Derby Motoreta’s Burrito Kachimba: «Una banda es como tener una tribu en medio de la selva»

Autor:

«Tener una banda de rock es pelearte para darte luego un abrazo, reírte y enfadarte»

 

Tras su impactante y celebrado debut, los sevillanos Derby Motoreta’s Burrito Kachimba se lanzan con un segundo elepé titulado Hilo negro, cuyo contenido y contexto desgranan en esta entrevista con Carlos H. Vázquez.

 

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: ALBERTO VAN STOKKUM.

 

En calle chunga hay que tirar de cheira. «Dios miraba siempre pa’ otro lao en este lugar», canta Dandy Piranha en “Porselana teeth”. Los Derby Motoreta’s Burrito Kachimba pasan la prueba del coche si suenan en un R-12.

Era esperada, sin duda, la segunda entrega de los Derby Motoreta’s Burrito Kachimba. El primer elepé, de título homónimo y publicado por El Segell en 2019, fue una revelación que nació del sur, donde poco se mira pero mucho se saca. Y ahora, con Hilo negro (El Segell, 2021), se confirma que esta banda era necesaria para un panorama sin luces de aurora. Habla Gringo (guitarra) por sus compañeros desde su casa, echándose un cigarrillo de liar y apretándose una fresquita cuando el café, como un buen hombre de las praderas. Ni tan mal.

 

¿Cómo distinguimos lo que es música de lo que no?
¡Vaya pregunta, tío! Yo qué sé… Primeramente, lo podemos separar en dos partes. A nivel intelectual, tenemos que hablar de lo que es música: si está creada con una conciencia de música, si cumple las reglas de la música, de las armonías… Pero creo que al final el arte no es tan intelectual. Tú no necesitas comprender que ese artista está intentando transmitir una cosa en concreto; el arte se resume en lo que esa obra artística te está produciendo. A partir de ahí comienza el diálogo con la obra. Entonces, la música para mí es cuando se produce ese diálogo, aunque esté en medio del bosque y de repente haya dos pajarillos cantando en un árbol. Eso es música. Por eso te he hablado de la separación entre lo intelectual y la verdadera realidad, que no es la paja mental en la que vivimos los seres humanos, que nos creemos los dueños del universo.

 

Dime una canción con la que hayas tenido un diálogo.
Una canción que se me viene rápido a la cabeza es el “Shine on your crazy diamond” de Pink Floyd, por ejemplo. Con ese tema tengo hasta recuerdos de mi infancia que me han llegado a través de esa comunicación con lo invisible, con esa obra.

 

¿Para qué sirve una banda de rock and roll?
Sirve para pasártelo muy bien [risas]. Son muchas horas de curro, pero lo que nos reímos, tío… Tuvimos una semana entera de «promo» toda la banda, viviendo juntos en un mismo piso, y nos dolía la mandíbula de reírnos. Tener una banda de rock es pelearte para darte luego un abrazo, reírte y enfadarte. Lo comparo con tener una relación sentimental, lo que pasa es que al final, cuando te peleas, no terminas follando, sino que tienes una catarsis. Una banda es como tener una tribu en medio de la selva.

 

Cada uno de vosotros ha estado en bandas diferentes. ¿Sois polígamos?
El mundo de la música es poliamoroso a tope. La monogamia en el mundo de la música no existe. Nosotros ahora mismo tocamos en una banda en la que componemos nuestras canciones y salimos a girar con ellas. Pero también hemos estado en proyectos en los que simplemente actuábamos los fines de semana en un bar o en un chiringuito para tocar la canción del momento. Por eso la música no es monogámica; conoces a otra banda, os caéis bien, quedáis un día en el local y tocáis.

 

Recuerdo Gong, en Sevilla, tiempo antes de Triana. En cada concierto, un nuevo miembro.
En lo que es el entorno musical, somos un pueblo. Todos lo que estamos aquí, en Sevilla, nos conocemos, aunque sea de vista, y en la mayoría de los casos nos hemos tomado una cerveza juntos o hemos coincidido en otros proyectos. Entonces, cuando de repente surgen bandas como la nuestra o como las que estabas citando, en las espaldas ya hay una confianza, una energía que fluye de manera diferente.

