Coque Malla: «Vivimos continuamente despidiéndonos»

Autor:

«¿Por qué no hacer una revolución bailando? Es una idea poética y bonita»

  

Liderando su particular ¿Revolución? entre interrogantes, Coque Malla publica su sexto disco de estudio en solitario con canciones que bordean la música disco, el funk y las grandes baladas orquestales, sin renunciar a algún rap y a un poema recitado. El disco, publicado con Warner, cobrará vida en los escenarios a partir del 9 de noviembre en Salamanca (Centro de las Artes Escénicas y de la música CAEM) y que próximamente pasará por Bilbao (Teatro Arriaga, 13 de noviembre), Coruña (Teatro Colón, 21 y 22), Sevilla (Sala Custom, 30), Alicante, Valencia, Málaga o Granada, entre otras muchas ciudades. A Madrid llegará el próximo 15 de febrero, donde actuará en el WiZink Center. Antes de todo eso, Carlos H. Vázquez habla con él.

  

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: JUAN PÉREZ-FAJARDO.

 

Las horas de vuelo de un astronauta se miden en años, y Coque Malla está viviendo los mejores de su carrera. ¿Revolución? (Warner, 2019) es el nuevo título firmado por el antiguo «ronaldo», que acaba de cumplir medio siglo de estancia en el planeta.

Se puede ser revolucionario bailando, cambiar una parte del mundo con los pies. Bailar como lo hacían en el programa Soul train con “Papa was a rolling stone” (The Temptations), “Rock steady” (Aretha Franklin), “Come on get your love” (Redbone) o “Le Freak” (Chic), vestidos con pantalones de campana, llevando peinados afro y haciendo gala de una elasticidad pasmosa. «Diles que la vida es corta, diles que salgan a la calle a bailar», canta Coque Malla en “Extraterrestre”. Hay patrones en él que salpican toda su discografía: además de las canciones con partes recitadas (“Cachorro de león”, “La carta”, “Lo intenta”, “El sombrero”, “Quiero volverte a ver”…), las referencias al universo y al espacio también están aquí presentes. Para terminar ¿Revolución? Coque Malla se marchó al campo una temporada. No es dejar el mundo, pero casi. Ojalá para toda la vida.

 

¿Dónde está la revolución?
Eso me pregunto en el disco. O sea, que no tengo ni idea; veo muy complicada una revolución. Es que, claro, hay muchas ideas de revolución y supongo que cada uno tiene la suya. No será lo mismo la idea de revolución que tenga un estudiante de medicina a la que tenga un albañil jubilado. Hay muchas posibles revoluciones. Está claro que hoy en día una revolución de la gente saliendo a la calle y cortándole la cabeza a los duques y a las marquesas no es posible ni tampoco deseable. Lo que sí que sería deseable es un verdadero cambio en nosotros, como seres conscientes, que nos hiciera sobre todo más libres, realmente libres, porque creo que tenemos una idea falsa de la libertad.

 

¿La revolución está en el baile? En “Solo queda música” dices que «sólo queda música para bailar». En “Extraterrestre” haces una referencia al hecho de salir a la calle para bailar…
Más que una revolución, bailar es un pequeño desahogo, casi un ejercicio físico. Pero, bueno, ¿por qué no? ¿Por qué no hacer una revolución bailando? Es una idea poética y bonita.

 

Has estado una temporada interesado en varios discos, en concreto en dos que te han influido más: A moon shaped pool (Radiohead) y Random access memories (Daft Punk). En tu caso, en trabajos anteriores, ya habías mostrado este tipo de sonido, quizá más soul, en “Cachorro de Leon” (El último hombre en la Tierra), por ejemplo. Tu hermano Miguel Malla aportaría mucho en esta concepción del sonido, teniendo en cuenta que él es arreglista…
“Cachorro de león” es justo un arreglo mío. Sí es verdad que hizo parte del arreglo y la armonización de las voces, pero todas las frases de vientos se las pasé yo. Le pedí que me dejara hacer ese arreglo. En “Cachorro de león” he tenido yo más peso casi que Miguel en los arreglos. Pero el resto del disco es suyo. Perdona, te he interrumpido.

 

Iba a preguntarte qué influencia había tenido tu hermano en el sonido disco de ¿Revolución?, teniendo presente “Un lazo rojo, un agujero”.
En el caso de “Un lazo rojo, un agujero” no es influencia, es directamente un calco del sonido de Filadelfia. Escuchamos hasta la saciedad todo tipo de influencias con ese sonido e investigamos muy seriamente trucos de producciones grabadas en esos años y con ese estilo. Cosas de Michael Jackson, de Daft Punk y el Random access memories… Hay por ahí vídeos del ingeniero de sonido de ese disco [Mick Guzauski] donde explican truquitos, cómo grabaron las palmas… Toni Brunet se empolló esas cosas y luego pusimos nuestra imaginación y nuestra creatividad. “Un lazo rojo, un agujero” es una canción canónica de ese sonido, íbamos a por él. El resto de canciones creo que son más personales y el sonido es más personal, como “América”, “¿Revolución?” o “Polvo cósmico”, que yo creo que es una canción muy original en cuanto al sonido, el arreglo… Es una cosa medio clásica y medio medio pop

 

 

“Polvo cósmico” me recuerda un poco a los cantantes melódicos de los setenta, por el recitado de Jaime Urrutia en este caso. Pero en todo el disco se encuentran detalles a lo Nile Rodgers.
Absolutamente. Nile Rodgers y sus guitarras han estado presentes. Lo que hizo en “Get lucky” fue un homenaje a toda esa época y a todos esos sonidos. De ahí pillamos mucho para hacer “Un lazo rojo, un agujero”.

