Don’t look back, de Hurry

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DISCOS

«Power pop sin ambages, ese que con guitarras, voz y coros encuentra el mapa de la canción perfecta»

 

Hurry
Don’t look back
LAME-O RECORDS, 2023

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Matthew Scotoline es uno de esos músicos honestos y desconocidos que cuenta con enormes canciones, pero a los que cuesta llegar al gran público, incluso le cuesta llegar al público más afín a su sonido. Opera desde Filadelfia, donde en el año 2010 publicó un primer elepé de su grupo Everyone Everywhere y, un par de años más tarde, empezó a llevar adelante una banda paralela, Hurry, que fundó para dar salida a sus composiciones pop caseras y que, a la postre, ha sido más prolífica que el grupo nodriza.

A lo que se dedica Hurry es a un power pop sin ambages, ese que con guitarras, voz y coros encuentra el mapa de la canción perfecta, que no despliega nada especial, pero que deja obras de artesanía sonora bellísimas. Obras que rebosan sinceridad y que están alejadas de cualquier interés monetario. Simplemente se escriben y se tocan para vaciar los sentimientos.

En el caso del disco que comentamos, ahí están “Don’t have to try” con todos los parámetros del género: el protagonismo de las guitarras, que preparan la canción en veinte segundos, hasta que entra la batería, se añaden los coros y todo discurre diseñado con escuadra y cartabón. De la misma textura es “Like I love you”, que mira al pop de guitarras de The Raspberries o Badfinger, y pasa por las destrezas del estilo en los noventa —Teenage Fan Club o Gigolo Aunts—, para encontrar la melodía perfecta.

En todo caso, la que merece un puesto destacado —aunque todas están a un nivel superior— es “Beggin’ for you”, una de las millones de canciones que tratan de cómo se echa de menos a la chica que has soñado y tenido, aunque en este caso se encuentran ahí más influencias, como si The Byrds y los Beach Boys hubiesen colaborado. Una de las mejores canciones del año, aun antes de que este se acabe. “Around my heart” también es cercana al folk rock suave y recuerda a cientos de cosas, todas encantadoras, a la esencia del género que asumen, que es crear dulzura con electricidad, una dulzura que llega a su culminación en la bellísima “No patiente”. Y, dentro de este ámbito, “Little brain” se decanta por lo acústico, casi como una canción de campamento, que al final —es la de mayor minutaje— se vuelve obsesiva.

Pero es que el resto no desmerece. En todo caso, este sector más intimista se ve contrapesado por un grupo de canciones pizpiretas y alegres. En “Something more”, el juego entre unas guitarras y unas voces tan perfectas como un universo —ambas— hace que se persigan, se aceleren y frenen, brillen. “Parallel hauting” añade vientos, lo que la dota de más prestancia, combinados con solos de guitarra punzantes en los puentes. La melodía, como siempre, impecable.

Para cerrar —las canciones son diez, escaso bagaje—, utilizan “The punchline”, una explosión de fuegos artificiales, que deja en el ánimo la agradable satisfacción de una gran feria. Es música para paseos, institutos, meriendas en el jardín y cualquier ocasión en la que necesitemos una biblioteca de sonidos para sentirnos bien. Pero no es una feria del pasado, observen el título: no hay que mirar atrás, porque Hurry es una banda actual y muy actual, sin nostalgia.

Anterior crítica de discos: Cut worms, de Cut Worms.

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