Carlos Goñi: «Mis canciones están hechas de los retazos de vida de cada uno»

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«Sería necio por mi parte no reconocer que Básico fue el álbum que me cambió de cajón en las tiendas»

  

Revólver inició 2019 con un concierto en el Circo Price madrileño que guardaba una gran sorpresa: la grabación de su Básico IV en directo. Un disco que acaba de ver la luz y sobre el que habla con Carlos H. Vázquez.

 

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Foto: PATRICIA J. GARCINUÑO.

 

A pesar de vivir en grupo, Carlos Goñi es un hombre solitario. El 23 de enero de 2019, y dando fin a la gira que celebraba el veinticinco aniversario de Básico (Warner, 1993), la voz de Revólver anunciaba sobre el escenario del Circo Price de Madrid que aquel concierto estaba siendo grabado para ser publicado más tarde bajo el título de Básico IV (Compañía de Canciones – Altafonte, 2019), la cuarta entrega de una serie de formatos acústicos que han hecho de Carlos Goñi un músico que respira con la guitarra y la voz.

 

¿Crees en las casualidades?
Poco… Hombre, la casualidad, metafísicamente, existe. Sería necio no reconocerla como tal. Pero respecto al éxito, no creo en ella. Igual que tampoco creo que el tiempo coloque todas las cosas en su sitio.

 

El público que fue a verte al Price, ¿cree en las casualidades?
Para nada. Estaba muy pensado desde hacía mucho tiempo. Grabar un disco en directo es bastante complejo y un acústico lo es infinitamente más que un disco eléctrico. Este llevaba muchos meses de adelanto de preparación. Es complejo porque, primero, yo no hago recordings de los discos en directo. En este caso se tuvo que hacer uno, pero porque nos falló el piano. Tampoco cambio errores, pero si un instrumento no va, hay que grabarlo, aunque solamente sea porque el disco vale un precio y porque hay que tenerlo todo como debe de ser. Empezamos a preparar el disco a nivel conceptual en septiembre, más o menos. Los ensayos se hicieron en enero y yo estuve dos meses haciendo todos los arreglos para las canciones. Luego estaba el tema técnico, que no era nada fácil.

 

Todo para despedir la gira del vigesimoquinto aniversario del primer Básico.
Sí. Pero esto son cosas de los mánagers, y eso que el mío es mi hermano del alma. A las giras hay que ponerles un nombre. Yo no sabía que era el aniversario porque soy cero nostálgico, por lo que tampoco tenía demasiada conciencia de ello. Fue Mat Sena el que me dijo que se cumplían veinticinco años del primer Básico y me preguntó si quería hacer una gira. Y esa fue la idea. Se suponía que aquel concierto del Price iba a ser el último de la gira, el público pensaba que les iba a soltar seis o siete temas del primer Básico, pero cuál fue su sorpresa, que de repente les di la bienvenida a la grabación de uno nuevo, el cuarto. Esto lo hice por varios motivos: el primero, porque quería ver la cara de la gente. No sabes qué puede pasar, porque alguien puede decirte que él había ido para escuchar las canciones del primer Básico. Pero, por otra parte, si te gusta mucho un músico o un artista y te dicen que vas a estar en la grabación del próximo disco… ¡A todos nos haría ilusión! Lo pensé más como público que como músico.

 

«De las cosas más bonitas que me han dicho: “Miguel Ríos nos enseñó cómo se hacía esto en eléctrico, pero tú nos enseñaste cómo se hace en acústico”»

 

