Ilegales: Hasta luego, profeta

Autor:

Ilegales
18 de junio de 2010
Sala El Tren, Granada


Texto: EDUARDO TÉBAR.


‘Europa ha muerto’, vaticinaba Jorge Martínez en 1982. Al líder de Ilegales le repugnan los profetas. Ahora, cuando finiquita la historia de su grupo, la calva más deslumbrante del rock and roll español podría ejercer de visionaria bola de cristal. “Nuevos cantantes hacen el ridículo en viejos festivales como Eurovisión”, cantaba en la misma época. Sorprendente, ¿eh? Cuando diversos analistas –incluido el propio Jorge– ratifican el mecenazgo de Ilegales como la mejor banda de rock del circuito hispano, el diestro guitarrista asturiano prefiere mirar al futuro y enterrar para siempre la marca con la que lleva casi treinta años.

Adiós a Ilegales y hola a Jorge Ilegal y Los Magníficos. El mismo perro con distinto collar: el trío se amplía y cambia el rótulo para investigar boleros y músicas de orquestas anteriores a la era eléctrica. ¿Chocante? A ver quién vacila al moscatel oficial de la piel del toro. Un tipo al que los excesos no le impiden bucear a pulmón. Y ya anda por los 55 tacos. “Me gusta interpretar esos temas de Leiber y Stoller que hacía Elvis. En 1957 yo ya estaba hasta la polla de Antonio Molina”, recuerda durante la despedida en la sala El Tren de Granada, con dos plantas a tope y oyentes hasta en la calle.

“Vamos a morir de la mejor manera posible: por propia mano”. Después de tres horas de concierto, ni el más duro del recinto se compunge un poco con la arrogante entrega de Jorge Martínez. Recital extenso para hacer justicia al nutrido cancionero de Ilegales. Desde clásicos obligados hasta fósiles redescubiertos. Títulos con los que muchas de las canas y alopecias presentes echaron los dientes. “En el fondo, Jorge es un pedazo de pan”, comenta un veterano embargado por la nostalgia. Padres e hijos, parejas de aniversario, punkies con cresta, «pocholos» de etiqueta. Existen pocos ejemplos de semejante  poder de atracción. Bajo esa apariencia de endiablado gamberro del aula se esconde un agradecido músico que adora a su público. Según Jorge Ilegal, “de los seguidores se aprenden muchas cosas y con ellos se pillan buenas borracheras; no soy como otros que se creen que mean colonia”.

Un trío sin amplificadores, dispuesto en la inmensidad del escenario. Sonido trotón y robusto. Luego, cuando Jorge cambia la Gibson por una Fender modelo Ventures, se refina, acaricia el swing, patenta riffs brutales o estilosas líneas vintage. El calvo es puro espectáculo, aunque ya no repite numeritos como hace años en el festival granadino Zaidín Rock. Se supone que Jorge lanza a la muchedumbre una de sus numerosas guitarras. Ocurre que su manager, situado de incógnita, siempre la caza al vuelo. En aquella ocasión falló la sincronía. La guitarra se alejó entre la marea humana a velocidad de crucero.

Curioso: Jorge Martínez se inició en un conjunto llamado Los Magníficos, donde ya le pegaba a los cha-cha-chás. De los tiempos de Los Metálicos, en los setenta, rescata ‘El piloto’. Pero advierte que el tema más antiguo del repertorio es ‘Lavadora blues’, “de cuando era un mierdecilla de 16 años”.  Ilegales tuvieron el valor de introducir el tema de las drogas en las canciones en una época de tabú. Jorge afirma sin rubor que lo suyo es poesía auténtica: textos como ‘Me gusta como hueles’ o ‘Yo soy quien espía el juego de los niños’ encierran dobles y hasta triples arcanos. Los de Oviedo cambiaron las reglas del juego: apostaron por la independencia en su esplendor comercial y abanderaron la autogestión profesionalizada. Por encima del bien y del mal, Jorge se mofa de los protagonistas de La Movida. La gente sabe que, en principio, no volverá a ver en vivo ‘Problema sexual’, ‘Enamorados en Varsovia’, ‘Tiempos nuevos, tiempos salvajes’, ‘Eres una puta’, ‘La fiesta’ o la adaptación de ‘El loco soy yo’ de Los Bravos. El mamoncete se retira a tiempo.

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