Gastelo: “La vida no es un escenario”

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“Me gusta jugar con la música, con las notas, los acordes, mis instrumentos, los textos, las palabras… de eso se trata. El día que pierda eso dejo de hacer canciones”

 

Hace tiempo que Gastelo dejó de tocar en directo su último disco, “Con el viento de cara” (2014). Lo hizo para centrarse en componer nuevas canciones, y ya está dándole forma al siguiente trabajo. Se lo cuenta a Arancha Moreno.

 

Texto: ARANCHA MORENO.
Foto superior: MARTA PICH. Fotos interiores: gelisbeth_s.

 

“No hay nada como el directo, ni el sexo ni nada. Nada inigualable”, dice con convicción Vicky Gastelo. Sin embargo, hay un momento en el que las canciones se desgastan un poco en directo, y cuando eso ocurre suele dejar de tocar para encerrarse a componer. “Creo que las canciones tienen una frescura que pierden cuando están muy manidas. Hay un punto en el que veo que bajan un poco el vuelo, y ahí es cuando necesito cosas nuevas, volver a salir con la misma emoción que antes. Ese es mi límite. Ahí inicio uno o dos temas nuevos, y empiezo a ir dejando los conciertos para retirarme a escribir”. Y en ese punto está la cántabra ahora, componiendo y afinando el material que formará parte de su próximo disco.

Son más de las doce de la mañana y estamos sentadas en Celicioso, una cafetería de Chueca a la que suele acudir cuando pasa por Madrid porque tienen comida sin gluten. Está de paso en la ciudad: la noche anterior ha cantado un tema con Chaouen y en unas horas se marcha de vacaciones a Portugal. Hace algún tiempo que se instaló en Barcelona, y el año pasado fue espaciando los últimos conciertos para volcarse en la escritura. “Yo necesito parar entre discos. Me gusta volver a sorprender, trato de no repetirme, ni las armonías, ni las letras, ni los tiempos, el sonido… Si has estado tres años tocando un disco necesitas tu tiempo para quitarte todo lo que te has ido metiendo en la mochila. Necesito hacer borrón y empezar de cero”. Interrumpe la dinámica de los viajes y los conciertos y retoma su vida fuera del escenario: “Me gusta coger ese cable a tierra, estar con mi gente, pasear, leer, ir al cine, escuchar discos… todo eso que llena mi boli, y empezar ahí a escribir canciones. ‘Será’ la hice en un hotel, pero es raro en mí. En un hotel me sale una idea, pero necesito estar en mi casa, con mi piano, mi papel y mi lápiz y empezar a darle vueltas. Necesito mi casa”.

 

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“En esta profesión hay mucha gente que te dora la píldora, eso es un flaco favor. Les enseño las canciones nuevas a los amigos que sé que me van a decir la verdad”

 

Las primeras en nacer fueron ‘Si un día se acaba’ y ‘París’, y ahí empezó a fraguarse el que será su nuevo disco, y su nuevo reto, que es rehuir de sus lugares comunes. “En este disco me estoy esforzando mucho, cada vez me cuesta más ser más original, y tienes esos sitios que de manera fácil te salen. Sé que los medios tiempos es algo que domino bastante bien”. Cita, como ejemplo, ‘Como el sol’, uno de los temas con los que nos deslumbró en su disco “Ahórrate las flores”, allá por 2007: “Podrían salirme otros tres o cuatro como esa, pero no es mi objetivo. Me gusta jugar con la música, con las notas, los acordes, mis instrumentos, los textos, las palabras… de eso se trata. El día que pierda eso dejo de hacer canciones”

 

 

