Daño físico, de Monteperdido

Autor:

DISCOS

«Atinan a poner palabras, sonidos y ruido a los extremos del comportamiento individual y colectivo»

 

Monteperdido
Daño físico
SONIDO MUCHACHO, 2023

 

 

Texto: SARA MORALES.

 

Este segundo asalto en largo del quinteto madrileño nació en plena ola de calor, en aquella que azotó al pasado mes de junio mientras el curso se despedía a trompicones y el verano asomaba la patita más amenazante que nunca. Se nota el desvarío, se perciben las noches sin dormir, el insomnio enredado en grados centígrados y en desalientos emocionales a toda combustión. De ahí la fuerza bruta de sus guitarras, la pasión colérica de su sección rítmica con la urgencia del que quiere salir corriendo y, por lo menos mentalmente, lo consigue, aunque luego choque de frente contra la pared en la oscuridad de la habitación, de la cabeza y del alma, casi siempre rota. Se nota, de manera explícita, en letras como “Pasión” y “Marca 52”. Se percibe también en arranques de cuerdas ansiosas que explotan entre sí y se distorsionan perfectas para confeccionar pasajes como “Todo mi amor” o la propia “Daño físico”, que atormentan, a la vez que sanan.

Porque de decepciones, de frustración y desencantos va este Daño físico, el álbum con el que Monteperdido se consagra como una de las bandas más a tener en cuenta de los últimos tiempos. El repertorio con el que, por medio de nueve fuegos abiertos, atinan a poner palabras, sonidos y ruido a los extremos del comportamiento individual y colectivo. Y no lo hacen todo el tiempo con los nervios de punta, desfasados de una rabia que engancha porque es humana y compartida, sino que también aciertan lanzando puñales desde la suavidad y una aparente —solo aparente— delicadeza. La voz de Bego lo clava en temas como “Nunca nunca” que, muy dulce ella, canta: «Siempre estoy hablando de hostias, pero ahora quiero hablarte de amor. Ha llegado el día en el que voy a revelar cada detalle de mi obsesión». O en la pegadiza “Vas a petar”, con ese agotamiento a cuestas que supone cada remontada anímica: «Toma pastillas para llevarlo un poco más guay», dice. Estamos todos hechos una mierda, conclusión. Y, lo peor, es que ya hemos perdido la cuenta de si es a consecuencia de lo vivido con la pandemia y el confinamiento, a consecuencia del abuso de la tecnología que nos encamina al abismo de una soledad aterradora o a consecuencia de que hemos perdido habilidades en nuestra forma de estar en el mundo y con los demás. Sea como sea, el panorama es desalentador y ellos lo han descrito como mejor saben: llevándose las caídas a su terreno hardcore con punteos punk (y a veces también post punk); de ahí la furia que se desata por momentos, eso sí, con una sonrisa, una enorme y sarcástica sonrisa pop (a veces también power pop). Por eso, tampoco evitan invitar al escapismo en “No estoy bien”, aunque, también por eso, concluyen de un modo frenético con “RIP”. No podía haber mejor final para esta metralleta de verdades.

Plantear los daños, físicos y morales, no solo de una generación, la suya, sino de una humanidad entera herida de muerte, no debe ser tarea fácil. Y mucho menos hacerlo con esta gracia que hasta incita a bailar, a poguear, más bien; porque males de muchos, canciones de todos, y Monteperdido lo han logrado tremendamente adictivos.

Anterior crítica de discos: New York City, de The Men.

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