¿Cómo surgió el primer Básico? Se grabó en los Estudios Cinearte de Madrid y fue el primer unplugged que se hizo en España.
Sí, es verdad. Como dice mi hija, «es mejor empezar por el principio y dejar lo último para el final». Clapton acababa de sacar un básico monumental (Unplugged), un discazo increíble. Pero el primer unplugged, y esto la gente no lo sabe, fue el de Paul McCartney (Unplugged. The Official Bootleg), que yo sepa. Es un concepto que me gusta mucho y se me planteó la posibilidad de hacer uno. Coincidió que estaba presentando el segundo álbum (Si no hubiera que correr) y que la promoción fue durísima, pero también maravillosa. Me iba por la mañana a Sevilla y allí hacía entrevistas desde primera hora hasta las ocho de la tarde. Luego, por la noche, se cerraba algo con algún coordinador de alguna emisora. Yo, por las tardes, lo que hacía era una especia de showcase de, en principio, veinte minutos. Pero cuando ya llevábamos unos cuantos, nos empezamos a dar cuenta de que metía más gente yo solo haciendo el acústico que con toda la banda en eléctrico haciendo Si no hubiera que correr.

 

¿Y por qué?
Es una pregunta excelente. No hay que hacérmela a mí, sino al público.

 

Por lo lógico, se puede entender que la gente va a ver a la banda entera para escuchar las canciones tal y como suenan en el disco.
Pero en este caso no fue así. Lo que en un principio eran showcases de veinte minutos se acabaron convirtiendo en prácticamente conciertos de una hora y cuarto u hora y media. En la compañía, cuando vino la posibilidad de plantear el Básico, me preguntaron qué me parecía. A mí, claro, me parecía maravilloso. En mi casa, al concepto acústico-eléctrico en directo no le encontraba diferencias. Cuando Neil Young saca un disco, yo no veo si es con Crazy Horse, con la Sinfónica de Londres o si es él solo con la guitarra acústica. Me parecía algo muy normal que entroncaba con mis gustos.

 

El primer Básico no es un punto de partida de tu discografía, pero casi.
A nivel generalista sí lo es. Y además sería necio por mi parte no reconocer que ese fue el álbum que me cambió de cajón en las tiendas, donde hay discos que pueden pasar sin pena ni gloria a «tienes que escuchar esto».

 

¿Crees que los Básico son los discos más característicos de Revólver? Tienen temas más populares que en una versión de estudio: “Tu noche y la mía”, “El roce de tu piel”, “Si es tan solo amor”…
Hay una cosa que no hay que olvidar: mis Básico se nutren de los discos anteriores de estudio. Creo que hago bien la parte acústica, probablemente mejor que la eléctrica. De hecho, hubo un tío, muy potente hoy en día, que hace unos años me dijo una de las cosas más bonitas que me han dicho nunca: «Miguel Ríos nos ha enseñado cómo se hacía esto en eléctrico, pero tú nos has enseñado cómo se hace en acústico». Lo cuido muchísimo. Por ponerte un ejemplo: hubo una gira hace tres años, Babilonia al natural, en la que me tiré un mes y medio ensayando con el ingeniero, y era yo solo.

 

¿Con banda hubieras tardado más?
Menos. En tres semanas o dos me hago los ensayos de una gira, pero esa era yo solo y son más cosas y más problemas que hay que solucionar. Yo solo me ventilaba dieciséis canales de una mesa de mezclas.

 

¿Qué utilizabas?
Mucho, pero no había nada grabado. Disparaba cosas con la guitarra y cada una de ellas sonaba de una manera, iban duplicadas… Era muy gracioso, porque a lo mejor ibas a tocar a un teatro, te llevabas al ingeniero y decía que necesitaba dieciséis canales, y el que suele ser director del equipo preguntaba: “¿Pero no es un tío con una guitarra y la voz?”. Sí, claro, ¿pero y qué? Luego, cuando lo escuchaban, nos decían que nunca habían escuchado tanto con tan poco.

 

Menos es más…
Bueno, menos es más… grande. Es una de las cosas más importantes en la grabación del último Básico: tengo la mitad de gente (de banda) que en los discos anteriores. Yo lo que quería es que todo sonara más grande. Claro, no es lo mismo ocupar el espectro con catorce músicos que con siete; los instrumentos tienen más espacio.

