Lazer guided melodies (1992), la tarjeta de presentación de Spiritualized

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«Vendrían muchas más obras pero allí ya resplandecía la grandeza de uno de los grupos más importantes de las últimas décadas»

 

Spiritualized debutaron en 1992 con Lazer guided melodies. Aunque luego vendrían muchas más obras, allí ya resplandecía la grandeza de uno de los grupos más importantes de las últimas décadas. Fernando Ballesteros nos cuenta cómo se gestó Lazer guided melodies.

 

Spiritualized
Lazer guided melodies
DEDICATED, 1992

 

Texto: Fernando Ballesteros.

 

La historia de Spiritualized, comienza cuando Spacemen 3 aún no habían anunciado su final. El divorcio de la pareja artística compuesta por Jason Pierce y Sonic Boom, era el último episodio de una relación que nunca resultó  fácil y que se fue complicando, personal y musicalmente, con el paso de los años.

El último álbum de Spacemen 3, ya escenificaba la ruptura: dos autores que grababan por separado sin poner ya ninguna idea en común y un trabajo, que casi eran dos, con una cara para las canciones de Sonic y la otra para las de Jason. Era evidente que aquello se terminaba. Sonic Boom había decidido liderar a su manera y, por el camino, se había dejado buena parte de los afectos y adhesiones de sus compañeros. Así que Jason se los llevó para su nueva aventura y en su debut, en este Lazer guided melodies contaba con Mark Refoy a la guitarra, Will Carrithers al bajo y Jonny Mattock a la bateria. Todos habían estado con él en Spacemen y con Kate Radley, la teclista, que llevaba un tiempo ya compartiendo su vida.

Con ese equipo humano, olvidando las tensiones que acabaron con su primera banda, se pusieron manos a la obra y salieron a la carretera y como el final de Spacemen 3 se funde con el principio de Spiritualized, aquellos primeros conciertos, de nuevo ante audiencias compuestas por unas cuantas decenas de personas, se nutrían en su repertorio de las canciones que Jason había aportado a Recurring, el postrero elepé de los Spacemen, más algunas nuevas composiciones.

Antes de que Recurring se pusiera a la venta, la nueva banda de Jason ya había debutado con el single “Anyway that you want me”, su particular relectura de la canción de The Troggs. Y a comienzos del 91, entre concierto y concierto, tenían grabada una parte importante de Lazer guided melodies. Entre noviembre del 90 y enero del siguiente año y en sesiones que se repartieron entre su natal Rugby y Londres, se registró la tarjeta de presentación de Spiritualized. Vendrían muchas más obras pero allí ya resplandecía la grandeza de uno de los grupos más importantes de las últimas décadas.

Hace unos meses salió a la venta la edición en castellano de Spacemen 3 y el nacimiento de Spiritualized, un libro más que recomendable en el que Jonny se refiere a este momento concreto de la historia, afirmando que frente a la rigidez de Spacemen, se respiraba un nuevo clima de mayor libertad. También Will señala que Spiritualized funcionaba más como una banda en la que todos aportaban y en la que era más fácil trabajar.

El propio Jason ha reflexionado, en más de una ocasión, sobre aquellos días y está convencido de que encontró un nuevo rumbo en el último disco de Spacemen. Las difíciles circunstancias del momento, hicieron que mucha gente, incluido él, lo infravalorara durante un tiempo. Finalmente, Jason terminaría apreciando que, aquella cara suya en “Recurring”, sonaba como alguien encontrando su camino.

 

Nuevas rutas sin su viejo socio.

¿Hacia dónde conducía? La respuesta la encontramos en las canciones del debut de Spiritualized que lucen con menos aristas que las de su anterior banda y alejadas de sus querencias garajeras. La ruptura con el pasado no es total pero aquí se abre un nuevo campo de posibilidades que comienza con la belleza tranquila de “You know It’s true”. La tormenta instrumental de “If I were with her now” precede a la marea de guitarras de “I want you”, que conquista con su brillante melodía y esos apuntes free jazz que ya iban a acompañar siempre a Jason.