 

¿Revolución? está producido por ti, José Nortes y Toni Brunet. ¿Qué otro productor habría podido producirlo?
No lo sé. Lo veo muy difícil, porque la simbiosis y la conexión con José es brutal, y ahora la estoy empezando a tener con Toni también. A Toni lo incorporamos en la gira de El último hombre en la Tierra y no ha parado de dar ideas, tomar decisiones e impulsar para que esto siga creciendo. Y lo hemos incorporado también en la producción. Me cuesta mucho trabajo imaginarme a otro productor que no sean Toni o José.

 

¿Por qué la Orquesta Sinfónica de Bratislava?
Porque es una orquesta que ofrece un servicio maravilloso (en relación calidad-precio es brutal). Y, aparte, la aventura de irse a Bratislava para grabar es maravillosa. Era imbatible. La calidad de los músicos del Este es brutal y el precio era muy interesante. Esa combinación nos hizo decidirnos. Son buenísimos y es un buen precio. Grabar una orquesta sinfónica es una cosa supercara y yo me empeñé, entonces tuvimos que hacer encaje de bolillos para que el presupuesto lo permitiese.

 

¿Qué sentiste cuando escuchaste por primera vez un tema tuyo tocado por la Sinfónica de Bratislava?
Fue muy emocionante. Muy, muy emocionante. Muchas cosas son de Miguel, pero hay algunas melodías, como la central de “Polvo cósmico”, es de las primeras cosas que yo compuse para este disco y es una melodía que tenía en la cabeza desde hacía mucho tiempo, ahí, presente todo el rato. Llegaba a casa y la tocaba y la tocaba… y no sabía cómo iba a conseguir realizar eso, hasta que ya me puse a trabajar con Miguel. Un día colgué un post donde grababa a la orquesta haciendo esa melodía y diciendo que estaba a punto de llorar, porque era verdad; estaba muy emocionado. Una melodía que había estado ahí, en mi cabeza, durante tanto tiempo, de repente sonaba con una orquesta sinfónica… Es muy emocionante.

 

«(Jaime Urrutia) Nos emocionó a todos, nos conmovió»

 

“Angel caído” es una canción de la época de Los Cerdos, con una introducción muy similar a la de “The logical song” de Supertramp.
Tú coges un Rhodes y tocas esas notas… y te sale Supertramp. Da igual lo que hagas. De la misma manera que coges un mellotron, tocas negras y te salen los Beatles. Yo no soy muy fan de Supertramp, ni he escuchado mucho. La idea de esa canción surgió en el local. Estábamos trabajando con ella y no acababa de funcionar. De repente se me ocurrió y le pregunté a David [Lads] por qué no hacía negras. La tocó y funcionó.

 

Desde la idea original, ¿cuánto trabajo hay en una canción con tanto tiempo?
Depende. Hay veces que hay muchísimo trabajo y hay veces que sale así. “Un ángel caído” llevó bastante trabajo. Además hay un arreglo, el único de Toni en el disco, que es increíble, maravilloso. “Un ángel caído” tuvo un proceso bastante arduo. Había un pequeño camino andado por Los Cerdos, porque teníamos un poco de una estructura, pero todo el proceso final fue largo. En cambio, por ejemplo, “No puedo vivir sin ti”, que es una canción que yo tenía metida en el cajón desde hacía años, el día que se la llevaron Los Ronaldos la tocamos tal cual suena. Fue inmediato, no hubo un proceso.

 

¿Cuánto tiempo te ha llevado hacer este disco? Sé que te fuiste al campo y que allí aparecieron varios temas.
Yo creo que tres años. El proceso, desde el principio hasta tenerlo terminado, han sido más o menos tres años. Soy muy malo con las fechas, pero todo empezó cuando terminé El último hombre en la Tierra; acabó el proceso de producción y ya me sentí liberado, con ganas de agarrar la guitarra otra vez para componer. Ahí empecé a escribir bocetos y durante tres años estuve componiendo, más o menos. Luego empecé a grabar unas primeras maquetas, lo hicimos Toni y yo (trabajo de preproducción) hasta que ya, casi al final, me fui al campo para acabar las letras.

 

¿Cuántas canciones tenías antes de hacer el corte final?
Pues bocetos había muchísimos. Lo que pasa es que no eran nada, grabaciones con el teléfono… No se podía decir ni que fueran canciones. Había como ciento y pico audios con pequeñas ideas y cosas. Luego, que se pudieran llamar canciones, llegó a haber unas quince o así, pero al final se quedaron diez.