 

«Cuando un tipo coge una guitarra o un piano, te cuenta su historia y consigue pellizcarte el corazón, es incomparable a ninguna otra cosa»

 

Personalmente, poniendo como ejemplo a Tom Petty, te veo más cerca del Wildflowers que del Full moon fever. Igual que Johnny Cash con los American recordings y la producción de Rick Rubin, también productor del Wildflowers.
Sí. Yo he llorado como un idiota con los American recordings de Johnny Cash. Me los he metido por vena, todos. Igual que los álbumes de Neil Young, a mí me gusta más que se las ventile él solo con la acústica (Live at Massey Hall 1971) que con Crazy Horse, aunque con ellos me divierta muchísimo. O Crosby, Stills, Nash & Young. A mí me gustaba más la parte acústica del doble directo que tienen (4 way street). En el momento que cada uno de los cuatro coge la acústica y se ponen a tocar, me fascinan.

 

¿Porque es más humano?
Es que cuando un tipo coge una guitarra o un piano, te cuenta su historia y consigue pellizcarte el corazón, es incomparable a ninguna otra cosa. Si ocurre, porque puede no ocurrir. Y creo que es incomparable porque solo hay un mensaje que llega y te revienta, mientras que en lo otro hay más carga y el mensaje puede quedar un poco más diluido. Para eso, imagino, tienes que tener una buena letra, una buena melodía y una buena ejecución para que te llegue al corazón. Yo pediría un préstamo para pagar la entrada para ver a Clapton, él solo, con una guitarra, en la sala Galileo Galilei de Madrid.

 

El Básico 2 de Revólver sale después de dos álbumes: El dorado y Calle Mayor. Había más material, ¿pero por qué tan pronto un Básico?
Los discos Básico no son discos que yo busque. Son álbumes que, aún no sé por qué, me atacan ellos a mí. Estoy tan tranquilo haciendo una gira y siento de repente que me apetece hacer un Básico de la leche. Normalmente suelen venir a colación de una gira en la que la cuestión estética ha sido muy eléctrica y conceptualmente muy dura, entonces es probable que rápidamente vaya a grabar un Básico.

 

El productor del primer Básico fue Mick Glossop, que también trabajó contigo en el segundo. ¿Lo querías también, te lo ofrecieron…?
No, no. Reconozco que en los veintisiete años que he estado en Warner jamás me han impuesto nada y desde el primer día hasta el último lo único que puedo hacer es hablar con un respeto tremendo de ellos y con agradecimiento, porque se dedicaron constantemente a proponerme cosas y jamás a decirme cómo lo tenía que hacer. Me permitieron una libertad creativa absoluta. Con el primer Básico contactamos con Mick Glossop porque era un ingeniero descomunal. Cuando fuimos a recogerle al aeropuerto José Luis de la Peña (A&R de Warner por entonces) y yo, tomando un café, le pregunté si me quería producir el disco. José Luis me dijo: “Carlos, no tenemos dinero para pagarle como productor, tenemos dinero para pagarle como ingeniero”. Mick Glossop había hecho desde Waterboys hasta Van Morrison. Una barbaridad. Le volví a preguntar a Mick y dijo “vale”. Después se pusieron de acuerdo, a Mick le apetecía hacerlo.

 

«En las carreras de largo recorrido, al final, es tu vida la que está en medio. Y en tu vida tienes altibajos, como los tenemos todos en cualquier ámbito»

 

