Aterciopelados: «Somos antibélicos en un país donde hay conflictos desde hace más de cincuenta años»

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«Nuestro promotor dice que somos la banda que más veces ha visitado España [risas]»

 

En su gira europea, Aterciopelados han vuelto a recalar en España para presentar su último disco, Tropilop. Al borde de su concierto en Zaragoza, Ignacio Reyo charla con Andrea Echeverri sobre los casi treinta años de trayectoria del grupo colombiano.

 

Texto: IGNACIO REYO.
Foto portada: JUAN ANDRÉS MORENO.
Foto interior: STAR +.

 

En 2023 se cumple el treinta aniversario del debut de Aterciopelados. Ejemplo paradigmático del cambio como evolución coherente y estilística, Andrea Echeverri y Héctor Buitrago han girado por España este mes de septiembre. Antes de su concierto en el Vive Latino de Zaragoza, hablamos con Andrea sobre su carrera y algunas cuestiones sociales asociadas a su música, que se ha caracterizado por su defensa del medioambiente y de los derechos de las mujeres, entre otras cosas.

 

¿Qué diferencias encontráis entre el público español y el latinoamericano?
Pienso que cuando nosotros tocamos acá la mayoría es latinoamericana. Y por eso se pone bien bonito, hay gente de todos los países que se encuentran. Hay un porcentaje español, en todo caso. Como llevamos tanto tiempo tocando, sucede algo parecido a una máquina del tiempo: escuchan nuestras canciones y sienten como si estuvieran en el colegio nuevamente, como si volvieran a ser adolescentes. Eso es muy bonito y muy especial.

 

Fuisteis pioneros en mezclar rock y folclore colombiano y por extensión el latinoamericano. ¿Cómo se dio esa mezcla?
Sí, eso hemos hecho desde el comienzo. Tiene que ver con que en estos países estamos expuestos a todas esas músicas: en el transporte público, en las tiendas, las ponen tus padres. Para nosotros todas esas músicas valían.

 

De todas maneras, siempre habéis evolucionado musicalmente, incorporando electrónica en la música del grupo. ¿Es la apertura de miras algo fundamental para el artista creativo?
Sí, siempre estamos muy abiertos. La inclusión de la música electrónica empezó en el álbum La pipa de la paz [1996], donde colaboró un músico inglés que aportó unos interludios en ese estilo. Pero fuimos de lleno con lo electrónico en el disco Caribe atómico de 1998. Y así es como vamos navegando y nos volvemos más orgánicos, nos volvemos más electrónicos. Héctor [Buitrago], que está aquí a mi lado, es el que está más pendiente de las tendencias nuevas, es muy investigador y curioso. Los nuevos proyectos siempre traen un poco de lo que está sonando por ahí.

 

En todos los discos las canciones tienen un mensaje. ¿Concibes la música para poder hacer pensar al público sobre cuestiones sociales?
En nuestro repertorio hay algo de eso, aunque también hay amor, desamor, humor. Pero sobre todo hay temas en los que nos hemos ido especializando. Héctor es activista ambiental y tiene un proyecto que se llama Canto al Agua, que ya ha cumplido once años y se ha replicado en muchos países. También somos antibélicos en un país donde hay conflictos desde hace más de cincuenta años.

 

También eres una activista destacada de la lucha feminista en un entorno eminentemente machista. ¿Crees que ha dado sus frutos? ¿Piensas que el patriarcado se acabará?
Es lo que espero. Creo que aún falta camino, pero hay una especie de apertura donde la gente cuenta lo que les pasó, sin ningún tipo de vergüenza. Eso es muy importante, porque había muchos casos de violaciones que les daba vergüenza contar, así que hablar sobre estos temas es muy importante para empezar a buscar la igualdad, el respeto y la dignidad.

 

Tú, como mujer, ¿has tenido problemas en el ambiente musical?
Personalmente, no. Pero al principio había giras donde trabajaban ochenta y ocho hombres y una mujer. Y los veías transformarse de seres humanos en lobos hambrientos.

 

¿Y qué opinas de la estética del reguetón y el trap? Porque algunos músicos de esos géneros no lo son, pero lo que triunfa suele ser en su mayoría de sesgo machista.
Pero eso no sucede solo en el reguetón. Madonna, por ejemplo, no me parece un símbolo de liberación. Personalmente, considero que es el mismo patriarcado. Y me pasa lo mismo con estas chicas reguetoneras, que dicen que son feministas, pero es más de lo mismo. No me parece que estén innovando.