 

Volviendo a “Polvo cósmico”, encontramos una parte recitada, la de Jaime Urrutia, que es de tu exbajista Laura Gómez Palma. En “Un lazo rojo, un agujero” es Kase. O quien hace un rap en medio de la canción. Esto es algo, lo de los recitados, que ya hemos escuchado en anteriores trabajos tuyos. La pregunta es: ¿cómo de complicado es componer una canción sabiendo que habrá una parte recitada? ¿Dejas más espacios?
En toda esa rueda musical que hay por debajo de esa melodía de la que hablábamos antes, que finalmente escuché con la Orquesta Sinfónica de Bratislava y me emocioné y tal, sentí que esa rueda musical se podía repetir y recitar sobre ella, haciendo una base tranquila. Es un recurso que hago en casi todos mis discos de forma no muy premeditada; me acaba saliendo. Ahora ya, cuando haga el siguiente, sí que va a ser más premeditado, porque no podré evitar pensar en el momento en el que tengo que hacer el recitado. Es que en todos los discos hay recitados: en Soy un astronauta más, Sueños… Pero de verdad que no ha sido algo premeditado hasta el momento. Y lo del poema, se me ocurrió encargárselo a Laura porque quería que fuese un recitado con una poesía con una cierta altura. Y yo no soy poeta, soy escritor de canciones, que es otra cosa. Laura me parece una poetisa increíble y además alguien que tengo a mano, que me conoce y que se va a entusiasmar a hacerlo. Quería que ese recitado no fuese una letrita de un cantante de rock, sino un poema con cierta complejidad. Y por eso llamé a Laura. Y, aparte, tener una visión femenina de esa canción, que habla de una pareja, me parecía interesante.

 

¿Y por qué Jaime Urrutia para recitarlo?
Bueno, fue una idea de Toni. Yo tenía en la cabeza que ese recitado lo hiciese una gran voz. Se barajaron varios nombres: Joaquín Sabina, Andrés Calamaro… o algún actor, como Fernando Fernán Gómez (si hubiera estado vivo). Pero de repente a Toni se le ocurrió Jaime Urrutia y a mí me pareció una idea maravillosa.

 

 

«Algunas raíces sí son para siempre, pero no sé si los seres humanos estamos capacitados para echar raíces tan sólidas como las de los árboles»

 

¿Cómo fue trabajar con Jaime? Lleva tiempo sin sacar disco y Gabinete Caligari, a pesar de los recopilatorios e inéditos que se publican, no terminan de despegar como banda a reivindicar.
Trabajar con Jaime fue estupendo y fácil. Es un tipo que, aparte de su talento, es más listo que el hambre y pilló enseguida la duración; la velocidad que le tenía que dar para que eso tuviera sentimiento y, al mismo tiempo, cupiese en él. Laura escribió mucho texto y cabe justito, está a medida, por la duración del texto y de la parte musical, y el tío lo clavó. Nos emocionó a todos, nos conmovió. Es que Jaime Urrutia, macho, es muy grande.

 

Y no se prodiga tanto en las colaboraciones, por lo menos de un tiempo a esta parte.
No, no… De hecho, yo me sentí muy halagado porque me dijo que le llamaban para cosas que le daban pereza, pero esto le había encantado. El otro día se lo envié y me contestó supercariñoso. Le había entusiasmado.

 

¿Es verdad que pensaste en titular cada canción con una sola palabra?
Sí, sí. Fue una idea, supongo que inconscientemente copiada de Prince, del disco Come, donde el título es una palabra y todas las canciones también. Pensé en aplicarlo, pero no me funcionó. Había varias canciones que ya tenían una sola palabra como título (“¿Revolución?”, “América”, “Extraterrestre”…) y pensé: «¿Por qué no?», pero finalmente no lo vi.

 

Creo que el título más largo de ¿Revolución? lo tiene “El gran viaje a ninguna parte”, un tema que, como comenta mi compañera Arancha Moreno en la nota de prensa del disco, es una conclusión a las preguntas que empieza haciéndose el álbum con “¿Revolución?”.
Puede ser, pero yo creo que no. Lo que plantea esa canción es algo muy abierto. Habla del camino de la vida y de los encuentros que uno va teniendo y cómo se va despidiendo de la gente. Vivimos continuamente despidiéndonos, teniendo encuentros que parecen para toda la vida pero que finalmente acaban, como todo. Y a mí me gustaba esa canción para terminar precisamente por eso, porque no es conclusiva, porque lo deja abierto.

 

Hilo “El gran viaje a ninguna parte” con “El árbol” por el tema de tener algo en la tierra que nos una al mundo. ¿Pero las raíces son para siempre?
¡Qué pregunta! Bueno, algunas raíces sí son para siempre. Lo que pasa es que yo no sé si los seres humanos estamos capacitados para echar raíces tan sólidas como las de los árboles. La metáfora del árbol es muy bonita, pero somos incapaces los seres humanos de echar raíces como los árboles. No tenemos esa capacidad.

Artículos relacionados