El oro y el fango: Váyase, señor Rajoy

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«El PP no se ha cortado lo más mínimo en ir a por el cine (que tanto le saca de quicio y al que tantas ganas tienen sus voceros mediáticos) y, de paso, a por la música. Sector este último que antes de que la crisis fuera ‘La Crisis’ ya estaba hecho trizas y vivía su particular agonía»

 

Desde «El oro y el fango», y como no podía ser de otro modo, Juan Puchades se suma a las protestas contra la subida del IVA a la cultura y los recortes sociales.

 

Una sección de JUAN PUCHADES.
Ilustración: BORJA CUÉLLAR.

 

A estas alturas de la indecencia, todos sabemos que la crisis económica ha servido como excusa para que, desde posiciones ideológicas próximas al fascismo (se le llame ahora como se le llame, es eso) y extasiadas ante el modelo chino, se dinamiten logros sociales y laborales alcanzados por las clases trabajadoras durante décadas y que nos parecía, tranquilamente amodorrados ideológicamente en el llamado estado del bienestar, que nunca nadie se atrevería a trastocar. Pero no, ya estamos viendo que no, que los señoritos liberales tenían ganas de meter mano y a ello que se están dedicando con denodado entusiasmo aupados por esa ola de conservadurismo que recorre Europa y que se agita desde Alemania, ya no se sabe bien si por las simples e infantiles ganas de joder y castigar al prójimo por, se supone, haber vivido a todo trapo (como algunos apuntan) o al dictado de fuerzas superiores a los políticos elegidos democráticamente (como arguyen otros). Sea como sea, aquí estamos, con la mejilla cada vez más próxima del suelo mientras una bota amenaza con presionarnos el cuello.

Nos recortan sueldos, prestaciones, derechos, se pretende privatizar todo lo imaginable, debemos hacernos cargo de las barrabasadas de los banqueros y especuladores financieros a los que nadie parece tener demasiado interés en juzgar y todo ello por salvar al «sistema». Un sistema completamente embozado por la mierda con la que lo han ido alimentando los mismos que ahora nos piden «sacrificios» para que lo salvemos. Y cuidado, no levantes la voz, que si no te gusta y crees que otra economía es posible, te llaman «radical» (o «pirado», como, en un espacio televisivo, definió el director de «La Razón» al Nobel de Economía Paul Krugman). Es decir, la conclusión a la que se ha llegado es que tenemos lo que nos merecemos por haber gastado más de lo que teníamos (¿juzgamos por ello a los políticos del PP que han gobernado, pongamos por caso, la Comunidad Valenciana en los últimos años con un grifo de billetes permanentemente abierto? ¿No serán ellos los que realmente han gastado por encima de nuestras posibilidades? ¿Fuimos los ciudadanos quienes concedimos hipotecas sin descanso y a bajo interés para comprar viviendas a precios inflados? ¿No eran acaso, precisamente, los bancos alemanes los principales prestatarios de los bancos españoles en días de burbuja?) y no hay más que inclinarnos, abrir las nalgas, apretar los dientes y confiar en el futuro, que con las medidas tan estupendas que nos van aplicando, aseguran, saldremos de esta. En otras circunstancias hasta podría darnos la risa. Pero la cosa no es para reír, que el Gobierno que el viernes pasado aprobó unas medidas salvajes y a todas luces ineficaces (¿cómo es posible que lo vea todo el mundo excepto ellos?) fue elegido por una considerable mayoría de votantes, y poco importa que esté deslegitimado para permanecer un día más gobernando al haber mentido abiertamente para conseguir el poder y (¡a los seis meses de jurar el cargo!) prescindir completamente del programa con el que se presentaron a las elecciones y por el que fueron votados. Eso es lo que hay.

Rajoy y sus ministros parece que idean sus medidas para atajar la recesión mientras meriendan hongos alucinógenos con fruición (es de suponer que importados desde Berlín o Bruselas), porque de otro modo no se entiende que con lo castigados que ya andamos se les haya pasado por la cabeza subir el IVA (ese impuesto tan estupendo, socorrido y democrático que pagamos todos por igual, ricos y pobres, desempleados y jubilados) tres puntos (¡en algunos casos trece!), cuya consecuencia inmediata será la contracción del consumo y la proliferación de pagos sin factura (¡esto es España, señores!). ¿Están locos, son unos suicidas u obedecen a un plan malévolo que, como en los torpes relatos de serie Z, pretende acabar con todos nosotros?

