Coque Malla: «Me apetece volver a lo grande y a lo bestia»

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«Vaya putada: treinta y cinco años peleando para esto, y cuando ya lo tienes, ¡una pandemia!»

 

Tras un año peleando contra la quietud y soñando con el desenfreno, Coque Malla ultima El Crac Tour, un espectáculo para desquitarse por completo de todos los demonios pandémicos. Una entrevista de Arancha Moreno.

Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: JUAN PÉREZ-FAJARDO.

 

Como tantas mañanas y tardes de 2019, camino de espaldas a la madrileña estación de Principe Pío, bordeo el Manzanares y cruzo hacia la otra orilla para reunirme con Coque Malla. Vuelvo al lugar del crimen literario, al Café del Río donde orquestamos el libro Coque Malla. Sueños, gigantes y astronautas. La última vez también fue en primavera, también había almendros en flor y cantaban los pájaros, pero entre aquella última charla y esta han pasado dos años y una eternidad. Cuesta recordar su último concierto en el WiZink, un mes antes de confinarnos en España, sin notar esa niebla brumosa tan propia de Londres y del recuerdo.

En este tiempo, Coque nos regaló “Calma”, un acústico exorcizante que nos acompañó cuando solo salíamos con la mirada; en verano se subió a más de treinta escenarios con su guitarra (y los teclados de David Lads), y acaba de liberar todas sus fieras en “El crac universal”, con un potente vídeo rodado por Lasdelcine. Ahora planea desenjaular su lado más salvaje en el teatro Rialto de Madrid, en tres noches consecutivas donde despegará El Crac Tour. Dice que necesita desquitarse a golpe de rock and roll. Y aunque esconde los ojos detrás de unas gafas oscuras y la boca tras una mascarilla negra, reconocemos al mismo tipo de siempre: la misma adicción escénica y la mismas ganas de volvernos a conquistar.

Hace catorce meses de tu último gran concierto en el WiZink en febrero de 2020. ¿Lo recuerdas como algo real o casi irreal, después de toda la bruma que vino después?
Ha pasado un año, pero parece que han pasado diez. Parecen recuerdos de otra vida y algo muy irreal. Hace poco repasé las fotos de WiZink, delante de cinco mil personas, y es una sensación muy extraña. Está en la otra vida, la vida que teníamos antes. No sé si vamos a recuperar eso. Creo que es de las cosas más angustiosas: el miedo a que no vuelvan nunca las sensaciones de antes.

Para muchos fue su último concierto antes del confinamiento. En mi caso no, pero sí el último de esas dimensiones. Recuerdo que hubo momentos de clímax, como la colaboración con Kase O. en “Un lazo rojo, un agujero”, pero también algunos momentos valle, mucho más calmados, quizá demasiado para un recinto tan grande. Me sorprendió, porque tú sueles manejar muy bien las subidas y las bajadas de intensidad en los directos, y me dijiste después que existía una explicación. ¿Cuál?
Ha pasado mucho tiempo y ya no me acuerdo, pero supongo que la explicación era que el WiZink era el único concierto tan grande de la gira. El siguiente más grande fue el de Razzmatazz, para dos mil personas, y este se convierte en un concierto como de estadio, en miniatura. Los códigos son otros, la distancia del escenario es otra. Se plantean muchos problemas de producción que, si tuviera muchos conciertos de esa magnitud, resolvería. Combinar la estructura del espectáculo y todo el trabajo que habíamos hecho para todos los conciertos excepto para el WiZink era complicado. Algún esfuerzo hicimos. ¿Podríamos haber quitado alguna canción? Bueno… Estar a medio camino entre el concierto de estadio y un concierto de gran sala genera dudas. El de Barcelona funcionó como un tiro. Hay cosas que tienes medidas para mil quinientas personas, pero con cinco mil tienes que hacer una producción diferente, y para un solo concierto no te lo puedes permitir.

