Patxi Andión: Buscando canciones, para uno mismo o para los demás

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«El interés del cantautor no pasaba precisamente por tocar bien la guitarra, por afinar la voz, por encontrar melodías más reconocibles, la cuestión era la lucha, y la guitarra era un arma, no un instrumento»


El cantautor madrileño Patxi Andión ha publicado, tras doce años de silencio, el disco «Porvenir», obra de la que nos cuenta en esta entrevista, como de esa prolongada ausencia y de algunos momentos esenciales de su biografía.

 

Texto: JUAN PUCHADES.
Fotos: GLORIA RODRÍGUEZ.

 

Fue uno de los nombres básicos de la canción de autor desde su debut, en 1969, con el disco «Retratos», en el que ya destacaba esa voz profunda que, indefectiblemente, va unida a la canción ‘Una, dos y tres’ y a la década de los 70. Pero la biografía de Patxi Andión (Madrid, 1947) recoge pasajes como su militancia juvenil en el FRAP –que le llevó a exiliarse en París–, o una singular carrera, paralela a la musical, como actor. A mediados de los años 80, Patxi Andión desapareció de los focos, se dedicó a sí mismo, fue profesor en la Universidad Complutense, estuvo en la gestación de  la Universidad Camilo José Cela y ahora sigue en la docencia en la cátedra del departamento de Arte de la Facultad de Bellas Artes de Cuenca. Y cuando nadie lo esperaba, Andión regresa a la música con «Porvenir» (Karonte), un disco espléndido, sobrio y elegante, producido por Javier Monforte, que nos muestra la madurez de este creador de amable conversación


En el extenso libreto que acompaña al disco, vas situando las canciones en el tiempo y, por lo que cuentas, no has dejado de componer, así que la primera cuestión es inevitable: ¿Cómo es que han transcurrido doce años desde tu anterior disco?

No, nunca he parado de componer, he parado de enseñar lo que componía y, de alguna manera, he estado algún tiempo componiendo pero pensando y sabiendo que no iba a mostrarlo. He estado componiendo y escribiendo canciones con la intención más de probar y de investigar, de conocer, que de enseñar. He estado en un cierto reciclaje artístico, un cierto reciclaje estético, literario y técnico. Yo soy músico, escribo y leo música y durante ese tiempo he leído y escrito más para ahondar la técnica, para alcanzar un cierto nivel de perfeccionamiento, cosa que sobre todo en los primeros años de la canción de autor, pues tampoco era tan obvio. Es decir, el interés del cantautor no pasaba precisamente por tocar bien la guitarra, por afinar la voz, por encontrar melodías más reconocibles, la cuestión era la lucha, y la guitarra era un arma, no un instrumento.

Dices que componías pensando que las canciones no las ibas a mostrar, sin embargo, todos los que os dedicáis a la música, siempre decís que las canciones nacen para ser enseñadas, que nacen para que alguien las escuche.
No estoy de acuerdo con eso, creo que el trabajo de un creador pasa por dos instancias: la instancia creativa y la instancia expositiva. Tú puedes crear y luego no llegar a sacarlo a luz por diferentes razones, timidez, aislamiento, por lo que sea. Hay grandes genios como Frank Kafka que no publicó apenas nada en vida. Yo diferencio muy claramente mi trabajo como creador y mi trabajo como cantante y como músico en el escenario o en disco, éste es un trabajo expositivo donde sigues teniendo una gran responsabilidad pero que se remite casi de una manera muy estricta a la condición interpretativa; o sea, no tanto a la condición nuclear de hacer una canción con tal concepto, tal métrica y trabajando con determinada baraja de acordes y de armonías. Ese es el trabajo de racionalización de la labor creativa y me dediqué mucho tiempo a él sin mostrar las canciones.

