Víctor Lapido: “Cantar después de treinta años implica una responsabilidad”

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“Siempre tuve cierto pánico escénico. Cuando llegaba el día del concierto, me ponía afónico. Ahora lo llevo mejor”

 

Se ha curtido en grandes bandas del rock granadino, como 091, Lagartija Nick o Grupo de Expertos Solynieve. Ahora se lanza en solitario bajo el alter ego de El Hijo Ingobernable. Eduardo Tébar entrevista a Víctor Lapido.

 

Texto: EDUARDO TÉBAR.
Fotos: MAURO SICILIA.

 

Cuenta que no está acostumbrado a las entrevistas. “¿Cómo va esto? ¿Te tengo que dar un titular?”. Charlamos, cerveza mediante, junto a la catedral de Granada. La bisoñez promocional de Víctor Lapido contrasta con su larga carrera, casi siempre en el papel de guitarrista en bandas como 091, Lagartija Nick o Grupo de Expertos Solynieve. De natural discreto, Víctor ‘Chico’, el menor de los hermanos Lapido, ha vivido el rock y la noche hasta el final durante tres décadas. A principios de 2017, tras la nueva despedida de los Cero, decidió relevar la gestión del Ruido Rosa, el exquisito garito de música de guitarras: la otra catedral de Granada. Ahora, Víctor reflexiona con la lucidez de quien vuelve a conocer las mañanas.

Chico Lapido debuta en solitario y lo hace sorprendiendo hasta a su círculo más íntimo en “De mis soledades vengo”. Un epé de título “lopeveguiano” que atesora seis canciones de tono confesional, con esqueleto acústico y arrebatadores arreglos de cuerda, en la onda de las lejanas producciones de Joe Boyd y el folk de atmósferas suntuosas de Nick Drake. Un ejercicio de artesanía —en las antípodas del actual pop a granel que rula por España— que conviene degustarse, para disfrutar en su plenitud, en la alta fidelidad que ofrece la edición única en vinilo, para la que el granadino ha creado —con vocación de continuidad— el sello Ruido Rosa Records. Víctor Lapido, aquel guitarrista espídico de Lagartija Nick, el hombre de los latigazos electrizantes en los últimos 091, se camufla esta vez en un alias, El Hijo Ingobernable, que extrajo de un verso del donostiarra Rafael Berrio.

 

Desde Los Ruidos, tu primer grupo, no te habías puesto delante del micro para asumir el rol de cantante.
Empecé con Los Ruidos a la tierna edad de dieciséis años. En el 85 empezamos a formar la banda, pero como no tocábamos muy bien, no fue hasta 1986 cuando comenzamos a componer temas y a grabar maquetas. Creo que esta circunstancia, volver a cantar, se debe a que no tuve tiempo antes. Empecé con Los Ruidos, después enganché con los Cero, luego pasé a Sugarfish en los noventa. Y, entre tanto, acompañé a mi hermano José Ignacio en su primera gira en solitario, con “Ladridos del perro mágico”. Más tarde me metí en Lagartija Nick: grabé un tema en “Lo imprevisto”, entré a formar parte de la banda en el directo, y de ahí a grabar tres discos.

 

Y Grupo de Expertos Solynieve.
Sí, formamos Grupo de Expertos Solynieve mientras estaba con Lagartija Nick. Estos dos son los grupos en los que más tiempo he pasado, si me paro a pensarlo, porque con 091 grabé dos discos y el directo de despedida; ese último concierto que resultó no ser el último. Cuando opté por dejar Lagartija Nick, en 2012, ya tenía alguna idea sobre este disco. Tocaba mucho la guitarra acústica. La guitarra eléctrica la dejaba para bandas como Lagartija. Me aficioné mucho a la acústica, al estilo “fingerpicking”. Ha sido cuestión de tiempo. Empecé a componer las canciones cuando tuve un hueco, antes de la maniobra de resurrección de los Cero. No me quedó otra que aparcarlo en 2016 y retomarlo en 2017, cuando terminó la gira de 091, que fue muy larga y muy currada. Por circunstancias de la vida, ha salido en 2018. Pero el año pasado fue cuando pensé que era el momento.