Otras armonías, otros colores, más up tempos que medios tempos. Ahí residen algunos de los cambios que encontraremos en su próximo disco, que parten de pequeños giros en su método de trabajo: “Estos meses he cogido más la eléctrica que la acústica, he intentado irme a otros ambientes, otros sonidos, ver qué me provocaban, utilizar otras afinaciones, ver si esas sonoridades me llevaban a otros sitios”. El salón de su casa se convirtió en su particular despacho musical, para cazar al vuelo cualquier idea y ponerse a trabajarla de inmediato: “Mi salón es un cristo: un ampli aquí, el otro allí… Tenía las guitarras sueltas: una encima de una silla, la otra apoyada entre el sofá y la pared… Tengo todo lleno de papeles, cejillas, púas, las dos eléctricas, la acústica, un teclado, el otro, papeles, bolis, afinadores… Como estoy en ese punto, en cualquier momento me siento y vuelvo a la estrofa de ayer, aunque puedo estar dos días sin hacer nada”. Dentro del aparente desorden, sí ordena lo que va escribiendo: “Con cada disco me abro una carpeta nueva, y pongo: quinto disco. Todas las cosas que van saliendo están ahí. Está mi setlist del disco. Ahora trabajo sobre quince cerradas, van llegando cosas nuevas que también se quedan”. Si en mitad del proceso sale de viaje, lo hace con el cuaderno de las letras y la guitarra. No las deja.

 

La luz de Barcelona
Su cambio de residencia también ha marcado el origen de lo que está escribiendo: “Se va a notar la luz de Barcelona. Yo que soy marinera, que he aprovechado para sacarme el patrón de embarcación, cuando me agobio y echo de menos a mi familia me voy al puerto y me doy un paseo por los barcos. En este disco me he impuesto algo: quería pocos dramas en los textos. Va a ser un disco con más energía, me la voy a jugar un poco con el sonido. A nivel de texto quiero lanzar mensajes con energía, se puede salir de todo, se puede conseguir todo, esos son los pensamientos que han estado conmigo todo el rato mientras lo escribía”. Es su manera de tomar impulso ante el abatimiento colectivo: “Se ayuda muy poco a los emprendedores y a los creadores de este país, del tipo que sean. Muchas veces ya no es cuestión de ayudas, basta con que se faciliten las cosas”. Se muestra optimista, pero no porque no haya vivido su particular lucha: “Alguno pensará que no lo he tenido difícil, pero si les contase mis últimos años vitales… pero precisamente, me pasan cosas y sé que se puede salir adelante, así que tengo más motivo para decirlo”.

 

 

Para elegir qué composiciones formarán parte del próximo trabajo se deja llevar por lo que le transmiten: “Las canciones que grabo en los discos son las que me ponen los ojos vidriosos. Me tienen que emocionar, y si pasa alguien por mi casa tengo ganas de enseñarle la canción”. Algunas ideas que parecen buenas a primera vista acaban siendo espejismos (“A veces estás muy ilusionada y a los dos días te parece una castaña”, confiesa), así que además del filtro propio, se fía de su entorno: “Mi padre ha sido un gran probador de canciones. Me decía: ‘Ya, pero esta no es como ‘Me vas a matar’’. No hay nada peor que que te desmonten el chiringuito así. Tratas de convencerle, pero a él no le ha tocado. A veces se ha equivocado y luego la canción le ha gustado mucho a la gente, pero me ha ayudado mucho. Ahora que vivo un poco lejos se las mando por Whatsapp. Si me dice que una no la ve, que no la entiende, me empuja a ver que no está claro lo que quiero decir, y vuelvo a repasarlo”.

 

 

Lo primero que quiero cuando termino una canción es que le guste a mi padre. Lo segundo es que les guste a mis amigos músicos, esa es la realidad, y quiero recibir las críticas, lo que les gusta más o menos. Se lo enseño a pocos, porque en esta profesión hay mucha gente que te dora la píldora, eso es un flaco favor. Se lo enseño a los amigos que sé que me van a decir la verdad”. Y entre ellos, en su círculo más próximo, cita a los que ya han escuchado las nuevas: “Rulo, Funambulista, Marwan, Conchita… Antes lo llevaba más en soledad, quizá por el miedo, las enseñaba casi terminadas”.

