Cárceles, ranchos y canciones: Los Rodríguez «se desnudan» en Madrid

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Calamaro: «Hacíamos el amor con 25.000 personas y volvíamos solos a casa. Bueno, lo segundo no podría jurarlo»

 

Andrés Calamaro, Ariel Rot y Germán Vilella apadrinaron la presentación oficial de Sol y sombra. Biografía oral de Los Rodríguez, de Kike Suárez «Babas» y Kike Turrón. Por Arancha Moreno.

 

Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: LA CENTRAL COMUNICACIÓN.

 

Toma de temperatura, mascarilla obligatoria —entre el público—, gel y un aforo máximo del cuarenta por ciento: esos han sido los protocolos de la SGAE para la presentación de Sol y sombra. Biografía oral de Los Rodríguez, celebrada este lunes en Madrid. Un libro firmado por Kike Suárez «Babas» y Kike Turrón —conocidos como «Los Kikes»— en el que han reunido más de cien testimonios para poner, negro sobre blanco, las historias vox populi y los off the record que rodean la carrera de los míticos y fugaces Rodríguez. Y ellos vuelven a la escena del crimen, al Madrid que les vio nacer, justo treinta años después de dar sus primeros pasos.

Hacía décadas que no veíamos a Calamaro, Rot y Vilella, los tres Rodríguez supervivientes —Julián Infante murió hace justo veinte años— juntos en un mismo salón, desplegando las alas de la memoria y los recuerdos. Siete años han tardado los dos autores en darle forma a este libro, que sus protagonistas apadrinan y acompañan con la complicidad de antaño. Allí han recordado cómo se gestó el grupo, con los dos guitarristas de Tequila, un vocalista escogido por Ariel al otro lado del charco —«Para mí era fundamental que viniese Andrés, se había establecido una alianza musical muy poderosa», ha dicho— y un cuarto músico español, Germán, cuya batería ya andaba en los míticos locales Tablada 25 donde ensayaba tiempo atrás con el dúo Álex y Christina.

«Percibí que Ariel había tenido una epifanía viendo con Julián a los Rolling Stones», arrancó Calamaro, explicando por qué aceptó la invitación para sumarse a la banda. «Empezamos sin ninguna canción, lo que tenía era un título», dice en alusión al tema “Algo se está rompiendo”, y Ariel apunta la existencia de “Demasiado tarde”, recomponiendo el recuerdo de su compañero. «Bueno, todo se estaba rompiendo en Buenos Aires y no era demasiado tarde», dicen entre los dos, recuperando la fortaleza de ese discurso conjunto que tan buenos resultados creativos les dio en los tres discos de estudio que alumbraron en los años noventa.

Precisamente, los citados locales de Tablada 25 son el símbolo del nacimiento de Los Rodríguez. «En esos momentos los locales eran muy caros y estaban llenos, la escena estaba espléndida. Luego Tablada se convirtió en un lugar casi místico para nosotros, era el lugar donde íbamos religiosamente cada día», ha comentado Ariel, tachando de «templo» aquel lugar que les vio nacer musicalmente. «Ya he propuesto, intentando involucar a esta santa casa, que se haga un museo de Tablada», ha añadido Germán, para amplificar el mito.

«No creo que tuvieran que insistirnos mucho para ponernos en pelotas, más le costó a Ricky Dávila llevarnos al toro de Osborne», ha soltado Calamaro sobre la llamativa portada del libro, en el que se ve a los cuatro Rodríguez posando tal y como llegaron al mundo, tapados convenientemente con sus propios discos. Sobre la posibilidad de haber recuperado puntualmente a la banda, para unos cuantos conciertos, Andrés ha dicho que «Pasó demasiado tiempo. Podríamos haberlo hecho en el año 2000, pero falleció Julián. Para mí, reunirnos en el 2000 hubiera sido un auténtico periodo de salvación». «Suena un poco raro pensar que los Kikes estuvieron más años escribiendo el libro que nosotros escribiendo el contenido de las páginas», ha continuado. «Si hubiéramos seguido con Los Rodríguez, nos hubiéramos puesto más serios con el ritmo», se ha aventurado a dibujar Calamaro, que ha descrito a la banda como «Tequila reposado». Sobre su brumoso final también se ha pronunciado Vilella: «Nosotros, oficialmente, se podría decir que nunca rompimos, pero no están Julián, ni el Pato Zamora, ni Guille, que podrían darle un poco más de sentido» a su añorada vuelta.

