Xoel López: «Este disco ha sido un auténtico ejercicio de libertad»

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«El 2019 fue muy intenso para mí, me trae muchos recuerdos y lo tengo casi hasta idealizado»

 

A punto de echar a volar su nuevo álbum, Si mi rayo te alcanzara, Xoel López le cuenta a Sara Morales cómo ha vivido la composición y gestación de un álbum «que invita a vivir intensamente».

 

Texto: SARA MORALES.
Fotos: MÓNICA FIGUERAS.

 

Hace ya años que sus canciones dibujan el sonido de nuestra realidad. Con ellas cambiamos de siglo a través de Deluxe, hemos cruzado océanos, hemos rememorado ancestros y, algunas, hasta se han convertido en amuletos que nos acompañan. Ahora, en plena despedida de este incierto 2020, llega el nuevo repertorio de Xoel López para romper con todas las premisas que creímos certezas. Tras cerrar la fascinante trilogía de Atlántico (2012), Paramales (2015) y Sueños y pan (2017), se embarca el todopoderoso Xoel en la aventura de enseñarnos los límites de un universo que, hasta ahora, era desconocido incluso para él. Y lo hace a través de Si mi rayo te alcanzara, su nuevo álbum (decimoquinto de su carrera y cuarto en solitario), que ve la luz el próximo 27 de noviembre a través de Sony y con el que nos muestra los anversos y reversos de su imaginario creativo, en un tiempo en que es más necesario que nunca seguir soñando.

 

¿Qué pasaría, Xoel, si tu rayo nos alcanzara?
Estableceríamos una conexión, nos comunicaríamos y nos sentiríamos menos solos; el título va por ahí. El rayo, literalmente, es una metáfora bastante explícita de algo que sentí y creo que es este disco. Hay algo que explotó, que se liberó, una energía que sale de esa nube negra… Y me quedo con esa parte de fuerza, de luz y de liberación. Me parecía hasta tierna la propuesta de esa condicional «Si mi rayo te alcanzara», en plan: «Si tú quisieras…», «Si quisieras bailar conmigo…».

 

¿Cuál ha sido el punto de arranque de estas nuevas canciones, el motor de inspiración que te ha llevado a darles vida?
El propio día a día. Es un disco que no mira hacia atrás, que refleja momentos muy particulares de 2019. Es un diario de ese año.

 

Son entonces unas composiciones concebidas en la era preCovid…
Sí, las canciones están escritas, por suerte, antes de la pandemia. Aunque la grabación del disco debió interrumpirse hacia la mitad, debido al confinamiento duro que vivimos en marzo y abril. Este hecho, aquello que nos tocó vivir con respecto al aislamiento, sí ha podido afectar a la interpretación de estos temas y a cómo se fue desenvolviendo la grabación en sí misma. Y decía por suerte porque, ahora, escuchando el disco con estas canciones prepandémicas, me vengo arriba. El 2019 fue muy intenso para mí, me trae muchos recuerdos y lo tengo casi hasta idealizado.

 

Éramos felices y no lo sabíamos…
Exacto. Y eso que dices es algo que se refleja en el álbum. Es un disco muy vitalista. Tiene sus momentos, claro está, pues la vida no siempre es de color de rosa, pero es un disco que refleja todas las emociones posibles y sobre todo que invita a vivir intensamente, con lo bueno y con lo malo.

 

Por primera vez has compartido la composición de las canciones con otra persona, en este caso David Quinzán. ¿Cómo ha sido desarrollar algo tan personal en un mano a mano?
Ha sido precioso. El mejor recuerdo que tengo del proceso creativo eran las mañanas en mi casa con David, «timbrando» a las diez de la mañana, mientras le esperaba con el café. Se crearon rutinas y momentos muy bonitos, como volver al oficio de componer puramente, el oficio de artesanos. Al margen de la inspiración o de quedarnos por la noche escribiendo cada uno, y luego enseñárnoslo, el hecho de juntarse, de compartir ese café y esas letras, ha sido maravilloso. Además, trabajar así te obliga a estar a la altura en todo momento, las buenas ideas del otro nos hacían exigirnos más a nosotros mismos.