 

 

Las deudas del pasado siguen estando ahí. “Run” remite a la Velvet y muchas de las referencias que marcaron el sonido de Spacemen se dejan notar, salpicadas, a lo largo de un disco en el que resulta complicado hablar  de canciones. Aunque siempre podemos recordar que “Smiles” es corta y seductora o que “Stop into the breeze” les lleva de paseo por su lado más sinfónico. Pero hay que escuchar la obra de principio a fin para admirar en toda su grandeza títulos como “Symphony Space” o “Take your time”. Eso sí, a pesar de la sensación de unidad y conjunto Lazer guided melodies uno tiene su corazoncito y este le lleva a destacar a “Shine a light” como lo mejor del disco. Es imposible resistirse a esa maravilla o al bonito juego entre lo calmado y lo rítmico que es “Angel sigh”.

 

 

Con su primer disco, Spiritualized ponen la primera piedra en su construcción de lo que Simon Reynolds bautizó como el góspel del siglo XXI; y es que Jason Pierce maneja como nadie la puesta al día de muchos elementos de la tradición americana. Un loable empeño para un inglés de Rugby.

Hay grupos con los que salen a borbotones las etiquetas y adjetivos  grandilocuentes y este es uno de ellos, no seguiré por ahí, aunque sí parece pertinente, señalar que, en determinados momentos, con algunos efectos, por el tratamiento de las voces o por otros aspectos más o menos subjetivos, lo que proponen Spiritualized tiene sus puntos en común con el shoegaze que tan en boga estaba cuando ellos comenzaron. Sucede, sin embargo que lo que en aquellos era un lugar al que llegar para quedarse, en los de Jason era un sitio de paso. Lo suyo era otra cosa, eran más cosas.

Las imágenes religiosas, claro, ya estaban presentes en esta primeriza versión del grupo, que enriquece su sonido con violines, trompetas y ese marchamo orquestal tan característico. Considerado de forma individual, el disco es soberbio y en el contexto de una trayectoria como la suya, nos pone sobre la pista de lo que se incorporaría en el futuro a su discurso. Una vez encontrada la senda, estaban dispuestos a avanzar.

Pure phase (1995) con nuevos músicos, es un buen disco al que las circunstancias le han hecho convivir, muchas veces, con la palabra transición. Y es que, lo que vino a continuación, fue una absoluta obra maestra. Herido por la ruptura con Kate, en Ladies and gentlemen we are floating in the space, Jason se lanza al vacío para plasmar todos los estados que vive su alma y lo hace a través de todos los sonidos y las emociones que tiene en su cabeza. Una joya que fue destacada por varias publicaciones, de esas de campanillas, como lo mejor del año. Y de la década.

 

El intento de revalidar su obra maestra

No fue fácil darle continuidad a un disco como aquel y más cuando pierdes a toda tu banda y tu mundo se tambalea. Más de cien músicos participaron en la génesis de Let it come down (2001), una obra menor si la comparamos con su precedente inmediato. Tampoco Amazing grace (2003) reverdece laureles, a pesar de contener buenas canciones. Y a partir de este momento, la quebradiza salud de Jason dificultó sus siguientes pasos. Primero, una neumonía, hizo que su vida corriera peligro y retrasó la edición de Songs in A&E hasta 2008. Estaba de vuelta y eso, unido a canciones como la emotiva “Soul on fire” ya era motivo de celebración.

En 2011 fue el hígado el que le tuvo fuera de combate. El disco posterior a aquel trance es el maravilloso Sweet heart sweet light (2012). El Jason de la última década nos ha acostumbrado a no esperar mucho del futuro. Calidad sí, pero no con mucha frecuencia y siempre con el fantasma de que podemos estar ante su último disco. Como uno de esos artistas que lo pone todo en cada nueva creación, en 2018, tras la salida del colosal And nothing hurt ya aviso de que estábamos, probablemente, ante su último elepé. Felizmente no fue así y este mismo año hemos disfrutado del notable Everything was beautiful. ¿Habrá más? Que sea lo que el Señor Pierce quiera. Y pueda.

 

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