 

Conclusión: eres de los que se centran un solo proyecto.
Imagina lo que eran los descansos en la gira de cincuenta conciertos de 091. Salía un miércoles de mi casa y volvía el domingo o el lunes. Lo último que me apetecía era coger una guitarra. Sobre todo, necesitaba centrarme en este disco. Además, he puesto en marcha un sello discográfico, Ruido Rosa Records, con la intención de publicar lo mío. Aunque estoy abierto a editar algún proyecto que me interese. Tengo prácticamente preparado el segundo epé, que será la continuación de este: “A mis soledades voy”. El Hijo Ingobernable ya es imparable.

 

¿Por qué presentas las canciones en raciones reducidas?
Me gusta la inmediatez. No voy a esperar a tener catorce canciones para grabar un disco. Si tengo cinco temas, los grabo, los edito y punto. Se me hace un mundo preparar ahora un álbum con doce o trece canciones. Prefiero grabar cuatro, cinco o seis, y sacarlas sobre la marcha. Creo que es lo más adecuado para estos tiempos. Y lo estoy notando: mucha gente me dice: “Oye, que lo he escuchado entero”.

 

El Hijo Ingobernable. ¿Es un escudo, un parapeto para no salir con nombre y apellido?
Dudé si salir con mi nombre o como El Hijo Ingobernable. Pero, claro, Lapido ya hay uno.

 

Sí, Lapido es una patente del rock autoral.
Mi hermano tiene una carrera muy larga. Son ya unos veinte discos desde principios de los ochenta. En mi caso, se trata más de un alter ego. Sé que al principio va costar relacionar una cosa con la otra. Elegí el nombre porque Rafael Berrio vino un día a tocar al Ruido Rosa. Antes de marcharse, me regaló su disco en el que aparece la canción ‘No sólo de amor’. El verso dice: “El hijo ingobernable de la luz del sol”. Pero eso era demasiado largo, no hubiera cabido en los carteles. La verdad es que al principio lo escogí como nombre para un grupo que estaba montando mi hijo. Le recomendé El Hijo Ingobernable, que suena muy chulo. Pero me respondió: “No, no, póntelo tú”.

 

Berrio es el último bohemio de España. Creo que fue la única persona que ha pedido una copa de vino en el Ruido Rosa.
Y, afortunadamente, yo tenía (carcajada). Las dos veces que Rafael Berrio ha tocado en Granada lo he traído yo. Rafa es un gran tío.

 

Y, tan anglófilo como se te supone, sales con Lope de Vega en el título.
El poema de Lope de Vega lo conozco desde pequeño. Más de una noche se me ha ido dándole vueltas al título que le pondría al disco. Así fue como volví a este poema, que se llama ‘A mis soledades voy’. Lo releí y, como tenía la intención de sacar dos epés seguidos, me gustó la idea de ponerle al primero “De mis soledades vengo” y que la continuidad fuera “A mis soledades voy”.

 

La bromita está servida, porque tu hermano ha tirado de Jorge Manrique en “El alma dormida”.
Sí, de hecho ya nos han preguntado en alguna entrevista quién fue nuestro profesor de literatura. Los dos estudiamos en los Salesianos y después fuimos de cabeza al Padre Suárez. Los culpables quizá fueron ellos.

 

 

Paisajes de cine

‘Para John Ford’ podría ser una banda sonora de las que se premian con cero y bronce.
Soy un enamorado del cine de John Ford y de sus bandas sonoras. Y de las bandas sonoras en general. Desde pequeño me ha encantado. Recuerdo las películas del oeste los sábados por la tarde, cuando solo había dos canales. Me preparada con gorro, chaleco, estrella de sheriff, y a veces de indio. Me gusta cantar, pero lo que me encantaría sería hacer instrumentales. La voz siempre conlleva una responsabilidad. Una responsabilidad que yo había olvidado con los años. La única banda en la que he cantado fue en Los Ruidos, el grupo de mi adolescencia. Siempre tuve cierto pánico escénico. Cuando llegaba el día del concierto, me ponía afónico. Ahora lo llevo mejor. Pasaron muchos años y me dediqué exclusivamente a tocar la guitarra. Insisto: cantar implica una responsabilidad para la que no sé si estoy preparado. Lo iremos viendo en los sucesivos conciertos que vendrán ahora. El instrumental ‘Para John Ford’ puede evocar al western. Las letras, ¿son importantes? Para mí lo son. He sido muy exigente con los textos. Y ahí tal vez detecto una evolución.