 

Visualmente siempre habéis sido llamativos, llevando ropa diferente, con un punto glam. ¿Cómo describirías el estilo visual de la banda?
En mi caso, las referencias femeninas son omnipresentes. Por lo general, una mujer sobre el escenario trata de mostrarse sexy. Yo he encontrado mi propia estética, femenina, colorida, simbólica. Trato de poner mucho juego y humor, depende del vídeo o de la temporada. Siempre llevo cosas lúdicas, por decirlo de alguna manera. Por ejemplo, en una ceremonia de los Premios Grammy, me disfracé de Grammy [risas]. Juego con mis pechos también, soy una plancha total, entonces me hago cosas chistosas como en la gira de Soda Stereo, Gracias Totales. La canción que me tocaba era “Pasos”, del disco Sueño stereo, y como en la portada se ven unos bafles me puse uno en cada pecho. En esta gira llevo un tocado con el espejo de Venus. Me gusta mucho lo simbólico. Desde mi punto de vista feminista, trato de desmontar el estereotipo y de resaltar la aceptación y el amor propio.

 

Vamos a hacer un repaso por vuestros discos de estudio. ¿Qué recuerdas del álbum debut, Con el corazón en la mano, de 1993? ¿Teníais nervios?
Eso fue en una vida pasada [risas]. Tengo recuerdos muy bonitos, porque fue como tirarse al agua por primera vez. Había mucha inexperiencia, pero a la vez mucha energía. En general los recuerdos de los discos son muy bonitos. Tocar en vivo y grabar un álbum son experiencias muy distintas, pero ambas cosas tienen su magia. Los músicos disfrutamos de ambas.

 

«Con la madurez llega otro sonido, otra estructura»

 

El segundo disco, El dorado (1995), fue un gran éxito. Vendió más de un millón de copias. Fue un éxito global.
Ese fue chévere porque tuvimos un muy buen productor, Federico López, un chico de Medellín con quien fue muy grato trabajar. Recuerdo que en esa época también había salido el disco Re, de Café Tacuba, y estábamos muy emocionados escuchándolo. Había algo en común.

 

El disco La pipa de la paz (1996) lo produjo Phil Manzanera. ¿Cómo se dio ese paso, grabar con un productor inglés?
Lo de Phil se dio gracias a Héroes [del Silencio]. Hicimos una gira con ellos y Phil fue a Madrid a conocernos. Además, la mamá de Phil es colombiana, entonces él tiene un español superbueno, así que eso fue muy lindo. Viajamos a Londres a grabar, fue increíble. En Londres vimos unos afiches [impresos] de un festival colombiano, entonces pudimos contactarnos con muchos músicos colombianos. Como el disco tenía mucho del folclore de nuestro país, grabamos con unos vallenateros de verdad. Eso fue hermoso. Y también fue Bunbury.

 

Volvamos a los discos. En 1998 publicasteis Caribe atómico.
Lo grabamos con Andrés Levin, un productor venezolano que había trabajado con Amigos Invisibles y con varios músicos latinos más. Vivía en Nueva York, lo grabamos allí. Sin músicos, porque la idea era hacer un disco electrónico. Fue buenísimo.

 

El disco es predecesor en su temática. En Latinoamérica y España la conciencia social no está tan arraigada como en los países anglosajones sobre el cambio climático.
Claro, y menos en ese momento, en 1998. Es el primer disco donde tocamos este tema del cambio climático. Incluso con el mismo título del álbum. Fue muy importante.

 

Luego sigue Gozo poderoso (2000), también muy electrónico, pero con la vuelta al rock.
Ese disco salió cuando se cayó la industria musical. Nuestra disquera cerró, así que usamos los demos para el disco. Después de haber hecho un álbum con tanto presupuesto y en Nueva York, ese lo grabamos en casa. Pero también fue muy lindo. Además, Héctor fue el productor por primera vez, luego de haber aprendido con Phil, Andrés y Federico. Eso también fue importante. Tuvimos que adaptarnos a ese presupuesto. Cuando lo terminamos, lo compró US Latin [BMG]. Por eso tuvo mucha promoción en los Estados Unidos.

 

Tras un parón, Oye (2006), que marcó el regreso de la banda.
¡Fue muy bonito! Estábamos con Tomas Cookman, con quien hicimos mi proyecto solista, el de Héctor, Oye y Río. Con él grabamos todos esos discos. Hicimos muchas giras por los Estados Unidos y por acá también; de hecho, nuestro promotor, Francis, dice que somos la banda que más veces ha visitado España [risas]. Hemos venido como mil veces. Bonitos recuerdos de toda esa época.

 

Es el momento de Río (2008).
Bueno, todos estos discos ya fueron producidos por Héctor y grabados en nuestro estudio. También nos convertimos en padres, cada uno por su lado, y eso influyó en estos discos. Entonces estaba embarazada de mi segundo hijo y la esposa de Héctor también estaba embarazada, así que recuerdo que comía muchas galletas [risas]. En ese momento, la música nos salió más dulce.

 

Claroscura (2018).
Estuvo muy bien porque firmamos con Sony. Lo hicimos en Bogotá, pero tuvimos un buen presupuesto. Cachorro López produjo cinco temas y los otros los produjo Héctor. Con la madurez llega otro sonido, otra estructura.

 

Y el último hasta ahora es Tropiplop, publicado el año pasado.
Tropiplop es un proyecto pandémico. Cada uno grabó en su casa.

 

¿Ya tenéis planes para un próximo disco?
Sí, ya estamos trabajando en algunas canciones.

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