«El balcón abierto» es de 1986 y «Nunca nadie» de 1998, doce años después. ¿En la segunda parte de los 80 tomaste la decisión concreta de retirarte?
No, no me retiré, lo que pasa es que… Mira, este verano dirigí un curso que se llamaba «Los cantautores en la historia de España», en el campus de la Complutense en El Escorial, y una de las conclusiones que saco es que quizás el peor tiempo para los cantautores fue el que se llamó la segunda Transición. Durante la primera Transición, estuvimos en primera línea de fuego y estábamos más comprometidos con la izquierda más radical y más exigente a la hora de plantear los cambios sociales y políticos y luego, después de la subida al poder del PSOE, aquello cambió bastante y, bueno, realmente me di cuenta o al menos entendí que no era el momento para gente como yo, o para gente como Paco Ibáñez. Era un momento para otra cosa y lo que hice fue, discretamente, como se dice de manera clásica, hacer mutis por el foro. Quise quitarme de en medio porque ahí se podían comprometer en aras de posibilismos presupuestos morales, éticos e ideológicos que yo no estaba dispuesto a cambiar, pero no por cabezonería, sino porque estaban desarrollados intelectualmente, no estaban apoyados en sentimientos, sino que estaban apoyados en una trayectoría intelectual y conceptual ideológica, y me di cuenta que para transitar por esa segunda Transición, había que haber hecho dejación de determinada cantidad de libertad moral, de conciencia creativa y preferí no seguir adelante.

Argumentalmente, incluso, había que ir por otros caminos, ¿no?
Sin duda, claro, siempre lo digo, pero yo recuerdo que en esa época un alto dirigente del Partido Socialista Obrero Español, con el que estuve charlando un día y le decía, «mira, yo creo que esto no era por aquí», y me dijo, «hombre, tú tienes que entender que no es momento de que nos toquéis los cojones». Y entendí lo que quería decir.

Probablemente, en parte, tenía razón.
Claro, en parte tenía razón, lo que pasa es que entiendo que la crítica es absolutamente imprescindible y la prueba es cómo la ausencia de crítica luego sumió al PSOE en un valle del que le ha costado salir. ¿Por qué? Por esa dejación, desde mi punto de vista.

En esa parte del viaje de los 80, canciones tuyas como ‘Si yo fuera mujer’, ¿crees que se pudieron malinterpretar, dar una imagen errónea de ti?
Bueno, eso nunca se sabe, son canciones, son tiempos. Ahí termino, ese es el final del viaje de los 80.

Esa canción estaba en un disco incluso más pop de lo habitual en ti.

Claro, ahí es un momento en el que entiendo que no debo pasar de ahí, que es el límite al que me ha llevado mi, digamos, cohabitación con los estamentos directivos de las compañías discográficas, que se empeñan en que tienes que hacer cosas que sean radiables, y vas dejándoles hacer para… en fin, para seguir una vida profesional, para tener trabajo, por el condumio. Y llega un momento en que dices, bueno, yo de aquí no puedo dar ni un paso más. Ni un paso más porque, no quiero decir que no haya valido la pena todo lo que hecho durante mi vida, pero entonces no estoy haciendo en lo que he creído. Yo no estoy aquí por necesidad, esto no es la mina, ni el barco de pesca, ni es el terruño, donde no tienes más narices que estar, estoy aquí porque quiero estar. Porque quiero estar en esto, quiero participar y quiero ser un ente activo, y claro, este ente activo se va aguando cada vez más, y llega un momento en el que uno se arriesga a que no sepa a nada. Entonces llega la confirmación de que hay que parar.

Aparte, en aquellos tiempos, tú eres una persona popular más por el cine que por la música.
Sí, además.

