Conversaciones con Lichis, de África Egido

Autor:

LIBROS

«Una obra compacta, que navega por calmas chichas o mares tempestuosos y que sabe modelar al hombre»

 

África Egido
Conversaciones con Lichis
EFE EME, 2024

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Se percibe en Conversaciones con Lichis, el libro que repasa la carrera de Miguel Ángel Hernando tomando como base una larga entrevista, un evidente resquemor en el prólogo que firma el propio músico. Tantas veces ha sido personaje —o lo que es peor, personaje de titulares— que rechazaba de plano las entrevistas sin querer cribar las que podían parecer interesantes. Menos mal que se ha puesto en manos de África Egido, que domina con esas manos, que son maestras, el género, y que además, por sus programas de radio y sus colaboraciones en revistas y en sellos discográficos, sabe perfectamente de qué está hablando, qué debe preguntar. Todo ello hace que aplique con solvencia el truco del periodismo. Sacarle todo el jugo al tema, pero que en cada párrafo, en cada pregunta, la palabra siga húmeda.

En el otro prólogo —el libro tiene dos—, el que prepara la autora, podemos ver al hombre, «desarmado y afable», y dejar al personaje, igual que el personaje dejó La Cabra Mecánica. Podemos conocerle —un poco conmiserativo se nos presenta—, que nos lleve de guía al Purgatorio y al Paraíso, y conocer ese infierno de la creación artística y de la industria de la música.

Lichis —lo llamaremos ya así en esta reseña— cuenta cosas que no le ha contado nunca a nadie, ni a los íntimos. Pero no busquen morbo, no hay nada de eso, sus respuestas son solo reflexiones que uno hace cuando está inmerso en la calidez de una charla serena, no delirios de quien quiere arrasar con el mundo.

Tímido de manual, Lichis vehicula su expresividad en la creación, una creación que pensó en canalizar de forma académica. Y recuerda su adolescencia desde el lado oscuro, cuando pensaba en otro Lichis sentado en las aulas de Filología de alguna universidad. Pero había otra pulsión. A Lichis no solo le gustaba la música, no, le entraba dentro la música, viene a ser diferente.

Asistimos a sus comienzos, las primeras influencias que conectan con la música negra y el repaso a La Cabra Mecánica, disco a disco, donde fagocita todo lo que había escuchado hasta llegar a ese momento de impasse en que surge la canción —“La lista de la compra”— y se la regala a María Jiménez para relanzar su carrera. El reportaje de Cuadernos Efe Eme que se dedica a la cantante sevillana explica con más detalle cómo surgió la canción, en palabras también del propio Lichis.

De repente, viene la campaña de televisión que proyecta el anuncio de “No me llames iluso”. Su autor cree que ahí se empezó a torcer todo. Y el primer paso para liberarse fue Hotel Lichis, la lámpara mágica para no ser lo que otros quieren que sea. Al frotar la lámpara, se abrió el blues y las divertidas parodias de La Pandilla Voladora, que compartió con Albert Pla, Tomasito y otras figuras de la música española.

Y en ese momento aparecen certeras palabras sobre cómo ha entrado el neoliberalismo en la música y la nueva escena. La nueva escena se llama el pirateo —ahora ya ni lo hay, todo parece estar disponible sin ningún formato físico— y Lichis, que también fue protagonista en nuestro Cuadernos Efe Eme número 26, en este libro se queja de la actitud hipócrita de muchos compañeros. Aquí es donde se abre un intermedio para hablar de la creación artística. Al músico le fascinan el cine o la literatura, y siempre le hubiera gustado rellenar lagunas, que cree que le ayudarían a hacer emerger canciones. Y tras su separación con la que fue su pareja y publicar en solitario el disco Modo avión, la gente le preguntaba, no entendía qué pasaba, ¿por qué no sacaban más discos de La Cabra Mecánica?

Una obra compacta, que navega por calmas chichas o mares tempestuosos y que sabe modelar al hombre. Porque más que la música, o tanto como ella, quien está aquí presente es el hombre. El hombre que en una lucha épica se hunde, se levanta, se crece, en una lucha eterna con el Sísifo que también es.

Anterior crítica: Las palabras de Serrat, de Luis García Gil.

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