 

Otra de las novedades que introduces en Si mi rayo te alcanzara es haber dejado la totalidad de la producción en manos que no son las tuyas. Ha sido Carles «Campi» Campón el elegido. ¿Cómo has llevado desprenderte de ello?
Es la primera vez que dejo la producción en manos de manos de otra persona, sí. Tuve que hacer un ejercicio importante de represión, de contención. Además, no había trabajado con él anteriormente, fue todo nuevo y me dio un poco de vértigo al principio. Lo primero que me mandó producido fue “Alma de oro” y me flipó. Así que ya me dejé llevar, me impedí a mí mismo cambiar cosas por cambiar. El resultado ha sido maravilloso.

 

Desde luego. Es un disco con infinidad de matices y dualidades, porque decides arrancarlo con una balada delicada como es “El destello”, para continuar con la divertida y bailonga “Tigre de bengala”. ¿Estamos ante el Xoel de más contrastes?
Sí, creo que sí. Para mí 2019, que es cuando escribo las canciones, fue un año muy experimental, de muchos cambios, de búsqueda… Yo lo viví así. He tenido noches alegres y mañanas tristes, y creo que es algo que se refleja en el disco. “Tigre de bengala” fue la última composición, que podría haber funcionado muy bien incluso al final del disco por temática, aunque musicalmente está muy bien donde está. Es una canción con una letra más bien larga, muy en la onda dylaniana. Es el resumen de lo que fue mi año y de lo que es este álbum.

 

«Si algo nos permite la creación es viajar, moverte, escapar un poco de tu realidad»

 

A nivel sonoro es un trabajo que vuelve a contar con tu voz en primer plano, incluso hay temas donde ni siquiera aparecen guitarras. Pero luego te atreves a introducir detalles sintéticos como en la inquietante “Vampiro blanco”, la propia “Si mi rayo te alcanzara” o “Alma de oro”. ¿No has tenido miedo ni reticencias con nada?
Escucho mucha música y al final es inevitable que eso se vea reflejado en el sonido, porque son matices, detalles, que ya vienen de base de mi propio proceso de composición, más allá de la producción. Le dije a Campi que quería un disco que no sonase a los años sesenta, sino que sonase actual, que fuera un disco de 2020.

 

También hay sabor tropicalista en la mayoría de los temas, desde las texturas instrumentales hasta los coros a manos de colaboraciones como la de Club del Río. “Dancehall” es la que se lleva la palma, en este sentido. Las influencias que arrastras de tu etapa al otro lado del Atlántico continúan vivas, ¿verdad?
Sí, es como si lo tuviera ya incorporado en mi ADN y no pudiera escapar de ello. Pero al mismo tiempo siento que sale de una manera más natural que antes, ahora se cuela casi sin querer y de repente salen unos coros a lo Juan Luis Guerra. Yo mamé todo esto, ayer mismo lo recordaba en una cena con Campi y David Quinzán, donde hablábamos de los primeros conciertos a los que fuimos. Uno de mis primeros conciertos fue de Ana Belén y Víctor Manuel, y otro de Juan Luis Guerra & 440, con mis padres. Además ellos, mis padres, vivieron un tiempo en Santo Domingo, y bueno.. hay toda una historia detrás. Pero sí, la música caribeña la tengo incorporada y forma parte de mi vida por muchas razones.

 

En tus letras hay millones de referencias a la naturaleza: árboles, bruma, estrellas, cielo, mar, manantial, agua… En contraposición con otra constante que es el asfalto donde vivimos, ¿es este un disco escapista, Xoel?
Sí, quizá de un modo casi inconsciente, pero es inevitable buscar esas referencias en la naturaleza cuando vives en el centro de Madrid, como es mi caso. De hecho, mi primera canción en gallego para un disco mío, “A serea e o mariñeir”» [Paramales], la hice en el centro de Buenos Aires. Habla sobre una sirena, un marinero, la playa… y yo estaba en el puto cemento y el humo de una gran ciudad escribiéndola. Si algo nos permite la creación es viajar, moverte, escapar un poco de tu realidad y evadirte de ella; no porque tengas que huir de ella necesariamente, pues tampoco tiene por qué no gustarte tu realidad, pero si lo puedes hacer, ¿por qué no? Ya que tienes un boli, un papel y una guitarra, pues venga, ¡vamos a viajar!

