al asador. Al fin y al cabo, y tan solo una década después de su estreno, resulta que lo que podría ser considerado una exageración extrema en favor de la comicidad es en realidad un doloroso naturalismo que, si no fuera tan gracioso, resultaría deprimente.

 

 

 

Anterior entrega de El cine que hay que ver: La cosa (1982), de John Carpenter.