Extravagante: The Rezillos

Autor:

The Rezillos
«Can’t stand The Rezillos»
SIRE, 1978


Una sección de VICENTE FABUEL.


A pesar de que el punk inglés no salió demasiado bien parado en el imprescindible «Please, Kill Me!» de Legs McNeil y Gillian McCain (Discos Crudos), y no será un servidor quien se lo discuta, lo cierto es que de todas las escenas donde se gestó tan gesticulante movimiento, la inglesa, y evidentemente la londinense, hubo de ser la más influyente. En ese definitivo tratado de cómo se gestó el punk día a día narrado por sus propios protagonistas, tantos que da la sensación que todo el mundo que tuvo algo que decir aparece en ese bendito libro, quizás se echó en falta la presencia de los saltarines Rezillos. Quizás es que además de pegar saltos y fabricar entrañables discos levemente punkies, no buscaron alinearse junto a temerarios bocazas del calibre de Sid Vicious o Johnny Rotten, bastante tuvieron los chicos en pelearse denodadamente entre ellos cambiando de nombre y formación cada año, y por ello presentar la nómina más alta de miembros que ningún grupo punk ha lucido jamás.

Pero el punto que estos escoceses destaparon fue el escaso sentido del humor que la escena inglesa punk llegó a mostrar. Faltos de la más mínima autocrítica y contentos como estaban de haberse conocido (¿quizás en la boutique de ropa Sex de Malcom McCaren?), los airados chicos ingleses se obsesionaron con la magna idea de que su propuesta musical no sólo sería juzgada por sí misma, sino porque tras ella se escondía una enmienda a la totalidad (de prácticamente todo el rock histórico) que la historia sin duda les perdonaría. Tanto da ahora aquella falacia, el caso es que los Rezillos no firmaron ese manifiesto, simplemente dieron saltos, no pusieron las habituales caras largas del gremio y se rieron a menudo, aproximadamente cuando tuvieron ganas. Era como si implícitamente reconociesen que no les molestaba vivir. Grave pecado en esos días.

Su explosivo LP de debut, “Can’t stand The Rezillos” (78) mostraba ese tipo de credencial que los hizo especiales en la escena punk. Lo primero la frivolidad de usar dos vocalistas, Fay Fife y Eugene Reynolds, chica y chico, toda una inconveniente ligereza; lo segundo, la impronta de su guitarrista y principal compositor Jo Callis (que luego cometería el desliz de pasarse a Human League atreviéndose a firmarles varios hits, entre ellos el millonario “Don´t you want me” ), y desde luego, con su guitarra, cualquier cosa menos el habitual rasca-rasca del género, todo lo contrario, un enamorado del gran Mick Green, el seminal guitarrista de Johnny Kidd & the Pirates, cuya influencia calaría por todo su cancionero en cuanto la tolerancia ambiental lo permitiese. Por último el repertorio, igual lo nutrían de material propio, radiantes cancioncillas de pop endurecidas al dente (sus primeros y pimpantes singles ‘Can’t stand my baby’ o ‘Top on the Pops’), que agresivas tomas tanto de conocidos clásicos ingleses de la era beat como ‘Glad all over’ ( The Dave Clark Five) o ‘I Like It’ (Ferry & the Peacemakers), como el rescate de esa oscura perla nugget cosecha de 1969, el memorable ‘Somebody’s gonna their head kicked in tonight’ (Fleetwood Mac), que enseguida y merecidamente se constituyó en indispensable himno de esos días en según qué ambientes, y que igualmente grabarían The Bishops. Como se ve, todo evidentemente en flagrante contradicción con la máxima del género, el «do it yourself», nada que pudiese hacerlo cualquiera, como bien se pudo comprobar enseguida con la pléyade de grupillos siguiendo patéticamente la estela de The Ramones, pero es que –si se me apura– incluso las caras de los ilustres patanes neoyorquinos parecían salidas de un velatorio si se comparan con las de los memorables Rezillos.

Como toda buena broma, los Rezillos apenas duraron nada, un plisplás: un disco más en directo (“Misión acomplissed … but the beat goes on”, 1979), interminables cambios de formación y nuevo nombre (The Revillos) con una discografía más amplia y aún menos riot si cabe (mas surf, teen beat y girl groups) pero que los haría igual de disfrutables. Incluso, porqué no, a estas horas de la pesada digestión punk, y sobre todo su primer álbum, “Rev-up” (1980), quizás incluso tan saludables.


Anterior entrega de Extravagante: Elmore James.

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