Angel dust (1992): el ideal extremo de Faith No More

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TREINTA ANIVERSARIO

«Van pasando las canciones y crece la sensación de que estamos ante algo grande, un viaje que nos reserva momentos muy distintos»

 

Un disco complicado, difícil de encasillar. Arriesgado en forma y en fondo, pues sus miembros asistían entonces a encontronazos personales y artísticos. Sin embargo, ha pasado a la historia como uno de los trabajos más rompedores de los noventa. Fernando Ballesteros regresa hasta él.

 

Faith No More
Angel dust
SLASH RECORDS, 1992

 

Texto: FERNANDO BALLESTEROS.

 

Es cierto que 1991 fue un año inolvidable para el rock por muchos motivos, pero ahora que están cumpliendo años, con cifra redondita, los discos que se publicaron en el 92, estoy refrescando la memoria y recordando que fueron varios los grupos que editaron su mejor trabajo hace treinta años. Entre ellos, el caso de Faith No More, me parece uno de los  más claros y significativos, principalmente, por todos los caminos que los de San Francisco estaban abriendo para otros que iban a transitar  por derroteros similares. Que los aprovecharan o no es otra historia, pero la obra de Faith No More tiene muchísimo valor por sí misma y de eso es de lo que hablamos hoy. En concreto de un disco tan desafiante como Angel dust.

El desafío lo tenían ellos porque cuando se enfrentaron a la tarea se trataba de revalidar el éxito de The real thing. Antes de su exitoso álbum del 89, ya habían grabado dos discos con Chuck Mosley como vocalista. Pero allí faltaban piezas o había que cambiar algo en la formación, por decirlo claramente. Sí, porque es verdad que We care a lot (1985), a pesar del tirón de canciones como la titular, ya ponía de manifiesto que Chuck no era el hombre. A pesar de ello, y de sus desfases, continuó  en Introduce yourself (1987) y la banda se hizo un nombre en el underground que les llevó a cosechar fans, algunos de ellos, ilustres, todo hay que decirlo.

 

Nueva voz, nuevos caminos

Pero llegaba el momento crucial. Con Mosley fuera, antes de ir a por el tercer elepé, había que encontrar al vocalista que lo pusiera todo en su sitio, o no, que lo pusiera todo patas arriba con locura y maestría. Fueron varios los sondeados, entre ellos el mismísimo Chris Cornell, quien tras una jam con el batería Mike Bordin, que era su colega, y el bajista Billy Gould, llegó a la sabia conclusión con ellos —si es que lo llegó a dudar, que no creo— de que su futuro iba a seguir siendo Soundgarden. Y ahí surge la figura de Mike Patton, quien por aquel entonces ya andaba enfrascado en su proyecto Mr Bungle, que seguiría dando frutos en el futuro. Mike se incorporó casi sin tiempo para participar en la creación de The real thing, pero fue la voz de aquellas canciones que les llevó al escalón de las ventas millonarias. Aquellos fueron los tiempos del boom, el mismo que llevó a los Red Hot Chili Peppers a ponerse envidiosos, ante un éxito que creían que les correspondía más a ellos y que terminarían  consiguiendo, corregido y aumentado, apenas un par de años más tarde.

A los Faith, lo que les tocaba en el 92,  era darle forma a una colección de canciones que cumpliera las expectativas de todos, y eso —la historia nos ofrece cientos de ejemplos— no es sencillo. Por eso, el proceso de gestación de Angel dust fue tremendamente complicado. No debía ser muy agradable que los señores de la compañía metieran prisa a los chicos y que dudaran de los resultados que iban a salir de su trabajo en el estudio. En una de aquellas, como recordaba el guitarrista Jim Martin, un dirigente de la discográfica les llegó a espetar que, por su bien, esperaba que no se hubieran comprado casas. En fin, no parece el mejor acicate para unos músicos enfrascados en la creación de una obra clave. Pero era lo que había.

Y luego estaban las sensibilidades musicales de sus miembros que, aparentemente podían chocar y hasta repelerse. Patton era un cantante que siempre tendía a ir más allá, procedía del mundo más experimental y lo demostraba. Billy se volvía loco con el death metal y los sonidos más extremos, Roddy Bottum era un teclista de marcada querencia pop y a Mike Bordin lo que más le gustaba era darle a los ritmos funky. Pero todo esto, aun complejo, no era un obstáculo insalvable. De hecho, el resultado del disco deja bien claro que aquellas colisiones empujaban al grupo, lo enriquecían. Pero había otro factor que sí estaba minando las relaciones en el hogar de los Faith No More: el choque entre Jim y el resto de la banda.

 

Difícil convivencia artística

Con Jim Martin todo era más complicado, el guitarrista era el más heavy del grupo, un rockero en toda regla con todo lo que ello conlleva, incluido el encarnar muchos de los clichés de la estrella del rock, un estereotipo del que los otros miembros se encontraban muy alejados. Vaya, que con Jim no solo había diferencias musicales, sino también ideológicas, que lastraban la siempre difícil convivencia en un grupo; y él lo sabía y se sentía cada vez más  marginado. Sus opiniones iban perdiendo peso y su protagonismo estaba condenado a bajar —de hecho ya lo estaba haciendo— de forma considerable. Las cosas llegaron a un punto en el que se sentía vigilado. En el disco anterior, trabajaba sus partes con libertad junto al productor Matt Wallace. Pues bien, en Angel dust curraba con Matt, quien volvió a hacer un trabajo excelente ante la presencia del resto de compañeros que vigilaban que no se saliese ni un poquito de lo marcado. Con este panorama optó por echarles del estudio y sus compañeros debieron cerrar la puerta pensando algo así como «muy bien, nosotros te vamos a echar del grupo».