Entiendo que le pagaron como productor y no como ingeniero.
Pues le debieron de pagar una pasta, seguro. Lo cierto es que los contratos de producción son siempre iguales, un tres por ciento. Lo único que ocurre es que los productores más gordos te piden más dinero del adelanto sobre el tres por ciento que otra gente. Mick y yo entablamos una amistad maravillosa que ha perdurado en los años, aunque ya no trabajemos juntos. Lo último que estuvimos haciendo fue 21 gramos, que mezcló seis o siete temas del álbum. Hasta ahí, hicimos juntos el primer Básico, El doradoCalle Mayor no lo produjo él, porque me fui a Los Ángeles con Thom Panunzio, pero al final me lo acabé llevando [a Mick] a Londres para que me mezclase el disco. Sur también lo hizo él, el Básico 2… Es un tipo de primerísimo nivel del que yo he aprendido el noventa por ciento de lo que pueda saber, de su manera de trabajar y de sus años de mala leche, que tenía mucha. Estuvo a punto de mezclar algunos temas de este disco, el Básico IV, pero llevo algunos años trabajando con Manuel Tomás, que es un ingeniero maravilloso, y estoy tan feliz con lo que está haciendo.

 

El Básico 3 aparece nueve años después. En ese tiempo salieron los discos Sur, 8:30 a.m., Rarezas, Grandes éxitos y Mestizo, álbum que no tuvo tanto éxito, comercialmente hablando.
Fue un desastre. Mestizo fue un disco que no tuvo ningún tipo de repercusión a nivel comercial, pero estuvo nominado a los Grammy como Mejor Álbum de Rock.

 

Y una de las canciones, “5 estrellas”, se utilizó para un anuncio de Mahou.
Sí, con la letra cambiada, pero no pasó gran cosa con Mestizo. Sucede con las carreras largas. Yo no recuerdo ninguna carrera larga de ningún artista que vaya solamente para arriba. Ni la de Bowie, por supuesto. No existe. En las carreras de largo recorrido, al final, es tu vida la que está en medio. Y en tu vida tienes altibajos, como los tenemos todos en cualquier ámbito.

 

Entre el Básico 2 y el Básico 3, antes de Sur, haces un parón.
Sí. Entre 1998 y el 2001. Dije que paraba y lo hice con toda la intención; no sabía cuándo iba a volver. Esto lo hice dos veces en dos momentos distintos de mi vida: la primera vez me metí doscientos veinte conciertos en dieciséis meses, y un disco en medio. Yo esto no se lo recomiendo a nadie. Y la segunda vez recuerdo estar en las escalerillas para subir a un escenario y llamar a mi mánager de entonces, Rosa Lagarrigue, y decirle: “Rosa, no sé cuántos quedan por hacer, pero para. Vamos a hacer lo que esté firmado y se acabó”. Paré porque le tengo un respeto monumental a esto que hago, es mi vida y soy un apasionado absoluto de esta cosa. Es mi profesión, mi hobby, mi oficio… Me levanto por ello cada día. Me di cuenta que era la primera vez en mi vida (y la última) que me estaba subiendo a un escenario como si fuera a la oficina. Si le perdía el respeto a esto, me lo iban a perder a mí, y no me iba a permitir perderle el respeto a lo que hago, porque me iba a quedar sin vida. Paré la gira y me fui seis meses a Normandía. Después me fui otros seis meses a San Francisco. Escribía, tocaba… pero sin saber cuándo iba otra vez a volverme a subir a un escenario.

 

¿Por qué volviste a meterte todos esos conciertos la segunda vez si ya sabías las consecuencias?
Porque me lo pasaba tremendo. En la primera, las consecuencias fueron que estaba reventado. Cuando hice esa barbaridad, acabé en octubre de 1995. Y en agosto de 1996 me fui a grabar Calle Mayor. Desde octubre del 95 hasta agosto del 96 estuve escribiendo.