¿Cómo acabaste en el cine?
Sin que esto implique una falta de respeto a un medio que yo recuerdo de chavalín, de jovencito con devoción; cuando empezaron las películas de arte y ensayo yo iba al cine como otros iban a la iglesia. De verdad, de verdad, de verdad, me ponía de rodillas en el cine. Pero, en fin, mi trayectoria cinematográfica es exclusivamente de intérprete. Digo de intérprete y no de actor porque yo no soy actor. Ni tengo la formación, ni tengo el espíritu, ni siquiera mi personalidad va acorde con la personalidad de un actor, un actor debe de tener el deseo, el ánimo, el gusto de transformarse continuamente en otro, mientras que mi trabajo toda mi vida ha sido, precisamente, no dejar de ser uno mismo. Es una postura diferente. Ahora, como intérprete sí, de repente decía oye, yo no soy un actor, pero soy un intérprete y ahora tengo que interpretar el papel de un Guardia Civil, pues hago de Guardia Civil. Ese es un trabajo interesante, que está muy bien, yo soy una persona muy curiosa, tengo un apetito insaciable sobre todo lo que me rodea y una inseguridad formativa gravísima que me hace atender a todo lo que tengo alrededor a costa del sueño y a costa de lo que sea, pero que tiene un recorrido, y a partir de ese recorrido, en el que ya has hecho unas películas y ya sabes lo que es eso y qué has podido sacar de ahí, pues ya no tiene más sentido. Además, que como pasa con la fama, eso te lleva por donde ella quiere, una cosa que tú controlas relativamente mal. Y eso me provocaba muchísimo estrés. Me sentía muy incómodo.

En tu caso llovía sobre mojado porque, por razones involuntarias, fuiste personaje también de la prensa rosa.
Sí, yo decidí casarme con una persona [la modelo y actriz Amparo Muñoz, Miss Universo] con la que entendí que se podía iniciar un proyecto de vida que, efectivamente, rápidamente se descubrió que no, porque en catorce meses de matrimonio nos separamos cuatro veces. Pero eso me llevó al sitio ese de la prensa rosa.

Y tuviste suerte, porque aquellos eran otros tiempos en la prensa rosa, menos truculentos que ahora.
Ahora sería tremendo. Bien es verdad que yo fui llevado allí por la circunstancia, pero nunca accedí a nada de eso, nunca participé en una entrevista de eso, nunca participé en un programa de televisión de eso. En realidad me llevó una circunstancia que está ahí, pero fue un paréntesis.

¿Se siente uno, en algún momento, muy expuesto?
Sí, pero también debo de decir que de, alguna manera, los profesionales de la prensa rosa, algunos son profesionales, son periodistas, y a mí, dentro de lo que cabe, siempre me han respetado, porque además han visto que nunca he tenido ningún tipo de connivencia con eso, o cobrar por ese tema, jamás. Ellos tienen su negocio ahí y lo hacen, pero en general me he sentido relativamente respetado dentro de ese mundo.

 

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«Yo he sido salvado por las canciones muchísimas veces, las canciones siempre salvan. Es más, creo que hay pocas cosas que tengan mayor capacidad de salvación que una canción»

 

PORVENIR

Pasemos a «Porvenir», el nuevo disco. Después de tanto tiempo sin publicar disco, ¿han tenido que forzarte para que lo grabaras o ha sido iniciativa propia?
No, en realidad es un simil muy obvio, pero esto es como un parto. Esto llega un momento en el que te dice, aquí estoy porque he venido, y ya está. Y no puedes sujetarlo, es justo lo contrario que has sentido en años anteriores y llega un momento en que te das cuenta que eso lo tienes que enseñar, porque ha llegado el momento en que vea la luz. Directamente es así de sencillo.

Has trabajado el disco con una cierta sobriedad y aunque tú voz no es la misma, casi que me recuerda a tus primeros discos.
Sí, yo he dicho desde que empezamos a grabar que este disco me recuerda mucho a mi primer disco. Me recuerda mucho a «Retratos», y no sé por qué, porque es una temática distinta, no distinta, pero «Retratos» era un primer disco en el que, claro, había canciones muy elementales, canciones compuestas con 16, 17 o 18 años, canciones muy esquemáticas, y este obviamente es un disco muy sofisticado musical y literariamente, pero tiene algo que me recuerda a aquel primer disco, sí.