Además de con las propias canciones, Vicky tiene un compromiso con los músicos que le acompañan: Dani Casielles, Mario Carrión, David Escudero e Iñaki García. Se considera muy afortunada por tener su apoyo incondicional, sople el viento a favor o en contra: “Tengo que darle las gracias porque siempre he sentido que tocaban conmigo por las canciones. No importa la pasta, tocan conmigo porque nos lo pasamos bien tocando esas canciones. Están aquí porque les aporta algo, me siento muy afortunada y les tengo que dar las gracias. Llevan años conmigo: cuando hay un poquito, cuando hay más y cuando no hay nada”. Y rompe una lanza a favor de los músicos de sesión que se ven obligados a combinar trabajos con varios solistas al tiempo para poder salir adelante: “Son tiempos en los que los músicos tienen que estar con siete repertorios en la cabeza. A ellos les gustaría tener una tranquilidad, no ir picoteando, pero eso no les convierte en mercenarios, les convierte en currantes”.

 

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“Me sigue preocupando lo mismo: ofrecer buenas canciones. Las que sean incuestionables”

 

Al tiempo que iba fraguándose su carrera, otros artistas han grabado canciones suyas, algo que le ha permitido, como ella dice, “pagar algunos meses de hipoteca”. Son temas que se quedan fuera de sus discos y mueve su editor para ver si le interesan a otros cantantes. Gracias a eso ha podido seguir trabajando en su música: “Muchas veces, lo que he colocado en otros artistas han sido la base para ir haciendo mi disco”. Ha adaptado textos para Malú, ha escrito para Los Caños (‘Dime algo bonito’) y es autora de ‘La vida otra vez’, del último disco de Mara Barros, aunque algunas de las canciones más exitosas lo son al otro lado del charco, como las que escribe para la puertorriqueña Ednita Nazario: “Debe tener ocho Grammys. Cantó un tema mío, ‘Para el peor amante’, y llegó al 7 de los Billboard latinos. Hasta el año pasado abría sus conciertos con una de mis canciones y los cerraba con una de mis canciones. Hay canciones mías en karaokes y en fiestas patronales de allí. Ha ido mi canción a un lugar donde yo, probablemente, no vaya en mi vida”. Además, escuchar sus creaciones en discos ajenos le gusta: “Oír las canciones en otros me parece increíble”.

 

Cambio de ciclo, y de mirada
Tras la agotadora experiencia de sacar sus discos sin ayuda, la cántabra quiere dejar la autoedición: “He grabado una pequeña demo, que estoy moviendo, y está teniendo éxito, la verdad, le está gustando a mucha gente. Es un proceso lento, lleva su tiempo. Es otra de las cosas que aprendes con la música, a ser paciente. Te gustaría grabar y meterte ya, pero dependemos de gente y agendas. Mi madre me decía: “¿Pero tú te crees que la gente está esperando en su casa que le llegue el mail con tus canciones?”. Ellos, como no tienen nada que ver con la música, me han ayudado a ver las cosas con más perspectiva. Si no, vives en una ilusión, la vida no es un escenario. Eso son dos horas, a lo mejor hay semanas que tocas tres días, pero la vida es más tiempo fuera del escenario que encima. Para mi es más razonable vivir teniendo en cuenta eso, sin perder la perspectiva. Yo necesito tomármelo con distancia, darle su justo valor”.

Lo que ocurra con esa demo marcará la fecha de publicación de su próximo álbum: “Mi idea es sacarlo el año que viene, depende de estos movimientos. Estoy muy agotada con la autoedición y me gustaría contar con ayuda para el próximo. Ya no es tanto la económica, es la logística. A veces, cuando llega tu trabajo, el concierto, ya estás agotada. Me he dejado la energía en muchas cosas cuando me gustaría estar con la cabeza en lo de escribir. Me siento muy afortunada, me siento valorada, respetada, querida, pero es verdad que hay puertas a las que no he llegado. Me gustaría llegar a otros sitios, tener otras experiencias, tocar en otras ciudades, en otros países… Y no desgastarme en llevar los discos a las tiendas, porque mientras hago eso ese día quizá me podría salir otra gran canción”.

