El diente dorado de Slim Cessna

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“En el mundo que vivimos lo mejor que podemos hacer por la gente es ofrecerles un rato en el que puedan olvidar sus problemas y pasarlo bien. La vida es dura e intentamos crear un divertimento. Es nuestra respuesta a toda esta mierda”

Slim Cessna Auto Club, proceden de Denver y le dan con gusto al country alternativo desde hace ya unos cuantos años. Ahora, sus sonidos salvajes están entrando en nuestro país. Alfonso Cardenal conversa con el líder del grupo.

 

 

Texto: ALFONSO CARDENAL.

 

El diente de oro de Slim Cessna brilla cuando sonríe. Este músico de Denver, de casi dos metros de altura, mantiene la mirada clavada en su interlocutor cuando habla. Es amable, algo tímido, parece alegre, y cuando sonríe su diente dorado brilla.

Este enorme cantante, que cuando actúa se convierte en una bestia salvaje, está inmerso en su segunda gira española en apenas seis meses. Houston Party vio la actuación de Slim Cessna Auto Club en el South by Southwest y les ofreció un contrato. Aunque en España son unos recién llegados, su historia se remonta a principios de los años noventa en Denver, ciudad a la que Slim Cessna llega tras dejar su pueblo de Colorado al cumplir los 18 años.

Cessna y todos los miembros de su banda han pasado por varias formaciones de Denver. Un buen ejemplo de ello es Jay Munly, autor de varias novelas y de todas las canciones de “Unetitled”, el álbum que los trae ahora por España. La amistad entre estos dos extraños hombres viene de hace tiempo y se refleja sobre el escenario y en la forma que tienen de entenderse y comunicarse. “A Munly lo conocí algo después que al resto y es uno de mis mejores amigos”, afirma Cessna. “Él tenía su propia banda y unas veces tocaba para nosotros y otras éramos nosotros los que le teloneabamos. Un día decidimos que debíamos estar juntos en una banda. Tiene mucho talento y es un gran contador de historias”. Sobre las tablas el cadavérico Munly es un torbellino armado con un banjo que mezcla a la perfección con la templanza de Cessna. La crítica estadounidense, y ahora la española, se ha rendido al directo de esta banda. Su energía, su bizarrismo y las referencias religiosas son las credenciales de Slim Cessna Auto Club.

MUNLY Y LOS HERMANOS COEN

Munly se pasea de un lado para otro y en silencio mientras Cessna habla. Viste todo de negro y lleva un sombrero oscuro de ala que contrasta con la extremada blancura de su delgado rostro. Es la clase de tipo que merecería una escena en una película de los hermanos Coen, pero la realidad es que es un músico soberbio. “Munly escribe para varias bandas y para sus libros, pero cuando viene a mí lo hace con canciones que sabe que me van a encajar”, explica Cessna sin prestar atención a los paseos de su compañero.

Las canciones de Slim Cessna Auto Club reflejan la realidad de estos días a través de la historias de Munly. Son letras irónicas y sarcásticas que se visten con elementos religiosos, como la guitarra de doble mástil con un holograma pegado que según la mires muestra a la Virgen María o a Jesús.

El hecho de que muchos de estos músicos se hayan criado en familias baptistas determina en cierta manera su forma de entender el mundo. En el caso de Cessna se refleja en un conflicto que intenta explicar en un discurso sembrado de dudas y preguntas. “Creo que soy una persona religiosa quiera o no quiera”, confiesa. “Aunque sepa que nada tiene mucho sentido en el mundo tal y como es hoy y haya muchas cosas que no consiga entender. A veces es más fácil mandarlo todo a tomar por saco y admitir que fui criado así. Fue suficientemente válido para mi abuelo y para mi padre. Es difícil y confuso y cuestiono todo constantemente. Unos días pienso que es cierto y otros que no lo es. Hay un conflicto en mi vida y la verdad es que me gustaría no creer, seguir con mi vida y seguir feliz, pero es difícil cuando has sido criado así”, reconoce el músico con algunos titubeos. “Tampoco quiero dar una idea equivocada, he sido muy feliz. No tengo problemas con mi familia, nos respetamos. No me levanté una mañana y le dije a mi padre que odiaba a Dios». No hubo drama al respecto, el joven Slim estaba enganchado a la música desde muy joven y su familia supo entenderlo. “Me dejan ser como soy y yo les acepto a ellos como son”, añade el músico.