 

La marca Lapido exige nivel poético.
Las comparaciones van a existir siempre. A quien me compare con mi hermano le doy las gracias. Yo escucho mucha música española. Desde siempre. Y para mí las letras siempre han sido fundamentales en los grupos que me gustan. Desde Rafael Berrio hasta Los Enemigos. Por cierto, me parece muy interesante el disco de Fino Oyonarte. Incluso grupos que no tienen nada que ver conmigo, como Astrud, me encantan. Disfruto con la manera de expresarse de La Estrella de David, Manu Ferrón, Álvaro Tarik, Maga… Ya que vas a escribir algo, di algo. Yo vengo de grupos con muy buenos letristas. Tanto 091 como Lagartija Nick, con Antonio Arias, o Grupo de Expertos… Y también he tocado con Morente, que me marcó muchísimo.

 

Hiciste una gira internacional de “Omega”.
Tocamos en Argentina, en México… Y había planes de seguir por Europa. Pero pasó lo que pasó.

 

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“Después de los Cero, ya no le digo que no a nada”

 

La referencia de Nick Drake va a salir en todas las entrevistas.
Nick Drake es el macho alfa de estos sonidos. Y sí, es un referente indiscutible. He intentado cuidar la parte de los arreglos. He trabajado codo con codo con las Cosmotrío y con los músicos, y me he empeñado en que la sutileza y las atmósferas ganen. Nada más hay dos guitarras eléctricas y son testimoniales. He cuidado mucho los arreglos de cuerda y creo que lo he conseguido. Aunque también hay canciones de banda al uso.

 

Poca gente se mete en estos berenjenales. Me acuerdo del primer Nacho Vegas.
Pero era muy común a principios de los setenta. Los dos pensamos en ejemplos como Fairport Convention. La escena de folk, el acid folk, guitarristas como John Martyn… La fórmula ha sido sencilla. Lo normal es que yo desarrollara una línea de guitarra. El arreglo de las cuerdas se lo trasladaba a las Cosmotrío con melodías de guitarra o incluso cantando. Ellas lo pillan bastante bien todo. Hay viola, violín y violonchelo. Lo he producido a medias con Pablo Sánchez en Producciones Peligrosas. Los músicos son muy jóvenes pero muy experimentados.

 

Percibo en El Hijo Ingobernable una mirada matinal, desde el retiro de la burbuja nocturna. Desde el otro lado.
Fui el propietario del Ruido Rosa desde 1999, pero antes ya trabajaba allí. Han sido treinta años allí metido. El Ruido ha sido una forma de aprender. Cuando te tiras tres décadas siendo pinchadiscos residente en un sitio, tienes que investigar mucha música. Además, el Ruido siempre ha sido un local especializado. He tenido que investigar mucho porque la clientela es exigente. La gente pregunta, te piden recomendaciones de discos. No vale con conocer una canción de un artista. Han sido treinta años intensos. Digo en la canción [‘Así lo recuerdo’] que fueron días en los que perdimos las mañanas. Y sí, puede que haya pasado treinta años perdiéndome las mañanas. Ahora me estoy reencontrando con ellas. Y estoy bien.

 

 

En el concierto de homenaje a Tom Petty, en Planta Baja, fuiste el único artista que recuperó una canción de este siglo.
Porque esa investigación musical era la banda sonora del Ruido Rosa cada noche. Y no he parado: escucho mucha música. Tengo por costumbre no decir “no”. Evidentemente, no puedo con todo. Pero en mi red de amigos y conocidos sois muy melómanos todos. Nos vamos pasando la mierda unos a otros. Hubo tiempos en los que me regalaban recopilatorios en casete. Me gusta asistir a las sesiones de los amigos cuando pinchan.

 

¿‘Exilio’ trata sobre los amigos ausentes?
Esa canción la compuse cuando me di cuenta de que gran parte de mis conocidos y amigos se habían ido de Granada. No te cercioras hasta que un día sales a tomar una caña y no sabes a quién llamar. Un día se va uno, otro día se marcha otro. A Londres, a Estados Unidos, a Barcelona… De repente, resulta que han hecho la maleta quince o treinta personas de tu entorno porque no pueden sobrevivir en su ciudad. Porque su ciudad no les da una oportunidad. Algunos dirán que eso es emigrar. Yo digo que han tenido que exiliarse.

