Discos: «En el Olympia», de Íñigo Coppel

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«La apuesta de Íñigo por la canción como forma de expresión es definitiva y crucial para su carrera»

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Íñigo Coppel
«En el Olympia»
(Autoeditado)

 

 

Texto: EDUARDO IZQUIERDO.

 

 

Llevaba tiempo esperando tener de nuevo noticias discográficas de Íñigo Coppel. Sus anteriores entregas –»Perdón por existir» (2007) y «El hombre que mató a Iñigo Coppel» (2010)–, más allá de situarlo en el mapa musical patrio habían supuesto un crescendo en cuanto a calidad que parecía colocarlo en los primeros puestos de ese supuesto panorama. Demasiado tiempo ha pasado desde la última de esas dos obras y las ansias, generalmente malas compañeras, hacían mella en los que le seguimos.

Y lo primero que sorprende al encontrarse con este autoeditado «En el Olympia» es su formato. Coppel, a pesar de haber probado con estas canciones en estudio y con banda de rock tradicional, ha optado por editarlas en acústico y grabadas en directo ante una audiencia reducida. No puedo comparar. No he oído las otras grabaciones pero estas sí, y esas son las que voy a juzgar. Si es que algo me legitima a ello. Para empezar, echo en falta esa base rock, en cuanto a instrumentación, que no en cuanto a intenciones, y me gustaría saber cómo hubieran sonado estas canciones con banda. Pero pasada esa ligera decepción inicial, el disco no para de crecer tras cada escucha.

La apuesta de Íñigo por la canción como forma de expresión es definitiva y crucial para su carrera. Coppel ha mirado a los grandes de la música francesa y argentina (espléndido ese ‘Tango del amante traicionado’) para que formen parte de su zona de influencia. Ha dejado que traspasen su perímetro de seguridad y se ha acomodado con ellos al lado. Con la única presencia del violín de Manu Clavijo como soporte, algo que lleva haciendo varios meses en directo, Coppel recita (‘En el Olympia’), bluesea (‘Oiga, que hubieran estudiado’), toca folk (‘¿Estáis seguros de que es un fascista?’) y rockea (‘Laura y las desventuras del viejo Coppel’). No abandona su deje dylaniano al cantar pero añade más ironía a sus letras acercándolo a veces a plumas tan afiladas como la de Javier Krahe. Excelente trabajo de reafirmación, más si cabe por su valentía.

Anterior crítica de discos: “Sol”, de Ataque de Caspa.

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