Sigues siendo un gran retratista, de personajes y de la vida.
Muchas gracias. Hay que fijarse, siempre he creído que lo mejor estaba fuera de mí, siempre lo he sentido y quizás por esa razón he picado en el cine, en el teatro, en la comedia musical, en todos estos sitios, porque siempre he creído, honestamente, que lo mejor que yo podía hacer no estaba dentro de mí, sino fuera de mí y he sido una persona que siempre se ha fijado, y bueno, sí, en el texto de la guía para oír el disco digo que las canciones son miradas y en realidad creo que es así.

Las canciones de este disco reflejan a una persona vitalista, a la que le gusta la vida, aunque quizá no le guste mucho el mundo en que vivimos, pero siempre hay un mensaje optimista en ellas. ¿Es así?
Sí, es verdad. Soy una persona vitalista. ¿Sabes por qué? Porque mi origen familiar es campesino, pero campesino ilustrado y agnóstico y eso te ata mucho a la vida, primero porque la ausencia de sentimientos religiosos te remite a lo que hay, y por otro lado está la combinación de tener todas las ligaduras con lo natural, con la tierra, con el elemento más telúrico y por otro lado el tener la capacidad por haber sido formado para analizar y valorar eso, me hace una persona vitalista. Soy buen comedor, buen bebedor, esas cosas.

¿El gen vasco?
Sí, el gen vasco [risas].

Una de las canciones más hermosas del disco es ‘María en el corazón’, una historia que transcurre en el metro, y hace años ya escribiste otra canción sobre el metro, ‘Transbordo en Sol’, ¿viajas en metro?
Sí, sí, yo viajo en metro, claro que sí. En mi cartera siempre hay un billete de diez viajes de metro, y lo uso siempre que puedo. Mi medio de locomoción favorito es la moto, soy motorista desde toda mi vida, desde pequeño, y donde más cómodo voy es en la moto. Pero inmediatamente después de la moto creo que es el metro, me siento muy cómodo en el metro, muy relajado, rodeado de las gentes del metro, que van leyendo el periódico, un libro, van juntas pero cada una en su mundo. Siempre me ha subyugado el metro.

¿Es un espacio para fabular historias?
Sí, fíjate, la de esta canción es una historia que podría haber pasado, y que seguramente ha pasado miles de veces. Lo que pasa es que es, como todo, que al mirar puedes descubrirlo o puedes no descubrirlo. Las canciones son más que una idea, y ‘María en el corazón’ alcanza el nivel que alcanza no solo por la idea, no solo por la originalidad del asunto, no solo por la música, no solo por el texto, no solo por las imágenes poéticas, es decir, es un conjunto de cosas que hace que la canción llegue o no llegue.

Una cosa que me ha encantado, en los textos de presentación que incluye el disco, es cuando dices que las canciones siempre salvan.
Sí, a mí por lo menos. Yo he sido salvado por las canciones muchísimas veces, es decir, he estado en el borde del precipicio –y he estado en bastantes bordes de bastantes precipicios– y de repente he hecho una canción y esa canción me ha salvado, me ha empujado para atrás y he recuperado mi distancia de seguridad porque las canciones siempre salvan. Es más, creo que hay pocas cosas que tengan mayor capacidad de salvación que una canción.