 

Antes de Hilo negro, vuestro nuevo disco, ha habido singles, adelantos y otros trabajos, como Nana del viejo mundo, con sendas versiones de “Nana del caballo grande” y “Viejo mundo”, ambas de Camarón. De hecho, en “Viejo mundo” canta Rocío Márquez.
Con ella el trabajo fue diferente. Primero, que no fuera Rocío Márquez con una banda y que hiciera lo que habitualmente hace. La ecuación era un cincuenta por ciento Motoreta y un cincuenta por ciento Rocío. Desde el inicio empezamos a mantener conversaciones, quedábamos varias veces, planteábamos ideas, jugábamos con los tiempos a ver cómo podíamos adaptar aquello a un tiempo más binario… El final del tema, que es una debla, fue una idea que puso Rocío encima de la mesa. Teníamos una parte instrumental que se descartó, porque no cabía en la cara del disco de siete pulgadas, y de repente Rocío propuso la idea de la debla y nos dijo que era un cante flamenco muy antiguo y monotonal. Cuando estábamos grabando la canción hizo dos tomas, y se quedó la primera. Yo estaba allí con los vellos de punta.

 

Para hacer rock andaluz, ¿hay que conocer el flamenco?
No lo sé. Nosotros no consideramos que hagamos rock andaluz. Si hablamos de Triana, Tele [Juan José Palacios Orihuela], su batera, dominaba varios palos de flamenco con la batería. Nosotros chapurreamos un poco de aquí y un poco de allá, pero aunque nos flipe el rock andaluz y todo lo que pasó en esa época, desde el inicio no pretendemos continuar esa senda. Nosotros nos juntábamos en el local, al principio, los miércoles por la tarde, que era cuando podíamos, porque estábamos con veinte proyectos a la vez. Quedábamos, soltábamos nuestras ideas… Y cuando empezaron a cohesionarse fue cuando nos dimos cuenta de lo que estábamos haciendo. Pero en ningún momento pretendimos hacer rock andaluz. La pretensión real que sí teníamos de inicio era hacer música del momento. Es decir, hacer lo mismo que hacía Triana en su momento, que era la música de su época, la que les tocaba o la que ellos consideraban que se tocaba. No estaban tributando, sino que estaban haciendo la música que ellos entendían que tenían que hacer, la música moderna de su momento.

 

Silvio [Fernández Melgarejo] le dijo a Jesús Quintero que había que tener rock hasta para llevar un paso.
Silvio es un maestro, el rockero por excelencia. Ahí Silvio hablaba un poco de vacilar. Cuando nosotros vamos a tomar una cerveza a la Alameda, decimos: «Vamos a vacilar a la Alameda». Pero en esa manera de vacilar tú no estás esperando que alguien te mire para pegarte con esa persona, sino que tú vas a tu rollo. Tú eres Mick Jagger y tu colega es Keith Richards y vais los dos de puta madre. Eso es a lo que se refiere Silvio, a que esa actitud rockera la necesitas hasta para que un paso tenga clase, la elegancia dentro del rock.

 

¿Silvio era «kinkidélico»?
¡Hombre! Silvio es todo. ¿Qué no es y será Silvio? Vendrán cosas nuevas que Silvio ya era.

 

¿Le habéis puesto mote a Kiko Veneno?
¡Qué va, tío! Lo llamamos a veces «El maestro» [risas]. Nos gusta ese momento de respeto de alumno y maestro que además viene con su pelo blanco. Kiko es increíble. Cuando está con nosotros, el tío parece que tiene nuestra edad. Cuando estábamos en Galicia haciendo el tema [“Alas del mar”], terminamos en el estudio, fuimos a comer y después al hotel, y en el camino del restaurante al hotel, yo me quedé un poquito atrás y vi a Kiko con el resto de la banda. Me dio como una epifanía, me retrotraía en el tiempo, como ver a Smash con Silvio, Kiko y Rafaelillo por ahí. Kiko, cuando está con nosotros, es uno más; te «jartas» a reír con él. Tiene cosas que son muy suyas. La última vez que nos vimos nos estaba hablando de las papas gallegas, que están muy ricas, y que había comprado un saco de veinte kilos [risas].

 

«La monogamia en el mundo de la música no existe»

 

Tenéis en Hilo negro el tema “Porselana teeth”. ¿El corte más «kinkidélico»?
Sí. De todas las canciones que tenemos es la letra «más en la tierra» que hay; presenta a unos personajes a los que les suceden cosas y dice que son unos desgraciados, pero no es culpa de ellos en realidad, sino que tienen que robar porque tienen que comer. Es la más callejera básicamente por eso, pero también porque la música acompaña; tiene ese ritmito vacilón del que hablábamos antes. Habitualmente, nuestras letras son más etéreas, más poéticas, dejan la interpretación más abierta al oyente. Esta te delimita líricamente unas escenas concretas, y esas escenas reflejan un poco lo kinki, ese momento suburbial donde yo tengo dos críos y tienen que comer, y si tienen que comer voy a tener que hacer lo que sea, aunque lo que tenga que hacer no sea legal.