Ahora es casi utópico pensarlo, pero cuando el panorama cambie, sí te veo preparando una gira entera de esas proporciones, de aforos grandes.
Creo que sí, vamos bien encaminados. Por eso ha sido un palo tan gordo esta pandemia, porque ha frenado una cosa que por fin estaba ocurriendo, dar un salto muy grande. Vaya putada: treinta y cinco años peleando para esto, y cuando ya lo tienes, ¡una pandemia! Parece una broma. Lo que pasa es que le ha ocurrido a millones de personas en todo el mundo con millones de proyectos, y me consuelo pensando que hay situaciones mucho peores. Por ejemplo, es posible que haya grupos emergentes que no se recuperen. No es mi caso, yo ya tengo un público. Es más, es posible que hasta me venga bien. Es posible que cuando vuelvan los conciertos grandes, la libertad, cuando se vaya el miedo a las aglomeraciones, la gente tenga tantas ganas que lo que se empezó a fraguar el año pasado se multiplique por tres. Pero hay grupos que su momento era ese, y si no lo han podido vivir, posiblemente no puedan vivirlo, y eso es mucho más dramático. Hay gente que ha perdido su oportunidad.

En pleno confinamiento alumbraste “Calma”. ¿No sufriste un freno mental en lo creativo, con la situación de incertidumbre y encierro que estábamos viviendo?
No, podía haber ocurrido, pero curiosamente estoy superfértil. Hice “Calma” y “El crac universal” en un corto periodo de tiempo, y me han encargado cinco canciones para una obra de teatro, un espectáculo que se estrenará a finales de este año, y han salido de manera fluida. Que haya sido un encargo me ha colocado en otro sitio, las estoy haciendo al piano y me han salido superfácil. Ahora sale “El crac universal” y giramos, a finales de año sale la caja recopilatoria. Giraremos todo el año apoyados por la caja, con lo cual no voy a grabar, a lo mejor, hasta finales del 2022. Al verme con tanto tiempo por delante me he dicho «voy a hacer los deberes», y me han salido un huevo de cosas, de bocetos… me están saliendo muchísimas canciones. No sé qué tal serán, pero estoy contento.

No existe una presión martilleándote.
No, y ese relajo me está ayudando.

Muchos de tus compañeros han tenido que cancelar sus giras, y algunos no han salido porque no se veían tocando en estas circunstancias. Tú no has dejado de girar, te has adaptado al formato acústico como un camaleón. ¿Qué sensaciones te reportó la gira del verano pasado?
Hubo momentos estupendos, pero creo que es una de las giras menos satisfactorias que he tenido por circunstancias obvias: había una tristeza, una incertidumbre. Pesaba sobre nosotros el miedo a la cancelación; de hecho, hubo algunas cancelaciones, pero tuvimos mucha suerte. Llegábamos a una ciudad, dábamos un bolo y al día siguiente confinaban la ciudad donde acabábamos de estar. Lo decía en broma en el escenario: «Nos están cayendo las bombas continuamente, pero las vamos esquivando». Pero trabajar así es una putada. Si haces conciertos acústicos porque lo eliges, mola un huevo, pero si lo que tenías previsto era una gira mastodóntica y maravillosa como la que teníamos, y por narices tienes que volver a hace cuatro años con trescientas personas, acústico, tú solo, es una putada. Lo pasamos bien, comimos de la hostia, fuimos muy afortunados, pero es de las veces que menos he disfrutado en el escenario. No fue en absoluto culpa del público, el pobre público estaba acojonado. Se sentaban y lo primero era un tocho de dos minutos de las cosas que no podían hacer. Se notaba ese bloqueo emocional a la hora de responder, es algo que va en contra de lo que tiene que ser una celebración de un espectáculo. Fue muy raro. Me siento afortunado, nos vino muy bien para afrontar económicamente lo que venía después, pero escénicamente ha sido de las giras menos satisfactorias de mi vida.

Me imagino que en el escenario sonó “Calma”.
Sí, cerraba con ella.

Esa canción es sanadora. ¿Para ti lo es, o tienes sentimientos encontrados?
Hostia, da cierta cosa tocarla. A los que vivimos el confinamiento como una putada pero no vivimos una situación sanitaria trágica, creo que nos pasó un poco lo mismo: vivimos el confinamiento de una forma dual. Por un lado, angustia, claustrofobia, tristeza… pero por otro lado, una situación casi hasta mágica, una situación tan, tan, tan excepcional que era un flipe estar encerrado en casa. La primera vez que bajé a comprar vi la calle desierta y tres patos caminando por la calle. Esas imágenes tan oníricas, tan irreales, tenían algo inquietante pero también algo fantástico. La parte buena, muy bien, pero la parte mala también me la recordaba “Calma”. Hace mucho que no la toco, cuando la toque otra vez no sé a dónde me va a llevar.