La paciencia, el cable a tierra, lo vivido… todo eso ha dejado huella en su forma de enfrentarse al oficio. Cuando sale a cenar con su familia o sus amigos trata de dejar las canciones en casa: “Cuando empecé en la música, salía, pero yo iba con mi canción en la cabeza. Yo estaba allí, pero mi cabeza estaba en el piano. Llega un punto que eso no es saludable. Yo no quiero solo eso, no me hace bien estar solo en la música, necesito más cosas”. Escribe porque le hace feliz, pero no quiere que eso se convierta en un calvario: “Hace mucho tiempo que decidí que iba a sufrir lo justo, porque cuesta mucho sacar los discos adelante, pero decidí que lo que hiciera fuera para disfrutarlo y para ser feliz. Ese es el objetivo de la música, si no, no tiene mucho sentido. Quiero que mi música siga creciendo, pero uno llega hasta donde llega. Mi responsabilidad es hacer buenas canciones”.

 

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“Es injusto estar acertado durante dos horas de un concierto, porque además no es necesario para que sea bonito”

 

Para disfrutar sin sufrir ha tenido que aprender a escucharse: “Me dolía mucho, solo me sabaca fallos. Me daba tanta caña… Decidir que no voy a sufrir tanto puede parecer sencillo, pero implica muchas cosas, también implica eso: hacer un concierto, y como me equivoqué en una frase, quedarme con esa frase. Es injusto estar acertado durante dos horas de un concierto, porque además no es necesario para que sea bonito. Un día se lo leí a Drexler: para que algo sea bonito no tiene que ser perfecto. Es así. Es más bonito emocionar que estar perfecta, en tu sitio, sin equivocarte. No tiene que estar todo súper afinado”. Se exigía una perfección que había aprendido en la formación clásica: “Yo era una ratilla de Conservatorio. Todo tiene que ser así: la nota bien tocada, bien medido el ataque… Me ha costado quitarme eso”.

Todas esas lecciones de vida le permiten avanzar sin demasiadas cadenas, aunque admite que no por eso deja de tener algún miedo: “Sé que un mes antes de que salga el disco me acojonaré, pero bueno, a veces son más los otros músicos que el público. El público está deseoso de recibir cosas nuevas, les puede sorprender en una primera escucha, pero si les gusta te siguen acompañando. A los músicos nos preocupa lo que dicen otros compañeros. Si me dice Chaouen que soy una buena compositora, me voy feliz, porque para mi es uno de los grandes, algo bien estaré haciendo”. Cuando una canción vuela desde sus manos, acepta que ya depende de quien esté al otro lado: “Es el juego: cuando lo has hecho, todo el mundo puede opinar. Tampoco se puede estar siempre acertada, y no tienes por qué gustar a todo el mundo. Es imposible, y no es necesario. No existe la perfección, es una ilusión. Hay que tener otros criterios para hacer las cosas bien”.

En 2018 escucharemos lo que tiene entre manos. Quienes ya lo están oyendo corroboran esa diferencia con lo anterior: “Creo que van a ver otra versión de mí. Mis amigos dicen: “El sonido es diferente, pero sigues siendo tú”. Van a verme a mi, a la Vicky de los conciertos, pero es otra versión. Va a tener más energía”. Al margen de innovar, de no repetirse y de exigirse nuevos trajes, su objetivo es el de siempre: “Me sigue preocupando lo mismo: ofrecer diez buenas canciones. Las que sean incuestionables, quiero diez así. Te podrán gustar o no, pero no quiero que digan que era una mala canción. Ese es mi trabajo, hacer las cosas bien. No puedo convencer a todo el mundo, pero no quiero que se cuestione si estaban bien hechas. Quiero hacer buenas canciones, sentirme orgullosa y defenderlas delante de quien tenga que defenderlas, con mi banda o mi guitarra”.

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