Give out but don’t give up (1994), de Primal Scream

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OPERACIÓN RESCATE

«Un sonido orgánico, cálido, de enorme profundidad y con la solera de algo creado con la paciente sabiduría del artesano»

 

Manel Celeiro nos transporta a 1994 para adentrarnos en la confección del tercer disco de Primal Scream, un conjunto de canciones grabadas en Memphis donde acogieron el soul, el blues y el rock de los 70.

 

Primal Scream
Give out but don’t give up

CREATION-SIRE, 1994

 

Texto: MANEL CELEIRO.

 

A estas alturas de la película es fácil argumentar que Primal Scream son un grupo tremendamente original y arriesgado, con un bagaje a sus espaldas plagado de giros estilísticos, y que son de esa clase de bandas de la que es muy difícil aventurar cuál será su siguiente paso. Ese abierto método de trabajo va en contra del sota, caballo y rey para reflejar en cada momento la situación creativa que atraviesan. Sin embargo, cuando este disco apareció en el mercado fue una verdadera sorpresa para crítica y público. Fue justo cuando, tras unos inicios bastante dubitativos, acababan de saborear las mieles del estrellato y eran la banda del momento.

Pongámonos en situación. Sus dos primeros elepés, Sonic flower groove (1987) y el homónimo Primal Scream, editado un par de años más tarde, habían pasado prácticamente desapercibidos y su futuro estaba, como se suele decir, pendiendo de un hilo. Pero, por aquellas extrañas casualidades que tiene la vida, entraron en contacto con la pujante escena británica del acid house y la cultura de club, conocieron al pinchadiscos Andrew Weatherall y de esa amistad nació su primer sencillo de éxito, “Loaded”, al que siguió otro, “Come together”, y posteriormente Screamadelica (1991), un trabajo rompedor que hermanaba la música de baile, la psicodelia y el rock, convirtiéndolos en los niños mimados del público y la prensa inglesa. Con todo lo malo y lo bueno que ello conlleva, sobre todo tener mucho más dinero para ayudar a la glorificación de la máxima sexo, drogas y rock and roll. Con la compañía, obviamente, de mucha más presión, tanto artística como comercial.

Total, que cuando iniciaron la grabación de su sucesor estaban más preocupados por tener a su disposición los mejores estupefacientes y licores que por ponerse realmente al tajo, así que decidieron romper radicalmente con esa dinámica y lo primero era cambiar de entorno para alejarse de amistades peligrosas y camellos de confianza. Creation, su discográfica, aceptó pagarles el viaje a Memphis para grabar allí con un productor tan prestigioso como Tom Dowd, que había trabajado con Eric Clapton o los Allman Brothers, entre otros. ¿Qué iban a hacer unos paliduchos jovenzuelos británicos con un tipo muy alejado de su órbita? Pronto lo veremos, pero no conviene olvidar que, en declaraciones posteriores, su vocalista Bobby Gillespie dijo que eran grandes fans del soul salido de la factoría Stax, así como de Elvis, Jerry Lee Lewis o Johnny Cash. Así que hagamos las maletas y pongamos dirección a los estudios Ardent de Memphis.

 

Tradición en Memphis

En tan sabias manos, y rodeados por unos músicos de envergadura, Benmont Tench, Jim Dickinson, Roger Hawkins, la mítica sección de vientos The Memphis Horns y la Muscle Shoals Rhythm Section, Primal Scream facturaron un disco a años luz de lo que habían entregado con Screamadelica, impregnándose de la tradición musical de la zona y acercándose al soul, el blues y el rock setentero, superando la inseguridad y las dudas de estar a la altura de todos los virtuosos que les acompañaron en la grabación. Salieron airosos y se mantuvieron lo suficientemente limpios para trabajar, sacándose de las tripas un par de rocanroles de postín, “Rocks” y “Jailbird”, donde los Stones se codeaban en la barra con los chicos de Aerosmith, darle al funk en “Funky jam” y dejarse mecer por el tórrido y sensual soul sureño en largas baladas plenas de sentimiento, y concediendo un merecido espacio para el lucimiento de las vocalistas Denise Johnson y Susan Marshall. Trabajo hecho y camino de regreso a UK.

La cara que se le quedó a Alan McGee, jefe de Creation, al escuchar el resultado, debió ser épica. Había puesto en el avión a una de las bandas más vanguardistas del momento y le devolvían un disco que podía haber sido compuesto y editado en los 70. Se las apañó para convencerlos —imagino que, de vuelta al frío y la lluvia anglosajona, y con su lado más salvaje saliendo de nuevo a flote, no le sería muy complicado— de que se debía remezclar, que si no no iban a ninguna parte, y puso las pistas en manos de George Clinton, George Drakoulias y David Bianco. De ahí salió el resultado final que todos conocemos, para alegría de los más rockeros y desesperación de su parroquia más fiel. Les cayeron duras reseñas, y algunos de esos medios que los encumbraban desde hacía poco les calificaron de «traidores al baile». Pese a todo, se vendió bien y, personalmente, me parece uno de esos discos para los que el tiempo juega a favor, y que mejoran notablemente una vez se los extrae de su contexto temporal y se procede a su escucha sin compararlos con el resto de su discografía.

Hasta el propio Gillespie está de acuerdo con mis últimas líneas. Cuando se reeditó Give out but don’t give up por parte de Sony en el 2018, con las mezclas originales de Tom Down, declaró: «Fuimos allí con la intención de hacer un álbum clásico, pero, de alguna manera, luego perdimos el camino. Somos una banda en constante movimiento, que nunca mira hacia atrás, pero me sentí mal durante años por haber ido a Memphis y no haber hecho lo que nos habíamos propuesto. Escuchar estas canciones ahora, después de tanto tiempo, lo ha vuelto a poner todo en su sitio. Me siendo redimido». Con los compañeros de Mondo Sonoro fue aún más rotundo en sus declaraciones: «Las grabaciones originales de Memphis hacen que sea mi disco favorito de Primal Scream».

Y es que es en esa mezcla original donde se nota la mano de Down, así como la de los músicos que intervinieron en toda su grandiosidad con un sonido orgánico, cálido, de enorme profundidad y con la solera de algo creado con la paciente sabiduría del artesano. Date el gustazo de escucharlas.

Anterior entrega de Operación rescate: Nuevo día (1979), de Lole y Manuel.

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