Creo que “Calma”, por el momento en el que está concebida y por el mensaje que lanza, es un fresco contemporáneo, un retrato musical de ese tiempo concreto. Nunca has escrito sobre una situación que estamos atravesando todos al mismo tiempo. Pasa también con “Los abrazos prohibidos” de Vetusta Morla, aunque de otra manera más concreta; pero creo que será imposible escucharlas sin revivir lo que las impulsó.
Supongo que sí. Tiene algo sanador, pero la canción tiene implícita una dualidad: calma como un sentimiento deseable y sanador, pero también muy inquietante. La canción aconsejaba calma y al mismo tiempo describía una calma muy inquietante. Esa dualidad me parece más interesante.

Algo parecido pasa con “El crac universal”, compuesta poco después de “Calma”.
Sí, es de la misma época. Estábamos encerrados y le di mucha caña al estudio en casa. Yo soy muy vago para el ProTools, toda la vida he sido de agarrar la guitarra, apuntar en papel y lápiz, grabar en una grabadora cutre y luego ir al local a trabajar, he sido muy poco de grabar en casa. Y en esas semanas de confinamiento lo utilicé mucho. Grabé “Calma”, y es la primera vez que publico algo que he grabado yo, con mis micros en casa. Me lo pasé bien, era un motivo de alegría que le daba sentido a los días, y después de “Calma” me enrollé con “El crac universal”. Eso sí que fue un poco más elaborado, ahí metí varias guitarras, coros, etc., para mostrársela a la compañía y a los músicos, para que la pudieran interpretar a su manera y grabarla en Black Betty.

Sí que parece una secuela, de hecho hay guiños entre las dos canciones. En las dos mencionas las lágrimas.
Qué casualidad, he pensado justo eso hoy, que en las dos canciones aparecen las lágrimas como imagen muy presente en esta historia.

Lo que pasa es que la actitud, la instrumentación y el mensaje son muy distintos. “El crac universal” es un estallido.
No tienen nada que ver. “Calma” es un retrato absoluto y casi literal del confinamiento, y una llamada a la calma por las cosas que se veían en las redes sociales, y “El crac universal” fantasea con la idea del fin de esa angustia. Uno de los motores que la originó fue la aparición de La Gira Imposible. En los chats de amigos de la profesión llegaban continuamente mensajes de que no íbamos a poder tocar hasta 2023, era una incertidumbre total. En esas circunstancias me llama Morgan [Britos, su mánager] y me ofrece la posibilidad de hacer acústicos en verano, y origino una fantasía pensando que íbamos a vivir un verano hedonista. Y claro, no fue así en absoluto. Esa canción iba a ser el single para la caja que iba a salir el año pasado, pero como la retrasamos, me pareció que empezaba a tener cierto sentido fantasear con la vuelta a la normalidad, fantasear con esa explosión de sexo, drogas y rock and roll.

Antes de empezar esta charla la has descrito como una ópera rock.
Bueno, lo he dicho un poco en broma, no sé si es tanto como una ópera rock. Pero sí es muy narrativa, tiene muchas partes. La gente dice que son tres canciones en una, y tiene algo de eso y, dicho de broma y entre comillas, de ópera rock, pero no creo que me atreva nunca a hacer una ópera rock. Libraré al mundo de una ópera rock, sería una cosa muy pretenciosa [ríe]. Pero bueno, es una «operita» rock.

Veo muchos Coques ahí: el Coque «soulero», con un puntito musical clásico en la intro hermanado con El último hombre en la Tierra, mezclado con el Coque rebelde de ¿Revolución?, el Coque en el que late el rock and roll y el Coque teatral, el que recita. Cada vez se mezclan más todos tus puntos de vista en una misma canción.
Puede ser, no me lo había planteado así. No es algo diseñado a priori, me pongo a tocar y sale de forma natural. Cuanto más lo hago, más me sale. Ya he hecho muchas canciones con esos desarrollos tan largos, tan complejos y tan variados, tan eclécticos dentro de una misma canción. Hay discos eclécticos y canciones eclécticas. Es mi forma de componer, de entender la música, supongo.

“El crac universal” es una canción con espíritu solitario, porque no iba a pertenecer a una obra concreta. Es una aeronave que viaja de forma independiente.
Totalmente, como “Calma”. No son capítulos de una obra, están solas. Desde el principio tuve claro que era así. Hice “Calma” y la quise editar rápido. Bonilla [AR Director de Warner] me dijo que no era el momento, que esperásemos, pero le dije: «No, tío, esta canción tiene sentido ahora, me he levantado esta mañana con un bajón tremendo, estaba nublado y me ha salido del tirón. Tiene sentido ahora, no es una estrategia». Y así salió. A “El crac universal” le veíamos un cierto sentido como anuncio de la caja, pero para mí tiene más sentido como ha salido. Como dices tú, como una nave espacial solitaria.