 

Los asuntos que sobrevuelan Si mi rayo te alcanzara inciden en aspectos como el amor, el desamor, la superación, el paso del tiempo… pero, sobre todo, el aprendizaje. ¿Cuál ha sido la mayor lección que te ha dado la vida?
Que no se puede controlar todo. Las cosas te suceden, a veces contra todo pronóstico; mira lo que nos ha pasado este último tiempo con la pandemia y el confinamiento. Debemos esperar de la vida cualquier cosa, no podemos controlarla; es como un rayo que se libera y no podemos manejarlo ni dominarlo. Podemos poner un pararrayos para que no nos funda, pero el rayo no te lo quita nadie, va a seguir pasando. La vida es algo imprevisible, varía como el propio tiempo y tenemos que aprender a respetar los ciclos. Es verdad que soy de los que veo lo que hay, lo que viene, e intento pensar qué puedo hacer con ello, cómo lidiarlo… Tampoco es un tema de conformismo, es sencillamente que hay que asumir que la vida es cambiante e inesperada.

 

¿Es la confianza en uno mismo, y en los demás, un valor extinto? En “Alma de oro” o “La espin» abogas por esa concesión que hacemos de nosotros mismos con los demás, y viceversa.
Vivimos en un mundo cada vez más individualista en el mal sentido, porque hay cierto individualismo, en cuanto al pensamiento y a tener personalidad propia, que es algo positivo, pero nuestra sociedad está muy encaminada al ensimismamiento, a ese individualismo nocivo que a mí no me interesa. “Alma de 9 no se podría haber escrito en otro contexto porque refleja muy bien ese mundo en el que vivimos: de postureo, de superficialidad, de aparentar lo que no se es… Y al final se es víctima de esa apariencia, porque luego hay que mantenerla y eso es imposible. Estamos más unidos e intercomunicados que nunca, pero a la vez muy solos, porque detrás de esa superficialidad siempre hay un corazón sintiendo o sufriendo. Yo apuesto por ser nosotros mismos al cien por cien, con lo bueno y con lo malo, con lo que nos gusta y lo que no. Incluso propongo que nos gusten las cosas que, quizá, no tendrían que gustarnos; que seamos un poco más libres y más auténticos, en definitiva.

 

«La vida es algo imprevisible, varía como el propio tiempo y tenemos que aprender a respetar los ciclos»

 

Al final, como gritas en “Catarata”, «No somos máquinas». Que parece que nos estamos convirtiendo en ellas ,siempre tan encorsetados, tan rígidos por no fallar, por no decepcionar… ¿Te preocupa no dar lo que se espera de ti?
A lo largo de mi vida he intentado no caer en esa trampa, aunque no sé si lo consigo del todo. Me cuesta decirte que sí o que no, porque siento que es algo que siempre está en proceso. En realidad, uno siempre intenta mejorar y no caer en esas pequeñas zancadillas o pruebas que te va poniendo la sociedad, o la propia vida. Pero a veces caes, claro, y te sientes un imbécil, y eres lo que no quieres ser. Aunque lo importante es analizarlo, darse cuenta y poder ponerle remedio poco a poco.

 

Lo que hablábamos antes de la importancia del aprendizaje, un tema muy latente en todo el disco.
Eso es. De hecho, a través de las canciones y de la escritura, intento sacar conclusiones y aprender cosas. Incluso de aspectos negativos: «esto es una mierda», «esto me decepcionó», «esto me hizo daño»… Pero, como te decía antes, intento valorar la situación y, con lo que hay, ver qué se puede hacer.

 

Me recuerda esto a parte de la letra de “Tigre de bengala”, donde cantas: «Los aciertos son errores del pasado y los errores un camino que abrazar». Algo que no nos vendría nada mal interiorizar como sociedad, ¿no?
Totalmente.

