Diez canciones para reivindicar a Kraftwerk

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En la marcha de Florian Schneider, cofundador del grupo de música electrónica Kraftwerk, Xavier Valiño rastrea la discografía del grupo alemán para hilar su historia a través de diez de sus mejores canciones.

 

Selección y texto: XAVIER VALIÑO.
Foto: PETER BOETTCHER.

 

Por difícil que parezca de asimilar para algunos, hay quien cree y defiende que Kraftwerk ha sido más importante y más influyente en el mundo de la música que The Beatles. Se comparta o no tal afirmación, lo que está claro es que pocos podían haber predicho la relevancia que adquiriría cuando el grupo intentaba encontrar su voz artística en el vacío de la cultura pop de la Alemania de posguerra. A partir de un lienzo completamente en blanco, Kraftwerk creó música electrónica emotiva que fusionaba el avant garde con el pop comercial, un sonido industrial de atractivo global que predecía cómo sería el mundo en la era digital. Hoy recordamos algunas de sus canciones más significativas para homenajear al recién desaparecido Florian Schneider.

 

1. “Ruck zuck” (Kraftwerk, 1970)

Kraftwerk surgió cuando Ralf Hütter conoció a Florian Schneider en un curso de música improvisada en el Conservatorio de Dusseldorf en 1968. Su primera formación incluía al guitarrista Michael Rother, que pasó a formar parte de Neu!, y al baterista Klaus Dinger. Can era el grupo con el que tenían más en común en aquel momento. Ambas formaciones dieron su primer concierto en común en un club de Soest (Alemania) en 1970 antes incluso de que Kraftwerk hubiera editado su primer disco. Por suerte, ahí estaban las cámaras del programa de televisión Rockpalast para dejar testimonio. Con la formación de Schneider a la flauta, Hütter al órgano Hammond y Dinger a la batería, es poco representativo de lo que sería el grupo, pero sí toda una rareza y una muestra perfecta de la búsqueda en la que se hallaban inmersos entonces.

2. “Autobahn” (Autobahn, 1974)

Tras su debut, Hütter y Schneider grabarían como dúo sus dos siguientes álbumes, Kraftwerk 2 y Ralf und Florian, todavía construyendo un sonido que cristalizaría en su cuarto disco. Autobahn (Autopista), que incluía voces por primera vez en sus canciones, se abría con un corte homónimo de 23 minutos en homenaje a la primera autovía europea inaugurada en 1932 que unía las ciudades de Colonia y Bonn. En él se buscaba precisamente capturar las sensaciones que se tienen al conducir por las autopistas: el viaje a través del paisaje, el vértigo de la alta velocidad, la radio sintonizada en el dial y la monotonía de una travesía prolongada. La canción se abre con el sonido de un motor que se enciende y el bip-bip de una bocina. Inmediatamente, la potencia y el peligro de vehículos que circulan a gran velocidad impactan al oyente, convirtiéndose en una experiencia sensorial. “Autobahn” es también un viaje sin fin simbólico: el motor que se pone en marcha al inicio no se silencia en ningún momento. Esta fue la canción (en su versión reducida en single de 3:30 minutos) y el álbum en el que cristalizaron al fin su sonido y el que los dio a conocer internacionalmente.

3. “Radioactivity” (Radioactivity, 1975)

Cuando el grupo editó su quinto disco, el movimiento antinuclear estaba en todo su apogeo. No obstante, su título y el de la canción homónima que se editó como single no se refería exclusivamente a ese tipo de energía, sino también, en un claro juego de palabras, a la actividad de escuchar canciones en la radio. Por primera vez, el grupo no usó flautas, violines o guitarras en su música y, en cambio, hicieron un uso extensivo del vocoder y de la percusión electrónica creada a medida. Fue el primer disco autoproducido por Schneider y Hütter en su estudio Kling Klang, y el primero en ser interpretado por la formación «clásica» de Schneider, Hütter, Karl Bartos y Wolfgang Flür. Como varios de sus discos, contó con dos ediciones, una con letras en inglés y otra en alemán.

4. “Trans Europe Express” (Trans Europe Express, 1977)

Curiosamente, en el año de explosión del punk, el grupo se presentaba en la portada de su sexto disco con una pose estudiada y pulcra en blanco y negro, que parecía más deudora del Hollywood clásico que de otra cosa. La nota musical que adornaba la solapa del traje de Florian Schneider bien podría ser el único elemento que los distinguiera de, por ejemplo, contables bancarios en una cena de empresa. El tema central del disco se constituía en un claro homenaje al servicio ferroviario del viejo continente y a Europa en su conjunto. En el álbum, el grupo continuaba perfilando su sonido electrónico y melódico compuesto a partir de ritmos secuenciados, melodías minimalistas y voces manipuladas, con una percusión más acentuada que lo convertiría en una pieza fundamental en el nacimiento de la cultura de los DJs, del techno de Detroit o del hip hop (tal y como descubrieron en su primera visita a Nueva York al comprobar cómo Grandmaster Flash pinchaba este disco una y otra vez).