Aquel control y el hecho de entrar al estudio con las canciones muy trabajadas, y sin mucho espacio para las novedades de última hora, dio como resultado un trabajo menos guitarrero que su predecesor. En todo lo demás, era más. Y esa es una de las fortalezas de una obra tan brillante, valiente y ambiciosa como esta. Iban más allá en todos los caminos que ya habían recorrido antes e incorporaban otros nuevos. El trabajo de los teclados, desconcertantes a veces, siempre enriquecedores, llenaba de colores el resultado y, al final, tras una ristra de adjetivos y de sensaciones muchas veces contradictorias, la palabra exuberante resume con bastante fidelidad todo lo que encerraba aquel artefacto.  Exuberancia y canciones como soles.

 

Mágico repertorio

La primera de ellas, “Land of sunshine”, no se anda por las ramas; conducida por el trabajo en los teclados de Bottum, deja claro que no lo van a poner fácil. Como arranque y declaración de intenciones resulta imbatible. “Caffeine” nos ofrece los primeros compases de locura en un disco bien surtido de ellos, y “Midlife crisis” es, probablemente, lo más comercial y redondo que aquellas mentes eran capaces de ofrecer. La verdad es que, cuando se ponían a ello, lo bordaban, porque este se trata de un single perfecto para un grupo de estas características.

“RV” es una de esas canciones que casi te obligan a tirar por la calle de en medio y utilizar la palabra inclasificable. Un tema que termina con exhibición incluida de un Patton que no se cansa de demostrar lo amplio que es su rango vocal. “Smaller and smaller” es uno de los títulos que confirman, más a las claras, que la repercusión comercial del disco no parecía, ni mucho menos, la principal preocupación de los chicos.

Van pasando las canciones y crece la sensación de que estamos ante algo grande, un viaje que nos reserva momentos muy distintos. Como el de “Everything is ruined”, que nos devuelve a un Mike más inspirado en su faceta melódica. De repente, ya no es el poseso que hace unos minutos se estaba desgañitando. Y se agradece, teniendo en cuenta que la secuencia de títulos nos va a llevar a “Malpractice”, que tiene el mérito de transmitir muchas sensaciones pero, pueden creerme, la mayoría de ellas no son agradables. “Kindertgarden” es mucho más fácil y amable, y “Be agressive”, una de las joyas del disco y de toda su carrera, una genialidad en la que funcionan todos los contrastes del grupo. Un buen resumen de lo que eran los Faith No More en su mejor momento. Los coros inquietantes, la letra sobre sexo oral, el ritmo funky, el hip hop… Al final todo cuadra.

“Small Victory” muestra ese lado más comercial y que, seguramente, mitigó algo la preocupación en las oficinas del sello. Un respiro antes de “Crack Hitler” en la que, propulsado por una tremenda base rítmica y con un teclado omnipresente, Patton hace una demostración práctica de lo que era el funky para Faith No More. “Jizzlobber” era oscura, siniestra y heavy; y el broche instrumental lo ponía la versión del “Midnight cowboy”, de John Barry, un rincón de calma después de tantas idas y venidas. Y hasta ahí el disco tal y como fue concebido para salir en sus primeras ediciones. Ocurrió, sin embargo, que su versión de “Easy”, de los Commodores, originalmente una cara B, cosechó tal éxito en radios y conciertos que fue incluida en el repertorio. Por si Mike no había demostrado lo poliédrico que podía llegar a ser, aquí despacha una interpretación magistral vestido de crooner.

A pesar de tratarse de un disco difícil, para algunos un suicidio comercial, Angel dust funcionó bien, y fuera de Estados Unidos es el álbum más vendido del grupo. Pero el futuro iba a deparar movimientos y terminó sucediendo lo que parecía inevitable. En 1994, Jim Martin recibió un fax en el que le comunicaban que ya no era un Faith No More. Con Trey Spruance, compañero de Patton en Mr Bungle, despacharon el soberbio King for a day… fool for a lifetime (1995) y, dos años después, Album of the year iba a ser el más que digno epílogo de aquella primera etapa.

En 2009, sin Jim, volvieron a los escenarios e incluso rompieron dieciocho años de silencio discográfico con Sol invictus. De hecho, es posible que si puedes volver a disfrutar de ellos en vivo, lo hagas a lo grande. Lo que es seguro, es que, con Angel dust le enseñaron al mundo uno de los discos de la década. Si aquello era metal, expandieron tanto ese punto de partida, lo llevaron a unos extremos tan arriesgados, que pocos han podido acercarse siquiera a ellos. Por eso hablamos de una obra maestra que hoy, tres décadas después, sigue sonando igual de rompedora.

Anterior entrega de 30º Aniversario: Lazer guided melodies, de Spiritualized.

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