Cracker island, de Gorillaz

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DISCOS

«Posiblemente sea este el disco más pop de todos los editados hasta hora por el ente que se presenta en formato de dibujos animados»

 

Gorillaz
Cracker island
Parlophone, 2023

 

Texto: XAVIER VALIÑO.

 

En 1995, cuando Blur estaba viviendo su momento más álgido tras Parklife, Damon Albarn trabajó por primera vez con Terry Hall (The Specials, Fun Boy Three, The Colourfield…) en una canción de este. A partir de ahí, ambos colaboraron recíprocamente en discos del otro como, por ejemplo, el álbum de Hall a medias con Mushtaq, de la banda Fundamental, publicado en 2003, en el que Albarn y Hall componían a medias “Ten eleven”. En él se podía escuchar a una niña cantante libanesa de doce años, a un rapero argelino ciego, a un flautista sirio, a vocalistas hebreos y a un grupo de gitanos polacos; un buen símil con lo que Albarn viene haciendo con Gorillaz desde 2001. De hecho, Albarn ha reconocido que Hall es su mayor influencia y que el debut de Gorillaz pretendía ser un cruce entre The Specials y Massive Attack.

Ocho discos después, Albarn sigue publicando álbumes con su capricho más querido, Gorillaz, la banda fantasma que le da la oportunidad de grabar con un montón de invitados, no limitarse a un único estilo y continuar en un relativo anonimato. Cracker island no cambia en nada el planteamiento habitual y por sus surcos aparecen, en esta ocasión, Thundercat, Tame Impala, Adeleye Omotayo, Stevie Nicks, De La Soul o Beck.

Posiblemente, sea este el disco más pop de todos los editados hasta hora por el ente que se presenta en formato de dibujos animados. Además, resulta ser de los más cohesionados desde sus inicios, sino el que más. Su interés se acrecienta con algunas de las canciones más redondas de esta aventura que pasa ya de las dos décadas. Por ejemplo: esa joya que acomete con Stevie Nicks (“Oil”), otra acertada rodaja pop como “Tarantula”, el cruce con Tame Impala en “New gold” —ambos hallan el punto intermedio justo entre las dos formaciones—, un “Skinny ape” que recuerda la melodía de “Time to pretend”, de MGMT, o la balada “Silent running” junto a Adeleye Omotayo, que parece más bien extraída de los discos en solitario de Albarn. Hall, fallecido hace unas semanas, no está, ni se le puede esperar, pero seguro que hubiera dado su aprobación.

Anterior crítica de discos: Trinchera pop, de Iván Ferreiro.

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