 

«Me han salido un huevo de cosas, de bocetos… me están saliendo muchísimas canciones»

 

¿Qué estás preparando para esa caja recopilatoria?
Estamos terminando de recopilar el material, que está decidido hace mucho tiempo. Hace poco nos vimos en el estudio José Nortes, Bonilla y yo, y terminamos de decidir cuatro cosas. La caja es una mirada al pasado, al presente y queremos que haya una mirada al futuro. Hay una canción nueva que está prácticamente terminada, la música y la letra está, falta una parte final con cuerdas, ¡vuelvo a las cuerdas!, que tengo que rematar para pasársela a Miguel [Malla, su hermano]. No tiene nada que ver con casi nada de lo que he hecho, me acerco un poco al mundo latin. Supongo que la grabaremos en junio y saldrá en septiembre. La caja saldrá en octubre. Temporalmente, se llama El astronauta gigante.

¿Cuál es el hilo conductor de la caja, entonces?
David [Bonilla] ha tenido mucho que ver en la elección del material, yo hice algunas correcciones, pero era más o menos sencillo. Hay canciones de todas las épocas, casi todas las colaboraciones… Hay un disco que es un poco la columna vertebral, donde están, por llamarlos de alguna manera, los éxitos de todos mis discos en solitario. Canciones de Los Ronaldos, todas las colaboraciones, alguna rareza que no salió… Para mí, la mayor rareza es una canción que grabamos Tulsa y yo para La hora de los gigantes.

Ah, sí, me hablaste de ella. Una canción que nunca se llegó a editar, “¿Qué hora es?”.
Qué tía, qué memoria. Iba a ir en La hora de los gigantes, pero no tenía nada que ver con el resto del disco y ahí se quedó. Está todo.

Todo lo que cabe, porque no caben todas las colaboraciones que has hecho.
¡Todas las que caben, claro! Mujeres es un disco entero de colaboraciones, y no lo vas a meter entero; de Irrepetible creo que sí hemos metido todas. Son cuatro cedés con muchas canciones. Es para pegarte un atracón de Coque Malla y acabar odiándome, tirándome a la basura [ríe]. Hay bastantes cosas de Los Ronaldos, canciones emblemáticas. Y luego caras B, como el single en el que hice una versión de Michael Jackson, que se editó con el vinilo de La hora de los gigantes.

¿Era el momento de hacer balance? Nunca habías mirado hacia atrás de una manera tan bestia. Me imagino que habrás llegado a conclusiones nuevas.
Sí… Te soy sincero: El último hombre en la Tierra, Irrepetible y ¿Revolución? generaron un volumen de trabajo tan salvaje que necesitaba alargar el periodo de incubación de un disco nuevo. Creo que es un buen momento para hacer balance, pero también una ocasión maravillosa para seguir girando y que al mismo tiempo todos los fans nuevos que se han incorporado tengan ese material.

Me hace gracia que digas que tus tres últimos discos generaron un volumen de trabajo salvaje, porque creo que eres tú el que provocas ese trabajo, ¡no los discos!
[Ríe] Totalmente. De hecho, me he intentado reprimir a mí mismo para que el próximo disco, que saldrá dentro de bastante tiempo, sea un disco sin arreglos o con muy pocos arreglos. Que sea un disco de rock, guitarrero, que podamos grabar en una semana.

¡Eso decías del último también!
[Ríe] Ya, eso decía de ¿Revolución?, y me fui a Bratislava.

 

«Lo de Love of Lesbian es un experimento que nos va a venir bien a todos, también a los que lo están criminalizando».

 

El 23, 24 y 25 de abril haces triplete en Madrid, en el Rialto. Has sumado una tercera fecha porque la acogida está siendo buena, ¿no?
Arrancó muy lento por circunstancias obvias: la gente no sabe, tiene miedo a meterse en un teatro, cosa comprensible y respetable. A mí no me da ningún miedo, yo he ido a teatros, pero entiendo que lo haya. Creo que se van a agotar las tres fechas, pero claro, son seiscientas personas cada fecha, y el último en Madrid fueron cinco mil.

