“Así funciona el negocio de la música”, de Vicente Mañó y Javier Bori

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LIBROS

“Ofrece recetas de buena lógica que, cuando una mente espabilada entre en la dinámica que explora el libro, captará de inmediato”

 

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Vicente Mañó y Javier Bori
“Así funciona el negocio de la música”
CÍRCULO ROJO

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

En el ámbito anglosajón es común disponer de bibliografía sobre los entresijos de la industria musical; ejemplo preclaro y reciente, el libro de David Byrne comentado en estas mismas páginas. Sin embargo, en castellano cuesta encontrar manuales de apoyo sobre este tema, y los que hay suelen circular por distribuciones alternativas. La carencia es tanto más lamentable si pensamos que en ocasiones los capítulos dedicados a las asociaciones, distribuidoras o canales de promoción son tan diferentes en la música española que no tienen ningún valor de uso para nosotros. En parte viene a solventar esto el manual de Vicente Mañó, destacado manager y organizador de conciertos que ha pasado por todos los estratos del negocio, y Javier Bori, músico también experimentado.

Primera indicación paratextual, la del título: la música es un negocio, conviene no olvidarlo si van a leer estas páginas, aunque Mañó siempre deja claro que sin talento –virtud que no sabe definir, básicamente porque es imposible hacerlo– nada va a tener sentido en este ámbito. Segunda: el prólogo de Miguel Ríos avisa de que por aquí van a pasar todos los actores de la industria de la música, recalca la función de cada uno y analiza cómo se pueden controlar estas tareas con efectividad.

A partir de aquí, se despliegan fichas que abarcan pocos secretos ocultos y muchas realidades obvias que a veces pasan desapercibidas. El mérito del volumen es ofrecer una serie de recetas sencillas y válidas para desenvolverse en este mundo, recetas de buena lógica que, en cuanto una mente espabilada entre en la dinámica que explora el libro, captará de inmediato. Tiene la ventaja, eso sí, de dedicar amplio espacio a los noveles, a aquellos que creen tener algo que decir y especial mano para hacerlo, pero que no conocen lo que hay más allá de rasguear una guitarra y escribir una letra.

Porque el artista es lo primero. Y lo más débil, tanto que si la crisis que vive nuestro asunto se ha cebado en alguien, es en él. Pero el autor no deja capítulo sin que asome un aire esperanzado y de colectividad: unidos todos, saldremos adelante. Por otro lado, rechaza imperativamente cualquier carrera que se base en pretensiones a priori. La única pretensión es la de hacer buenas canciones. Tras ello, el músico debe darse cuenta de que en el momento que firme cualquier papel, él mismo es una empresa. Cierto, ya lo están viendo, a veces el texto tiene un leve tono de autoayuda.

Tras el artista, los sellos y los tipos de contrato. El estilo, didáctico y esquemático, avisa de lo que es una licencia, para qué sirve una editorial –la bolsa de valores de la música–, la diferencia entre management y booking o cuáles son los departamentos de una discográfica –le dedica solo una página, afán sintético–, así que aquí el neófito debería estar muy atento, un aviso para nuevos grupos navegantes de qué deben firmar y qué condiciones son las que normalmente se fijan. También aparece la cuestión de los estudios de grabación, o las grabaciones caseras, donde por el afán de ir a lo esencial avisa de que existen programas para grabar desde el ordenador, pero no detalla cuáles son.

Seguimos con la difusión, que escarba en todos los ámbitos –aunque faltan las revistas– hasta la actualidad, y así recoge esa plataforma impresionantemente eficiente para las radios que es ritmic.net. Esto, por lo que respecta a los condicionantes externos, en los internos enseña a cuidar los detalles, una buena foto promocional o un buen texto para presentar el disco son tan importantes como un buen concierto.

Defectos los hay; el estilo es un tanto pedestre –pero no es la expresión lo que se busca– y dedica amplio espacio a su experiencia, la organización de conciertos de estadio, fenómeno que resulta curioso e ilustrativo, pero poco práctico para el lector. En todo caso, deberían atender a sus sugerencias. Uno, que también ha estado en diversos frentes del negocio, les asegura que son muy prácticas y que más allá de ellas no se puede explicar mucho más.

 

 

Anterior crítica de libros: “Los Beatles. Canciones completas”, de Steve Turner.

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