 

¿Cómo habéis pasado este año?
El disco iba a salir a mediados de 2020 y teníamos dos sesiones de grabación ya puestas en el mapa. La primera la teníamos en enero, en prepandemia, donde grabamos “El valle”, “Gitana” y un par de temas más. Y la segunda sesión de grabación la teníamos en abril de 2020. Las primeras semanas fueron de desconcierto, porque al principio iban a ser dos semanas y luego resultaron ser dos meses, tres meses… y hasta hoy. Cuando nos dimos cuenta de que no íbamos a tocar nada en todo el año y que el disco tampoco tenía sentido que saliera en 2020, decidimos retrasar su publicación. A partir de ahí hablamos de repensar lo que ya teníamos, darle una vuelta más de tuerca a los temas… De hecho, aparecieron temas nuevos. Paralelamente, sobre junio o julio, se puso en contacto con nosotros Daniel Monzón, que primero nos llamó para que hiciéramos una canción para la película Las leyes de la frontera y luego, a las dos semanas, nos llamó para que hiciéramos la banda sonora. Desde verano hasta final de año hemos estado a tope componiendo, grabando el disco y la banda sonora.

 

¿Es posible que Hilo negro, sin pandemia de por medio y con todo lo que ha conllevado, hubiera sido diferente?
Yo creo que muy diferente. Nosotros nos juntamos en enero de 2020, después del parón de Navidad. Creo que fue el 3 de enero de 2020, y nos sentamos con el calendario, que lo teníamos completamente planificado. En enero había cerca de setenta bolos ya cerrados, y entre esos setenta bolos teníamos que encajar la grabación de un disco, con todo lo que eso lleva: prepararlo, ensayar, grabar, mezclarlo, producirlo… Nos hemos dado el placer de estar un mes y medio mezclando y produciendo, pero habría sucedido de una manera completamente diferente sin el parón de la pandemia. Hilo negro es hijo de la pandemia. También nos hemos permitido el lujo de descartar un tema. Nosotros grabamos once tracks, que fue lo que teníamos pensado, y cuando empezamos a poner uno detrás de otro nos dimos cuenta de que si quitábamos esa pieza nos quedaba todo más redondo.

 

¿Cuánto tiempo tiene la canción más antigua del disco, más o menos?
La canción más antigua terminada es “Gitana”, porque al final de la gira anterior ya la empezamos a tocar en directo; la teníamos hecha y nos comía. Pero el tema que se empezó a componer más temprano fue la parte dos de “Somnium igni”. El concepto de ese tema ya estaba en el primer disco, pero no pudo entrar porque la segunda parte no estaba terminada. Entonces tomamos la determinación de simplemente poner la primera parte en el primer disco y darnos el tiempo necesario para acabar la segunda parte, y meterla en el segundo.

 

¿“Gitana” estaba pensada para abrir el disco? Es una canción que funcionaría perfectamente para empezar, pero resulta que está en la mitad, haciendo de bisagra y vertebrando Hilo negro.
SÍ, podría haber abierto el disco. Nosotros tampoco funcionamos con discos conceptuales. Vamos haciendo canciones, las grabamos y, una vez que tenemos los elementos, los ponemos en un sitio donde todo empieza a tener sentido. “Gitana” es el tema central de Hilo negro. Por eso también se llama el disco Hilo negro, porque se menciona en el último verso de la canción, que es la primera que verdaderamente teníamos terminada y la que nos enseñó la senda, que la banda seguía y tenía muchas cosas que decir. Está justo en el centro del disco porque vertebra y conecta los dos mundos que hay en la primera y en la segunda parte.

 

¿Cómo se llama esa canción que se ha quedado fuera?
No tiene título. Tiene el típico que le ponemos nosotros para entendernos, que en este caso es “Cierra”.

 

Igual que hay una “Nana del viejo mundo”, ¿por qué no una “Nana del fin del mundo”?
Hombre, yo espero que no. Básicamente porque, hostia, dentro de todo lo horrible y todo lo asqueroso que puede llegar a ser el mundo, nosotros al final, como decían los Smash, somos hombres de las praderas, y queremos creer que en el fondo todos somos hombres y mujeres de las praderas y que nos brillan los ojos. Si estás haciendo el «hijoputa» es porque tienes algo ahí que no te está haciendo ver la realidad, y la realidad es que somos todos hombres de las praderas y que vamos en taparrabos. Esperemos no tener que hacer una “Nana del fin del mundo”. El mundo se acabará y el sol se apagará, pero que no sea por culpa nuestra.

Artículos relacionados