Enrique Urquijo: el feliz legado de unos versos tristes

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«Va a ser una noche triste, pero a la vez alegre. Va a ser una noche emotiva, pero a la vez emocionante. Solo os pido que disfrutéis»

 

Decenas de músicos recordaron a Enrique Urquijo en el veinte aniversario de su muerte, en un concierto de homenaje al que no faltaron ni Los Secretos ni muchos compañeros de profesión, como Mikel Erentxun, Rozalén, Manolo García, Vicky Gastelo, Coque Malla, Miguel Ríos o Alejo Stivel. Por Marta Sanz.

 

Desde que no nos vemos (homenaje a Enrique Urquijo)
Wizink, Madrid
17 de noviembre de 2019

 

Texto: MARTA SANZ.
Fotos: ÓSCAR LAFOX.

 

El primer vuelco al corazón se produce al ver los neones del Galileo brillando sobre el escenario, el último en el que tocó Enrique Urquijo el 22 de junio de 1999. Ese rincón emblemático de Madrid donde cuelgan fotografías de sus actuaciones, donde siguen sonando sus canciones en otras voces. Un domingo lluvioso y 20 años de ausencia son aviso de tristeza —y nostalgia, suelen coincidir—, pero estas palabras se quedan cortas para contar todo lo que se vivió en el homenaje al músico madrileño en el aniversario de su muerte.

Tres inmensas pantallas muestran imágenes de Enrique cuando empiezan a sonar los acordes de “Volver a ser un niño” en manos de la banda que abrigará los primeros temas de la noche. Mario Carrión (batería), Isi Ruiz (guitarra), Dani Casielles (bajo), Alberto Cabrerizo (violín), Borja Montenegro (guitarra acústica) y Alex Larraga (al piano) son exquisitos, desde el primer punteo hasta la última nota de esas ocho canciones, haciendo el eco perfecto a la emoción debida del momento. El primero en tomar el micro es Rafa Higueras, organizador de esta y tantas noches para recordar lo inolvidable, y lo hace para cantar “Desde que no nos vemos”. «Va a ser una noche triste, pero a la vez alegre. Va a ser una noche emotiva, pero a la vez emocionante. Solo os pido que disfrutéis», vaticina con acierto, antes de dar paso al grupo San Damián (antiguos Casa Rusa), que celebran “Hoy la vi” con entusiasmo. A estas alturas de la tarde, sin ser considerables, ya intuimos que las sonrisas ganarán a la pena, porque la energía a eso invita. Les sigue la voz rasgada de Dani Flaco, con la bellísima coraza que dibuja “Hoy no” y Rebeca Jiménez, que lee un hermoso poema escrito por su padre, en el que juega con los versos de Enrique, antes de entonar la resistencia de “Adiós tristeza”.

El próximo en pisar el escenario lo hará cumpliendo el sueño «de un niño que con quince años escuchaba al motivo por el que hoy se dedica a la música», todo posible en Jorge Marazu, uno de esos artistas de indisimulado poso Urquijo, en sus letras, en su sensibilidad, e incluso en esa voz que hace porosa la piel ajena cuando canta, esta vez “Y no amanece”. Toma el relevo en Palacio, por segunda vez en su vida, Vicky Gastelo. La primera fue abriendo un concierto de Antonio Vega. «Y hoy estoy para homenajear a Enrique Urquijo así que yo ya, como no me llame Metallica, no vuelvo», advierte divertida antes de que su inmensa voz se envuelva en tristeza para que “Demasiado tarde” alcance cada rincón. Otra de las muy agradables sorpresas de la noche vino con el talento, el buen hacer sobre el escenario de Juanma del Olmo (Los Elegantes), que bordó la desgarradora “Siempre hay un precio”, antes de que Rafa Higueras volviera para cerrar este primer acto de la noche, vibrante y brillante, con “Quiero beber hasta perder el control”.

Una breve pausa nos saca de la sala Galileo Galilei —seguíamos allí hasta el último acorde— y el escenario se hace gigante para albergar a la Orquesta Sinfónica del maestro Jorge Villaescusa. Y con ella, Los Secretos. Ay del que no tuviera el tino de tomar aire antes de ese instante en el que comenzó a sonar “Aunque tú no lo sepas”, porque nunca tanto silencio envolvió a la música. Sin pausas ni treguas, también “Cambio de planes” y “Ahora estoy peor”, engrandecidas hasta el infinito. Álvaro Urquijo toma, por fin, la palabra. «Habéis conseguido que las canciones de Enrique perduren años y años, y generaciones, y han dado a Los Secretos una segunda vida. Gracias a todos, es un honor poder con vosotros», dice antes de recibir como respuesta el inmenso aplauso que merecen los veinte años que, valiente, le han convertido en garante intachable del legado de su hermano.

 

«“Lo bueno, lo mágico de las grandes canciones es que hacen inmortales a sus creadores. Con todo el respeto, con toda la admiración”, dice conmovida Rozalén»

 

Esta se ha convertido, contra pronóstico, en una noche feliz, y la buena causa que lo sustenta lo reafirma. Nos cuentan que hoy se canta para Cris contra el cáncer, que apoya la investigación para tratar casos que no responden a los tratamientos actuales y Turkana, condado africano ligado a la música de Los Secretos desde 2011, desde donde llegan voces de niños de esa localidad keniata cantando con extrema belleza “Agárrate fuerte a mí, María”.

