1982, de A Certain Ratio

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DISCOS

«Han decidido arriesgar y, en ese riesgo, vuelven a brillar e incluso a sorprender. Su instinto sigue afilado»

 

A Certain Ratio
1982
MUTE, 2023

 

Texto: SARA MORALES.

 

Supervivientes del Manchester que encumbró a Joy Division, los Smiths y Stone Roses, A Certain Ratio fueron capaces de sacar a la pista de baile al pospunk grisáceo, industrial, alienante y enigmático de finales de los setenta y principios de los ochenta. Y lo hicieron aportándole un soplo de aire funk y ocurrentes dosis de dance, abriendo las puertas a las nuevas posibilidades, un tanto más vivaces, de un género que había quedado congelado en la melancolía de Ian Curtis.

Veintiún discos han pasado desde aquel The graveyard and the ballroom con el que debutaron en 1980, por eso ahora, llegados a este punto en que echando la vista atrás es un casi una heroicidad seguir manteniendo sonido y actitud, la llegada de 1982 se convierte en el ejercicio perfecto entre pasado y presente.

El propio nombre del álbum constata que nos adentramos en un flashback permanente. Y del mismo modo que rescatan anécdotas vividas por la banda en aquel tiempo, para dar vida a las historias de estas nuevas canciones, también tiran de su baúl de los recuerdos sonoro para continuar esta nueva aventura. 1982 fue el año en que lanzaron dos de sus discos más referenciales —Sextet y I’d like to see you again— pero la nostalgia no es la intención principal, al contrario, A Certain Ratio se han permitido el lujo de innovar a su manera y seguir experimentando que, en definitiva, es lo que les va.

Los sintetizadores siguen habitando en ese punto medio entre lo siniestro y lo risueño, la fórmula de guitarra, bajo y batería continúa siendo la cama donde se asienta todo, igual que las voces procesadas, pero, de pronto, también encontramos reminiscencias brasileñas, como ocurre en “Samo”, o un claro guiño al afrobeat, como ocurre en “Afro dizzy”. Esta, por cierto, una canción en la que brilla especialmente Ellen Beth Abdi, figura del neo soul manchesteriano y recién llegada a la familia; lo que da cuenta del impulso innovador y sin límites que practican Donald Johnson, Jez Kerr y Martin Moscrop desde siempre.

Podrían haberse quedado en el sitio que ya se han ganado a verlas venir, pero han decidido arriesgar otra vez y, en ese riesgo, vuelven a brillar e incluso a sorprender. Su instinto sigue afilado.

Anterior crítica de discos: La caída, de Antifan.

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