 

Cuando asistimos a tiempos difíciles como estos que estamos viviendo, o etapas en las que creemos que ya no queda mucho que perder, nos entran las ansias por ser más directos y transparentes que nunca. ¿Es lo que te ha ocurrido a ti en “Joana”?
Sí, es que “Joana”… uff… A ver, hay dos picos en este disco. Uno es “Tigre de bengala”, que es una canción más bailable y posiblemente la canción más alegre que he hecho en toda mi carrera, y el otro es “Joana”, una canción profunda, melancólica y un poco dura, incluso. Y es curioso cómo he llegado a estas dos canciones tan contrapuestas, justo ahora, para este disco. Son como dos extremos, una dualidad, que convive en el mismo repertorio y son del mismo año, son sentimientos contrarios que convivieron en mí en la misma etapa. Precisamente, la vida es todas estas cosas. “Joana” es algo que tenía que reflejar, que necesitaba hacer. Es una canción sobre un duelo, que cada uno lo puede aplicar a lo que quiera, a la persona que considere. “Joana», de hecho, no existe como tal, “Joana” es lo que tú quieras porque en realidad no tiene cuerpo. No existe una “Joana”, aunque hace poco conocí a una y se lo dije, le dije que era la primera “Joana” que conocía.

 

 

Es una canción que a mí me resulta demoledora, sobrecogedora, que te deja jodido… Además, el videoclip de Xaime Miranda que la acompaña es tremendo también…
Sí. Ese vídeo fue lo último que hicimos antes de la pandemia, y la canción salió en un momento en que estábamos todos, a nivel social, muy de bajón por lo que estaba ocurriendo con el confinamiento. Sé que la gente la recibió muy bien, pero yo no la habría lanzado en aquel momento; a lo mejor ni siquiera habría sacado ninguna, puede que no fuera el momento de hacerlo, pero bueno, ya estaba previsto y así lo hicimos. Y el vídeo es precioso, la verdad. Con “Joana” me pasó algo que no me había pasado nunca: cuando la presentamos en directo, que fue en el primer concierto posconfinamiento en Ifema, en Madrid, lloré. Tuve que parar, el público aplaudió… Fue algo que no había vivido nunca, nunca me había pasado. Es una canción que me toca en un sitio al que no había llegado con mis canciones hasta ahora.

 

¿Este álbum te ha hecho más libre?
Sí, totalmente. Ha sido un ejercicio de libertad con respecto a mi carrera, y gracias a él he conseguido llegar más lejos. Lo noto incluso en cómo canté las canciones en el estudio; la libertad que sentí al haber delegado ciertos trabajos en otros… Estoy muy satisfecho de cómo lo planteé y del resultado; y creo que se va a notar todavía más en los directos.

 

No puedo dejar de preguntarte por el libro de Manolo Tarancón, sobre ti y tus veinte años de canciones, que hemos publicado recientemente desde nuestra editorial, Conversaciones con Xoel López. ¿Estás satisfecho con el resultado?
Supersatisfecho, porque además Manolo lo hizo muy fácil. Vino aquí a mi casa, pasamos mucho tiempo juntos, cogimos mucha confianza… De hecho, en parte, él vivió cosas de las que rodean al disco, porque justo fue en 2019 cuando nos juntamos a charlar: yo estaba trabajando en Si mi rayo te alcanzara y él en el libro. Tengo muy buen recuerdo de aquellos días, es un tipo con mucha sensibilidad, que me cae especialmente bien y supo darle un enfoque diferente porque, al ser músico él también, me preguntó cosas que a lo mejor otra persona no me habría preguntado.

 

Entonces, dime: ¿qué es más real, confesarse en conversaciones distendidas o en canciones?
Yo creo que en conversaciones, como es el caso de este libro. Porque al final las canciones están llenas de metáforas, y las metáforas son grandes aliadas, pues puedes esconderte un poco detrás de ellas; incluso a veces puedes no saber ni lo que estás diciendo, o le das sentido un tiempo después… Sin embargo, en las conversaciones eres más tú, te haces más responsable porque no dejar de ser un contexto menos abstracto que el de componer. En el acto de componer hay cierto componente inconsciente que no controlas, y al final la canción se convierte casi en un ente ajeno a mí, la dejas en manos de los demás para que interpreten lo que quieran. Y así es como debe ser.

 

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