Cuando Slim Cessna llegó a Denver a finales de los años ochenta entró en contacto con la rica escena musical de la ciudad. Una gran generación de músicos y de bandas afloraba y daba comienzo a lo que la prensa estadounidense ha bautizado como “Sonido Denver”. “Estábamos todos en grupos y nos conocíamos de eso. Estaba The Denver Gentlemen, 16 Horsepower, mi banda de entonces se llamaba Blood Flower y muchos de aquellos músicos tocaban conmigo, había mucha rotación. Éramos chicos que nos conocíamos porque nos gustaban las mismas cosas, todos veníamos de actividades de la Iglesia y nos gustaba hacer música rara”.

Tras la experiencia inicial, Cessna formó su banda actual en 1995 editando un disco homónimo. De aquellos días el músico recuerda con cariño la ocasión en la que telonearon a Johnny Cash. “Fue un honor porque siempre he sido muy admirador suyo pero la verdad es que no llegamos a conocerle. Llegó y se fue en su limusina sin pasar por los camerinos”. Aunque no tuvo ocasión de saludar al Hombre de Negro ahora se está dando el gusto de girar junto a John Doe, uno de sus ídolos de la adolescencia. “La verdad es que soy bastante tímido, agacho la cabeza cuando paso cerca suyo. No he hablado mucho con él, pero es muy agradable”, explica este hombre de cuarenta años y dos metros de altura.

TIEMPOS JODIDOS

La fama en directo que atesora la banda viene del intenso rodaje que se dieron a finales de los años noventa y a comienzos de la década siguiente. “Hemos dado más de mil actuaciones y todas han tenido algo especial. En algunos conciertos había cinco personas y en otros no se cabía, pero nos entregamos en todos como si fuera el último día en la Tierra. Queremos que la gente se vaya pensando que ha merecido la pena pagar la entrada”. En los últimos trece años han grabado ocho discos, aunque ha habido que esperar tres años hasta la presentación de su último álbum. La razón de esta espera es que su vida ha cambiado. Cessna se mudó hace unos años a Pittsburgh porque allí la vida es más barata que en Denver. En la ciudad de Pensilvania, a mil millas de sus compañeros de banda, reside junto a su mujer, que es pintora, y sus dos hijos universitarios en una casa que compró al llegar. “Es una época jodida”, confiesa el músico al preguntarle por cómo sobreviven los músicos en estos días de crisis y recesión. “Por eso me mudé, aquí vivo bastante mejor”. Cessna explica que aunque vive bien las cosas son complicadas. “Yo no tengo seguro médico, ni ahorros de ningún tipo. No hay un plan ni una jubilación. Esto es todo lo que tengo. Trabajo en el museo de arte contemporáneo con sus ordenadores, es a tiempo parcial, cuando puedo y me necesitan, pero todos tenemos otras fuentes de ingresos. Tengo a los críos estudiando y ellos sí tienen seguro médico, no puedo dejar esas cosas pendiendo de mí”. En estos tiempos la banda da unos setenta conciertos al año, una cifra respetable pero lejana a la de otras formaciones. El músico explica que sus vidas han cambiado y que tampoco quieren pasar más tiempo alejados de sus hogares y sus familias. En Pittsburgh lleva una vida tranquila a la que achaca que la banda siga viva y funcionando. “Creo que la distancia es una de las razones que nos mantiene juntos después de tantos años. Cuando nos juntamos lo disfrutamos más, es una manera de vernos”.

Esta noche Slim Cessna, Munly y el resto de los músicos volverán a subirse al escenario, volverán a montar su espectáculo, su mezcla de rutina y locura, volverán a sorprender al público. “En el mundo que vivimos lo mejor que podemos hacer por la gente es ofrecerles un rato en el que puedan olvidar sus problemas y pasarlo bien. La vida es dura e intentamos crear un divertimento. Es nuestra respuesta a toda esta mierda”, explica Cessna. La vida de estos músicos no es sencilla y nadie regala nada, pero tienen claro que aman lo que hacen, aunque a veces sea duro y pasen horas encerrados en un coche. “Merece la pena, es la vida que nos gusta. Es lo que somos y lo que hacemos. No hay otra”.

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