5. “Neon lights” (The Man Machine, 1978)

La conexión de Kraftwerk con las vanguardias artísticas (el dadaísmo, el movimiento Bauhaus y, sobre todo, el constructivismo ruso) iba dejando pistas en su producción y acabó por mostrarse con rotundidad desde la portada de su siguiente álbum, The Man Machine, refrendando la idea de que el futuro sería construido por ingenieros y científicos, lo que nos llevaría a vivir en la utopía. Más cercano al sonido y al estilo que definiría el electro pop y la nueva ola, algunas de sus canciones exploraban los vínculos entre los seres humanos y la tecnología (como la que le daba título o “The robots”), mientras que otras celebraban el glamour de la vida urbana (“Metropolis” o la melancólica “Neon lights”).

6. “The robots” (The Man Machine, 1978)

Había también en ese séptimo disco un elemento sexual insoslayable al crear esa ambigüedad con los robots que aparecían en la portada, que ocupaban su lugar en sus imágenes de promoción y que daban título a su single más exitoso, ambigüedad con la que debieron jugar intencionadamente y disfrutar calladamente. Aunque luego se convertiría en un truco esperado, en su momento fue de lo más innovador: el grupo dejaba que, en directo, la interpretación de esta canción la hicieran unos maniquíes. Como había que transportarlos de un concierto a otro, la consecuencia lógica fue que los mánagers debían hacerse cargo de ellos en las giras, acompañándolos y reservando asientos extra para ellos en los aviones. A partir de 1990, los maniquíes se convirtieron en robots controlados a distancia.

7. “Computer world” (Computer world, 1981)

Aunque surgieron en la época de las largas melenas y los conciertos de estadio plenos de testosterona, la elegancia industrial de Kraftwerk, con el pelo corto, trajes a medida, voces maquinales e instrumentos electrónicos que creaban y manejaban a su antojo, resultó en aquellos años provocadoramente radical. Tal vez su mayor osadía fue Computer world, lanzado en una época en la que nadie había oído hablar de ordenadores personales, mucho antes de que se pudiese pensar en teléfonos móviles y con unos textos que anticipaban el lenguaje cortante de los mensajes de texto. Había algo en ello de profecía, sin saber a ciencia cierta qué es lo que estaban adelantando, pero no cabe duda de que algo había cuando dejaban entrever que las computadoras pronto nos conectarían con el mundo, que percibiríamos todo a través de una pantalla con brillo fantasmal y que estaríamos acompañados casi en todo momento por una banda sonora de ruido de fondo generado por máquinas.

8. “Numbers” (Computer world, 1981)

Precursores en entender el potencial de los instrumentos electrónicos y en combinarlos con el trabajo en el estudio para crear melodías indelebles de la música popular, todo lo que ha venido detrás no deja de ser una evolución de lo que ellos hicieron. Considerado también un precursor en lo suyo, Afrika Bambaataa fusionó ritmos y melodías de “Trans Europe Express” y canciones como “Numbers” en éxitos como “Planet rock”, de forma tan palmaria que no le quedó más remedio que acabar reconociéndolo y cediendo la coautoría de sus canciones a Kraftwerk. No fue el único, por supuesto, y así fue como Kraftwerk se convirtió en el grupo de blancos más influyentes en la historia de la música de baile, devolviendo al menos una parte de la deuda que la música rock blanca había contraído con los sonidos afroamericanos.

9. “Musique non stop” (Electric café, 1986)

A partir de 1981, y a pesar de que solo editarían dos discos más construidos sobre un sonido ya patentado y trabajado previamente, la leyenda de Kraftwerk no deja de crecer, espoleados por su reticencia al culto a su personalidad al considerarse meros trabajadores de la industria del sonido. Rechazan todas las ofertas de las grandes estrellas, incluyendo a Michael Jackson, y, cuanto más crece su reputación, más se alejan del ojo público. Su silencio mediático solo alimentaba más el aura mística que los rodeaba. Por eso la aparición de Electric Café en 1986 fue considerada como un acontecimiento, más por lo que representaba que por la música que incluía, entre la que se encontraba el single “Musique non stop”.

10.“Tour de France” (Tour de France soundtracks, 2003)

Para poder disponer de tiempo para hacer ciclismo durante el día, una de las grandes pasiones de Hütter y Schneider, el grupo solía grabar puntualmente por la noche en su legendario estudio de Dusseldorf Kling Klang, como obreros de una fábrica de producción con estrictos horarios de fichaje. A esa pasión le dedicaron buena parte de su vida y, también, su último disco, nada menos que el tema central y una banda sonora para la carrera ciclista más importante del mundo, el Tour de Francia. Era el perfecto colofón para su trayectoria, resumiendo en sus nuevos haikus electrónicos sus temas recurrentes: los viajes, el movimiento la comunicación y la armoniosa coexistencia del hombre, las máquinas, la naturaleza y la tecnología.

Bonus track: “Sex object” (en español)

Una de las rarezas del grupo es la edición española del álbum Electric café, que contaba con dos de las canciones con textos en castellano, en concreto “Techno Pop” y “Sex object” (a veces erróneamente titulada “Objeto sexual”). Aparecido en 1987, el álbum fue retirado poco después debido a un error de fabricación por una merma completa del sonido durante varios segundos en el último corte, y nunca se ha vuelto a publicar. No es su mejor momento, pero no deja de tener gracia oír esa interpretación marcial y germana de versos que no tienen que ver mucho por lo que se les recordará: «No quiero ser objeto sexual / Tienes trucos, son casi perfectos / Me calientas, después te vas».

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