Barcelona fantasma, de Ramón de España

Autor:

LIBROS

«Un recorrido por el aura de una Barcelona que ha quedado impregnada en sus calles, pero que ya no existe»

 

Ramón de España
Barcelona fantasma
VEGUETA EDICIONES, 2022

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

El libro de Ramón de España es una recopilación de artículos periodísticos ligados de manera intensa por un eje temático: el retrato de una Barcelona que ya no existe. Pero no es una visión evanescente ni dolorida. Y si no es evanescente es porque está encarnada por materia que fue tangible. Aparecen bares, librerías, personas, revistas, grupos musicales; toda una vida que no se recuerda desde una óptica costumbrista, sino personal. De España nos presenta su mirada hacia unas calles en las que bullía una ciudad culta y hedonista, y que hoy es provinciana y seria. Todo ello no se reflejará de forma significativa en los libros de historia, porque todo lo que conforma el cronista en sus páginas no ha tenido más valor –ni menos- que conformar el espíritu de una ciudad, ese espíritu que este pobre redactor vivió en sus finales.

Y no es dolorida, la visión, porque no hay ni el más leve asomo de necrofilia. Ni De España, ni nadie, creo que quiera resucitar ese mundo que ahora solo está en los recuerdos y en el negro sobre blanco de esas páginas, pero tampoco es perjudicial para la salud, en pequeñas dosis, recordar sitios que han quedado impregnados de alegría. Yo asistí a alguno de ellos, pocos, muy de joven y aún conservo la memoria de esa alegría, aunque solo me calentara a las últimas brasas.

Pasemos a visitarlos. Tras la cortina roja de Zeleste podremos ver al Sisa junto a Carles Flavià y asistir a una anécdota que el autor ya contó en un libro similar, solo que escrito justo en esa época: En la cresta de la Nueva Ola. Y después podemos acudir al Salón Cibeles. Y, ya a deshora, compartir barra con el canalleo en el drugstore del Paseo de Gracia, donde nosotros parábamos a comprar el diario el domingo de madrugada, cuando ya nos habían echado del último local.

Atravesemos dos entradas que, por esa época, daban sus últimos coletazos: el antiguo Bikini o el Boliche. Por este último se podría ver vendiendo flores a Violeta la Burra –a la que un servidor pudo ver actuar, ya en los dos mil, en el festival Spanish Bizarro–. También podríamos acudir a espacios que, al fin y al cabo, fueron un pufo: el Studio 54 y los bares polinesios, de los que olvida el autor que eran frecuentados por parejas primerizas que podían allí magrearse a gusto. Por supuesto, había otro tipo de locales que olvida, frecuentados por la purria, a los que no se acercaban nuestros modernos ni por imperativo legal, como Trocadero o la discoteca Sant Jordi, en plena Plaza de Cataluña, gestionada por el ejército.

Hay sitio también para los cines, el Astoria o el Alexis, por ejemplo, y para las librerías, como la Librería Francesa de Paseo de Gracia, donde el cronista se extasiaba con los cómics y un servidor conseguía las versiones originales de Modiano o Rimbaud. Los almacenes Sepu, con su mezcolanza que dio seguramente ideas a los bazares chinos, o la aterradora y magnética Avenida de la Luz, ocupan también sendos capítulos.

Los amigos o conocidos que se recuerdan ya son innumerables. Gato Pérez, Francesc Bertriu o Jaume Perich gozan de los capítulos más sentimentales, con mención especial para Francisco Casavella y menor para otros de no tan intenso recuerdo, pero que sí pertenecieron a ese mundo. Suerte que a Flowers aún se lo puede encontrar uno por cualquier esquina en la que haya cuelgue musical.

El lector hará, pues, un recorrido por el aura de una Barcelona que ha quedado impregnada en sus calles, pero que ya no existe. A los que no han vivido en la ciudad, les resultará una visita agradable, a los que pertenecemos a ella, nos hará vernos a nosotros mismos en un bus turístico temporal y dirigido por palabras, con paradas en lo que fueron nuestros lugares. Uno, modestamente, hasta llegó a estar en el San Carlos Club, mito ya de los sesenta; y al cerrar el libro acudo a ellos con el recuerdo y vuelvo a sentir esa felicidad.

Anterior crítica de libros: El nacimiento de un icono. Revolver 50, de Klaus Voormann.

 

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