Como banda cumplieron la máxima atribuida erróneamente a James Dean (lo dijo, en realidad, John Derek en la película Llamad a cualquier puerta”): Los Rodríguez vivieron rápido, murieron jóvenes y dejaron un bonito cadáver, sujeto en decenas de canciones que les han sobrevivido en la memoria colectiva. «Fueron seis años de muchísima intensidad, tal vez vivimos en seis años lo que otros grupos viven en diez, o nunca», ha apuntado Ariel. «Éramos muy intensos, podíamos llegar a pelear por un acorde y dejar de hablarnos durante dos horas», ha dicho. Fueron tiempos en los que, como dice Calamaro citando a Janis Joplin, «hacíamos el amor con 25.000 personas y volvíamos solos a casa», aunque luego se ha retractado: «Lo segundo no podría jurarlo». Y menos en la época en la que vivían juntos, en Chamberí, en el famoso Rancho al que casi dedican un capítulo entero en su biografía oral.

 

Rot: «Me produce curiosidad cómo cómo sonaríamos nosotros tres después de un par de semanas tocando en Tablada»

 

De aquellos tiempos han recordado también la vez que fueron a tocar a la cárcel de Carabanchel. «Eso no fue agradable, era una cárcel muy inquietante, he vuelto a tocar en las cárceles, pero la vibración de Carabanchel es inolvidable», ha recordado Ariel. Calamaro no guarda tan mal recuerdo, porque asegura que entre los presos encontró un conocido: «El que movía costo en Malasaña se llamaba Jose, y cuando fuimos a tocar a Carabanchel estaba detenido, para mí fue una oportunidad de tener una devolución».

Y así, liberando los recuerdos presos, llegó uno de esos off the record inesperados en boca de Andrés, sobre ciertas habilidades gaseosas de Rosendo que —según el argentino— le había relatado Julián Infante: «Era capaz de hacer música incluso tirándose pedos. Un día, todos juntos en un bar, a punto de entrar en el Palacio de Deportes, le pregunté con muchísimo respeto si era cierto que podía hacer melodías con el culo», soltó, provocando las risas en la sala.

Hubo tiempo para hablar de su estilo, tan asociado a la rumba, quizá, por el estelar “Sin documentos”. «A lo mejor si nuestro primer hit hubiera sido “Aquí no podemos hacerlo”, la gente hubiera pensado que hacíamos reggae rock, porque Los Rodríguez coqueteábamos con un montón de géneros, pero nos hicimos famosos por un tema que evocaba la rumba», ha reflexionado Ariel. Si tuviesen que elegir un escenario para volver a tocar juntos, Calamaro apostaría por cerrar el círculo y volver al punto de partida: «Para mí sería volver a ensayar en Tablada, tres o cuatro personas con la debida distancia», ha dicho. «Tal vez lo que más curiosidad me despierta a mí, personalmente, más que pensar en mucho público y grandes escenarios es cómo sonaríamos nosotros tres después de un par de semanas tocando en Tablada», ha añadido Ariel.

De la risa a la nostalgia, Calamaro tomó por última vez el micrófono para agradecer a los Kikes que hayan contado su historia, y con la voz casi agrietada, tuvo un último recuerdo para los compañeros que ya no están. Lo que vivieron entonces, como banda, solo lo sabían ellos hasta ahora, que ha llegado esta biografía oral —a la venta online, y a partir de diciembre en las librerías— para fijar los recuerdos de una de las grandes bandas de los noventa. Para no olvidar.

 

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