 

Se habla mucho del cierre de bares y poco de la fuga de talentos.
‘Exilio’ habla de eso. Quedas con un amigo y te dice que la semana que viene se traslada a Londres. Le preguntas si tiene trabajo y te dice que no, pero que aún así se larga. Es lo que hay. Y la mayoría siguen fuera.

 

Sois nueve músicos en el escenario. ¿Cómo piensas moverte con esta superbanda?
Quiero mantenerla, aun sabiendo que es difícil económica y logísticamente. En más de una ocasión habrá que buscar opciones más viables, porque ni siquiera hay furgonetas con diez asientos. Estuve preguntando por los minibús… En los sitios en los que quepamos, intentaré actuar con los nueve. Mantenemos la sonoridad del disco, aunque hay variaciones y añadidos para que la banda esté implicada. No me cierro, estoy abierto a salas y festivales. Es más, ya tengo cerrados varios festivales. Lo ideal para mí, como espectador y como músico, son los conciertos de una hora. Con 091 hemos hecho bolos de casi tres horas. Yo no tengo repertorio para eso, ni ganas.

 

Autógrafos, punk y fandangos

¿Cómo sentiste el regreso triunfal de 091?
No estoy acostumbrado a tanto público. Lagartija Nick mueve gente, Grupo de Expertos también, pero la acogida del retorno de los Cero nos pilló por sorpresa a todos. Nunca hubiésemos imaginado llenar dos plazas de toros. No me lo podía creer. Después de tantos años. Un grupo que no tenía presencia en redes, que, por no estar, no estaba ni en Spotify. Y de buenas a primeras nos encontramos ahí, con gente que ni siquiera había nacido cuando no separamos. Nos lo tomamos con cierta distancia. La repercusión fue tremenda. También te digo una cosa: a mí me ha pillado ya con una edad, con una trayectoria, con muchos conciertos, muchos ensayos, muchos discos grabados a mis espaldas y mucha vida recorrida. Esto me ocurre con dieciséis años y se me va la olla. Te conceden la medalla de la ciudad, te piden autógrafos allá donde vayas… Me lo he tomado con naturalidad, tampoco me ha sobrepasado. Al revés, creo que ha sido un regalo tanto para la gente que sigue a 091 como para nosotros mismos. Un regalo de autoestima. Al final resulta que, joder, aquello estaba bien.

 

 

Entras en Lagartija Nick en 2004, cuando empieza una etapa revitalizadora para el grupo. Pero tuviste que lidiar con defender tú solo el muro de guitarras de Juan Codorniú y MAR Pareja.
No fue fácil. Lagartija venía de tener excelentes guitarristas. Entré y me quedé como guitarrista único. Tuve que estudiar mucho la manera de que el repertorio antiguo no sonara vacío. Con esa premisa planteé los discos siguientes. Me sé de memoria todo el repertorio de Lagartija Nick, menos lo último. Entré en una época en la que se reeditaron casi todos los álbumes de los noventa. Incluso “Val del Omar”, con el que hicimos una gira bastante extensa, llevando el sonido diafónico al Reina Sofía. Ese disco me costó mucho porque tira más al “trash” y al metal, unos sonidos que domino menos. Intenté hacer un “mix” de guitarras. Cuando salió “El shock de Leia”, en 2007, la banda tuvo un repunte. Para mí, “El shock de Leia” y “Zona de conflicto” están entre lo mejor de Lagartija Nick. Aaquellos años los recuerdo como el título de Los Planetas: una semana en el motor de un autobús.

 

¿Por qué lo recuerdas así?
Porque éramos una auténtica banda punk. En todos los sentidos. Tanto cuando estaba Lorena como cuando nos quedamos en formato de trío. Lagartija Nick ha sido una banda muy, muy, muy punk. Con actitud punk.