Empieza el tercer y último jalón de la noche con una canción infalible, “Pero a tu lado”, y el público canta con Los Secretos de hoy y de siempre. Y de ahí de nuevo a los invitados, esta vez para acompañar a dos voces con la banda, que ya no puede dejar de sonar. “Soy el niño más feliz del mundo”, asegura el gallego Andrés Suárez, otro de los que lleva a Enrique tatuado en la voz, y que eriza la piel con “No digas que no”. Tras él, un merecido espacio para «un fichaje de primera», infaltable en los últimos estudios y directos de Los Secretos, Txetxu Altube, breve en la palabra y certero en su impecable interpretación de “Volver a ser un niño”.

Ni los versos más tristes dan lugar a la tristeza, por eso solo hay bullicio y electricidad en las actuaciones de Mikel Erentxun (“No me imagino”) y Alejo Stivel (“Sobre un vidrio mojado”). «Lo bueno, lo mágico de las grandes canciones es que hacen inmortales a sus creadores. Con todo el respeto, con toda la admiración» dice conmovida Rozalén, junto a su inseparable Beatriz Romero que la interpreta en lengua de signos, antes de brotar con fuerza desmedida una increíble versión de “Agárrate a mí, María”, que hace mecerse al público en un vaivén de calma.

La cuenta atrás enumera gigantes, empezando por Miguel Ríos, referente confesado de los Urquijo desde sus comienzos. La guitarra de Ramón falla, y el granadino genio y figura clama al respetable. «Joder, tíos, si no es por Enrique no nos vemos. Grande, grande». Con incidencia técnica, con lapsus en la letra, es un animal de escenario, y ese “Ojos de gata” —con la divertida justificación posterior— quedará sin lugar a duda en la memoria de los presentes como un regalo. Porque como entonará justo después Coque Malla, que todo salga mal no es tan malo. Es la primera vez que unas tablas unen al músico madrileño con Los Secretos, sucede con “Otra tarde” como excusa. Y le sienta maravillosamente bien.

«Estoy cortadísimo, como si hubiera empezado a cantar antes de ayer. Por la emoción, por todo lo que significa…», dice Álvaro, sin que ese sentimiento palpable le reste un ápice del talento de tantos años en cada actuación, antes de dar paso al siempre bienvenido Manolo García, en todos los contextos, y especialmente en estos donde el corazón de su garganta tiene más sentido que nunca. Eva Amaral y Juan Aguirre piden, entonces, ese merecido aplauso al grupo «que con tanto coraje y durante todo este tiempo han estado defendiendo estas canciones», y tras su “Buena chica” se enfila el fin de lo que ya no puede ser otra cosa que una fiesta con David Summers, que con “Vete ya de mi vida” hace temblar (literalmente) las gradas.

 

«Nos bebimos la tristeza entre canciones, y aunque nunca perdimos de vista que nos unía una ausencia gigante, llega el final de una noche sorprendentemente feliz»

 

Cuando apremian adioses y el mundo sigue en pie, llega uno de los momentos más emotivos de la noche, tan intenso y real sobre el escenario que presenciarlo hace sentir el pudor del testigo accidental. «Esta es una noche muy especial para mí, os imagináis los motivos. Es como si no hubiera pasado el tiempo, un par de años más que veinte. Pero no podíamos terminar de otra manera que no fuera con el que, con toda seguridad, todo empezó. Quiero pedir un aplauso para Javier Urquijo», dice Álvaro, y los hermanos reciben a cambio una ovación que es casi abrazo, antes de cantar el himno de mil vidas que ya es “Déjame”. Y fuera de guion, el grito compartido de “Te he echado de menos”, exactamente igual que ayer.

Con todo y la despedida, nos bebimos la tristeza entre canciones, y aunque nunca perdimos de vista que nos unía una ausencia gigante, llega el final de una noche sorprendentemente feliz. Pero al salir a la calle sigue siendo domingo, hace un frío helador y los versos de Enrique Urquijo siguen sonando sobre las aceras mojadas de Madrid en voces que lo extrañan. Entonces se hace inevitable el nudo en la garganta. Inmenso Enrique por lo que fue, por lo que dejó y por todo lo bello que sigue forjando.

 

1. Desde que no nos vemos (Rafa Higueras)
2. Hoy la vi (San Damián)
3. Hoy no (Dani Flaco)
4. Adiós tristeza (Rebeca Jiménez)
5. Y no amanece (Jorge Marazu)
6. Demasiado tarde (Vicky Gastelo)
7. Siempre hay un precio (Juanma Elegante)
8. Quiero beber hasta perder el control (Rafa Higueras)
9. Aunque tú no lo sepas (Los Secretos + Orquesta Sinfónica)
10. Cambio de planes (Los Secretos + Orquesta Sinfónica)
11. Ahora que estoy peor (Los Secretos + Orquesta Sinfónica)
12. Pero a tu lado (Los Secretos)
13. No me digas que no (Andrés Suárez)
14. Volver a ser un niño (Txetxu Altube)
15. No me imagino (Mikel Erentxun)
16. Agárrate a mí, María (Rozalén)
17. Ojos de gata (Miguel Ríos)
18. Otra tarde (Coque Malla)
19. La calle del olvido (Manolo García)
20. Buena chica (Amaral)
21. Sobre un vidrio mojado (Alejo Stivel)
22. Ojos de perdida (David Summers)
23. Déjame (Los Secretos + Javier Urquijo)
24. Te he echado de menos (Los Secretos)

 

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