“Dummy» (1994), de Portishead

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OPERACIÓN RESCATE

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“Un disco cargado de enigma y de suspense”

 

En pleno auge del sonido Bristol, Portishead supo desbancarse del resto de las bandas del género. Lo lograron con “Dummy”, un debut cargado de suspense que sentó las bases de su arrollador estilo. Lo analiza Sara Morales.

 

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Portishead
Dummy
GO BEAT, 1994

 

Texto: SARA MORALES.

 

Puede que Massive Atack llegaran primero. O que el rollazo estético de Tricky —sin menospreciar su valía— le haya elevado a la categoría de semidiós del género. Pero lo que Portishead lograron hacer con el conocido sonido Bristol a mediados de los noventa merece mención aparte.

No descubrieron nada nuevo, es cierto. El estilo por el que apostó el trío británico desde sus inicios en 1991 andaba asentándose en el espectro musical de aquella década en la que, al volcán grunge, había comenzado a brotarle este gran competidor, el trip hop. Las bases electrónicas erosionadas con porciones de un experimentalismo hasta el momento insólito, gracias al acercamiento del soul, el jazz y, en ocasiones el funk, a la técnica eléctrica y al fantasma ambiental de sintetizadores, fue su sólida apuesta. Como ellos, muchos en su ciudad; de ahí que Bristol haya pasado a los anales del rock como la cuna de este sonido o que este incluso sea conocido con el nombre de la ciudad.

«Dummy» fue, en 1994, la primera zancada discográfica del proyecto de Geoff Barrow y Beth Gibbons llamado Portishead. Una carta de presentación que comenzó firmada como dúo pero que, tras el esfuerzo y la aportación fundamental del multiinstrumentista y productor Adrian Utley en este debut, terminó convirtiéndose en un monstruoso, envolvente e hipnótico animal de tres patas.
La visceralidad de Beth al micrófono y los demoledores paisajes sonoros que se dibujan a base de instrumentos en vivo y maquinitas electrónicas son esa marca de nacimiento de la banda que queda zanjada en temas como ‘Sour times’. Seductora y arrolladora, asienta no solo las bases sobre las que iba a caminar el grupo en los años sucesivos, sino también las claves de lo que diferencia su propuesta de la de sus compañeros de escena.

 

 

Engrandecimiento del trip hop

Digamos que el trip hop adquiere con ellos una dimensión global en la que no hay miedo a introducir en mitad de ese desasosiego noise algún deje rock, pop, jazz o incluso dance. Dejando a un lado los prejuicios y el ostracismo del rigor estilístico, Portishead engrandecen el género aportándole elementos de otros universos musicales que aumentan su sofisticación y detallismo. Escuchar en este ‘Sour times’ la guitarra de Adrian destilando cierto poso surfero, entre los afilados platos y agujas de Barrow, nos invita a abrir los ojos hacia un nuevo cosmos musical donde todo es posible, pero nada aleatorio. Y aunque los samples juegan un papel relevante —en este caso concreto, todo parte de un fragmento de la partitura de Lalo Schifrin para el tema ‘Danube incident’—, la originalidad de crear encima de la propia creación, si sale bien, es un plus añadido que se apunta el arte. Y Portishead saben hacerlo, convirtiéndolo en propio y convirtiéndolo en nuestro.

 

 

Que ‘Numb’, esa composición downtempo aparentemente desordenada y caótica, se salde como uno de los bálsamos insignia del grupo ya dice bastante. O que la jazzera ‘Glory Box’, con una intensidad vocal abrumadora entre la sensualidad, el misterio y la languidez, haya sido elegida como parte de la banda sonora de varias películas o spots televisivos, no es más que la confirmación de que la mágica aleación de costumbrismo y posmodernidad de la que gozan es un acierto.

 

 

Un trabajo pensado para la subjetividad, donde el oyente es dueño de aportar en cada momento el valor que debe tener. Que el mismo tema puede sonarte anestésico un día, y apabullante al siguiente. Y que así es como ha sido comprendido popularmente, avalado por las 150.000 copias vendidas y el Mercury Music Prize al ‘Mejor disco británico’ en 1995.

Un disco cargado de enigma y de suspense, ataviado en numerosas ocasiones por unas visuales en directo, o videoclips, arraigados en el film noir y los clubs de gansters con un ambiente tan revitalizante como irrespirable. De hecho, ahí radica el verdadero origen de Portishead, en un corto que crearon ellos mismos antes de lanzar este disco llamado «To kill a dead man», enraizado en el género policíaco y cuyos fotogramas sirvieron para vestir el artwork del mismo. Un breakbeat bien de humo y de cafeína.

Anterior entrega de Operación rescate: “Truth” (1968), de The Jeff Beck Group.

 

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