Unfollow the rules, de Rufus Wainwright

Autor:

DISCOS

«Pop preciosista con filigranas barrocas marca de la casa y una voz que teje puentes interestelares en un cielo que es suyo»

 

Rufus Wainwright
Unfollow the rules
BMG, 2020

 

Texto: DAVID PÉREZ MARÍN.

 

Poco tiene que demostrar Rufus Wainwright a estas alturas. Lo raro en realidad es que, aun siendo una figura cultural influyente y respetada internacionalmente, con cimas compositivas al alcance solo de contados elegidos, su obra y voz no tenga la poderosa presencia y repercusión que debiera en medios, industria y público. Muy querido y admirado, sí, pero no todo lo que se debería. Cierto es que, por mucho que abrace la música popular, sus composiciones suelen zigzaguear entre lo gourmet y sublime… Ahora, con energías renovadas, tras firmar su segunda ópera, musicar sonetos de Shakespeare y ocho años después de Out of the game, Rufus reaparece desbordando sabiduría compositiva y vital, deslumbrándonos con una cegadora madurez y eterna juventud pop en Unfollow the rules.

Solo necesitamos unos segundos de la inicial “Trouble in paradise” para darnos cuenta de que Wainwright es único, sumando y rezumando experiencias inabarcables a cada surco. Pop preciosista con filigranas barrocas marca de la casa y una voz que, como siempre y como nunca, teje puentes interestelares en un cielo que es suyo. “Problemas en el paraíso” que borra a cada fraseo y acrobacia vocal, abriéndonos las puertas de par en par a una tierra prometida que, con ecos de Queen y The Beatles, más una omnipresente y elegante sesión de vientos y cuerdas, es pura luz sanadora.

Las armonías y sinfonías funambulistas siguen su camino a Oz con la naturalidad de su propio respirar. De la animada brisa que se cuela por la ventana y regala una vida extra en “Damsel in distress”, con un marcado rasgueo de guitarra y una enredadera de luminosos violines, percusiones y parpadeantes coros, al pegadizo y divertido swing de “You ain’t big”, pasando antes por la titular calma y fantasía crepuscular de “Unfollow the rules”, joya de la corona que marca el camino al ritmo del latir de un «corazón que se convierte en polvo y deja de seguir las reglas».

Una docena de cortes resplandecientes que vuelven en busca del sonido y el tiempo perdido y ganado, con arreglos que rozan la perfección y la elegancia más exquisita. Querer desencadenado y cantos a la vida que suenan a clásicos instantáneos, con atmósferas orquestales en las que Mr Wainwright flota a sus anchas. Del vaivén celestial de “Peaceful afternoon” a la ensoñación real de “Only the people I love”, con el amor como única verdad y alas para seguir adelante y a por todas.

«Only the people that love…». Así, batiendo sus brazos y cuerdas vocales, sigue surcando universos sonoros a la mano única y exclusivamente de los más grandes. Abismos complejos y resplandecientes que cortan la respiración, como la abrumadora y teatral belleza de “This one’s for the ladies (THAT LUNGE!)” o “Early morning madness”, con un piano cabaretero que titubea en la oscuridad, mientras los fuegos artificiales prenden en su garganta y terminan por estallar en lo más profundo del pecho.

Rufus Wainwright demuestra que su música está más allá del bien y del mal, fuera de (quiera o no) toda moda y envoltura pop al uso, a años luz de cielos e infiernos comunes, de todo odio que se dibuje en el horizonte… Sus «demonios y ángeles» tienen vida propia y revolotean con la misma clase y naturalidad, ya sea en el tornado épico/sinfónico/electrónico de “Devils and angels (hatred)”, o en el aleteo en llamas final de “Alone time”, pavesa que hiere y cura a su paso. «I need a little be gone time / a little on my own time / but don’t worry, i will be back, baby (baby) / to get you  on the wings of a perfect song / to save you…».

La música, esa promesa que siempre vuelve y nos termina salvando una y otra vez. Unfollow the rules, un regalo para los sentidos y el alma. Avisados están.

Anterior crítica de discos: The Bowie years, de Iggy Pop.

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