Gustavo Redondo: «No conozco mayor desgaste que esperar a que pase algo»

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«No he encontrado nada más emocionante que estar en mi estudio y ver que mis canciones y las ideas que tengo en mente se materializan»

 

Tras una breve aventura con Los Pedales, Gustavo Redondo debutó en solitario hace un lustro con Vacaciones en el campo de batalla. Su obra más reciente, El parque de la Victoria, lleva a Carlos H. Vázquez a charlar con él y reconstruir su historia.

 

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: MARINA NEIRA.

 

Esta es la historia de Gustavo Redondo, una historia más. Hasta hace muy poco vivía en Pedro Bernardo (Ávila), a menos de ciento cincuenta kilómetros de Madrid. Desde su terraza se veía el Valle del Tiétar; lo que ahora quedan no son más que las cenizas del verano del 2019, cuando ardieron mil cuatrocientas hectáreas, entre Gavilanes y Pedro Bernardo. «Recuerdo que justo ese fin de semana tenía a un grupo en el estudio, y una de las personas había hecho quinientos kilómetros para grabar […] Estábamos grabando, y cuando salíamos a la terraza solo veíamos humo, camiones militares, helicópteros y aviones. Era muy psicodélico y una situación bastante desagradable. Al irnos a dormir se veían las llamas desde la parte de atrás de mi casa. Nos preguntábamos qué íbamos a encontrarnos por la mañana».

Hoy, Gustavo vive en Madrid. Es músico, produce bandas y acaba de publicar su tercer disco, El parque de la Victoria (Retrológico, 2020). Pero no vive de la música; la compagina con otro trabajo que no puede dejar aunque esté recuperándose de una tendinitis. Tiene por delante otra producción. De sobra para él.

A causa de los incendios forestales de Pedro Bernardo, se había programado para el 9 de mayo de 2020 el festival benéfico Pedro Bernardo siempre verde. Ni un incendio más. El cartel presentaba a Mikel Erentxun, Zahara, Second, Luz Casal, Miss Caffeina, Anni B Sweet, Alis, Ángel Stanich, el propio Gustavo… Sin embargo, y esta vez debido a la pandemia, hubo que cancelar el evento. Hace años que el músico decidió dejar de tocar en directo, pero justo en esos momentos formaba parte de la banda de Willy Naves y sí había planes de hacer varios conciertos. «Tenía confirmados siete, pero solo he podido materializar uno», cuenta. «Entre la incertidumbre y que he vuelto a dar prioridad a mis trabajos de estudio, he decidido dejar de tocar de nuevo, aunque ahora desgraciadamente no puede tocar prácticamente nadie».

Gustavo, ya se sabe, no vive y nunca ha vivido al cien por cien de la música. Y si en parte lo hace —desde hace varios años— es gracias a sus trabajos para publicidad y de producción. «Puede parecer poco, pero en este país, ganarte la vida gracias a la música —aunque sea de manera parcial— es bastante complicado y, en rachas como esta, casi una proeza», reflexiona refiriéndose a la crisis sanitaria.

 

Los Pedales

«Soy de Pedro Bernardo, allí está mi casa, raíces y familia. Da igual las vueltas que haya dado que siempre ha sido la base de operaciones, así que es un sitio que siempre está ahí y del que nunca te vas, por eso nunca me gusta hablar de mi poblado en pasado». Allí fue donde, en 2007, dio lugar a Los Pedales, formado por él y su hermano Rodolfo (hoy retirado de la música). «No teníamos ni idea de cómo era el proceso para grabar y publicar un disco, y aunque parezca mentira, tampoco sabíamos cómo acceder a la información necesaria». Advierte que ensayaban con «una disciplina enorme», porque «la mezcla de estar haciendo algo nuevo y trabajar tanto te hace descubrir cosas nuevas cada día, y por pequeñas que fueran siempre eran bastante emocionantes».

Los Pedales tenían una maqueta con cinco o seis canciones que grabó Gustavo. Entonces, el proceso de producción ya empezaba a llamarle la atención. «No sé cómo, un día contactamos con un estudio de Toledo, que fue donde grabamos el primer disco [Nuevo mundo (Claras intenciones, 2009)]. Tardamos dos años en grabarlo y fue un desastre». Después, en cambio, comenzaron a coger velocidad. «Ganamos el primer concurso de maquetas al que nos presentamos y de la noche a la mañana estábamos compartiendo escenario con Amaral y José Ignacio Lapido». También empezaron a sonar con regularidad en Radio 3 y montaron una gira nacional independiente por garitos y salas pequeñas. Algo impensable para ellos en tan poco tiempo.

La sala El Sol de Madrid acogió el último show de Los Pedales, el 27 de mayo de 2011, y tras las vacaciones llegó el segundo álbum, producido por Paco Loco y cuyo título, Crónica del viaje de vuelta (Claras Intenciones, 2011), parecía ser un vaticinio de lo que iba a suceder después. «Lo más importante que he aprendido estos años es que no te puedes volcar en un proyecto con la obsesión de que ese sea el único camino que haya en la vida y que tienes que vivir de ello; en la música y en la vida, no conozco mayor desgaste que esperar a que pase algo».

