El oro y el fango: Un respeto para el que compra música, sea la que sea

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«Una lista que refleja la realidad de la música popular en nuestro país. Con toda su crudeza si se quiere, pero esa es la realidad. Porque no olvidemos que los exquisitos que seguimos la prensa especializada, vivimos en nuestra burbuja y somos eso, unos exquisitos»

 

Esta semana se conoció la lista de los discos más vendidos en España durante el año pasado. Listado que sorprendió a muchos. Juan Puchades sostiene que esa lista es «la verdad» de la música española.

 

Una sección de JUAN PUCHADES.
Ilustración: BORJA CUÉLLAR.

 

La difusión esta semana por parte de Promusicae de la lista con los discos más vendidos en España durante 2012 despertó el asombró en las redes sociales: el personal, entre indignado y perplejo, respondía a una lista que refleja la realidad de la música popular en nuestro país. Con toda su crudeza si se quiere, pero esa es la realidad. Porque no olvidemos que los exquisitos que seguimos la prensa especializada, vivimos en nuestra burbuja y somos eso, unos exquisitos: el lector de EFE EME está en la suya; el que gusta del heavy, en la de él; el indie, otro tanto; y así… Todos nos miramos de reojo (o con mal de ojo…), pero estamos aislados en nuestra particular isla musical, pensando que lo nuestro es lo que vale y que el resto de la humanidad, pues, más o menos, no se diferenciará demasiado de nosotros, que no somos tan raros ni tan excepcionales. Y no, como decían en «Expediente X», aquella vieja serie de los noventa, «la verdad está ahí fuera».

Y la verdad, aunque escueza, es que hay una masa humana que consume música abiertamente comercial, a la que accede por emisoras de radio convencionales (Los 40, Cadena Dial), la televisión y las recomendaciones de amigos mediante diálogos de móvil o internet. Y eso es lo que refleja una lista, que, intuyo, en su versión de 2013 contabilizará las ventas de «La voz», y veremos. De todos modos, ahí se cuela gente de valor: Adele (me parece perfecto que la gente la escuche, al menos se mete un poco de elegancia retro por la oreja), Serrat y Sabina (juntos no están ofreciendo lo más lucido de sus carreras, pero es mejor que el noventa por ciento de la música que se consume sin ton ni son), Springsteen, Manolo García (no será santo de mi devoción, pero lo respeto), Coldplay (más o menos lo mismo), Amy Winehouse (con ella, ya se sabe: un buen muerto son ventas seguras), Amaral (con el primer disco de su paso a la autogestión, así que su posición no es asunto menor), ¡Leonard Cohen!, El Amics de les Arts, Leiva, Love of Lesbian e incluso el mismísimo Frank Sinatra.

De la lista, se puede extraer una conclusión; que hay dos perfiles muy evidentes de comprador en España: mujeres y adultos (de ambos sexos). Ellos son posiblemente los únicos que se rascan el bolsillo en estos momentos, el público adulto es el que tira de Springsteen, Serrat, Sabina o Cohen (y de las reediciones y recopilatorios de nombres clásicos del pop y el rock), y el femenino, según la edad, se decanta por ese perfil melódico que encarnan Sergio Dalma, Miguel Bosé o Alejandro Sanz o por los chicos guapos que gustan a las adolescentes (Alborán). Entremedias hay una gigantesca tierra de nadie (que en parte también tiene su reflejo en la lista: algunos de los nombres citados arriba), en la que solo los muy fans de un grupo o artista se animan a comprar un álbum (generalmente físico), por coleccionismo, porque quieren tener el disco (¡benditos sean!) y por apoyar a aquel en quien creen y les hace felices, el que les emociona y con quien conectan (¡benditos sean dos veces!).

En todo caso, siento absoluto respeto por los seres humanos que compran discos, sean quienes sean y adquieran lo que adquieran. Esa lista, que tanto juego humorístico ha deparado alrededor de lo perdidos que estamos o la falta de cultura que padecemos es, señoras y señores, reflejo de la gente (con mejor o peor gusto) que todavía pasa por caja (digital o física) y compra música. Ellos mantienen lo que queda de la industria discográfica y gracias a esas ventas muchos otros que no aparecen en ese listado, pueden grabar (sí, ya sé que las discográficas deben desaparecer porque así artistas y público seremos libres y esto y lo otro y tal y cual… ¡qué cruz!). Así que un respeto. Que alguien compre un disco, o un libro, a mí, personalmente, me despierta la mayor de las admiraciones. Usted, dechado de buen gusto y cultura musical, entre risa y lamento pregúntese cuántos discos o canciones compró el año pasado y cuánto hace por apoyar la obra de los artistas en los que cree.

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