 

«Soy un apasionado absoluto de esta cosa. Es mi profesión, mi hobby, mi oficio… Me levanto por ello cada día»

 

¿Argán, aunque es más posterior, vino también de uno de estos viajes introspectivos?
Empecé a escuchar música del Magreb en el año 2000 (antes ya había leído bastante literatura). Me colgué con esa música y en el 2008 y 2009 me hice dos periplos. En uno de los años me fui catorce veces a Marrakech. Me fascinó la ciudad y ellos. Era feliz. Se me ocurrió cierta idea en la cabeza, pero el único referente que tenía en la cabeza era Kashmir, de Led Zeppelin. Poco referente para construir después todo un concepto. ¿Se había mezclado el pop con la música del Magreb? Sí. ¿El flamenco? Por supuesto, salen del mismo sitio. Pero con el rock como tal no. Era consciente de que tenía tal barbaridad de cosas que debía aprender, que mientras eso se quedaba instalado en la cabeza, yo escribía, grababa y me iba de gira con 21 gramos. Seguí haciendo la maqueta de Argán en casa y luego me fui otra vez a Marrakech a terminar un montón de cosas más.

 

En los trece años que pasaron entre el Básico 3 y el actual, publicaste más álbumes que la otra vez: cuatro discos de estudio (21 gramos, Argán, Babilonia y Capitol), un directo (Enjoy) y una caja (Que veinte años no es nada). ¿Esta productividad vino debida a haber bajado el ritmo de las giras y tener algo más que contar?
Son periodos. Babilonia y Capitol no están pegados. En los últimos años, desde Enjoy para acá, no he parado: he girado todos los años, he seguido escribiendo, hay mucho material sobrante, sigo trabajando… Y no sé que habrá el año que viene, pero algo habrá.

 

Quiero volver al Básico 3, dado que me resulta muy distinto a los dos anteriores, sobre todo en el sonido. Se incluyen violines, por ejemplo.
Sí, un violín. Pero el Básico 3 es un disco que no suena bien. Hubo muchísimos errores por mi parte de muchas cosas, como de producción. No me duelen prendas al reconocerlo. Eran errores subsanables, aunque luego, cuando lo escuches, no te salte a los ojos. De toda mi carrera, es el único disco del que no estoy cien por cien satisfecho una vez visto con cierta perspectiva.

 

Y no estabas pasando por un mal momento precisamente…
Sí, pero creo que tuve errores que debería haber gestionado muchísimo mejor.

 

¿Este Básico IV es una respuesta a los errores del tercero?
No. Somos lo que fuimos. Tú eres como eres hoy por lo que hiciste ayer, ni para bien ni para mal. Eso te configura como persona, porque lo que pase mañana no nos configura nada. Intento aprender de mis errores, lo consigo, y es difícil que cometa dos veces el mismo error. Hay una frase que me gusta mucho que dice: «Intento no cometer dos veces el mismo error, porque con los nuevos ya tengo suficiente». Y es verdad. Con el Básico 2 me rodeé de músicos con los que ya había trabajado desde hacía muchos años y tenía las cosas muy claras respecto a cómo tenía que sonar, el ingeniero con el que había que grabar… Tuvimos un millón de reuniones para decidir cómo iba a ser el disco, hacia dónde había que ir, qué expectativas teníamos en cuanto al sonido, cuál iba a ser la historia que tenía que contar…

 

¿De qué están hechas tus canciones?
Podría parafrasear a mi amigo Goyo Jiménez cuando dice «del material que están hechos los sueños» (risas), pero más allá de citar al genio que lleva dentro ese ser inconmensurable y al que tengo un cariño especial, mis canciones están hechas de los retazos de vida de cada uno. Las canciones y los discos hace tiempo que tengo claro que no son libros distintos, sino capítulos de un único libro que te configuran. La memoria es una farsante que cambia todo y lo coloca como le da la gana. A veces ni yo mismo soy capaz de discernir qué es verdad y qué no lo es, porque juntas retazos de sentimientos con una persona, con otra, en un momento, en otro… Y la memoria lo coloca como quiere y te lo escupe encima del papel para que tú tengas que darle forma. Al final es un batiburrillo. Como decía Isaac Asimov, “hasta la más fiel de las autobiografías tienen algo de ciencia ficción”.

 

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