El rock de una noche de verano (1)

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«Desde que escuché a mi adorado Quique González cantar aquello de ‘la ciudad en agosto es un kiosko cerrado’ no he vuelto a encontrar una frase mejor que defina el verano entre el hormigón de Madrid»

Con el verano como fondo, Juanjo Ordás nos descubre que un crítico musical no se debe a la música más que al cine, los libros o las series de televisión. Todo para hacer de julio y agosto unos meses entretenidos. Todo para volver a la música.

 

 

Texto: JUANJO ORDÁS.
 

Desde que escuché a mi adorado Quique González cantar aquello de «la ciudad en agosto es un kiosko cerrado» no he vuelto a encontrar una frase mejor que defina el verano entre el hormigón de Madrid. Pero no solo en agosto, también en este julio que ya nos abandona para siempre. Bienvenidos a un texto sobre un verano como otro cualquiera, en el que hay que luchar por un entretenimiento que se seca hasta septiembre. ¿Lanzamientos discográficos? ¿En verano? Nunca. ¿Libros nuevos? ¿En verano? Tampoco. Incluso los que escribimos en revistas (digitales y de papel) hemos de admitir que es habitual que en agosto los contenidos no sean espectaculares. No hay nada de que hablar. Al menos el cine no se resiente, en verano se estrenan buenas películas (sí, también algunos –muy pocos– buenos «blockbusters»): hace una semana Christopher Nolan ha cerrado aceptablemente su trilogía de «Batman» (¡cómics «mainstream» al poder! ¡Y los independientes también!) y dentro de nada Ridley Scott estrenará “Prometheus”, la cual acudiré a ver como buen fan de “Alien”, esperando un mejunje metafísico muy alejado del citado film para el que ejerce de precuela.

¿Pero, música? Poco nuevo. En verano eran habituales los conciertos gratuitos patrocinados por ayuntamientos españoles, claro que el panorama ha cambiado y tampoco es que los nombres que solían pasearse por plazas de pueblo fueran muy ilustres. Por una parte entiendo que ese marco no fuera el más adecuado para ver ningún evento cultural, por otro lo lamento –y mucho– por aquellos artistas que ganaban honestamente su salario en ese circuito. Muchos de los grandes lo hacían. Ahora, con crisis mediante, si uno quiere ver un concierto en verano ha de ser pagando, lo más natural del mundo, por otra parte. Y en un marco adecuado, claro. Hace un par de días llamé a Enrique Bunbury para comentarle mi intención de acercarme a ver alguno de sus conciertos programados para agosto por tierras españolas. Estoy pendiente de ajustar fechas y ver por cuál me dejo caer. Él me anima a hacerlo por cualquiera. Y tengo ganas. Porque está en un buen momento y no he acabado de entender el concepto de la gira de “Licenciado cantinas”. Estoy seguro de que con un par de shows lo conseguiría. Veremos. Aunque me gustaría ir a uno de hábitat adecuado. La semana pasada estuve viendo a The Cult en La Riviera de Madrid y el calor fue abrasador. Lo más increíble es que Ian Astbury no se desprendió de su abrigo con pieles en los hombros durante todo el concierto. Joder, ¿cómo lo hizo? Daba agobio verle, aunque el amigo emanaba glamour. Bueno, no lo emanaba, ¡lo derrochaba! Tipo interesante, aunque seguro que Iggy está más cómodo a pecho descubierto de escenario a escenario. Claro, que Iggy no debe estar cómodo, debe estar comodísimo: hace girar a los reformados The Stooges sin parar y mientras él se deja caer por el estudio cuando quiere para grabar discos que nadie va a escuchar más de una vez. Ah, también sale en anuncios de colonias pijas. Pero es Iggy. Y tiene el “Raw power” (disco perfecto para las noches de verano, por cierto).

Hablando de discos para el verano, seguro que más de uno discreparía de mis gustos. Estos días estoy quemando “Familiar to millions” de Oasis y “Bloody kisses” de Type O Negative. El primero porque cuando uno ha dedicado su adolescencia entera al hard rock debe ser capaz, a partir de los dieciocho, de disfrutar de la electricidad tratada de forma distinta. El segundo porque, aunque cueste creerlo, es un disco gótico lleno de humor y perfecto para el verano. Con ellos me recorro las calles de Madrid, día y noche, entre capítulos de las nuevas temporadas de “True blood” y “Breaking bad”, otras dos series que muy comprensiblemente se emiten en verano. Sudor puro, ambas mestizas, con la frontera y el sur de USA tan caliente como el infierno. Siguiendo con series, nunca me ha gustado “House”, pero la gira española de Hugh Laurie ya está aquí. Y ese hombre tiene talento. Si el intrusismo profesional se aplica con carácter, estamos ante una verdadera bofetada de actitud. Ahora permitidme que apague la luz (o suba la persiana) y me eche entre las páginas de “Frente al imperio”, de mi adorado Jorge Verstrynge. Son tiempos políticos, ¿verdad? ¿Pero cuándo no lo han sido?

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