Quizá simplemente sean unos ineptos. Pero, eso sí, unos ineptos que, mire usted por dónde, saben qué tecla tocar para hacer daño. Y entre las muchas teclas que decidieron pulsar en el último consejo de ministros estuvo la de la subida del IVA a la cultura. Solo se salvaron los libros, periódicos y revistas que, ¡menos mal!, siguen gravados con un 4% (no los libros electrónicos, que con lúcida visión de futuro van a soportar el 21%), pero el cine, el teatro, los conciertos y otros espectáculos han visto como del 8% se les aplicará desde el 1 de septiembre el 21%. Y los discos y deuvedés también saltan al 21%, alejando definitivamente esa larga reivindicanción de acogerse al IVA reducido. Es decir, la cultura será mucho más cara para el ciudadano. La más cara de Europa, la menos protegida. Y a joderse.

Es evidente que al PP no le gusta la cultura y que encuentra pocos apoyos entre los que se dedican a ella. Al PSOE le sucede más o menos lo mismo, pero cuando se acercan elecciones hace como que endereza los renglones pues siempre cuenta con el respaldo de algunos asustadizos cantautores, cineastas, actores o escritores convencidos de que lo suyo será menos malo que lo del PP. Pero el tiempo nos ha demostrado que cuando las cosas se ponen feas, el PSOE practica políticas de derechas sin el menor sonrojo bajo la excusa de esa «realpolitik» que tanto les gusta (y que se puede traducir como: esto son cosas de adultos; vosotros, niños, no tenéis ni idea, seguid jugando) y adiós a la ideología (si es que no se despidieron de ella hace tiempo). En todo caso, a unos y a otros la cultura les incomoda, por poco manejable y manipulable. A ellos les gustan las actitudes sumisas: prietas las filas y conmigo a ciegas (y preferentemente de rodillas); o contra mí. Además, una sociedad inculta siempre será más fácil de engañar.

El PP, bastante más brusco en sus gestos, no se ha cortado lo más mínimo en ir a por el cine (que tanto le saca de quicio y al que tantas ganas tienen sus voceros mediáticos) y, de paso, a por la música. Sector este último que antes de que la crisis fuera «La Crisis» ya estaba hecho trizas y vivía su particular agonía (es significativo que mientras arreciaba la venta ilegal de discos y las descargas gratuitas, los gobiernos de Zapatero no movieran un dedo para bajar el IVA de los cedés e intentar aplicar un poco de oxigeno), tratando de subsistir de los directos hasta que, en los últimos dos años, la contratación pública se cortó, a lo que se ha sumado la pobreza que ha ido generalizándose entre la ciudadanía y que ha alejado al público de las salas de conciertos. Ahora, lo del IVA es como aquella expresión popular de «además de cornudo, apaleado». Los próximos meses pueden ser terroríficos para la música en directo, si no llega su muerte definitiva, sí podrá ser la ruina completa (en pérdida de puestos de trabajo directos e indirectos es difícilmente cuantificable). Así que todos los implicados deberíamos comenzar a movernos para intentar que el crimen no sea perpetrado (ayer mismo, en un gesto sin precedentes, los medios especializados en música nos uníamos en un manifiesto conjunto).

Tal vez, cuando tantos están con el agua al cuello y colectivos tan sensibles como los desempleados o los dependientes ven recortadas sus prestaciones, pueda parecer una frivolidad salir en defensa de la cultura, de la música, pero cada uno de los sectores castigados por las distintas medidas arbitrarias y caprichosas debemos alzar la voz, unirnos, movilizarnos y, por supuesto, sumarnos a las reivindicaciones y las movilizaciones de los demás colectivos sociales. Todos estamos subidos a un barco que se han propuesto hundir con nosotros dentro tras retirar los botes salvavidas. Debemos alzar la voz por nosotros, por nuestro presente, pero también por el futuro común. No podemos dejar en herencia un mundo deshecho y dominado por el fascismo económico.

Señor Rajoy, no nos toque el IVA. Y, en general, deje de tocarnos los cojones (o los ovarios), ¡que ya está bien! Que todo este dolor es innecesario, hay alternativas y usted lo sabe. Dimita y convoque elecciones inmediatamente, que tenemos derecho a decidir un programa de gobierno diseñado específicamente, y sin mentiras, para sacarnos de la sepultura que usted nos está cavando (y el entierro también tendremos que pagarlo al 21% de IVA, que ni morirse lo han puesto barato).

 

NOTA: Quisiera recomendar la lectura de «¡Sí que hay dinero!», texto escrito por Vicenç Navarro (Catedrático de economía y, en la actualidad, Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Pompeu Fabra). El penúltimo párrafo deja meridianamente claro que las cosas se podrían hacer de otro modo.



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