También los desgastó y desilusionó ver la realidad de parte del engranaje de la música independiente: «Conocimos gente increíble, pero también vivimos muchas cosas desagradables. En este mundo, como en todos, siempre hay un proceso en el que es más fácil que te engañen con regularidad. Y nosotros no fuimos menos». En cuanto al final de Los Pedales, no hubo ninguna conversación en la que se diera por disuelto el dúo, sino que Gustavo y Rodolfo vieron que aquel era «el típico proyecto de inicio que solo se puede vivir a tope», y como ya no estaban en esa situación decidieron poner punto final. «Terminamos bastante hartos», añade.

 

Sus menudencias

Vacaciones en el campo de batalla (Retrológico, 2015) fue el estreno de Gustavo en solitario. Pero antes pasó cuatro años «en la sombra», tiempo que aprovechó para montar su propio estudio de grabación, profesionalizarse y buscar instrumentos en todos los rincones del mundo. «Eso derivó en hacer muchos trabajos para publicidad a nivel profesional y también empecé a producir a otros artistas. Descubrí un mundo nuevo y apasionante en el que aprendí muchísimo. […] En esos años de “puente” entre el fin de Los Pedales y mi primer disco en solitario me encerré como si estuviera en un laboratorio para aprender todo lo relacionado con la composición y la producción; siempre de forma autodidacta; no sé hacerlo de otra manera».

Ese primer disco, añade, fue «costoso». Gustavo no sabía muy bien cómo enfocarlo y era «un trabajo enorme», ya que se encargó de la producción, grabación de todos los instrumentos y de la mezcla.

La continuación vino con Gigantes y diminutos (Retrológico, 2017), un trabajo instrumental, influenciado por sus trabajos en publicidad. De nuevo, Gustavo se ocupaba de todo el trabajo en su propio estudio. Do it yourself. «No he encontrado nada más emocionante que estar en mi estudio y ver que mis canciones y las ideas que tengo en mente se materializan e incluso supero mis propias expectativas. Mientras la música me siga generando eso, lo seguiré haciendo. Cada vez me cuesta más sacar un disco, pero espero hacerlo siempre si es que me apetece».

De la más reciente entrega, El parque de la Victoria, Gustavo explica que ha sido «un trabajo a rachas, sin plazos y sin obsesionarme con terminarlo en una fecha determinada». En marzo de 2019 se grabaron las baterías con Javi Skunk y Santi Martín a los mandos en Funkameba, en analógico, y cambiando de set (platos, cajas, batería…) en cada canción. «Utilizamos sobre todo baterías y cajas Ludwig de la década de los sesenta, y tanto Javi como Santi hicieron un trabajo increíble. Después de eso, grabé todos los bajos en Madrid —con tres diferentes, como mi Höfner Violin y un Fender Mustang de los sesenta—, para después pasar dos días en el estudio de Gabri Casanova, que tiene un equipo vintage increíble y para mí es uno de los mejores teclistas del país». A partir de ahí, Gustavo empezó a dar forma al resto, grabando en su estudio todo lo que faltaba: más de la mitad de los teclados, todas las guitarras acústicas y eléctricas, percusiones, voces y coros.

Mientras tanto, y durante la fase en la que estaba grabando el resto del álbum, se escapó un día a Toledo para grabar la sección de metales y arreglos para cuatro temas con Martín y Josué García. «Aún sigo alucinando cuando escucho su trabajo en este disco. Hicieron la sección de “Fila india” y “Los misterios de Interior” entre los dos, y después Martín grabó un arreglo de saxo en “Dualidad”, que luego reamplifiqué por un amplificador de guitarra eléctrica. El broche final lo puso Josué García, que grabó un solo de trompeta increíble de una pasada en “Hogares eternos”».

También hubo otra salida a Madrid para grabar los coros femeninos de Nat Simons y Helena Poza en la canción “El parque de la Victoria”. Y pudieron haber sido más los nombres. Por ejemplo, Juan Aguirre (Amaral). «Lo de Juan ha sido una pena, porque hubiera sido increíble y me hacía mucha ilusión, pero al final ha sido imposible cuadrar agendas. Lo intentamos en varias ocasiones, pero entre la situación y los cambios de última hora no ha podido ser. Aun así estoy muy agradecido, porque [Juan] ha estado súper pendiente y nos hemos pegado unas charlas telefónicas maratonianas y muy buenas». También estuvo hablando con Lyndon Parish (The Sunday Drivers), Amable Rodríguez y más gente para grabar algún arreglo de cuerda, pero pasó lo mismo. «Espero poder materializar más colaboraciones así con el tiempo, porque es increíble compartir música con gente de tanto talento», dice. Siempre, y a pesar de todo, Gustavo se siente afortunado.

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