 

Hace diez años ocurrió lo de la caída al vacío de Antonio desde el escenario. Eric entra en detalles en su libro de memorias.
Quizá, aquello fue el punto de inflexión. Si lo piensas, se pudo haber matado. Se dio en la costilla con la valla, pero también se pudo haber partido el cuello. En el viaje de vuelta pensamos tomarnos todo con más calma. Pero el caso es que seguimos tocando muchísimo. Es posible que, de todos los grupos en los que estado, el que recuerdo con más cariño sean Los Ruidos. Porque fue el primero. Tenía dieciséis años y estuve hasta los veinte tocando con ellos. Eso no lo olvidaré nunca. Es el primer grupo de tu vida, en el que haces tú las canciones. Y tuvimos cierta relevancia, porque en aquella época había programas de televisión y no hacía falta que tuvieras disco, ibas con una maqueta. Eran otros tiempos. Fuimos a seis o siete programas de televisión únicamente con una maqueta. Luego, entrar en 091 fue como saltar a primera división. Los festivales eran muy contados, muy pocos, así que había que tocar mucho por pueblos. Entendí lo que era ponerse las pilas en la música, con escenarios grandes y pruebas de sonido profesionales. Y con esto vuelvo a Lagartija. “El shock de Leia” impulsó de nuevo al grupo y lo vivimos con intensidad. Lo recuerdo con cariño.

 

Lo contrario que Grupo de Expertos, donde prima la parsimonia.
Con Grupo de Expertos Solynieve conecto muy bien porque todos somos amigos. Es como irme de viaje de estudios con mis colegas. Tal vez sea la banda que más se asemeja a lo que estoy haciendo ahora en solitario. Como guitarrista de Expertos tuve que dar con el matiz. Nos gusta lo americano, lo inglés, lo español. Tuve que sacar unas guitarras entre ranchera mexicana, fandango de Huelva y los Byrds. Soy muy aficionado al country, al folk y a la guitarra acústica. Con todos los grupos con los que tocado he tenido muy buenas experiencias. Y malas también, por qué negarlo. Pero con los años uno se queda con lo bueno.

 

Pero al principio, cuando actuabais como Montero Castillo y Aguirre Suárez, aquello sonaba muy salvaje, muy Neil Young.
Es que Grupo de Expertos surgió como el que no quiere la cosa. Subíamos al Fargue, a casa de Juan [J, de Los Planetas] y nos poníamos a improvisar. Teníamos la suerte de estar en un estudio [El Refugio Antiaéreo], así que se grababa todo lo que hacíamos. Es cierto que al principio sonaba más a Neil Young con Crazy Horse. Los Expertos han ido derivando en algo que se parece más a lo que buscábamos. Algo más próximo a Flying Burrito Brothers o Gram Parsons, pero mezclado con nuestras raíces.

 

Los Ruidos fueron conocidos como los Kinks granadinos.
Sí, pero primó la disyuntiva de centrarme en una cosa. Sabía que si mantenía los dos grupos —Los Ruidos y 091—, tarde o temprano tendría que decantarme. Los Cero eran el grupo de la ciudad. Eso ayudó a que mucha gente se fijara en Los Ruidos porque ahí tocaba el hermano pequeño de José Ignacio Lapido. La realidad es que al entrar en 091 me encuentro con una dinámica de trabajo profesional, con ensayos intensivos todos los días. Entrábamos a las cinco de la tarde y salíamos a las diez de la noche. Los Cero no suenan bien por casualidad. Suenan bien porque trabajábamos mucho. Era un grupo de ensayo diario. Claro, después de estar cinco horas tocando con 091, no me apetecía meterme otras dos horas ensayando con otro grupo. Los Ruidos conseguimos ser conocidos en Granada y tocar mucho en Andalucía. Sonamos en Radio 3. Alguna vez lo he pensado: qué hubiera pasado si hubiese seguido con Los Ruidos. Pero nunca he encontrado una respuesta. Cuando me ofrecieron tocar y no cantar, elegí tocar.

 

¿Será posible una resurrección de Los Ruidos, como aquella noche que reaparecisteis en la sala La Telonera en 2007?
En 2007 yo estaba ocupado con Lagartija Nick y los Expertos. No me cierro a la idea. Jacinto Ríos, Josemi Quesada y yo somos íntimos amigos. Nos vemos, hablamos, nos tomamos unas cervezas. Y quién sabe. Después de los Cero, ya no le digo que no a nada.

 

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