¿Cómo te llegan las canciones, te ajustas al patrón clásico del cantautor que primero pone letra y luego música? ¿Cómo es tu caso?
En realidad no tengo un patrón definido, a veces es simplemente una secuencia musical que tengo guardada, porque en un momento dado he sentido esa secuencia musical. Cuando se me ocurren secuencias musicales, frases musicales, nunca me pongo a trabajar inmediatamente sobre ellas, lo que hago es guardarlas, grabarlas, y seguramente, si puedo, escribirlas y dejarlas dormir, porque a veces una secuencia musical te sorprende extraordinariamente bien en un momento, te pones a trabajar en ello y te das cuenta que a lo mejor es mucho más vulgar de lo que pretendías, o al revés, demasiado culta para lo que pretendías, así que las dejo dormir en el armario y luego, una vez que tengo una idea, o que he escrito un verso o algo así, de repente salen y se encuentran. Con los textos pasa un poco lo mismo, yo nunca escribo los textos de principio, a lo mejor tengo una idea apuntada, o incluso tengo cuatro versos, o sesenta, pero no son en sí mismos una canción, sin embargo, lo que pasa es que, a veces, hay un momento, que es un momento que yo sigo sin comprender, sin tener capacidad de análisis, que sé que esto es muy cursi, pero es un momento mágico, por llamarlo de alguna manera, porque es algo inasible, que es cuando una melodía, una secuencia melódica se encuentra con una idea y con un una secuencia poética y surge una canción. Es un encuentro fortuito, algo que no sabes porqué. Tengo grabadas con las de este disco 197 canciones, compuestas más de 500 probablemente, entonces, cuando has escrito tantas canciones, muchas veces dices, joder, ¿y yo porqué he hecho esto? Y no tienes una respuesta lógica, y no quiero decir conceptual ni sentimental, afectiva o instintiva, es que no sabes porqué. No tienes ni idea. Tengo una cierta formación musical, no es que sea una formación musical muy completa, pero soy músico y, a veces, grabando, comentando con Javier Monforte o con alguno de los músicos, te dicen que porqué de esta armonía pasas a esta otra, que es algo que no está en las triadas, que no es usual, y que por qué haces eso. Y yo qué sé, no lo sé. Es como si las canciones cogieran su propia deriva, llevaran su camino y a veces se empecinan, ya sé que esto suena un poco chorra dicho por un tío de 62 años como yo, suena ridículo, porque parece una cosa de una niña de 14, pero de verdad que parece que es como si las canciones tuvieran su propia vida. Tuvieran su propia necesidad, porque a veces tú las quieres llevar por un sitio, bien en texto, idea o concepto, y es que se resisten, y te das cuenta que no va por ahí, y no la rematas y llega un día en que, sin más, la canción te dice, mira que eres burro, esto va por aquí, y rematas la canción, y a lo mejor llevas cinco años, o diez años con ella.

¿O sea, que sí que está la magia?
Sí, aunque parece una cosa de pubertad. Pero no tengo otra manera de definirlo.

Después de tantos años, en la canción ‘Alentour’ le cantas a aquellos años de exilio.

Sí, es un poco un agradecimiento a los valores republicanos, al «liberté, egalité, fraternité». Aquellos tiempos fueron tiempos muy difíciles en París, era un exilio muy duro, muy lleno de ladillas y de purgaciones y de mala y escasa comida, de frío. Pero, claro, uf, yo empecé a caminar por allí sin tener que mirar para atrás y sentía que detrás había un Estado que me protegía. La canción supone pagar la deuda con Francia, no con Francia como país, con la República Francesa.

Una canción con diferentes lecturas es ‘Viajar’…
Es que toda la vida es viajar, y como decía Calderón de la Barca, el viaje también es soñado, es que vamos transitando porque en el fondo siempre vamos haciendo dos viajes paralelos, un viaje exterior y un viaje interior, por eso en el viaje interior uno va cambiando y va haciendo con ello que el viaje exterior sea diferente. Eso es lo que te permite, incluso de manera física, repetir un viaje dos, tres o cuatro veces, o veinticinco veces a Dinamarca. ¡Si ya has estado! Sí, pero, claro, como tu viaje interior es distinto, cada viaje exterior también lo es.

¿Vas a salir con este disco a tocar en directo?
Sí, empezamos el 30 de enero en San Javier, hasta junio, como tengo trabajo en  la Universidad, he pedido que no hagamos más de tres conciertos mensuales. Porque tengo que atender a mi trabajo. Pero vamos a hacer Sevilla, Bilbao, Portugal, sí, estamos en la carretera.

¿Van a pasar otros doce años para escuchar otro disco tuyo?
[Risas] En este momento pienso que no, entre otras cosas porque escogimos estas diez canciones de entre una treintena que tenía, pero en este tiempo he terminado otras doce o quince más. Es decir, vuelvo a estar en la treintena, de las cuales diez, doce o quince ya han pasado quince días más allá de los nueve meses de gestación. Creo que en septiembre u octubre de este año rompo aguas otra vez.

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