¿Qué has preparado para esta gira, El Crac Tour?
Todo el mogollón, toda la banda y los vientos. Hice más de treinta conciertos acústicos en verano con David [Lads], y me apetece volver a lo grande y a lo bestia, y con un concepto de show como si estuviéramos en el estadio de Maracaná, rock and roll arriba, todos los hits, todo el baile, Ronaldos, toda la artillería. Lo necesito, es una cuestión de vitalidad. La gente lo va a pasar mal.

Claro, ¡vas a dar mucha envidia desde el escenario!
Creo que lo van a disfrutar, y que lo van a agradecer, aunque sea de forma un poco contenida. Va a ser sobredimensionado. Al WiZink le faltaba un poquito de gasolina para llenar ese espacio, y aquí, que es un teatro pequeño, le va a sobrar. Es un pepino de show, se me ha ido la olla.

¿Y el repertorio?
Va a incorporar las novedades… Para explicártelo tengo que desvelar cosas que no quiero desvelar, pero va a tener cierto sentido con las últimas propuestas. Voy a rescatar alguna rareza y algún gran hit, y hay una sorpresa muy estupenda que no te puedo contar.

Ay. Entiendo que necesites esa explosión física, pero también será la primera vez que tocas en un teatro desde que murió tu padre [el director teatral Gerardo Malla]. Me imagino que eso conllevará un pequeño pellizco extra.
Sí, no me lo había planteado, pero seguro. Es la primera vez que voy a subirme a un escenario desde que murió mi padre. Recuerdo el primer concierto después de que muriese mi madre [Amparo Valle] y fue muy especial, sobre todo tocar “La carta”. No me lo había planteado, pero va a haber momentos emotivos. Va a estar Miguel [Malla] el sábado y el domingo, y va a organizar los vientos.

Estos días has apoyado públicamente el experimento de Love of Lesbian en el Palau de Sant Jordi; también a Raphael cuando tocó en el WiZink Center. Me sorprende que en las redes sociales haya cierta fragmentación de opiniones en función de quien ofrezca el concierto. ¿Qué opinas sobre esta polarización sistemática hasta de la música?
Joder, pues que los políticos nos ganan la batalla si politizamos todo lo que hay en nuestra vida. Yo soy de izquierdas o de derechas según a quién vote el día de las elecciones, pero el resto de los días soy cosas mucho más complejas. El universo interior es muchísimo más complejo, profundo, mágico y contradictorio que ser de izquierdas o de derechas. Ser de izquierdas o de derechas es un coñazo, y muy limitado, el espíritu humano es mucho más amplio que todo eso. Seamos de izquierdas, de derechas, anarquistas, de centro o de lo que nos dé la gana el día de las elecciones; el resto, como dice Dylan, contengo multitudes. Muchas veces en mi vida diaria seguro que soy de derechas, o que soy malo. Tú eres bueno, eres malo y estás lleno de contradicciones. Yo soy consciente de eso, soy malo y soy bueno, soy oscuro y luminoso, tengo demonios y tengo ángeles. La vida es mucho más compleja que la estupidez que vemos en el Parlamento todos los días. Los conciertos no son de izquierdas o de derechas, son conciertos. Hablemos, discutamos si es conveniente o no hacerlos, pero no los politicemos, y sobre todo, no criminalicemos a Love of Lesbian, a Raphael ni a nadie que haga lo que hacemos todos: ejercer nuestro derecho a trabajar, a sobrevivir económica y emocionalmente. Todos estamos haciendo exactamente lo que hizo Raphael. ¿Me dejan hacer un concierto en el WiZink? Lo hago porque lo necesito, y no solo económicamente. Lo de Love of Lesbian es un experimento del que desconozco todos los detalles, pero nos va a venir bien a todos, también a los que lo están criminalizando.

Dices que tu próximo disco de canciones nuevas queda lejos. ¿Estás componiendo sin prisa?
Sí, con toda la calma del mundo. Hay un montón de bocetos, alguna frase, pero de momento es un cuaderno desordenado, lleno de rayajos y de manchas, nada más.

¿Cómo crees que vas a salir de este huracán: más optimista o más apocalíptico?
No lo sé. A esto le queda mucho camino por recorrer, mucha paciencia, mucha angustia. Cuando nos quiten la mordaza no sé lo que me va a salir por la boca, hacia dónde voy a correr. Voy a correr seguro, pero no tengo ni idea hacia dónde.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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