Libros: «Hanna-Barbera, la animación en serie», de Cruz Delgado y Pedro Delgado

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«Recorre la historia y los logros de Hanna-Barbera actúa de gigante magdalena y de recorrido animado, que no ligero, y erudito, que no sesudo, por la productora que mayores alegrías ha dado a los que fueron niños en los sesenta y los setenta»

hanna-09-10-14
Cruz Delgado y Pedro Delgado
«Hanna-Barbera, la animación en serie»
DIÁBOLO

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

Seguramente sin darnos ni cuenta los recordamos, hace tiempo que no los vemos pero cierta onomatopeya, cierto tono de voz o cierta sintonía estoy seguro de que a todos nos iba a trasladar. Por eso, este volumen que recorre la historia y los logros de Hanna-Barbera actúa de gigante magdalena y de recorrido animado, que no ligero, y erudito, que no sesudo, por la productora que mayores alegrías ha dado a los que fueron niños en los sesenta y los setenta.

No solo para ellos, cualquier interesado en la historia de la animación necesita este volumen para entender como un boy scout y un bon vivant gestionaron una de las productoras que han dado educación audiovisual a todas las infancias que asistieron a lo que el libro expone, desde ese Tom y Jerry, que siendo «animación limitada» –como se le ha reprochado– representa también un perfecto uso del «timing» y de los gags visuales, sobre todo en sus primeros años; tanto más si pensamos que la alocada influencia de Tex Avery era directa entonces.

En 1956 llega la televisión, y el nuevo medio absorbe animación con el propósito de llenar contenidos de franja infantil; así se han de comenzar a crear personajes, el primero Huckelberry Hound –un perro de color azul–, conductor de media hora patrocinada por una conocida marca de cereales en la que también participan Yogui y Pixie y Dixie, a ellos y a los más recordados como Los Picapiedra, Los Autos Locos  o Don Gato se dedican capítulos especiales. Y a partir de ahí un estupendo aluvión en que –destaco mis favoritos–, aparecen Maguila, Los Osos Montañeses, Lindo Pulgoso o Los Supersónicos.

Son análisis modélicos que adoptan una estructura diácrónica. Sigue tras esta edad de oro la crisis de los setenta –olvidan los autores destacar  el cambio de reglas que supuso la animación japonesa–  y los vanos intentos por encontrar caminos, la entrada en el mundo de los superhéroes –fueron los primeros que adaptaron Los Cuatro Fantásticos–, la irrupción de personajes reales –los Harlem Globertrotters o Cantinflas–o las revisiones de clásicos –hay hasta un Quijote– y el uso de personajes ajenos, como La Pantera Rosa o los pitufos. Sin embargo, todo ello no logra sacar adelante a la productora, en caminos cada vez más embarrados, hasta que la aparición de Cartoon Network les permitió experimentar y volver al éxito con «Vaca y pollo» o «Las Supernenas».

En esencia el documentado volumen trata de esto, con el añadido en el texto de comentarios sobre ciertos momentos de algún episodio que revisados ahora seguirán causando hilaridad en el lector. Pero como siempre en este tipo de obras el aroma y el sabor lo ofrecen los datos secundarios. Por ejemplo, el asunto de las voces. Es evidente que las series tenían que ser dobladas, para que el público las reconociese como parte de su cultura aplicaban la parodia a la oralidad y así las inflexiones se ajustaban a los tics de actores o humoristas conocidos; por ejemplo, la voz del gato Jinks adoptaba las inflexiones de Marlon Brando. Recordemos que  en la versión hispana se trasladaba la entonación a la variante andaluza, ese «¡Mardto roedore!» que seguramente están evocando al leerlo aquí.

Dejo para el final lo relativo a estas páginas: la música. El estudio utilizaba de forma magistral las cuñas, desde el aire clásico de Tom y Jerry hasta el hecho de que el gato Espanto tocase la batería, pero también dedicaron series a grupos musicales, la más conocida Josie & The Pussycats, que tuvieron incluso disco y película para cines con actrices de carne y hueso,  Butch Cassidy & The Sun Dance Kids o ese trasunto de Elvis que fue Johny Bravo, por no hablar del film maldito, ese ‘Rock Oddyssey’, del 87, nunca estrenado –excepto en alguna pantalla de televisión, también en España- que proponía un repaso lleno de canciones a treinta años de historia del rock. Sea como fuere, es una monografía de lectura tan agradable, gráfica y solvente como el paso por nuestras vidas de esas pequeñas explosiones de gags y caricaturas que desplegaban un enorme Hanna-Barbera en los créditos.

Anterior crítica de libros: “El cerebro musical”, de Daniel J. Levitin.

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