Dame más gasolina. Un recorrido por la música de gasolinera, de Oro Jondo

Autor:

LIBROS

«Para mal o para bien, es la música que educó a varias generaciones»

 

Oro Jondo
Dame más gasolina. Un recorrido por la música de gasolinera
LIBROS CÚPULA, 2021

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Todos los que tenemos cierta edad sabemos distinguir perfectamente la música de gasolinera cuando suena. Quizás no sepamos definir su estética, porque no es ni siquiera un género, pero la sabemos reconocer al instante, aunque sea más actual y no la hayamos visto ni por asomo en esos expositores que captaban tu mirada, cuando niño, desde que entrabas en una estación de servicio. Las más modestas, con uno solo, que seguramente tenía éxitos de un lustro atrás; las que estaban en vías principales, con varios. Lo que sí es cierto es que estaba asociada al viaje y a las vacaciones, esos largos trayectos hacia la meseta o hacia Despeñaperros, cada uno tomaba la dirección de su pueblo, no se entendían sin el repaso a esos armazones multicolores que tanto tenían artistas de hacía veinte años para el conductor, como los éxitos del momento para su prole. Es evidente que ahí estaba la verdadera música del pueblo, la que nunca aparecía en las listas de éxito, la que todo el mundo tenía en casa.

El diseñador gráfico Juan Sánchez Porta, con su proyecto artístico Oro Viejo, inspirado en iconos de la cultura popular, ha dedicado un volumen a los más destacados rostros de los expositores, con un conjunto de collages que los enfrenta a un mundo rancio, pero conscientemente recargado, lleno a la vez de color y de electricidad. Es un libro muy gráfico, dividido por géneros y épocas, pero a la vez una enciclopedia de lo que ha sido nuestra música. Si alguien quiere conocer la historia del pop español puede hacerlo con infinidad de volúmenes que tratan sobre el beat, la música progresiva, La Movida o el indie; pero si le falta una obra sobre música de gasolinera, su biblioteca estará incompleta.

Así pues, abrimos las páginas y llegamos a estaciones de servicio de los sesenta, llenas de copla y flamenco, a las que poco a poco se va uniendo la rumba y los éxitos melódicos del momento. Y poco a poco, a la par de lo que iba apareciendo en las listas de éxitos, los expositores se convertían en un inmenso batiburrillo en el que coincidían Manolo Escobar con olvidados como Luis Lucena, Camilo Sesto con Peret hasta llegar a quizás los últimos momentos en los que tuvo algún sentido exponer música en gasolineras, la tecno rumba, con Camela a la cabeza. Pero es que el libro continúa hasta nuestros días, cuando la música de gasolinera pervive sin que exista ya la razón de su nombre, pero sí la conciencia de que viven sin el apoyo de los medios ni la aceptación de la crítica.

¿Qué podríamos encontrar hoy? Pues trap, reguetón y un montón de cantantes y grupos. Sinceramente, desconocía la existencia de la Húngara o Haze, por ejemplo, que son adorados por una amplia minoría. El autor los va encajando, estableciendo influencias y derivaciones, con una perspicacia musical elevada y que logra reconfortarme sobremanera. Y me reconforta porque el espíritu del género sigue ahí, porque una cosa sigue siendo la industria musical oficial cuyas campañas llegan al consumidor, y otra, muy diferente, lo que la gente escucha. No viene a ser lo mismo. Y habrá que escucharlo.

Porque una de las virtudes del volumen es que se ve acompañado de códigos QR que recogen vídeos sobre cada artista referenciado: viejas actuaciones, imágenes curiosas y desconocidas. En definitiva, lo que hace a este género alegre y vital. Como alegre es el estilo del libro. Desgarbado a veces, es cierto. No ha llamado Dios a Juan Sánchez por el camino del registro culto y académico, y el lenguaje coloquial; los tacos o las llamadas al lector abundan, pero precisamente por eso se ajusta como un guante al contenido. Además, parece ser un género que vive actualmente en podcast, porque expone citas de media docena de ellos que dedican sus emisiones a este mundo. Habrá que escucharlos también, que la curiosidad no falte nunca.

Desde luego, es un género menospreciado y objeto de hilarantes bromas, obviado o denostado por el gremio musical y asociado a los autos de choque y a lo peor de la adolescencia. Y en parte con razón. Deshechos de los grandes artistas, cuando no covers ramplones, eran su sustento. Pero cabe pensar un par de cosas. Para mal o para bien, es la música que educó a varias generaciones y que contaba con artistas de tronío en aquellos casetes que en su mayoría eran versiones. Asfalto llevaron adelante las canciones de los Beatles y Manolo García todo lo que se le echara a la espalda a finales de los setenta. Y ambos son palabras mayores.

Anterior crítica de libros: Trigo limpio, de Juan Manuel Gil.

Artículos relacionados